Cumbre de la OTAN en Vilna: Ucrania, Suecia, el PIB y la unidad, todo en juego

Cumbre de la OTAN en Vilna: Ucrania, Suecia, el PIB y la unidad, todo en juego

Los 31 países aliados se enfrentan al reto de dar garantías a Kiev sobre su acceso, un siglo de estos, superar la prueba de estrés de la solidaridad y los tiempos y la entrada de los nórdicos, tras una larga pelea con los turcos. Con más dinero, siempre. 

Un guarda de seguridad, ante un cartel de la cumbre de la OTAN en Vilna, en el recinto donde se va a celebrar desde mañana.FILIP SINGER / EPA / EFE

La cita es en Vilna, a poco más de 700 kilómetros de Kiev, a 400 de suelo ruso. Este martes, y durante dos días, los líderes de los 31 países miembros de la OTAN se reunirán en la capital de Lituania en una cumbre complicada, llena de aristas, que sin embargo debe concluir, por el bien de la alianza y los aliados, en mensajes marcados por la unidad y la contundencia. Hay muchos y variados retos, desde el proceso de entrada de Ucrania -anhelado por Volodimir Zelenski y refrenado desde el cuartel general de Bruselas- hasta la incorporación de Suecia -vetada por ahora por los turcos-, pasando por la ampliación del presupuesto de Defensa o la necesidad de renovar los arsenales. 

Ucrania, que lleva ya 17 meses invadida por Rusia, es la mayor de las preocupaciones. Si el año pasado, en la Cumbre de Madrid, el reto era mostrarle a Zelenski que no estarán solos, que la ayuda aguantará y que hay que abordar de otra manera la amenaza de Moscú, ahora toca ver cómo mejorar las relaciones defensivas entre el país y el bloque, pero sin que entre en el club, algo inalcanzable aún.

Las posiciones de partida sobre este proceso no son "absolutamente coincidentes", admitían días atrás a la Agencia EFE fuentes gubernamentales alemanas, un país que, como Estados Unidos, "descarta" una invitación formal a Kiev para su ingreso durante los dos días que durará la cumbre. Comparten esa visión con el discurso público del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, quien reiteradamente ha insistido en que "no está sobre la mesa" de Vilna la entrada de Ucrania como miembro de pleno derecho.

La razón más clara es que el país está en guerra. Por tanto, introducir en la Alianza Atlántica a un estado con un conflicto abierto supone, automáticamente, que la OTAN también entre en guerra, que Kiev se acoja al tratado fundacional y pida ayuda a sus compañeros. La organización ha tenido que ser muy prudente en todo este tiempo para que no se pueda afirmar que ha entrado en liza apoyando a Ucrania, toda la ayuda enviada se ha hecho a título particular de cada país y no como bloque, por más que desde el Kremlin hayan sido repetidas las acusaciones de que ya está entro del choque

El propio Zelenski, por más ganas que tenga de estar bajo el abrigo aliado, ha reconocido en diversas entrevistas recientes que el ingreso no podía consumarse "antes del fin de la guerra". Palabras repetidas por el norteamericano Joe Biden pocas horas antes de volar a Europa para la cumbre. Las decisiones de la OTAN requieren un acuerdo unánime entre los países miembros y eso hoy por hoy no se alcanza.

"No creo que haya unanimidad en la OTAN sobre si incluir o no a Ucrania en la familia de la OTAN ahora, en este momento, en medio de una guerra", dijo a la CNN. "Por ejemplo, si hiciste eso, entonces, sabes, y lo digo en serio, estamos decididos a comprometer cada centímetro de territorio que es territorio de la OTAN. Es un compromiso que todos hemos hecho pase lo que pase. Si la guerra continúa, entonces todos estamos en guerra. Estamos en guerra con Rusia, si ese fuera el caso", explicó. Por eso, su plan en Vilna es el de "diseñar un camino racional para que Ucrania pueda calificar para poder ingresar a la OTAN".

Pero no todos sus aliados piensan igual. La mentalidad del "mundo ruso" de Vladimir Putin lleva a que los países del este, los del llamado espacio postsoviético, se sientan intimidados, más expuestos, y es por eso que por cercanía y solidaridad con Ucrania quieren acelerar los plazos. Lituania, Estonia, Letonia o Polonia insisten en que debe darse a Kiev "garantías de seguridad" concretas, más allá del compromiso reiterado de brindarle ayuda militar, financiera y humanitaria "todo el tiempo que sea preciso", que nadie sabe cuánto es y cunde el temor a que cale la temible fatiga de guerra. 

El quid está en cómo se materializarán esas garantías, qué perspectivas de futuro se le dan a Kiev, cuánto es comprometerse de más o de menos. Arduo debate para estos dos días. Sobre todo, deberá quedar fijado en la tercera reunión de trabajo de la cumbre, ya el miércoles, en la que se formalizará el llamado Consejo OTAN-Ucrania, al que se espera acuda Zelenski, aunque su presencia no se ha confirmado hasta hace pocas horas. 

Había miedo de plante, no era descartable. El mandatario sabe lo que se juega con la OTAN pero, a la vez, es duro negociado y está cansando de ciertos retrasos que, entiende, le debilitan frente a los rusos, que se han comido un 20% de su territorio soberano, que llegan 500 días de asedio. La OTAN ya le dijo a Ucrania que pertenecería a la Alianza en 2008 y esa espera escuece en Kiev, por más que la incluyan de palabra como parte de la familia. Al final, ha entendido que es mucho mejor estar in situ que intervenir a través de una pantalla. "No quiero ir a Vilna para pasármelo bien", ha enfatizado, pese a todo. 

El presidente añadió en una reciente entrevista que necesita saber qué decisiones se tomarán durante la propia cumbre, para decidir si le merece la pena asistir para influir en la decisión sobre Ucrania. Zelenski ya declaró en junio que la presencia de Ucrania en la cumbre no tiene sentido si la OTAN no va a darle "alguna señal" positiva en el sentido que pide Kiev.

Hasta seis generales retirados de la OTAN han pedido a los países miembros de la Alianza que ofrezcan a Kiev en la cumbre una hoja de ruta clara que lleve al ingreso de Ucrania “en un futuro próximo”. “En la cumbre de Bucarest en 2008, los aliados acordaron que Ucrania se convertiría en miembro de la OTAN en el futuro. Es tiempo de que los países de la OTAN cumplan su promesa”, dice la carta, a la que ha tenido acceso la publicación ucraniana Liga.net, y en la que hay nombres bálticos, pero también norteamericanos. 

De momento, el objetivo de los encuentros será "elevar" los lazos con Kiev a través de un foro que se reunirá unas cuatro veces al año y preparar el camino para un futuro ingreso en la organización. Y se llega con un paso que agrada más a los ucranianos: este lunes se ha sabido que los países de la OTAN han acordado por unanimidad dejar de aplicar a Ucrania el Plan de Acción para la Adhesión, con el que la Alianza ayuda a los países candidatos a hacer las reformas necesarias para el ingreso. Esto elimina un obstáculo para las aspiraciones de entrar en la Alianza, ha anunciado el ministro de Exteriores ucraniano, Dmitró Kuleba.

La guerra no es hoy el único impedimento para la entrada de Ucrania. Como le pasa con el caso de la Unión Europa, hacen falta reformas, una lucha contra la corrupción y un control adecuado de las fuerzas armadas, por ejemplo. Signos de que es una democracia plena. Hay muchas voces que defienden que las autoridades ucranianas habían aprendido una lección clara de la corrupción en el ejército de Rusia, que se tragó miles de millones y dejó a los rusos debilitados y mal preparados para la batalla. Pero eso hay que demostrarlo.

A algunos países de la OTAN también les preocupa que si hay una promesa inquebrantable de admitir a Kiev como miembro inmediatamente después de un alto el fuego con Rusia, eso podría alentar a Moscú a prolongar aún más su asalto a Ucrania, indica la BBC.

Dmitri Peskov, el portavoz del Ejeuctivo ruso, ya ha hecho una de sus intervenciones amenazantes indicando que, si hay ingreso de Ucrania en la OTAN, reaccionarán de un modo "suficientemente comprensible y firme". La membresía de Ucrania en la OTAN "tendrá consecuencias extremadamente graves para toda la arquitectura de la seguridad en Europa, de por sí deteriorada", añadió. La política aliada de puertas abiertas al este del continente fue, de inicio, uno de los argumentos falsos usados por Moscú para justificar la invasión del 24 de febrero de 2022. 

Con Ucrania hay otro debate importante: la ayuda armamentística y el gasto de material. Desde el cuartel general indican que no les preocupa la aparente lentitud de la contraofensiva de Kiev, esperada para primavera e iniciada casi en verano, porque atacar siempre es más complicado que defenderse, pero constatan que hay que hablar con los ucranianos del uso que hacen de las armas occidentales, lo que necesitan, hasta dónde se puede llegar y hasta dónde se puede reponer. Cada vez la ayuda es más sofisticada, necesita de más formación y de más dinero y este es un debate que también se afrontará, aunque se forma quizá más privada, por no desgastar la unión en público con algún reproche. 

El veto turco, hasta el final

La cumbre arrancará este martes con la tradicional foto de familia, a lo que seguirá el primer plenario de trabajo, centrado en la idea de reforzar a la OTAN, lo que a juicio de Noruega y Alemania debe incluir la defensa de las infraestructuras críticas submarinas.

Seguirá otra sesión en el mismo formato y orientada en la incorporación de Suecia ya como miembro de pleno derecho, algo que estaba pendiente aún de la ratificación de Hungría y, sobre todo, de Turquía. Es también uno de los temas esenciales de este encuentro anual. El país nórdico, ante la invasión de Ucrania, dio un giro histórico en su política de neutralidad y, junto a Finlandia, dio el paso hacia la OTAN. Helsinki ya está dentro, desde abril, pero Estocolmo lo ha tenido más duro, hasta que anoche, pasadas las nueve de la noche, Stoltenberg soltó el suspiro de alivio: Turquía había levantado su veto y Suecia estaba dentro. 

Los problemas que han afrontado los dos han venido, sobre todo, del mismo lado: Turquía. Ayer hubo una reunión previa entre el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, para destensar la situación, en la que hasta ha mediado Biden, que también se vio con Erdogan en un aparte. Tras sucesivas rondas negociadoras a escala diplomática, ministerial o de líderes, el bloqueo se ha roto in extremis.

¿Por qué? Ankara imponía su veto porque no perdonaba las relaciones de Suecia y Finlandia con el independentismo kurdo, principalmente con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), pero también con los movimientos armados kurdos en Siria combatidos por Turquía. Criticaba además a ambos países por rechazar sus demandas de extradición de miembros de "organizaciones terroristas". 

En el caso de Suecia, estimaba que aún no ha hecho lo suficiente y debía "mejorar". Estocolmo ha aprobado recientemente sucesivas leyes en materia migratoria y endurecido las relativas al terrorismo o apoyo financiero a éstas, orientadas a allanar el camino a su ingreso. Sin embargo, más allá del Ejecutivo, se han producido actos que han enfriado a Ankara, como la quema pública del Corán, en protestas permitidas por las autoridades, en el marco de la libertad de expresión.

Aunque se llegaba mal, con angustia, había esperanza en lograr un acuerdo, como al final ha sido. Ya pasó con el primer paso en Madrid, alcanzado horas antes del inicio de la cumbre, pero ahora era el definitivo y tocaba exprimir las exigencias, hasta el punto de que Erdogan relacionó ayer retomar las negociaciones sobre la entrada de su país en la Unión Europea con su visto bueno turco a la adhesión de Suecia a la OTAN. Antes de salir para Vilna dijo: "Abran el camino de Turquía en la UE. Igual que nosotros abrimos el camino para Finlandia, abramos el camino para Suecia". Toda una declaración de intenciones.

Sus palabras han generado un terremoto y llevaron al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, a verse con el mandatario turco y a declarar, después que Bruselas se propone “revitalizar” su relación con Ankara.. "Exploramos las oportunidades que tenemos por delante para volver a poner en primer plano la cooperación UE-Turquía y revitalizar nuestras relaciones", dijo el belga. Premio para Erdogan.

El dinero, clave

La Cumbre de Vilna ha de servir, también, para aprobar un nuevo objetivo de gasto en defensa. Años se lleva hablando de llegar al 2% del PIB nacional para la materia, pero es que ahora, a la lumbre de la guerra de Ucrania, quienes querían ir a más se están viendo refrendados y abogan, ahora, por que destinar ese 2% sea un mínimo para cada miembro, no un máximo al que aspirar. Sólo el principio. 

"En la cumbre, espero que acordemos un compromiso de inversión en defensa más ambicioso, con el 2% del PIB como un mínimo, no como un máximo", declaró el pasado 28 de junio Stoltenberg, durante una rueda preparatoria del encuentro. En realidad, no es nada nuevo: ese horizonte se fijó en 2014, en una cumbre similar celebrada en Gales. Entonces, ya había empezado la guerra en Ucrania que ha estado viva ocho años y a la que pocos han prestado atención hasta la invasión rusa del pasado año. También fue entonces la amenaza del Kremlin la que llevó a movilizar a los aliados. El reto era alcanzar ese 2% en 2024. 

Ahora mismo, según datos publicados por la OTAN en marzo, sólo Estados Unidos, Grecia, Estonia, Letonia, Lituania, Polonia y Reino Unido cumpliern el año pasado con ese objetivo. Los aliados europeos y Canadá invirtieron el 1,65 % de su PIB en los ejércitos ese año, en ligero retroceso frente al 1,67 % de 2021. España está el segundo por la cola, con un 1,04 %.

"La guerra de Rusia contra Ucrania ha cambiado en lo fundamental nuestro entorno de seguridad, así que es vital seguir invirtiendo en nuestra defensa", afirmó Stoltenberg el 20 de junio desde Alemania. "Corresponderá a los líderes cuando se reúnan en Vilna decidir el lenguaje exacto, pero he defendido considerar el 2% como un mínimo porque, cuando miras los objetivos de capacidades, las capacidades que necesitamos para fortalecer nuestra defensa colectiva en la forma en que hemos acordado, para muchos países requerirá en realidad más del 2%", expuso. 

Los bálticos, de nuevo, los más próximos geográficamente a Rusia, son los que insisten en ir más allá, incluso al 2,5%, y se quejan de que otros, como España, no lleguen. Nuestro país siempre ha defendido que en la OTAN no sólo se pone dinero en juego, sino tropas, bases, participación en misiones, y en eso nuestro país ha sido de los primeros en dar pasos al frente. No obstante, ahora el presidente Pedro Sánchez se ha comprometido plenamente con ese 2% de gasto. 

Ya han pasado los tiempos en los que Donald Trump decía que no sería más el cajero ni la tarjeta de crédito de la OTAN, que todos tenían que retratarse, pero aunque el tono de Biden es muy distinto, la insistencia en que los europeos pongan más dinero sobre la mesa no lo es. Y más cuando el año que viene tocan elecciones presidenciales en EEUU y lo invertido puede convertirse en un arma política. 

"En 2023 se producirá un aumento real del (gasto del) 8,3 % en el conjunto de los aliados europeos y Canadá. Se trata del mayor incremento en décadas y el noveno año consecutivo de aumento de nuestro gasto en defensa”, comentó Stoltenberg el viernes en una rueda de prensa. Según dijo, los aliados europeos y Canadá habrán invertido más de 450.000 millones de dólares estadounidenses (413.560 millones de euros) adicionales desde que la OTAN acordó en 2014 llegar a invertir el 2 % de su PIB en un periodo de diez años.

Algunos miembros de la OTAN, en particular Italia, han dicho también que les preocupa que la opinión pública siga estando a favor del costoso apoyo a Ucrania. Si hay conflictos domésticos por lo que se destina a defensa los compromisos pueden estar en riesgo. 

La invasión rusa de Ucrania, que ha desencadenado una carrera armamentística de primer orden, ha hecho que los aliados se han visto obligados a dar prioridad a las inversiones militares para su propia defensa y para donar equipos a Kiev. El cuartel general ha informado de que se han duplicado los grupos de combate en el este de su territorio y se van mantener a 300.000 soldados en alta disponibilidad, preparados para desplegarse en un breve plazo en cualquier punto de la organización transatlántica, respaldados por capacidades aéreas y navales. 

A todo eso habrá que darle repaso, también, en Vilna, en una cumbre que es una prueba de estrés para una organización que parecía dormida, que Putin ha revivido y relanzado, y que ahora afronta los habituales dolores de crecimiento.