Un saxofonista desvela el infierno en las cárceles de Putin: "Si dices eso te pegan más"

Un saxofonista desvela el infierno en las cárceles de Putin: "Si dices eso te pegan más"

Yuriy Merkotan perdió casi 60 kg y fue sometido a una rutina de tormento físico y psicológico.

Una manifestación en apoyo a los ucranianos capturados por Rusia en la plaza Maidan, en Kiev.hurricanehank/Global Images Ukraine via Getty Images

El saxofonista Yuriy Merkotan se alistó en la Guardia Nacional de Ucrania en 2020 cuando quedó libre un puesto en una banda de 16 personas adscrita a una brigada de esta fuerza de reserva de las Fuerzas Armadas ucranianas. Nunca lo hizo porque quisiera luchar, pero como músico no encontró otro trabajo donde residía, en la ciudad portuaria de Mariupol, en el sur de Ucrania. 

Sin embargo, según relató él mismo al medio británico The Guardian, cuando las fuerzas rusas sitiaron la ciudad al comienzo de la guerra desatada por el presidente de Rusia, Vladimir Putin, los miembros de la banda fueron llamados al servicio. Finalmente, Merkotan acabó dentro de Azovstal, la enorme fábrica que se convirtió en el último bastión de la defensa ucraniana. 

Cuando las fuerzas ucranianas depusieron las armas en mayo de 2022, Merkotan y otros músicos se encontraban entre los más de 2.000 ucranianos llevados al cautiverio ruso. Durante los 20 meses que pasó en prisiones rusas, perdió casi 60 kg de peso y fue sometido a una rutina de tormento físico y psicológico.

"Traté de explicarles que era músico, pero no funcionó. Dices que eres músico y eso les irrita tanto que te golpean más y te acusan de mentir”, ha contado Merkotan durante una entrevista al medio británico en un café de Kiev. Fue liberado en enero de este año, pero 23 músico continúan en cautiverio. El testimonio del saxofonista revela las terribles condiciones a las que enfrentan miles de ucranianos hechos prisioneros por Rusia durante los últimos dos años.

Durante los primeros meses, estuvieron recluidos en hacinados cuarteles en la ciudad de Olenivka, en el este de Ucrania ocupado por Rusia. El agua potable provenía directamente del río y a veces tenía un tinte verdoso y la comida se servía muy caliente y con un margen de un par de minutos para ingerirla, lo que obligaba a los prisioneros hambrientos a quemarse la boca o no comer.

En el verano de 2022 llamaron a Merkotan y lo subieron a un autobús con otros prisioneros. "No sabíamos dónde nos llevaban. Entraron tres tipos con armas y fueron agresivos, nos gritaron que somos escoria y que si hacíamos algún movimiento nos matarían”, ha narrado. 

Merkotan estaba entre los 60 hombres elegidos para la tarea de exhumar los cuerpos de los que murieron en bombardeos y ataques aéreos en Mariupol, y que habían sido enterrados en tumbas improvisadas. Durante un mes, lo llevaron diariamente a la ciudad ocupada y lo obligaron a cavar a punta de pistola. "Mi equipo desenterró al menos 200 cadáveres. Era agosto, hacía calor y el olor era asqueroso. Sorprendentemente, nadie vomitó. Supongo que el estrés fue demasiado, pero todos tuvimos una diarrea terrible. Al cuarto día dejé de comer porque apenas comías tenías que correr al baño”, ha recordado.

A principios de octubre le vendaron los ojos, lo metieron en un camión durante horas y luego en un avisón. Merkotan fue trasladado a una prisión en la ciudad rusa de Borisoglebsk, en la región de Voronezh. Las humillaciones que sufrió en esta prisión hicieron que echara de menos la Ucrania ocupada. A los presos se les prohibía sentarse o tumbarse entre las 6.00 y las 22.00, cuando se les obligaba a permanecer de pie en sus celdas. Muchos desarrollaron graves lesiones en las piernas. 

Además, el sistema de altavoces reproducía una y otra vez los mismos pocos programas de radio grabados sobre los nazis ucranianos. Dos veces al día, los reclusos tenían que reunirse en el pasillo, con la cara contra la pared y las piernas tan separadas como podían. Luego eran agredidos por guardias que los golpeaban con porras de goma y, en ocasiones, utilizaban descargas eléctricas portátiles.

De vez en cuando, Merkotan era llevado a un interrogatorio en el que las preguntas eran siempre las mismas: "¿Conoce a algún nazi? ¿Conoces a algún nacionalista? ¿Tiene alguna información sobre los crímenes de guerra ucranianos?". "Cada vez que decía 'no lo sé', te golpeaban y te decían que recuerdes... Cada vez que gritaba 'por favor, no', paraba y luego empezaba de nuevo”, ha agregado.

Tras algunos meses, Merkotan fue trasladado a otra prisión en la misma ciudad, donde las condiciones eran ligeramente mejores y a los hombres se les permitía sentarse. Finalmente, en enero de este año, le dijeron que sería intercambiado. Le volvieron a vendar los ojos y lo metieron en un autobús. Pero tras algunas horas, el autobús se detuvo y dio media vuelta. Cuando se pararon, uno de los guardias rusos comenzó a golpearlo con fuerza, rompiéndole la mandíbula en dos lugares. "Eso es por lo que hicieron tus muchachos", gritó el hombre.

Infiltrados
Un proyecto de Ikea

Más tarde descubrió que el intercambio había sido cancelado después de que un misil ucraniano derribara un avión que, según Rusia, transportaba a docenas de prisioneros destinados a ser intercambiados. Una semana más tarde, lo sacaron de nuevo de la prisión y esta vez sí Merkotan fue liberado y regresó a Ucrania.