Vuelven la conspiranoia y las paparruchas

Vuelven la conspiranoia y las paparruchas

EFE

Debe ser la influencia de los malditos Idus de marzo, que en el calendario romano eran los 15 del mes del dios Martius (Marte). El terrible atentado llevado a cabo por yihadistas islámicos el 11-M en Madrid y el empecinamiento de José María Aznar y de su séquito en que había sido obra de ETA fueron la simiente sobre la que algunos jardineros desaprensivos dijeron haber descubierto el definitivo árbol de la ciencia del bien y del mal.

Y, abracadabra, nació la teoría de que el cruel atentado de Madrid era demasiado para unos terroristas de pocas luces sin la ayuda de un autor intelectual. Todavía en los actos del último aniversario, el presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, infectado de ese virus, dudaba de la propia razón y pedía que se llegara hasta el final para descubrir la verdad. Negarse a asumir la realidad, la simplicidad y a la vez la complejidad de la vida misma es la mejor forma de vivir en el resentimiento y el esperpento.

También en marzo, precisamente el pasado 15 (ni hecho a propósito), Pablo Manuel Iglesias expuso en el hemiciclo del Congreso de los Diputados, en el debate sobre la actualidad de Europa, una atrabiliaria, desinformada, falsa, comunista, trumpista y un punto psicótica teoría de la conspiración en el proyecto de construcción europeísta. Otra vez se acude a la cínica afirmación interdisciplinar de que siempre es muy útil contar con una buena teoría, aunque sea en diferido. Verdadera o falsa, eso es lo de menos. Con datos reales o inventados, importa poco. El todo vale aconseja, sobremanera a los desvergonzados, utilizar todos los trucos para conseguir unos objetivos que se consideran superiores a la verdad verdadera, que pasa a un segundo plano.

Volviendo unas letras al 11-M, algunos periódicos y radios subordinaron la verdad a la tirada y a la audiencia. No ser acercaron a la verdad; acercaron a miles de personas de buena fe a la frustración y el resentimiento por la vía del engaño premeditado, en obsesión enfermiza, en delirium tremens creador de monstruos.

El líder de Podemos vino a decir que no era una sincera idea federal, de paz y de progreso el afán que hizo germinar en la tierra quemada de dos guerras mundiales la semilla de la Unión de Europa, sino el interés del capitalismo y de personajes sin escrúpulos morales, y los bajos instintos de Francia y Alemania para controlar al continente tras la II Guerra Mundial.

Es obvio que el comienzo de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA/1951) tuvo un doble motivo: el económico y el de una asociación para el progreso con dos enemigos hasta entonces irreconciliables como eran Alemana-Prusia y Francia. Adenauer y De Gaulle fueron unos líderes providenciales que asumieron la tarea de una reconciliación constructiva que eliminara las causas de la guerra en el escenario europeo. Los fundadores -aparte de Francia, que entró con su Argelia, y la RFA, estaban Bélgica, Italia, Luxemburgo y Países Bajos- decidieron llegar más lejos y más alto para ser más fueres; y hace 60 años, el 25 de marzo de 1957 lo lanzaron al futuro en el Tratado de Roma, por el cual nació la Comunidad Económica Europea, y más tarde la Unión. Y de seis miembros iniciales a 28. Que son 27 desde que Reino Unido decidió darle la razón a De Gaulle.

A pesar de la buena teoría, pero falsa, tramposa y adolescente, propia de quien solo lee lo que está de acuerdo con su opinión, el jefe de Podemos (a Gil Robles en la CEDA también le llamaban jefe; la CEDA, en cuanto organización, 'Confederación' fue una especie de Podemos de derecha) lo cierto es que el objetivo fundacional fue suprimir el mercado como casus belli: si el mercado era libre, mientras más extenso sea, menos asfixia territorial para el desarrollo económico. Naturalmente, hubo otro motivo adjunto, tanto por los países europeos que sacaron cita previa para entrar en el Club, como en la OTAN: controlar a Alemania. Lo reconocía el canciller Helmut Schmidt en declaraciones a EL PAÍS el 5 de octubre de 1995: "Tanto la CE como la OTAN han tenido desde el principio no solo la función de garantizar la seguridad frente a la URSS, sino también la de seguridad frente a Alemania, mediante la vinculación de la RFA, que contaba entonces con 50 millones de habitantes".

Helmut Schmidt ya adivinó en 2011 las repercusiones populistas, euroescépticas y anti-alemanas e incluso la aparición de falsos profetas que predican la gran trama.

Pero la obsesión alemana es muy práctica para los que quieren acabar con la ilusión europea; por lo menos, para Putin y Trump, que buscan una Europa debilitada para controlarla mejor, y como en el cuento de Caperucita y el lobo, para comerte mejor. Sostiene, en el magnífico teatro del Congreso, el líder populista –condición que no niega, ni por sus expresiones ni por sus admiraciones- que los intereses alemanes de control financiero estuvieron presentes desde el primer momento, y mezcló en un batiburrillo castrista-leninista y chavista-madurista los planes de convergencia y cohesión con los perversos designios de la RFA.

¿Qué ha ganado España en la UE? Pues que los ciudadanos alemanes, contribuyentes netos, como los de los Países Bajos, Francia, Italia, hayan subvencionado generosamente a la Europa pobre del sur con sus impuestos. España ha sido la gran receptora de unos fondos europeos diseñados para que las economías del sur disminuyeran su distancia con las economías del norte rico, pero que los españoles, desde el gobierno de la Nación hasta las comunidades autónomas, diputaciones, ayuntamientos, pedanías y romerías se dedicaron a despilfarrar.

En 2010, transcurridos 25 años desde el ingreso, España había recibido más dinero de Bruselas que toda Europa con el Plan Marshall: un paquete de 88.000 millones de euros netos frente a otros 58.000 del Plan Marshall. Como es natural, el aumento del PIB español y la entrada de los países pobres salidos de detrás del Telón de Acero redujeron los fondos de ayuda a España. En 2016, el saldo presupuestario favorable a España estaba previsto en solo 740 millones, pero con el Brexit, España puede convertirse en contribuyente neto.

Hay otro dato clave para entender la situación: en un momento determinado, se produjo un alineamiento de factores que desencadenó un proceso de avalancha: la cristiano-democracia europea fue absorbida por el neoliberalismo reaganista y thatcheriano previo sometimiento político a los intereses estratégicos de las multinacionales, y sobre todo, de la industria financiera, y los electores europeos comenzaron a dar su confianza a esa derecha que encarna los postulados de la antigua aristocracia.

En el manejo de la crisis, y en las recetas que se han aplicado desde la mayoría que gobierna las instituciones europeas, ha sido fundamental la democracia nacional: los sistemas democráticos europeos, los más avanzados del mundo, dieron la confianza a formaciones neoliberales, a la derecha codiciosa; y ha sido ese voto popular el que ha dado el gobierno a quienes han implantado políticas de ajuste asfixiantes y han socavado los cimientos del estilo de vida que define a la actual civilización europea. A lo que hay que añadir las desviaciones de la recta democracia en los países procedentes de la Europa comunista. Por cierto: en cuanto pudieron, los ciudadanos de la Europa del Este entraron aún con el miedo en sus cuerpos en tropel en la UE y en la OTAN. Lo confesaba en la Revista de la OTAN en diciembre de 1997 Constantin Ene, embajador de Rumanía en la Alianza Atlántica, la UE y la UEO: "Los motivos que nos impulsan a entrar en la OTAN permanecen inalterados, ya que deseamos ingresar en una organización basada en un conjunto de valores -democracia, libertad individual, primacía del derecho- compartidos por todos sus miembros, y formar parte de un área de estabilidad y seguridad que solo la OTAN puede garantizar".

Helmut Schmidt ya adivinó en 2011 las repercusiones populistas, euroescépticas y anti-alemanas e incluso la aparición de falsos profetas que predican la gran trama. Con 92 años, y desde su silla de ruedas, el excanciller lanzó un alegato que desmontó con minuciosidad y rigor histórico la política de Angela Merkel, y los peligros que encerraba. "En varias capitales europeas, dijo, existe una creciente y renovada preocupación por las dominación alemana, esta vez no por su poder militar sino por haberse convertido en un centro económico excesivamente poderoso". "Item más: "Si fallamos, lo que sucederá es que la influencia de Europa continuará declinando...". Y llega un papanatas y dice que la socialdemocracia no ha contado.

Otro alemán, Otto von Bismark, el canciller de hierro, vislumbraba en el siglo XIX lo que está ocurriendo en Europa en el XXI: "Vivimos una época maravillosa, en la que el fuerte es débil a causa de sus escrúpulos, y el débil se hace fuerte por causa de su audacia"; aunque a veces la audacia es sencillamente un aventurerismo oportunista.