El odio, un mecanismo sutil y profundo que hay que comprender para no caer en su “trampa”

El odio, un mecanismo sutil y profundo que hay que comprender para no caer en su “trampa”

Crecen los discursos de odio y la deshumanización, antesala de delitos. Los expertos llaman a una desescalada, compleja pero no imposible si se emplea la pedagogía.

Manifestación en Madrid contra las violencias racistas y los discursos de odio, el 13 de noviembre de 2021.  Marcos del Mazo via LightRocket via Getty Images

“Preocupante”, “in crescendo”, “bestial”. Son palabras para describir el fenómeno actual del odio en nuestro entorno, pronunciadas por personas que llevan años estudiándolo. La deshumanización del ‘otro’, los discursos de odio, incluso los delitos de esta naturaleza, no son mecanismos nuevos, en absoluto, pero los expertos advierten un aumento de estos en los últimos tiempos, en una espiral acrecentada por las crisis, la crispación y las redes sociales de la que es difícil salir. 

Guillermo Fouce, profesor de Psicología Social en la Universidad Complutense de Madrid, considera la situación actual “bastante preocupante”. Enrique Baca, catedrático de Psiquiatría, reconoce que observa “con cierto pesimismo” el panorama; “no solamente no se está acabando con esto, sino que tiende a acentuarse”, dice. 

El difícil explicar por qué se producen este tipo de sentimientos y conductas y, sobre todo, cuesta determinar cómo se revierten los discursos dañinos que los originan, pero tanto Fouce como Baca piden, para ello, ir a “la génesis” del odio: “conocer el porqué, la intencionalidad, quién está detrás de eso y a quién beneficia”, propone Fouce; actuar “con pedagogía social, explicándole a la gente cómo funciona el mecanismo, y advirtiendo: ‘Mire usted, no caiga en esta trampa’”, añade Baca. Eso es lo que vamos a intentar con este artículo. 

Qué son los discursos y los delitos de odio

Empecemos delimitando los conceptos. El delito de odio, según la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), es aquel “donde la víctima o el objetivo de la infracción se elige, por su real o percibida conexión, apoyo o pertenencia a un grupo que se basa en una característica común de sus miembros, como su raza, el origen nacional o étnico, idioma, color, religión, sexo, edad, discapacidad intelectual o física, orientación sexual u otro factor similar”. 

Primero se crea un clima de intolerancia social y política generalizado, donde es mucho más fácil la comisión de estos delitos

No obstante, el delito “siempre va precedido por el discurso de odio”, explica Esteban Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia; es decir, “la propaganda siempre precede a la acción”. Primero se crea “un clima de intolerancia social y política generalizado, donde es mucho más fácil la comisión de este tipo de delitos”. Luego, el delito se puede producir de dos maneras: “Como producto de una decisión organizada de grupúsculos que salen a la calle a cometer estas agresiones, o como acciones individuales de personas que han capilarizado tanto el discurso de odio que en un momento dado se lanzan a cometer una agresión, en la vía pública o en cualquier lugar”, detalla Ibarra.

  Un chico, con un cartel racista e islamófobo durante una protesta convocada por el grupo ultraderechista Bastión Frontal, frente a la embajada marroquí en España el 18 de mayo de 2021. La fiscalía denunci&oacut...Marcos del Mazo via LightRocket via Getty Images

El Ministerio del Interior define el discurso de odio como aquel que “consiste en fomentar, promover o incitar, directa o indirectamente, al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo [...] o contra una persona por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad”. 

Yendo a lo más prosaico, el Diccionario de la Real Academia Española define ‘odio’ como “antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea”.

Deshumanizar al enemigo: cómo se origina el odio

Ahora tratemos de entender su funcionamiento. Para ello, Enrique Baca habla de la “construcción del enemigo”, un primer paso en el surgimiento del odio, que consiste en considerar a una parte de la humanidad “como seres peligrosos para uno mismo”. El mecanismo empieza apelando al miedo: “Estas personas, o este grupo, no me quieren, no me van a dejar vivir tranquilo, son un peligro, son dañinos, son gente que no es como yo”. A partir de ahí, se genera una especie de “supremacismo”, de ver al resto como “inferior”. Lo siguiente es “deshumanizar” a esas personas: “Ya no son peligrosos; ya son animales, alimañas, bestias, buitres”, describe el catedrático. Lo siguiente es ver al enemigo “como alguien del cual hay que defenderse”. “Y la mejor defensa es atacar”, abunda Baca.

De este modo, del miedo al odio –incluidos ambos en el concepto ′fobia’– hay un paso. Y de ahí a la violencia, “un paso muy cortito”, añade Baca. “Esta es la génesis que siempre se produce cuando ha habido en la historia de la humanidad una guerra”, afirma. “Las facciones de una guerra son invitadas a ver en los demás alimañas, que o destruyes o te destruyen”, describe el catedrático, para quien el siglo XX en Europa “es un ejemplo extraordinario de construcción del enemigo”, “un auténtico laboratorio del odio”. 

Es la génesis que se produce en una guerra. Las facciones son invitadas a ver en los demás alimañas, que o destruyes o te destruyen

En España, a día de hoy, “por supuesto que también podemos encontrar ejemplos”, advierte Enrique Baca. Porque la violencia, aclara el experto, no siempre equivale a generar una guerra, sino que tiene muchas y muy diversas manifestaciones. “La violencia puede ser el rechazo social, el ostracismo, el insulto, la persecución…”, enumera. Se trata de “un mecanismo muy sutil y muy insidioso que entra en muchísimas dinámicas”, señala. “Hay un mecanismo muy profundo en estos actos violentos, y un ambiente previo que genera las conductas extremas”, apunta. “Los homicidios no surgen de la nada; son sólo la punta del iceberg”, asegura Baca. 

“No existe una foto precisa de la gravedad del problema”

Esa expresión, “la punta del iceberg”, es una de las más recurrentes cuando se habla de odio y de delitos de odio. Se estima que nueve de cada diez agresiones por motivo de odio en Europa no se denuncian, según concluye la Cartografía del odio 2015-2020, un trabajo de investigación liderado por la eurodiputada Maite Pagazaurtundúa que ha estudiado más de 32.000 incidentes de odio ocurridos en los últimos cinco años en Alemania, España, Francia, Hungría, Italia y Polonia. 

Los datos relativos a España del Ministerio del Interior recogen 1.401 incidentes de odio denunciados en 2020. En su informe, el Ministerio plantea que el descenso del 17% con respecto al año anterior puede deberse al confinamiento por la pandemia y a la diversificación de los discursos de odio, crecientes en redes sociales y más difusos. 

No obstante, hay algo que no cambia con los años: la mayor parte de los delitos de odio registrados (485, un 34%) se produce por racismo o xenofobia. En segundo lugar fue por ideología (23%) y, en tercer lugar, con casi un 20%, por orientación sexual e identidad de género, según los últimos datos de Interior. 

Estas cifras, sin embargo, “habría que multiplicarlas por cuatro”, sostiene Esteban Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia. “Las estadísticas no reflejan la realidad; reflejan una parte de la realidad”, matiza.

Las asociaciones calculan que en España sólo se denuncian “un 20% o 25%” de las agresiones por odio, y el grado de infradenuncia varía según los colectivos. “Los migrantes, sobre todo si no tienen papeles, tienden a no denunciar”, reconoce Ibarra. “En cambio, en la comunidad LGTBI hay una mayor comprensión de la necesidad de denunciar, y se calcula que reportan un 30-40% de los casos”, sostiene.

  Manifestación contra la LGTBIfobia tras la muerte de Samuel Luiz al grito de "maricón". En Madrid, el 11 de julio de 2021.OSCAR DEL POZO via AFP via Getty Images

Por tanto, “no existe una foto precisa, pero sí aproximativa, de la gravedad del problema”, apunta el presidente de Movimiento contra la Intolerancia. Aun así, Ibarra, que, como Enrique Baca, ha participado en la elaboración de la Cartografía del odio 2015-2020, observa un patrón que se repite en los últimos tiempos independientemente del país de estudio: el crecimiento de discurso de odio en redes sociales. “Es un fenómeno cada vez más grande, más agudo, y todo indica que no se ha dado con los antídotos”, advierte. 

El odio en redes es un fenómeno cada vez más grande, más agudo, y todo indica que no se ha dado con los antídotos

Ibarra considera el 2020 un año “especialmente duro en cuanto a discursos de odio”, avivados por la aparición de un nuevo virus –con sus teorías conspiranoicas– y por el encierro en las casas, lo que llevó al miedo, a la incertidumbre, a un mayor uso de internet y a la creación de nuevos chivos expiatorios. “Al racismo ‘habitual’ –señala Ibarra– se le sumó la culpabilización de los judíos como originarios del virus, los chinos como productores del mismo y los gitanos como expandidores”, abunda.

En una crisis “siempre se busca un ‘otro’ que es culpable”

Alberto del Campo, profesor de Antropología Social en la Universidad Pablo de Olavide, explica que, a lo largo de la historia, “cuando hay catástrofes siempre se busca un ‘otro’ que es culpable” y “suelen surgir discursos demagógicos, simplistas y acusadores, que funcionan como un germen de odio”. 

El discurso de odio en las plataformas está influido en gran medida por la agenda mediática y política del momento

El último Boletín de Monitorización del discurso de odio en Redes Sociales, elaborado por el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia (OBERAXE) durante los meses de septiembre y octubre de 2021, recoge 704 contenidos de discurso de odio identificados y comunicados a Facebook, Twitter, Youtube, Instagram y TikTok. Un tercio de ellos era antimigrantes, y el grueso restante se divide prácticamente en contenidos antimagrebíes (23%) y en contra de los menores extranjeros no acompañados (24%). “El discurso de odio en las plataformas estudiadas sigue estando influido en gran medida por la agenda mediática y política del momento”, concluye este informe. 

Un mecanismo “irresponsable pero tremendamente eficaz”

Guillermo Fouce, profesor de Psicología Social, explica este fenómeno por la construcción de un “chivo expiatorio” al cual se puede “responsabilizar de cualquier malestar social”. “Es muy irresponsable, pero tremendamente eficaz”, asegura. Con “el nacionalismo, el odio al migrante o el odio al pobre” se recurre “a nuestro cerebro más primario para generar rechazo al otro”, describe. El siguiente paso es “la negación de que todos somos iguales”, la afirmación de que “todos estamos en guerra contra el otro” y, de ahí, “la legitimación de la violencia, directa o indirecta”, enumera Fouce. 

Para diseminar estos discursos, todo vale. Incluso las fake news, la mentira, la desinformación o las falacias. Para Fouce, a día de hoy “salen muy gratuitos el bulo y la incitación al odio”. “La primera violencia es su legitimación, así que debería haber mecanismos por los que la mentira, sabiendo que es mentira y que va a tener un efecto, saliese más costosa”, defiende. 

La primera violencia es su legitimación. Debería haber mecanismos por los que la mentira saliese más costosa

“En las redes influye mucho la sensación de anonimato y de impunidad, de que no va a pasar nada”, coincide Esteban Ibarra, que entiende internet como “un medio instrumental para difundir el discurso de odio, que en redes se desliza como si fuera una pista de hielo”. Y en momentos de “distopía”, añade el antropólogo Alberto del Campo, “estamos más predispuestos a creernos cualquier mentira”. “Los demagogos se nutren de ese miedo, de esa sensación de inseguridad y de la necesidad que tenemos de encontrar una explicación a una crisis”, explica Del Campo.  

  La propaganda electoral de Vox contra los menores no acompañados, llena de carteles en contra del racismo y la extrema derecha. En el Metro de Madrid, el 22 de abril de 2021.   Marcos del Mazo via LightRocket via Getty Images

Durante la pandemia, los mensajes negacionistas y conspiranoicos daban también la mano a los discursos antimigrantes. En la Cartografía del odio en Europa se incluye un apartado dedicado a la red y las nuevas plataformas de odio en el que se constata que el 90% de las plataformas analizadas por sus contenidos de odio a la comunidad migrante también publicaban al mismo tiempo contenidos contrarios a la evidencia científica.  

“La confluencia de narrativas de odio contra colectivos raciales, religiosos y sociales y de narrativas contrarias al pensamiento y a la evidencia es un indicador que sugiere que las plataformas contemporáneas de generación de mensajes de odio pueden estar siguiendo una agenda profundamente antisistema y debilitadora de la cohesión social y de la confianza en las instituciones de las democracias liberales”, escribe Javier Lesaca, investigador de la Universidad George Washington que ha trabajado en la Cartografía. 

Cómo se revierte el odio

Al preguntarles cómo se desescalan esos discursos, y cómo se pacifica el ambiente cuando ya está tan crispado, Ibarra, Baca y Fouce dan diferentes respuestas, aunque bastante similares entre sí. Coinciden en la importancia de hacer pedagogía, de explicar a la población la facilidad de manipulación mediante los discursos de odio, y en la necesidad de que los principales actores sociales, desde políticos hasta medios de comunicación, “bajen el diapasón de la beligerancia”. “Se está generando una mala escuela de insultos y faltas de respeto”, lamenta Esteban Ibarra.

Contra esto, el presidente de Movimiento contra la Intolerancia propone aplicar “intensamente” la ley, en concreto el artículo 510 del Código Penal, que castiga los discursos y delitos de odio. “Y educar para la tolerancia mediante la Ética”, añade. “O la ética salva al mundo o nos estrellamos”, dice Ibarra. 

Guillermo Fouce ofrece tres “antídotos” contra el odio y los miedos infundados. “El primero es conocer el porqué, la intencionalidad, quién está detrás de ello y a quién beneficia. El segundo es la empatía y la cercanía: romper la distancia que se intenta generar. El tercero es la alegría”, explica el psicólogo, aun siendo consciente de lo “difícil” que es mantener el optimismo cuando tu grupo está siendo atacado.  

La parte que comenzó deshumanizando a la otra tiene que rehumanizarla. Pero no es nada fácil

Enrique Baca también es consciente de lo complejo que resulta luchar contra el odio. “Es muy difícil deconstruir el enemigo una vez construido”, reconoce. “Cuando el enemigo está creado, las llamadas a la solidaridad y a la comprensión no tienen ningún efecto”, lamenta. “La parte que comenzó deshumanizando a la otra tiene que rehumanizarla. Pero para eso se necesita que el que primero empezó diciendo ‘eres un indeseable’ deje de decirlo, y eso no es nada fácil”, señala. 

La importancia de “detectar estas dinámicas cuando se están creando”

Para Enrique Baca, una de las pocas estrategias que pueden funcionar para rebajar el odio en la sociedad es tratar de que “la humanidad detecte estas dinámicas cuando se están creando”, para que al menos no caigan en ellas sin saber dónde se están metiendo. Porque, “en una situación de presión social”, hay “mucha gente que se deja llevar”, explica el catedrático de Psiquiatría. “Puede que sean buenas personas, individualmente excelentes, pero si se les lleva a la convicción de que lo que están haciendo es defenderse se dejarán llevar. Y eso se puede ver en cosas que están pasando ahora”, apunta.

No somos conscientes de que entrar por ese camino es muy peligroso

Guillermo Fouce también es pesimista en este sentido. “La batalla se está perdiendo”, sostiene. “El discurso dominante hoy es el del miedo y el del odio. Por eso se explican el fenómeno Trump, el fenómeno Bolsonaro, el fenómeno Vox en nuestro país, que utilizan claramente discursos de odio, y van ganando terreno”, opina. 

Conviene, por tanto, estar alerta y no caer en demagogia simplista. “No somos conscientes de que entrar por ese camino es muy peligroso, es un camino de no retorno”, avisa Baca.

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es