Ultraderechistas y neonazis (valga la redundancia)

Ultraderechistas y neonazis (valga la redundancia)

Llamar jarabe democrático al boicot de un acto por parte de nazis es devaluar la democracia hasta límites insospechados.

El grupo de neonazis increpa a Pablo Iglesias tras reunirse con una asociación vecinal de Coslada.Podemos / Europa Press

Uno de los primeros avances al pasar de la niñez a la adolescencia consiste en hablar con propiedad. Llamar al pan, pan, y al vino, vino. Ya va siendo hora de que demostremos nuestra madurez democrática calificando de ultraderecha a lo que es ultraderecha, fascistas a los fascistas y neonazis a los neonazis. No es tan complicado. Mucho camino queda por recorrer cuando ni siquiera somos capaces de calificar boicot al boicot o ataque al ataque. O cuando al insoportable acoso —día a día, semana a semana, mes a mes— a las puertas de tu casa se lo define como “protestas espontáneas”.

Los actos de un puñado de energúmenos neonazis contra un acto de Unidas Podemos en la localidad madrileña de Coslada son eso, violentos neonazis (valga la redundancia) reventando el acto de un partido que no solo es legal y democrático, sino que forma parte del Gobierno. Del Gobierno de España. De esa España a la que invocan brazo en alto.

La protesta es legítima y está profundamente incardinada a la esencia de la democracia. No existe democracia sin manifestaciones, sin una prensa que fiscalice o sin una sociedad crítica. El fondo lo es todo, pero las formas también. Y las formas a las que, desde hace demasiado tiempo, se enfrenta el partido liderado (aún) por Pablo Iglesias rebasan cualquier línea roja. Se puede discrepar profundamente de Iglesias en particular y de Unidas Podemos en general, pero lo que no es tolerable, y debe acabar ya, son los acosos interminables a las puertas de sus domicilios particulares, los insultos constantes, repetitivos, cansinos, el desprecio ad hominem, el ataque inmisericorde por tierra, mar y aire. Críticas, todas las del mundo, estén mejor o peor razonadas. El problema deviene cuando se pasa de las palabras a los hechos.

Llamar jarabe democrático al boicot de un acto por parte de nazis es devaluar la democracia hasta límites insospechados

Llamar jarabe democrático al boicot de un acto por parte de nazis —sí, también jóvenes que protestan, pero neonazis— es devaluar la democracia hasta límites insospechados y hacerle el juego a esos mismos neonazis que hoy dinamitan un acto político, mañana atacan una sede electoral y pasado se inoculan en las entrañas del propio sistema democrático para destruirlo. No se debe pasar ni una.

Se ha criticado hasta la saciedad que medios de comunicación tan reputados como The New York Times o la BBC fueran incapaces durante tantas décadas de definir como banda terrorista a la banda terrorista ETA, optando por el mucho más naif de grupo separatista. ETA fue una banda terrorista y criminal, nadie lo duda. Los jóvenes de este martes en Coslada son ultraderechistas y neonazis (valga la redundancia). Que nadie lo dude.

Que se haga la vista gorda o, peor aún, se tolere lo que pasó el martes en Coslada porque atañe a gente de Podemos propicia, por pura lógica argumentativa, que se acabe legitimando el ataque a cualquier partido político, sea del signo que sea. Que se tolere, en fin, el todos contra todos sea como sea.

Y, entonces sí, todo se habrá ido al garete.