Personas líquidas y personas sólidas

Personas líquidas y personas sólidas

Un sólido sigue la receta, un líquido improvisa. En la cocina y en la vida.

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Hay personas líquidas y personas sólidas. Las personas líquidas siempre tienen en su hechura interna varios hilos sueltos. Se hacen preguntas y luchan por responderlas, pero, a menudo, cuando han resuelto un asunto, se les desata otro. Las personas sólidas están completas en su constitución. Tienen todas sus tuberías internas bien ensambladas y no se hacen preguntas. Al menos no del tipo que suelen inquietar a las personas líquidas.

Las personas líquidas suelen estar en búsqueda permanente. Buscan sin cesar ideas que las remuevan o que las convenzan. Y también las producen. Vibran alistándose en causas, aunque, en ocasiones, esas causas no les duran mucho. Y también suelen cambiar bastante de afición. Y a veces hasta de amigos y trabajo. Es como si, cada cierto tiempo, mudaran de piel y tuvieran que comportarse de una manera nueva, si bien siempre intentando completarse. Las personas sólidas siempre se comportan igual. Ya sea con sus amigos, con su familia o en su trabajo. Llevan desayunando lo mismo toda la vida y han tenido pocas parejas. O solo una. No porque hubieran querido tener más amantes, sino porque no los han necesitado. Y tampoco precisan viajar mucho. A veces lo hacen, pero más bien porque algo externo tira de ellas, no porque necesiten esa experiencia de manera vital. Que es lo que les ocurre a las personas líquidas.

Una persona sólida suele vivir en un entorno estable y predecible: rutinas, pautas, gustos, actividades, ropa o peinado. Algunas personas sólidas siguen comprando las mismas camisas a cuadros o llevando la misma melena lacia que lucían cuando estudiaban primaria. Las personas líquidas, por el contrario, cambian de ropero casi cada vez que cambia la estación y, a menudo, les gusta experimentar con nuevos estilismos capilares. A ojos de las personas líquidas, las personas sólidas viven en mundos minúsculos. Y lo que piensan las personas sólidas es que su mundo es igual que cualquier otro mundo y que las personas líquidas están siempre insatisfechas con lo que tienen.

Las personas líquidas luchan por establecer el guion de su vida, se preguntan constantemente sobre su identidad y reflexionan mucho sobre sí mismas. A veces volviendo a las mismas consideraciones una y otra vez. Es como si toda certeza tuviera que ser efímera. Las personas sólidas, al contrario, poseen convencimientos estables, muchos de los cuales no son el resultado de su propio diálogo interno, sino que fueron inculcados por sus padres o madres, o bien en el colegio. Hay un tipo de persona sólida que también se inspira en las leyes y normas, sea cual sea su naturaleza. Porque una persona sólida vive a gusto sabiendo lo que hay que hacer y lo que no, y haciéndolo o no haciéndolo, según el caso. Las personas líquidas, en cambio, se preguntan constantemente por qué hay que hacer lo que hay que hacer y por qué no hay que hacer lo que no hay que hacer. El sólido ve paz en la norma, el líquido ve sometimiento.

Las personas líquidas suelen leer libros para cultivarse. Y les encantan las historias de ficción sobre personas indecisas, caóticas e inestables, como lo son a veces ellas mismas. Les gusta el conflicto y el drama y disfrutan leyendo novelas de trasfondo psicológico. Las personas sólidas, por el contrario, disfrutan con las novelas históricas y de época y, en general, con todo tipo de narrativas que huyan del sobresalto y la contradicción. Que es el lugar, la contradicción, donde a menudo viven las personas líquidas.

Las personas sólidas pueden dialogar con las personas líquidas, pero rara vez su conversación irá mucho más allá de una charla de cortesía. Porque si, por ejemplo, hablaran de cocina, el interlocutor sólido disfrutará relatando lo difícil que fue encontrar todos los ingredientes para una receta, mientras que el lado líquido de la conversación se recreará en relatar cómo logró un plato convincente con lo que tenía a mano. Un sólido sigue la receta, un líquido improvisa. En la cocina y en la vida.

Las personas sólidas suelen estar apegadas a las tradiciones, a hacer las cosas como se han hecho siempre. Las personas líquidas, por el contrario, tienden a romper reglas y a reventar tabúes. No porque les guste el caos ni porque sean rebeldes, sino porque sus constantes desenvolvimientos internos les hacen difícil caminar por una cuadrícula.

Las personas líquidas y las personas sólidas no coinciden con las que son extrovertidas e introvertidas, con las emocionales y racionales, con las liberales o tradicionales o con las que son de izquierdas y de derechas

Las personas líquidas y las personas sólidas no coinciden con las que son extrovertidas e introvertidas, con las emocionales y racionales, con las liberales o tradicionales o con las que son de izquierdas y de derechas. Ni siquiera con lo que comúnmente se llaman personas de mente abierta y de mente cerrada. Porque, por ejemplo, esto último tiene que ver sobre todo con la flexibilidad, la tolerancia o el gusto por la novedad. Y lo esencial de lo sólido o líquido de una persona no es eso, sino la dureza o la fragilidad de los enlaces que hay en su mente.

El mundo interno de una persona sólida es como una red de pesca, en la que cada nudo es un concepto. Cada concepto se relaciona con otros varios, en general pocos. Y siempre son los mismos y los enlaces siempre funcionan en la misma dirección y con el mismo significado. En el caso de una persona líquida, su paisaje interior es más parecido a un banco de peces. De manera global, su mundo conceptual sigue más o menos una misma dirección, pero dentro del grupo las ideas cambian de posición constantemente y, lo que es más importante, el banco de peces nunca se está quieto. A veces se acerca más a la orilla y otras veces se interna mar adentro, en ocasiones se abandona hacia el abismo y, de cuando en cuando, disfruta coqueteando con la superficie. Cuando un banco de peces entra en una red de pesca se siente confinado y torturado por la inacción. La red, por su parte, no soporta albergar tanta inquietud y tanto tirón.

Ser una persona líquida no es mejor que ser una persona sólida, ni viceversa. Cada una puede ser feliz a su manera, mientras que los líquidos no obliguen a los sólidos a salir de sus certidumbres y los sólidos no intenten que los líquidos dejen de dudar y de buscar. Pero lo más importante no es ni siquiera eso: lo más importante es que cada persona sea consciente de cómo es y aprenda a hacer las paces con ello. Porque, de no ser así puede que, al intentar contrariar su naturaleza, unas y otras se conviertan en personas gaseosas. Que se difuminen en el aire, expandiéndose indefinidamente para perderse por siempre en el confín del universo y no regresar jamás.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Escritor desde que tengo memoria, directivo durante buena parte de mi vida y siempre un alma intensa. Con el tiempo he ido acumulando gran cantidad de títulos y cargos de los que intento liberarme para ser yo mismo la mayor parte del tiempo. Escribo para aclarar pensamientos o para recordar cosas que considero importantes. A veces lo hago solo porque mis ideas desbordan lo que soy y necesito colocarlas en algún sitio. Pero sobre todo trato de dar sentido a lo que nos ocurre. Por eso soy feliz si alguien encuentra luz o calor entre mis líneas aunque, por fortuna, tengo muchas otras maneras de serlo. Lo que pondría en mi tarjeta de visita, si tuviera una, sería Director Creativo.