Combatir contra el miedo, no contra la libertad

Combatir contra el miedo, no contra la libertad

La violación es otra forma, extendidísima, de violencia contra las mujeres. El principio es siempre el mismo: muchos hombres se sienten dueños y señores de las mujeres, se consideran con pleno derecho a usarlas y violentarlas a su libre albedrío.

La violación es otra forma, extendidísima, de violencia contra las mujeres. El principio es siempre el mismo: muchos hombres se sienten dueños y señores de las mujeres, se consideran con pleno derecho a usarlas y violentarlas a su libre albedrío.

La raíz de esta nefasta idea (ideología) está en la desigualdad. Por eso no nos cansamos de repetir que lo que debemos arrancar de cuajo y con urgencia es la desigualdad que golpea de manera violenta, cruda y persistente a las mujeres.

Y por eso, cada paso atrás en el avance de la liberación de las mujeres, supone siempre un paso adelante del movimiento contrario, que intensifica la dominación masculina y la subordinación y la dependencia femeninas.

Los mensajes que reiteradamente emite la derecha más conservadora según los cuales, por ejemplo, la decisión de ser madres no corresponde en exclusiva a las mujeres -que deben ser tuteladas en caso de que no quieran continuar con un embarazo-, la precariedad laboral y la brecha salarial -ambas aumentando vertiginosamente, en contra de las mujeres- o el manual contra las violaciones que ha publicado el Ministerio del Interior para que echemos las cortinas en casa o no salgamos para evitar peligros... todo ello alimenta el monstruo del machismo dominador al que necesitamos vencer.

Desde nuestra más tierna infancia, nos han enseñado a tener miedo. Uno de los elementos clave en la larga lucha de las mujeres es, precisamente, combatir el miedo para poder ser libres.

Libres e iguales.