Última hora: la música ha muerto

Última hora: la música ha muerto

En un apocalíptico ensayo, el compositor Jacobo Calderón avisa de los efectos que tendrán la Inteligencia Artificial y la tecnología sobre la música.

El ¿futuro? de la música.El ¿futuro? de la música.

Mientras trabajaba con artistas de la talla de Raphael, Bisbal o Myriam Hernández, durante casi tres décadas Calderón, ganador de varios premios Grammy, ha asistido a la evolución que han experimentado la creación musical y el negocio discográfico para terminar preguntándose qué futuro aguarda, en el horizonte de la Quinta Revolución Industrial, a lo que hoy conocemos como el arte de combinar los sonidos. En las apenas 200 páginas de un El ¿futuro? de la música, un ensayo autoeditado, el compositor, traza un panorama inquietante.

El proceso de sustitución de la cultura por tecnología no es ni mucho nuevo. Sin ir más lejos, hemos visto cómo en muchos centros comerciales los ordenadores, tabletas, teléfonos y hasta cafeteras han ocupado el espacio que antes se destinaba a la venta de libros, películas y discos. En los créditos de cualquier grabación, cada vez aparece menos gente. Muchos intérpretes, incluso, presumen de haber compuesto o realizado ese registro sin salir de casa, como tuvimos ocasión de comprobar durante la pasada pandemia. El escenario parece perfecto para que el sistema actúe.

"Al acortarse los procesos –explica Calderón–, esa música se crea en cuestión de horas, al menos hasta ahora porque necesitamos a personas que estén programando, pero pronto será cuestión de minutos o segundos. En el futuro, será inmediata y procederá de un cerebro autónomo con millones de informaciones almacenadas, que no son más que nuestro acervo cultural debidamente troceado. Allí estarán nuestras canciones, que han sido archivadas para ser consumidas en el momento preciso. El sistema manejará nuestro perfil, conocerá, como ya lo hace Spotify, tus gustos, y, al estar conectado mediante un chip con tu cerebro, te brindará tu música favorita instantáneamente".

En ese contexto, los seres humanos estamos llamados a convertirnos en "parias creativos", incapaces de distinguir lo que procede de la Inteligencia Artificial y lo que es fruto del talento de un autor. Esa mente única, "el gran cerebro de la moral", dejará, además, dos grandes víctimas: la diversidad y la inclusión.

"Cuando una inteligencia artificial tome el control, todo se moverá por sesgos. Será una burbuja que no dejará de crecer. La máquina tenderá a ofrecer lo más popular en cada momento. Ahora mismo, hay miles de millones de grabaciones hechas por humanos en multitud de soportes, en la red, etcétera. Las plataformas de streaming manejan alrededor de 150 millones de canciones. Todo eso se está ya clonando bit a bit, nota a nota. Llegará un momento en el que las clonaciones serán muy superiores a las obras originales. Si ahora hubiera, por ejemplo un 95% de grabaciones originales frente a un 5 de samplers, dentro de equis años, tenemos un 99,9% de música recreada artificialmente a partir de estímulos reales. Por lo tanto, ese magma serán un gran sesgo que nos va a condicionar nuestro día a día, nuestro pensamiento y, a la larga, nos arrinconará como especie".

¿Qué quedará de lo que ahora conocemos? Poco, pero, en opinión de Jacobo Calderón, algunos géneros sobrevivirán mejor que otros. El pop, por ejemplo, lo tendrá más difícil "porque está muy ligado a los movimientos del mercado". El rock, la gran cultura musical del siglo XX, "puede ser que acabe muriendo cada vez en un mundo oscuro, sin posibilidades de exprimirlo más". ¿Y el hip hop? "Como tiene ese componente de la transmisión de un mensaje, podría tener un futuro más orgánico". "Lo que nos une a la naturaleza es la música, quizás más que ningún que ningún arte. Desde los grandes clásicos nos hemos inspirado en los sonidos de las cosas. Los avances tecnológicos podrán traducir lo que nos está diciendo la madre naturaleza a tiempo real y lo transformarán en música. Desde el soplo de una brisa al baño en un río, las sensaciones se convertirán en impulsos sensoriales, auditivos o no, a través, incluso, de la piel. Ocurrirá, incluso, con los movimientos de los átomos y los planetas. La música es movimiento, por lo tanto, habrá una herramienta de traducción de todo ese movimiento del universo a nuestros oídos".

Pese a las incertidumbres que se plantea, Calderón no lo da todo por perdido. Apela a un acuerdo internacional sobre el uso de estos adelantos y a la creación de una especie de sellos de autenticidad para especificar el origen, humano o artificial, de cada obra. Pide también responsabilidad a los creadores. Noticias como el reciente anuncio de Paul McCartney de que, mediante la IA, había extraído la voz de John Lennon para acabar una canción de The Beatles le parecen un gran error.

"No se trata ya de hacer duetos con voces de gente que ha que ha fallecido. Yo mismo he hecho bastantes discos de ese tipo desde el respeto porque me parecían un gran homenaje. Ahora intentan suplantar por completo ya no solo la voz sino las sílabas, hasta las letras. O sea, estás utilizando un legado que merece un respeto para el resto del mundo. Es una canción a la que no has sido invitado. Puede parecer divertido como experimento, pero muy peligroso porque podemos cargarnos el legado cultural a la velocidad del rayo y de repente dejar de dar importancia a gente como los Beatles. Me están llegando memes y reproducciones de otros artistas: he visto a Freddy Mercury interpretar una canción que nunca cantó o a Luis Miguel versionando a José José y he sentido escalofríos. Por ahí, podemos deslizarnos hacia ese mundo en el que no sepamos qué es real y qué no".

Todavía estamos a tiempo de evitarlo.

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).