Alberto Chicote: "Es más fácil controlar a 40 personas en mesas de cuatro que en sus casas"

Alberto Chicote: "Es más fácil controlar a 40 personas en mesas de cuatro que en sus casas"

El cocinero y presentador acaba de presentar su libro de recetas 'Cocina de resistencia'.

Alberto Chicote durante la presentación de su libro "Cocina de resistencia".Jesus BrionesGTRES

“Voy a pedirte que leas este libro como si te lo estuviese contando todo con mi propia voz”, sugiere Alberto Chicote en las primeras páginas de Cocina de resistencia. Casi de manera automática así ocurre y las recetas suenan con el deje madrileño, el tono tajante y la actitud enérgica del mediático chef, del que también podemos descubrir en el libro su lado más romántico al introducir la receta de sus rosquillas fritas.

“Yo salía antes para irme a casa; Inma un par de horas después. Se me ocurrió que podía dejarle una tontería, un detalle (...). Y fueron estas rosquillas lo primero que le dejé. Dos rosquillitas, hechas en casa la noche anterior”, cuenta.

La primera aventura editorial del presentador de Pesadilla en la cocina no podía ser otra cosa que un recetario. Un recopilatorio de todas esas preparaciones que cocinó durante la pandemia y que compartió con sus seguidores en redes sociales con el hashtag #CocinaDeResistencia, y que además adereza con reflexiones y recuerdos.

“Este libro surge para echar una mano y para ayudar a alguien en su casa a salir del atolladero de cocinar todos los días”, aclara Chicote.  “Eso sí, no me canso de decirlo, no hay recetas canónicas. Sé que con algunas me van a brear. Empezarán a decir que la ensaladilla rusa lleva o no lleva no sé qué… Bueno, y la primera ensaladilla que se hizo era una movida completamente diferente. Entonces, ¿qué le decimos al tipo que la creó? Si no entendemos que la cocina es algo que evoluciona o que está vivo, estamos jodidos”.

¿Pero promete que las recetas no incluyen ingredientes imposibles que sólo se pueden comprar en dos tiendas, ni aparatos que ninguno tenemos en casa? Esas recetas terminan tumbando las ganas de los que no somos muy cocinillas.

Lo prometo, con sangre. Los dos únicos elementos que he utilizado, que siempre tengo en casa y que puede que no se encuentren fácilmente son dos salsas picantes: la sriracha, que es china, y el kimchi, que es coreano. Hay gente que siempre tiene un bote de ketchup, pues yo tengo estas salsas.

¿Cómo se puede considerar normal que haya gente que no tenga para alimentarse?

¿Qué siente Chicote, acostumbrado a manejarse en grandes y repletas despensas, cuando escucha hablar de que cada vez hay más gente que tiene esas despensas vacías? Me refiero a las colas del hambre...

Dolor, qué voy a sentir. Por ese motivo he decidido que todo el rendimiento de este libro no revierta sobre mí, sino sobre la gente que lo está necesitando ahora —todos los beneficios irán destinados a la World Central Kitchen, la ONG que el cocinero José Andrés dedicada a acabar con el hambre en todo el mundo—.

¿Cómo se puede considerar normal que haya gente que no tenga para alimentarse? Y no hablo de hacer virguerías en la cocina, sino de comer. Eso nunca debería ocurrir. Siempre he pensado que ceder los recursos a una ONG es el mejor de los males para solventar los problemas. Es la mejor de las salidas ante la incapacidad de los tiene que solucionarlos.

La primera vez que dije esto, mis amigos me echaron a los perros. Dije que no entendía que tuviesen que ir voluntarios a quitar chapapote… ¡Joder, aquí tiene que haber alguien que se encargue! Eso debería estar en manos de instituciones y organismos. Pero ante la inacción o la incapacidad, que no sé cuál de las dos cosas es peor, hay que recurrir a la buena intención y a la acción de las gente que sí está dispuesta a hacer algo.

En el momento que empezaron a salir los primeros problemas de la gente que empezaba a quedarse sin comer, este gremio —hostelería— tan sufrido, se echó a la calle, puso en marcha sus cocinas, regaló comida… y nunca se le ha agradecido suficiente, prácticamente nada. Me da mucha rabia. Ahora somos uno de los sectores más perjudicados por la pandemia.

Yo no pude participar en estas acciones porque soy diabético y mi médico me recomendaba tener mucha precaución. Y como no pude ayudar de esa manera, pues me busqué otra. Y salió esto.

¿Ha sido criminalizado el sector de la hostelería?

Desde luego, sin ninguna duda. Yo siempre he defendido que se ha perdido una grandísima oportunidad. En un restaurante hay unas determinadas condiciones y en la mayor parte de ellos se cumplen las medidas sanitarias (y si no se cumplen, tracatrá). Es más fácil controlar a 40 personas en mesas de cuatro en un restaurante que a 40 personas en sus casas.  ¡Qué oportunidad se ha perdido de tener como aliados, como mecánica de control, a la hostelería!

Evidentemente, no todo el mundo tiene capacidad para comer fuera todos los días, pero es mejor favorecer que la gente esté en espacios donde las medidas se pueden controlar y no en espacios en los que éstas no se pueden controlar y además se relajan, porque tu casa es tu casa.

Después de haber sido los que más hemos empujado, hemos sido los más apartados

Entonces, ¿Madrid ha sido la que mejor lo ha hecho? ¿Ha sido la ciudad de la libertad durante la pandemia?

Yo no entro en la libertad ni en la no libertad, ni en quién es mejor ni quién es peor. Si te digo que Madrid ha sido la ciudad de la libertad, lo siguiente va a ser ‘Chicote vota a Ayuso’. Yo sólo digo que después de haber sido los que más hemos empujado, hemos sido los más apartados. Y no merecemos esto.

¿Saldrá de esta crisis el sector de la hostelería o aún no ha hecho más que empezar esta pesadilla en las cocinas?

Siempre nos hemos recuperado. Nos hemos recuperado después de una Guerra Mundial, una Guerra Civil y después de la crisis de 2008. ¿Por qué? Porque la gente tiene que comer y porque nos gusta vernos las caras. ¿Cambiará? Sí, ¿Evolucionará? Seguro. Unos desaparecerán y otros permanecerán. Yo soy de los que piensan que van a cerrar muchos más negocios de los que nos esperamos. Cambiará: antes no había hamburgueserías, había tascas. Y ahora hay más restaurantes de altísimo nivel de lo que hemos podido pensar en la vida. Se ajustará, se flexibilizará, pero no desaparecerá. No podemos desaparecer, ni de coña.

Ha dicho que este libro es un sueño para usted...

Sí, sí, totalmente. Terminar el libro, recibir el primer pdf, ponerte a leer y sentirte orgulloso de los que has hecho, ¡es un sueño!

Soy muy fan del mundo editorial, me encantan los libros como objeto precioso. Y soy muy lector, me apasiona la lectura. Escribir un libro, asumir la responsabilidad de escritor, acojona. Por eso, haberlo hecho y no avergonzarme de ello, me parece un sueño. Cuando me puse a contar determinados recuerdos y determinadas historias me preguntaba. ¿Sabré contar esto? Porque yo sé lo que siento, pero ¿sabré transmitirlo? Sinceramente, tenía mucho miedo, por eso, cuando escribí las primeras recetas se lo envié a unos cuantos amigos escritores y editores y les dije que le echasen un ojo. Todos me dijeron que les había gustado mucho, quiero entender que no porque fueran mis amigos.

Además, me sigue pareciendo un sueño el tener la oportunidad de que una editorial te ponga todos sus recursos a tu alcance para lanzar un libro… Aunque, por otro lado, también me sonroja. Sé que hay mucha gente que escribe como Dios pero no cuenta con estos medios. Se autopublican y medran como van pudiendo, y eso me sonroja. 

Un sueño que nace en un momento que nos tuvo a todos desvelados: la pandemia, los confinamientos, la enfermedad... ¿Cómo ha vivido Chicote esto?

Con tremendo asombro. Vivimos algo que solo habíamos visto en los libros y en las películas. De repente empezamos a ver que había gente muriendo a mansalva sin que pudiésemos hacer nada. Esta historia ya la habíamos visto antes, pero siempre había un médico mágico que encontraba el origen del problema, la cura inmediata… Ahora con las imágenes de India del primer mundo, muchos hemos pensado cómo será en ese segundo o tercer mundo, donde los recursos no son los mismos y nadie nos cuenta lo que está pasando. 

Además de asombro, hay una parte de dolor y de un acojone de pelotas por las personas que me rodean. Mis padres tienen más de 80 y mi suegra también. Te cagas de miedo todo el rato.  Afortunadamente, ya están todos vacunados y tenemos cierta tranquilidad en el cuerpo.

Has dicho que con tus recetas, durante el confimaniento, alegrabas el día de aquellos que no tenían un buen día por delante. ¿Hasta qué punto fuiste testigo del poder sanador de un buen plato en la mesa?

En este caso, la mayoría de las veces, en el testimonio que me iba dejando la gente en esto que nos inunda hoy que son las redes sociales. 

En un principio me sorprendí de haber duplicado el número de seguidores en Instagram en dos meses, pero como no soy lo que piensan que el éxito se mide en número de followers, daba más importancia a los que me escribían “muchas gracias por la receta de las lentejas, nos han gustado mucho”. Mucha gente me decía eso y fue por lo que seguí cocinando y publicándolas.

Incluso hice cosas que no había hecho nunca. Un día le dije a Inma —su mujer—: “Voy a hacer donuts”. "¿Pero cómo vas a hacer donuts si eres diabético?" Al final los hizo ella. Hubo gente a la que no le salieron y escribió: “La receta estaba mal porque no me ha salido”. Y yo pensaba: “Joder, le sale a Inma que los hace por primera vez y es la receta lque está mal".