¿Qué fue de los que emigraron hace cuatro años?

¿Qué fue de los que emigraron hace cuatro años?

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Cinco historias unidas por una realidad: la emigración. Iván, Irene, Blanca, Guiomar y Alberto fueron protagonistas en reportajes y blogs de El Huffington Post en 2012 y principios de 2013. Los cinco se encontraban en situaciones muy similares: unos se acababan de ir de España ante la falta de oportunidades y otros estaban casi haciendo las maletas para buscarse la vida fuera.

Casi cuatro años después, ¿qué fue de ellos? Estas son sus cinco historias, todas marcadas por la marcha, como la de tantos otros en España. El Instituto Nacional de Estadística lo evidenció recientemente con unos datos desoladores. 98.934 españoles se marcharon del país el año pasado, la cifra más alta desde el inicio de la crisis y casi el doble de los que optaron por regresar (52.227). Los datos representan, además, un aumento del 23% respecto al año 2014.

Datos fríos tras los que se esconden experiencias como estas.

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Iván Escalante, vallisoletano de 30 años, escribió un blog en marzo de 2013 titulado ‘Yo contra seis millones de parados’. En él narraba la desolación que sentía al buscar trabajo sin éxito tras estudiar ingeniería, cursar un Erasmus, aprender dos idiomas y hacer prácticas. “Algún día servirá”, aventuraba entonces mientras subrayaba que muchos amigos suyos habían encontrado trabajo en el extranjero. “Prefiero pensar que no sé en qué continente estaré el mes o la semana que viene, que de aquí a un año mi vida ha podido cambiar por completo”, decía.

Más de tres años después, Iván no ha cambiado de continente, pero sí de país. Encontró trabajo de lo suyo en Kosice, la segunda ciudad más importante de Eslovaquia, y hace unas semanas firmó un contrato indefinido tras encadenar varios temporales. Es algo, dice, con lo que nunca soñó en España, un país en el que no se ve trabajando en el corto plazo salvo que suceda “un milagro”. Y eso a pesar de que echa de menos “esas pequeñas cosas que sólo valoras cuando no tienes”, como las sobremesas con su familia.

"Cuando leo lo que pasa en España pienso que Berlanga se divertiría mucho si pudiera verlo"

“Me gustaría que España fuera un país donde fuera posible labrarse un futuro, hacer planes... En fin, un lugar donde se pueda vivir y no sólo sobrevivir. Y eso no lo veo en el corto plazo”, lamenta. Para él, hay muchísimas diferencias entre el mercado laboral español y el eslovaco porque allí “lo normal es tener un contrato indefinido”. “Mis compañeros pueden hacer planes a largo plazo, comprarse una casa, tener hijos… En España es imposible”, constata.

Pero hay más. Asegura que, durante las entrevistas de trabajo que ha hecho en Eslovaquia, las empresas le han dado las gracias por haber pensado en ellas. “Y en caso de respuesta negativa, te lo comunican y te vuelven a dar las gracias. En mi búsqueda de trabajo en España eso nunca me pasó”, subraya. Ahora sigue la actualidad española a través de los medios de comunicación y se muestra muy irónico: “Pienso que Berlanga se divertiría mucho si pudiera verlo”.

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En octubre de 2012, Irene Rupérez apareció en un reportaje porque tenía ya listos los billetes para emigrar a Berlín harta de no encontrar trabajo en España. Diplomada en relaciones laborales, licenciada en periodismo, con un máster oficial en comunicación y periodismo deportivo, decía que se marchaba sin ninguna “idea clara”. “Realmente huyo un poco de la realidad española, del Gobierno y de la situación desastrosa por la que pasa España", se lamentaba.

Su aventura en Alemania duró siete meses. Cuenta que fue “maravilloso”, que se adaptó muy rápido y que con el paso del tiempo sólo recuerda las cosas buenas. “Es cierto que llegas a un país nuevo, el clima ese invierno fue horrible, no paraba de nevar y a las tres de la tarde se hacía de noche”, recuerda. Irene asegura que es “imposible” que quien se vaya no eche de menos España porque, “aunque sea un desastre de país”, cuando alguien emigra hace cierta la frase de que “como en España no se vive en ningún sitio”.

"No es maravilloso, no es llegar y vivir en un piso tipo 'Friends"

Iba cinco horas al día de lunes a viernes a estudiar alemán y explica que algunas familias españolas le ofrecieron cuidar sus hijos por las mañanas. “Incluso hice una entrevista en EDarling, la web de contactos, para formar parte de su equipo de comunicación en oficinas”, recuerda. Pero, al final, le ofrecieron trabajo como periodista en Madrid, en la televisión autonómica de Asturias. Estuvo tres años, luego se cambió a Telemadrid… y no tuvo suerte. Ahora vuelve a estar en el paro. Pero esta vez dice que no emigrará porque confía en que todo vaya bien.

“A las personas que estén pensando en irse les diría que no es maravilloso, que no es llegar y vivir en un piso tipo Friends, salir todos los días y aprender superbien el idioma. Irse es pasarlo mal, echar de menos a tu familia, a tus amigos, tu forma de vida. Es pelear para encontrar una casa, hacer cientos de entrevistas sólo para poder tener una habitación donde dormir, no saber ni pedir un abono transporte”, advierte.

Con todo, también subraya que emigrar es “una experiencia maravillosa”, “conocer gente” o “sentirte arropado por una persona que jamás pensaste que ibas a conocer”: “Hay que ser fuerte, valiente y saber que, aunque haya ratos malos, lo bueno prevalece siempre”.

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La historia de Guiomar Duarte la contó en 2012 su padre, Carlos M. Duarte, en un post titulado ‘Ayer emigró mi hija’ y que se hizo viral con más de 66.000 ‘me gusta’. “Emigra en busca de un futuro que no ha podido encontrar en su país y que la sociedad, o sus padres, no le han sabido dar”, decía en un artículo en el que lamentaba lo “extraordinariamente frustrante que es para un padre ver marchar a sus hijos”. “Pero mantenerlos a costa nuestra no es opción”, advertía.

Guiomar estudió Publicidad y Relaciones Públicas y ahora trabaja en París en algo relacionado con lo suyo: la organización de eventos científicos y la gestión de contenido web para un instituto del CNRS (el Centro Nacional de Investigación Científica francés). Pero cuando su padre escribió el post su destino no era París, sino Australia. Recuerda que España estaba entonces en plena crisis y el panorama era desolador. “Fui allí porque sabía que tendría más (y mejores) oportunidades laborales y al cabo de unos meses encontré trabajo de lo mío”, explica.

"En algún momento me gustaría poder volver a España, pero todavía no"

En 2014 volvió a España y dice que gracias a su experiencia en el extranjero encontró trabajo en pocos meses. Luego se marchó a Francia, pero esta vez por amor y no por necesidad. “En algún momento me gustaría poder volver a España, pero todavía no. Mi impresión es que quizá sí que empieza a haber más trabajo y que la cosa está un poco mejor que cuando me fui en 2012, pero a costa de más precariedad laboral”, explica.

Guiomar apunta que fuera conocen la situación política y económica de España y ven con tristeza el elevado grado de paro y emigración. Pero avisa de que empiezan a ser más críticos debido a “tantos casos de corrupción”.

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Blanca Espigares, arquitecta granadina centrada ahora en investigación, escribió en noviembre de 2012 un post que desprendía desolación. Se titulaba ‘Yo he costado 230.000 euros a los españoles’ y en él contaba que iba a emigrar a países donde solicitan “personas tan preparadas como nosotros”. “España ha invertido 230.000 euros, pero su inversión se exilia en busca de un mundo donde sea apreciada”, lamentaba.

Finalmente, Blanca no llegó a irse y todavía sigue en España, pero con casi todo preparado para marcharse fuera en octubre. “Este tiempo he intentado subsistir con contratos de mierda, trabajillos y proyectos que te encargan y se caen... hasta que me he dado cuenta de que estoy haciendo el tonto”, asegura. Hace dos meses empezó a buscar trabajo fuera, le llegaron dos ofertas y calcula que en otoño ya estará en el extranjero dando clases y haciendo investigación.

"Al final, lo que siento es completo alivio de haber mandado todo a la porra y poder irme"

“Me voy por dignidad. Cuando te contacta otra universidad ves que miran tu currículum con otros ojos. De repente dices: ‘No estoy pisoteada’. La diferencia entre el trato de fuera y el que te dan aquí es absoluto”, critica mientras subraya que en España “se desprecia el trabajo académico porque existe el pensamiento de que dedicarte a la investigación es que te gusta una poltrona: te pagan y no haces nada en todo el día”.

Blanca subraya que el problema en España es que “todo lo que te llevas son varapalos y no paras de ver enchufes y endogamias”. “Al final, lo que siento es completo alivio de haber mandado todo a la porra y poder irme”, zanja. Por eso, se niega a considerar la emigración como un drama: “Estoy viviendo aquí más drama tratando de llegar a pagar un alquiler, pidiendo a mis padres cada fin de mes 200 euros para poder comprar comida… Son cosas que hay que hacer y es una cuestión histórica: todas las civilizaciones han tenido emigraciones en masa históricamente”.

Alberto Pérez -nombre ficticio- apareció en un reportaje en El Huffington Post en 2012, pero ahora prefiere mantener el anonimato. Se había marchado junto a su mujer a Londres un año antes porque en España no tenía “ni presente ni futuro”. A principios de este año volvió del Reino Unido y en seis meses de búsqueda de empleo únicamente ha recibido dos llamadas.

En la capital británica trabajó en una empresa de limpieza, como repartidor y como programador. Pero se quedó sin trabajo y la renta era tan alta que “se comería” sus ahorros en pocos meses. Ahora considera que volver a España ha sido un error. “Allí valoran el trabajo especializado. Saben que un trabajador es un activo, no un gasto. Eso no quiere decir que regalen el sueldo. Hay que trabajar y rendir. Pero procuran tener a la gente contenta”, explica.

"Debería ser obligatorio emigrar por lo menos dos o tres años. Se acabarían muchas tonterías"

Por eso, antes del Brexit intentó volver a Londres y dice que en una semana recibió del Reino Unido tantas llamadas como en siete meses en España. “Con el mismo currículo”, subraya mientras afirma que emigrar debería ser “obligatorio por lo menos dos o tres años”. A su juicio, así “se acabarían muchas tonterías” y se “caen muchos tópicos”.

Pese a ello, advierte de que la experiencia no es en absoluto fácil. En su caso, dice, los mayores problemas los tuvo con el idioma. “Soy muy negado o muy mayor para aprender inglés de forma fluida”, se lamenta. Dice que es capaz de pasar las pruebas técnicas, escritas, pero no las entrevistas por teléfono. “Aunque me siento orgulloso porque fui sin tener ni idea de inglés hablado y ahora lo domino. Pero no lo suficiente como para pasar una entrevista”, admite.

Son historias de sueños errantes.