Biden 2024: sus retos -llámalos marrones- en un endiablado año electoral

Biden 2024: sus retos -llámalos marrones- en un endiablado año electoral

El presidente de EEUU aspira a la reelección contra viento y marea, o lo que es lo mismo, contra su edad, la economía, dos guerras abiertas, el choque con China y un Trump que lidera las encuestas. Necesitará astucia, esfuerzo y suerte. 

Joe Biden habla a sus seguidores en un acto de campaña en el Montgomery County Community College de Blue Bell (Pensilvania), el 5 de enero.Stephanie Scarbrough / AP

En 2024, las elecciones que se van a celebrar en hasta 70 países van a definir el mundo en que vivimos. Como la primera potencia que es, los ojos se tornan, sobre todo, hacia Estados Unidos, que irá a las urnas el próximo 5 de noviembre en una pelea que, si nada cambia, enfrentará al actual presidente, el demócrata Joe Biden, con el exmandatario republicano Donald Trump. 

Revalidar el contrato de alquiler de la Casa Blanca no será fácil. Biden se encuentra por detrás de su oponente en las encuestas -por muchos procesos judiciales que arrastre el magnate, no le hacen mella-, con la popularidad muy baja, perdiendo apoyos en electores clave y con más corrientes críticas en su partido, cuestionado por su salud y su edad (81 años) y el coste creciente de la vida, preocupado porque no se perciben sus políticas, cada vez más presionado en materia de inmigración, embarrado en política exterior en las guerras de Ucrania y Gaza, vigilando las siempre tensas relaciones con China. 

Muchos frentes que atender cuando se quiere gestionar y preparar la campaña a un tiempo. Cuesta encontrar en la historia reciente un momento en el que hayan estado tantas cosas pendientes, tan serias, en el mismo instante. Biden tiene todos los platillos girando y no se le puede caer ni uno. 

Ahora mismo, la media de las encuestas hechas por universidades y medios de comunicación del país arroja que el 56,1% de los ciudadanos suspende la gestión de Biden, frente a un 38,8 que la aprueba. La cifra de críticos es 17,4 puntos superior a la que reflejaban los sondeos en enero de 2021, cuando el presidente juró su cargo en Washington y la peor de un líder a estas alturas de mandato desde tiempos de Jimmy Carter. La intención de voto la gana Trump: 46,8% para los republicanos y 44,5% para los demócratas, dice Real Clear Politics. Son resultados que se pisan en el margen de error, por lo que todo puede pasar. Acertar en los temas clave inclinará la balanza. 

Desde su equipo tratan de poner en valor todo lo hecho en estos tres años, que es mucho, con un vigor legislativo desconocido y consecuencias en la vida diaria de la gente. En la Casa Blanca se remiten a los comunicados y declaraciones de la portavoz, Karine Jean-Pierre, en los que habla sobre todo de de "Bidenomics", de economía a la Biden. "Esfuerzos históricos en investir en infraestructuras, semiconductores o economía verde", que cuajaron en la proteccionista ley de microchips o un billonario plan de obra pública para crear empleo e imponerse a China; la "rebaja sustancial" en los precios de la gasolina con un plan de control, más la apuesta por la reacción nuclear de fusión, en busca de una fuente limpia, barata e ilimitada; su cruzada contra las "tarifas basura", esas comisiones ocultas que inflan precios al consumidor, o la ley para reducir los precios de los medicamentos recetados. Todo, dicen, impulsado desde su llegada en 2021 con el primer gran paso, el plan de rescate ante la pandemia, y manteniendo el Gobierno abierto y solvente. 

Joe Biden firma su nueva ley de infraestructuras en la Casa Blanca, en noviembre de 2021.LAPRESSE

Los datos macroeconómicos dan la razón al presidente: las cosas van mejor. EEUU se ha alejado de la recesión que parecía segura y creció un 4,9% anual en tercer trimestre de 2023 -último dato conocido-, el mayor ritmo desde 2021. La inflación general ha acabado en un 2,8 % y caerá aún más hasta el 2,4 % a finales de este año, a poca distancia del objetivo del 2% de la Reserva Federal y una de las más bajas del mundo rico, tras pasar por los peores picos en 40 años por los coletazos del covid, la invasión rusa de Ucrania y los problemas de mercancías. Para ello, dispuso 430.000 millones de dólares a acelerar la transición energética pero, sobre todo, a fomentar los productos "Made in America". La fortaleza del consumo ha ido de la mano del empleo. Ahora la tasa de paro es del 3,7%, tras una creación de puestos récord. 

La economía, encuesta tras encuesta, es el primer problema de los estadounidenses junto al Gobierno o la pobreza de liderazgo. Y es que Biden no ha sabido hacer suyos estos logros, inocular a los ciudadanos el hecho de que ha sido él quien ha cambiado las cosas, cuando Trump le dejó un país muy tocado, empezando por su negativa y luego tardanza en actuar contra la pandemia que no era nada. Será uno de sus principales retos: convencer de que sin él las cosas habrían sido my diferentes. 

No obstante, en unas elecciones hay que hablar de futuro, no de pasado, y no puede ir a los mítines con la soberbia de "no os enteráis", así que le hará falta una alta dosis de empatía para reconocer las preocupaciones de la gente, algo de lo que ha adolecido en estos años, y machacar el mensaje de que no ha dejado de pelear por los suyos. "Os garantizo que trabajaré como el diablo", dijo en un acto de recaudación de fondos en Bethesda (Maryland), en diciembre. Una pista de su línea de campaña si no quiere ser un presidente de un solo mandato, que ha cuajado también en más salidas, más actos que evidencien que no se apalanca en el Despacho Oval. Vienen las primarias tempranas, están los indecisos, hay que convencer. 

Además de compromiso, la portavoz de la Casa Blanda destaca la "diferencia" que supone en lo económico apostar por Biden o apostar por Trump. La carta del contraste es igualmente clave y por eso se multiplican los mensajes sobre los recortes de impuestos a los ricos y las grandes corporaciones que los republicanos prepararían. Biden ha hecho y promete que hará más, distinto. Si quiere otros cuatro años de mandato es justo para "acabar el trabajo" en condiciones, pero tiene que ser más pedagógico al explicarlo y al garantizar otra cosa. Y más en este frente, cuando hay un deslizamiento de los votantes trabajadores hacia el lado republicano, en todas las minorías. Las elecciones deben ser un refrendo con el magnate por los Estados Unidos que cada uno quiere. 

¿Demasiado mayor para confiar en él?

Junto a la percepción de la economía -que de hecho va bien-, el demócrata tiene el desafío mayor en su propio cuerpo: su edad, su lucidez, su capacidad de trabajar al nivel que requiere la presidencia de EEUU y más aún cuando él mismo afirma que estamos en un "punto de inflexión" en la historia reciente. 

No han aparecido grandes liderazgos en la sombra en su partido, todos a una con el actual líder. Hay nombres menores que han anunciado sus candidaturas (Marianne Williamson, Dean Phillips, Cenk Uygur), pero no son peligrosos para sus carrera. Pese al cierre de filas, sí hay un debate intenso sobre si está bien de salud y puede con el reto. "Mírenme", suele decir el presidente para confirmar que todo está en orden. Y justo eso es lo que preocupa a su gente: que lo miren demasiado. Su chiste de que tienen 110 año congela la sonrisa de más de uno. 

Biden, si gana en noviembre, acabará la legislatura con 86 años y es ya, de hecho, el mandatario con más edad que ha tenido el país. El 76% de los ciudadanos cree que es demasiado mayor para el cargo (dato de una encuesta de la Universidad de Monmouth). Hasta un 37% de los demócratas e independientes confiesan que el factor edad hace que sean menos propensos a votarle (sondeo de USA Today) y otro 48% cree que carece de resistencia para hacer su labor (encuesta promedio de 538). Hay que recordar que Trump tampoco es un pipiolo, tiene 77 años, y a lo mejor por eso ha confesado públicamente que la edad de su oponente no le parece un lastre, por más que triunfara su mofa de "Sleepy Joe", o Joe el somnoliento, el lento, el blando.

Para el americanista Sebastián Moreno, la preocupación de la edad es "entendible" y por eso es "bueno y necesario que Biden se rodee de un gran equipo, que evidencie que la apuesta es de bloque y no sólo de nombres, de modelo de estado". "Es inevitable que se hable de su salud, por sus años y por los despistes recurrentes, ninguno grave pero llamativos. Ya se ha empezado a reducir su presencia ante la prensa para evitar deslices", explica. Sin embargo, defiende que Biden tiene una "formidable historia de corredor de fondo político" a sus espaldas, desde que empezó en 1971, y ya generó "escepticismo" cuando se presentó en los pasados comicios, "superando al final los miedos". 

"Tuvo capacidad para imponerse en las primarias demócratas; superar a Trump como figura de consenso de sus críticos, gente muy diversa, reduciendo la división nacional y demostrando liderazgo tras el asalto al Capitolio; sacar adelante parte de la agenda bipartidista, durísima, y hasta soportar las elecciones de mitad de mandato con datos más que decentes", recuerda.

Obviamente, ha habido desgaste y, a su entender, sería más beneficioso que abordase a las claras el problema de la edad, "sin dramas y sin parecer desvalido, pero no puede hablar sólo de experiencia y sabiduría acumulada, porque eso no está en sintonía con la calle". "No se va a retirar y no va a cambiar su fórmula con [la vicepresidenta] Kamala Harris. Lo que tiene es que encajarlo. Una cosa es que no le guste que los republicanos lo llamen "codger", vejete, y otra que no asuma que es un octogenario. Necesita apoyarse, sin debilidad, en rostros nuevos, gente joven, promesas y estrellas demócratas que le ayuden en su meta de defender a Trump, el mensaje de todos a una que hay que transmitir", señala el analista. "Senadores, congresistas, diplomáticos, gobernadores, asesores... Un hombre con un equipo, no un anciano solo", insiste. Será extraordinario en el comportamiento electoral en EEUU, asume, pero extraordinarias son estas elecciones. 

Las estrategias y los obstáculos

Lo que los altos funcionarios de la Casa Blanca y los asesores demócratas están contando a la prensa de EEUU es que Biden se plantea los comicios a blanco o negro, con el país jugándose la democracia. Así lo enfatizó en el mismo acto de fondos de Maryland: "Si hacemos nuestro trabajo en 2024, podremos decir algo que pocas generaciones llegan a decir o hacer (...), que salvamos la democracia de EEUU, porque la alternativa es cruda, muy cruda". Es un mensaje que empapará todo: el sistema puede colapsar si Trump regresa con su política de revancha, que no deja de azuzar con la falsa denuncia de fraude electoral pero que no hace propuestas programáticas. Todo es a la contra, contra Biden, su partido y su administración. 

Si el programa desplegado no triunfa, hay que ir contra Trump. Ponerlo en sus antípodas. Ahora, dice el analista, mantener la guerra de derribo de la anterior campaña es "innecesario", porque "todo el mundo sabe ya quién es Trump", al mando durante cuatro años. "Dijo barbaridades pero hizo menos de las anunciadas, se plegó en ciertas cosas al sistema republicano. Ahora, la baza son literal y figuradamente sus antecedentes, los penales", con cuatro juicios que le esperan en el presente año, dos por intentar robarle las elecciones a Biden y otro por manejar mal documentación confidencial. Grave. 

Deberá estar atento el mandatario al resultado de esos procesos y a las divisiones y encontronazos por venir con los republicanos, tras el atranque de las cuentas. Tiene legislaciones en inmigración y seguridad pendientes y necesitará su apoyo en política exterior. Y si Trump al final no se presenta -por más que pueda hacerlo hasta condenado-, no puede perder de vista el ascenso de candidatas como Nikki Haley, que ha adelantado en los debates a Ron DeSantis

También debe atender Biden a la división en sus propias filas, porque los demócratas han demostrado esta legislatura tener dos almas, una más roja y una más azul. Especialmente vistosa ha sido a raíz de los ataques de Israel sobre Gaza, en los que la parte más progresista de la formación ha reclamado que se ponga distancia con Tel Aviv, se congele la venta de armas y se defienda la necesidad de un alto el fuego inmediato que proteja a los civiles palestinos. En los campus, en las calles, hay un sentimiento propalestino nunca visto en el país. 

A ello se suma, como marco general, la necesidad de contestar a eso que Trump llama despectivamente "socialismo", que no es sino la rama demócrata más social. De eso depende, también, el apoyo de puntales de su electorado: la población negra sigue apostando por Biden en un 63% de los casos, pero en 2020 llegaba al 87,20. En el caso de los hispanos, no pasa del 34 al 39%, con Trump adelantando (fue un 65% en las últimas elecciones), y en el caso de los jóvenes, se espera un apoyo del 33 al 37% (20 puntos por delante en el pasado, también ahora con los republicanos por encima), dice otro sondeo de USA Today

"Biden sigue siendo, pese a todo, una figura unificadora entre su gente y que pesca en el río revuelto de los volátiles republicanos. Hacerse fuerte en sus apuestas y en su papel de alternativa al caos le resultó antes y le podría resultar ahora", dice Moreno. Una de ellas es el aborto, una de las causas que hizo que su partido resistiera en las elecciones de mitad de mandato. En junio de 2022, el Tribunal Supremo impuso su mayoría conservadora y derogó la protección de este derecho y desde entonces los estados republicanos han adelgazado todo lo posible la legislación hasta llevar a mujeres a trasladarse para poder ser atendidas, las que se lo puedan permitir. 

Estas son las primeras presidenciales sin la sentencia Roe contra Wade como marco, es una preocupación nacional, especialmente de las mujeres, y el mandatario puede aferrarse a ella como caballo de batalla de los derechos y libertades que defiende, por más que él mismo sea católico. Hasta Trump está retocando su mensaje, visto el daño electoral que puede causarle. 

En lo doméstico, Biden puede tener problemas si avanza la atrasada investigación en su contra en la Cámara de Representantes, el impeachment formalizado el mes pasado, para investigarle por presunto tráfico de influencias. Los republicanos acusan a su oponente de haber intervenido, supuestamente, en favor de su hijo Hunter, así como otros familiares y socios cercanos, en negocios en el extranjero, aprovechando sus conexiones políticas. El proceso legal en paralelo contra Hunter también puede darle quebraderos de cabeza. Ya se ha declarado culpable de dos delitos fiscales menores y ha admitido la posesión ilegal de un arma. Ya hace tiempo que sus oponentes hacen sangre con su perfil poco edificante, pero una cosa es la denuncia al aire y otra, lo que digan los jueces. 

La explosiva política exterior

Biden se la juega también en Exteriores. Lo que está en juego es generacional, una situación capaz de cambiar los mapas y las fuerzas, las alianzas, conflictos de décadas que saltan por los aires y, por ahora, no precisamente para bien. Gaza, Ucrania, Taiwán... Tendrá que abordar todos los frentes, y todos a la vez, y ser exitoso en todo, para que la política exterior no sea una losa de cara a las elecciones. 

Frederick Kempe, el director ejecutivo del Atlantic Council, ha escrito un análisis en el que habla de cinco categorías de problemas para Biden en este año; ninguno puede separarse de los otros con facilidad y ninguno puede descuidarse, dice, "sin pagar un alto precio", por lo que obligará al mandatario a tener "pensamientos y acciones más ambiciosos". La primera de ellos es el reto de Ucrania. Kiev tiene que recuperar impulso, centrar sus objetivos y optimizar sus recursos, sobre todo en el sur, el mar Negro y la península de Crimea. Es "poco probable" que gane la guerra en 2024, dice el analista, pero lo que tiene que hacer es "evitar perder", lograr avances reales, hacer vulnerable a Rusia... y tener más apoyo de fuera, para lo que Biden será clave, ya que Trump arruga la nariz ante la idea de andar más dinero y medios. "El pozo puede estar secándose", dice un asesor de la Casa Blanca. Si no llega todo eso, las posibilidades de Kiev serán "puramente defensivas". 

El segunda categoría es China y toda Asia Oriental, donde Biden debe intentar "estabilizar" sus relaciones con Pekín, ligeramente mejoraras tras verse con Xi Jinping en San Francisco. En la zona, EEUU debe sortear el peligro de la carrera armamentística de Corea del Norte, evitar incidentes que acaben en una lucha mayor en el estratégico mar de la China Meridional y, sobre todo, estar vigilante ante lo que ocurra en Taiwán, que va a las urnas este 13 de enero y puede reforzar su alianza con Washington o acercarse más a la China continental

Oriente Medio es la tercera gran preocupación externa. Tras el ataque de Hamás a suelo israelí y la respuesta de Benjamin Netanyahu, hay que evitar una escalada regional, que implique sobre todo a Irán. Ya el Eje de Resistencia de Teherán está tensionando, desde Líbano con Hezbolá y desde Yemen con los hutíes, sobre todo, pero hay cierta contención en la réplica porque todos en la zona saben de la gravedad de un conflicto internacionalizado. EEUU está reforzando la diplomacia en la zona, sobre todo con los países árabes, pero está encontrando una tozuda resistencia en Netanyahu y su gabinete de ultraderecha; eso, unido a que se trata con milicias y grupos denominados terroristas, no lo pone fácil. 

Es necesario que EEUU encabece de nuevo los esfuerzos de diálogo para que se instaure un estado palestino de pleno derecho, lo que está en la raíz del conflicto, pero es complicado el impulso en año electoral y las víctimas diarias, más de 23.000 en Gaza, no ven esperanza inmediata para sus males. El texto del tanque de pensamiento apunta a un incremento de las negociaciones con países árabes, dentro de los Acuerdos de Abraham, para normalizar sus relaciones con Israel, que estaba a punto de cuajar en un pacto con Arabia Saudí. Todo quedó congelado por la guerra, pero quizá se retome, de otra manera, con variantes, para impulsar la soberanía palestina y calmar los ánimos. 

Por ahora, su presión se centra en que Israel reduzca el número de muertos inocentes, en que deje entrar ayuda humanitaria a la franja, que dibuje un plan para después del fin de Hamás -si llega-, y en general, rebaje la temperatura del conflicto para que no haya un desbordamiento regional. Todo está tan en el aire que nadie pestañea. 

Cuarto lugar: la carrera tecnológica, de mano de la geopolítica. Dice Kempe que EEUU confían en ganar la carrera por la Inteligencia Artificial, en moldear los estándares regulatorios y competir con China. Preocupa de Pekín su avance en energías limpias, de los coches eléctricos a las baterías avanzadas, más el control de minerales críticos para cerrar la actual brecha de avances con el gigante asiático. La guerra comercial no es pasado. 

Y cierra la lista la posibilidad, casera, de que haya otra vez impugnación sobre los resultados electorales, pero que tiene un eco internacional: a Rusia le va bien porque debilita a EEUU, porque puede hacer decaer la ayuda a Ucrania, mientras aliados como Europa tiemblan de pensar que si llega Trump no sabrán a qué atenerse en políticas comunes que se habían ido trazando, del gas a la IA. 

Muchas cosas, muy serias, que necesitarán de astucia, esfuerzo y suerte. Si no, habrá cuatro años más de Trump.