De derechas porque sí, de izquierdas porque sí

De derechas porque sí, de izquierdas porque sí

Al parecer, todas las opiniones que cabe tener sobre un tema pueden colocarse en uno u otro punto de una línea continua que va desde la derecha hasta la izquierda.

Un operario prepara las papeletas para las elecciones catalanas del 14 de febrero.EFE

Da igual que estemos en 1930, 1960, 1990 o 2020. En Granollers, Kansas City o Montevideo. No importa si estamos hablando de currículos en la enseñanza pública, el derecho al despido libre o la regulación del aborto. Al parecer, todas las opiniones que cabe tener sobre cualquier tema público pueden colocarse en uno u otro punto de una única línea continua que va desde la derecha hasta la izquierda. Cada poco tiempo un nuevo analista sentencia la completa oscuridad de esta distinción, lo anticuada o inadecuada que es, cómo ha perdido ya toda capacidad para ordenar realmente el diversísimo campo de las posturas políticas. La opinión pública cita y aplaude tal análisis. “Ya no hay izquierdas ni derechas”, se proclama, tras lo cual se continúa usando la distinción derecha / izquierda como si nada hubiera ocurrido.

Aunque se presenta como un continuo, realmente funciona de forma dicotómica, y la frontera entre los dos territorios soy yo. La verdadera izquierda comienza en mí y se extiende hacia mi izquierda; todo lo que quede a mi derecha en verdad es derecha. Da igual que mi héroe sea Felipe González o Pablo Iglesias. Y si invertimos izquierda y derecha en la frase anterior el argumento funciona igualmente —incluso podríamos mantener también a Felipe González en los ejemplos, y cambiar solo a Pablo Iglesias por Santiago Abascal—. Una distinción cualitativa, obstinada, insidiosa y puñetera que nos mueve por el mundo de la política como nos movería por la red de carreteras un GPS que solo manejara los conceptos de norte y sur. Así nos va. Este es el nivel del debate.

De “ser de derechas” por tener determinadas opiniones se pasa a tener determinadas opiniones por “ser de derechas”.

El lenguaje tiene una facultad prodigiosa para sustituir a la realidad, y es capaz, como un hábil prestidigitador, de convencer al hablante de que las cosas van exactamente en la dirección contraria a la que realmente van. De “ser de derechas” por tener determinadas opiniones se pasa a tener determinadas opiniones por “ser de derechas”. Las ideas dejan de ser algo que se tiene y se convierten en algo que se es. Esta identificación con las etiquetas hace que uno compre el pack completo, por ejemplo, el Progre Premium Plus, que viene con todas las aplicaciones: cultura, economía, salud, ordenamiento territorial… no unificadas por la coherencia interna de las ideas, sino por el propio envoltorio del paquete: la actitud, la estética y las palabras claves. Desvelemos la trampa del trilero: ¿qué pueden tener en común el independentismo con el socialismo, el feminismo con el generismo, más que el haber sido agrupados con una rápida artimaña emocional aprovechando el doble fondo pragmático de las palabras?

¿En verdad el campo de las opiniones sobre todos los temas políticos es unidimensional y continuo, o lo que es unidimensional y continuo es nuestra respuesta emocional a dicho campo? ¿El par derecha / izquierda describe correctamente el conjunto de partidos que forman Junts per Cat, PDeCAT, Vox, ERC, PP, Comuns, PSC y Cs, o describe correctamente las categorías psicológicas de sus votantes? En su imprescindible La transformación de la mente moderna, Haidt y Lukianoff defienden que una de las ideas que está malogrando el mundo actual es la que afirma que la Historia es la lucha entre personas que son buenas porque sí contra otras que son malas porque sí.

En el momento en el que usted está leyendo esta columna hay una persona depositando su voto en una urna en algún lugar de Cataluña, y ha elegido su papeleta siguiendo la idea de Haidt y Lukianoff que, en este caso, significa que en las elecciones de hoy se enfrentan personas que son de derechas porque sí contra otras que son de izquierdas porque sí.

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Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.