Laia Costa: "Me incomodó muchísimo ver lo poco que nos permitimos las mujeres equivocarnos"

Laia Costa: "Me incomodó muchísimo ver lo poco que nos permitimos las mujeres equivocarnos"

La actriz protagoniza la cinta 'Un amor' de Isabel Coixet, que adapta la novela homónima de Sara Mesa y llega a los cines este viernes.

Laia Costa, durante la entrevista.Patricia Donohoe

"Al hacerse de noche es cuando cae el peso sobre ella, tan grande que tiene que sentarse para coger aliento". Estas primeras líneas de la novela Un amor de Sara Mesa describen a la perfección la esencia de la novela y también de la cinta de Isabel Coixet, que la ha llevado a la gran pantalla.

El juicio continuo a la mujer y sus deseos así como la infantilización de la misma y el mansplaining, además de la incomodidad de un entorno rural cerrado y casi asfixiante suponen el centro de esta historia que protagoniza en el cine la ganadora del Goya Laia Costa.

Un amor narra la historia de Nat, una joven traductora que se traslada al núcleo rural de La Escapa, donde se instala en una casa en ruinas y con continuas tensiones con su casero, quien le regala un perro —Sieso, estrella inesperada de la cinta— que se convertirá en un centro fundamental de su estancia, para bien y para mal. Todo ello, mientras sus vecinos la acogen con aparente normalidad, pero con un continuo juicio. Especialmente después de un trato sexual con su vecino Andreas, 'el alemán', que le hará cuestionarse sus valores morales.

Precisamente por ello, Nat no es el personaje femenino idílico o de mujer complaciente que se espera, lo que ha provocado numerosas críticas entre los lectores del libro y, seguramente, las suscitará entre los espectadores de la cinta de Coixet. 

Para el papel, con el que Costa ha logrado una nominación a los Forqué y que puede lograr su segunda opción al Goya consecutiva, la actriz asegura que se tuvo que tomar su tiempo antes de introducirse en él y tomarlo con cierta distancia por ser "intenso". "Tuve mucha consciencia de que me metería a trabajar en eso justo antes de empezar a rodar", señala a El HuffPost. Sin embargo, asegura que ha logrado conectar con esa Nat y con cómo juzgamos a otras personas desde una posición alejada y de privilegio. De hecho, hasta se impregnó de la profesión de la protagonista, que ha modificado ligeramente Coixet: traductora simultánea en una oficina de aceptación de refugiados.

"Empezar a entender ese tipo de profesiones a nivel clínico, de diagnóstico, de salud mental, de lo que puede acarrear para los profesionales, es algo que desconocía totalmente", señala. 

En su charla con El HuffPost, Costa recuerda que los personajes femeninos y las mujeres están mucho más expuestos al juicio ajeno y que esas microagresiones que se ven continuamente en la cinta le han cambiado su perspectiva, también en su día a día fuera del rodaje.

¿Habías leído algo de Sara Mesa? ¿Qué fue lo que más te llamó de Un amor?

No había leído nada de Sara. Cuando Isabel me pidió que me leyera Un amor porque se estaba pensando comprar los derechos y que me lo leyera, fue lo primero que leí. Va a hacer tres años ahora.

¿Y qué fue lo que más te llamó de Nat? ¿Conectaste con ella?

Primero me llamó el mundo de Sara Mesa porque me pareció una novela que te sacude bastante y me quedé muy intrigada. Enseguida vi que había un mundo creativo ahí muy interesante y también tuve mucha consciencia de que me metería a trabajar en eso justo antes de empezar a rodar y no antes porque sabía que iba a ser muy intenso. Eso junto a la visión de Isabel, que me parece una genia, que de golpe después de leer la novela me dijo un par de cosas que ella quería añadir y me llamó mucho la atención. Dije ‘ostras, no sé hacia dónde vamos a ir’, pero ella lo tenía muy claro, como que vio la peli enseguida. Y tenía muchas ganas de sumarme a ese viaje.

  Laia Costa, durante la entrevista.Patricia Donohoe

Además, en una época en la que el consentimiento está sobre la mesa. ¿Cómo fue meterse en un personaje tan odiado por cierto sectores y tan criticado?

Fue muy interesante porque entiendo de dónde viene el juicio por cómo funciona la sociedad y las dinámicas que tiene. Pero fue muy interesante vivirlo en primera persona, sobre todo cuando hay gente que está viviendo realidades de las que sabes nada y que crees que tú no lo harías así. Entonces, si haces el ejercicio de ponerte en esas realidades, de golpe descubres que lo harías exactamente igual. Lo que pasa que para ese ejercicio necesitas una capacidad empática brutal, de tomarte tu tiempo, qué significa estar en esos lugares... 

Fue muy interesante, por ejemplo, trabajar la profesión de Nat, que es una aportación de Isabel, que es traductora simultánea en una oficina para la aceptación de refugiados y empezar a entender ese tipo de profesiones a nivel clínico, de diagnóstico, de salud mental, de lo que puede acarrear para los profesionales, es algo que desconocía totalmente.

Hacer pequeños ejercicios empáticos de qué ocurre en mi cerebro, mi cuerpo o mi estado de ánimo, si tengo un trabajo así. Ver qué ocurre es una sorpresa, que puedes llegar a entender perfectamente que seguramente actuarías de la misma manera. Es muy fácil cuando tenemos herramientas o desde un lugar de privilegio, juzgar a los demás y más en el caso de un personaje femenino, en el que siento que el juicio está mucho más presente o, al menos, de una forma mucho más fácil. Es un resorte automático.

Nat siente al ser traductora simultánea esa necesidad de huir, de cuidar su salud mental, ¿pasa también entre los actores? ¿Encontraste ese símil?

Creo que en 2020 con la pandemia fue el punto de explosión en el que en el colectivo social empezó a tener presencia un imaginario de huir de las urbes e irnos a lo rural. Siento que es un mecanismo de defensa del ser humano: pensar que irse a ese lugar te va a curar el duelo, te va a cambiar el ánimo. También tengo la sensación de que había una sobresaturación en cierta manera por todo lo que hemos sufrido, que el cine y la literatura ha recogido. No es casualidad que en los últimos años haya tantísimos relatos situados en lo rural. No creo que sea algo propio del sector, sino algo de la sociedad. Amigas y amigos que no son actores han sacado en las conversaciones y en las sobremesas este tema y se han ido muchos de la ciudad.

Tengo la sensación de que es algo que viene de hace tiempo, no solo con la pandemia, que quizás fue la gota que colmó el vaso, arrastramos muchos años de que la conexión humana de alguna manera se ha ido quizás dejando más a un lado porque se han priorizado otras formas de conexión que tampoco han acabado de funcionar. Ha habido como una necesidad de volver a hacer un café. Hubo un momento en el que volver a hacer un café en un bar era “el planazo”.

"Es muy fácil cuando tenemos herramientas o desde un lugar de privilegio, juzgar a los demás y más en el caso de un personaje femenino, en el que siento que el juicio está mucho más presente"

¿Se ha encargado Un amor de desrromantizar la visión de lo rural que tiene mucha gente en la ciudad? Esa frase del casero que dice a Nat “esta no es una casa rural con encanto".

Creo que en Un amor lo deja claro desde la primera imagen que es esa casa prácticamente en ruinas, que no deja de ser una metáfora de cómo se siente la protagonista, que ahí no se va a romantizar nada. También tengo la sensación, aunque es cierto que Nat se va a este pueblo, no siento que lo rural sea una cosa muy protagónica de la película, siento que ese es el contexto, nada más. Siento que quizás el paisaje, esas montañas, ese clima, los vecinos, ese microcosmos que se crea sí que es muy protagonista todo eso. Pero no siento que se haya centrado en exceso en desidealizar ni que sea para nada rural.

Con Hovik Keuchkerian protagonizas varias escenas de sexo que, al igual que en el libro, pueden incómodar al espectador, ¿cómo lo habéis trabajado? ¿tuvisteis coordinador de intimidad?

No hemos tenido coordinador de intimidad, pero creo que es una figura muy útil y muy necesaria en muchísimas ocasiones, sobre todo para el director no solo para los actores. Para directores y directoras que no saben tampoco gestionar o liderar esos espacios en temas sexuales, también lo son. 

En nuestro caso, teníamos muchísima confianza con Isabel, podíamos tener conversaciones adultas y honestas de lo que necesitábamos y lo que no. No es la escena de sexo, que es complicada en sí. Es una historia compleja y unos personajes muy complejos. Trabajos todo eso antes de llegar a las escenas de sexo, que para mí son como muy centrales de lo que le ocurre a Nat y de la relación que tiene con el alemán en cada momento de esas escenas. 

Se ha rodado con muchísimo amor y muchísima ternura por parte de todo el equipo, cuanta más crudeza había en el guion más amor se generaba. Se habló mucho entre nosotros para poder hacerlas, se trabajó para que todos estuviéramos cómodos, para que todos pudiéramos decir qué queríamos y que no queríamos hacer, para entender a los personajes... Yo las viví con mucho placer, valga la redundancia, de rodarlas y, sobre todo, viendo el resultado final estoy muy orgullosa de ellas.

Siento que puedes rodar una escena de sexo más o menos compleja, pero estas tienen muchísimas capas e incomodan y, a la vez, no puedes dejar de mirar. Creo que llegar a esos niveles emocionales de fibras, de complejidades humanas y de conseguirlos a través de escenas tan potentes y tan vulnerables también, creo que es un reto para cualquiera que esté contando una historia. Creo que Isabel, Hovik y yo hicimos muy buen tándem.

"El quid de la cuestión para mí ha sido empezar a verlas [las microagresiones] porque ¿cuántas veces las has normalizado? Millones de veces"

¿Puede resultar incómoda para ciertos hombres o para ciertos sectores de la masculinidad? Todos los hombres que rodean a Nat le piden algo a ella, no la ven como un ser completo.

Creo que es una película que incomoda a todo el mundo, también a las mujeres. Quizás lo de los hombres puede ser más evidente, por eso me lo dices. Pero a mí me incomodó muchísimo ver lo poco que nos permitimos las mujeres equivocarnos, estar en el pozo, aceptar que no tenemos por qué saberlo todo ni ser perfectas. Que cuando pasan los años y miramos atrás decimos “cómo, cuándo y por qué me metí en este lodazal que sabía desde el principio que no me llevaría a ningún lugar”.

Es una peli que habla de eso también, sobre todo el tema de las microagresiones. Para mí descubrir las microagresiones diarias, porque no hace falta que seas Nat y te vayas a este pueblo a vivirlas, creo que tú y yo las hemos vivido en nuestras ciudades. No solamente de hombres que nos encontramos de golpe, sino de nuestros propios familiares, de nuestros propios amigos... Del círculo cercano al amor. El quid de la cuestión para mí ha sido empezar a verlas porque ¿cuántas veces las has normalizado? Millones de veces. 

El descubrimiento para mí de Un amor ha sido verlas de cara, de frente y entonces, empezar a verlas por todas partes. Esa es también la fuerza que me da historias como estas y es el primer paso para no juzgar, para empatizar con el personaje. Decir “ostras, que estamos todas ahí”.

  Laia Costa, durante la entrevista.Patricia Donohoe

¿Cómo ha cambiado tu vida y tu carrera tras el premio Goya a Mejor actriz protagonista?

El Goya es una noche mágica, es un privilegio que muy poca gente vive. Es un reconocimiento a tu trabajo por parte del sector, de la gente que admiras. Es un dulce, es algo muy hermoso que te ocurra. Lo celebré muchísimo y lo sigo celebrando y siento que el mejor premio que tiene un actor es seguir encontrando proyectos que te hagan ilusión y que sientes que ese reconocimiento, ese trabajo y esa creatividad que buscas sigue cruzándote en tu vida, en tu camino. 

Ha sido un año muy hermoso en ese sentido. Poder recibir ese premio por Cinco lobitos y poder conjugarlo en el mismo año con Un amor, que siento que es un proyecto de Goya también porque siento que creativamente Isabel ha hecho algo que es una evolución y hoy en día para un artista cuesta mucho evolucionar, crecer, como encontrar nuevos caminos. 

Descubrir que haciendo nuevas cosas por la situación de la industria por muchísimos parámetros que a veces no tienen que ver con la creatividad, cuesta sacar adelante este tipo de proyectos, este tipo de películas más chiquititas. Tenemos que apoyarlas mucho para que justamente se sigan escuchando en premios y festivales y la gente vaya a los cines y las vea. Siento que hay ahí como una responsabilidad colectiva para sacar adelante otro tipo de cine, que quizás cuesta más levantar.

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Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es