La ilusión de... decorar tu casa

La ilusión de... decorar tu casa

Cada miembro de la familia juega un papel diferente en Navidad.

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Hora de desempolvar las cajas en las que guardas todos los adornos navideños. Las bolas del árbol, las guirnaldas, las figuras del belén y hasta ese servilletero que compraste el año pasado. Jamás te atreverías a usar algo parecido en otra época del año. No hay nada que se escape al rojo y el dorado de la Navidad. Sólo nos podemos permitir utilizar colores tan brillantes ahora sin que a nadie le chirríe nuestro estilo.

La ilusión se respira en casa. Los más pequeños ven un poco más cerca la llegada de los Reyes Magos, cuando ponen el árbol que dará cobijo a los regalos, y los adultos recuperan el espíritu infantil.

Todos se apuntan a decorar el hogar, a desembalar las cajas donde guardas las cosas cada año, a ir de compras y traer la última novedad en luces y algún capricho más que no incluya el Papá Noel que cuelga de los balcones —porque ya está demasiado visto—. El fervor no se deja diluir por nada, ni siquiera por la certeza de que, a pesar de tanta colaboración, todos harán bomba de humo cuando haya que recoger todo al final de las fiestas. El peligro de llegar con las luces puestas a la primavera (aunque eso sí, apagadas) también es una tradición navideña. Tanto como la excusa de "hasta San Antón, Pascuas son", para los que se ponen el límite en el 17 de enero.

Seguimos cayendo en la trampa de las películas en las que nos dicen lo perfecto que es el Rockefeller Center (Nueva York, EEUU) en Navidad, y queremos competir. La implicación de toda la familia por demostrar que aquí también podemos decorar a lo grande es máxima:

El hijo pequeño

Es el primero en pedirlo. Desde que empiezan a aparecer los primeros anuncios de juguetes en televisión y desde que empieza a ver los primeros catálogos en los centros comerciales. Si por él fuera, el árbol estaría puesto desde que acabó el verano. Hay una función que tiene asignada en esta misión, pase lo que pase: colocar el musgo y la nieve en el belén es cosa suya. Y si puede colar un Papá Noel, por mucho que le expliques que ese señor de rojo no visitó a Jesús, le dará igual. Tendrás que comulgar con ruedas de molino y punto.

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El padre

Todo comienza perfecto. Él está tan por la labor como el resto de miembros de la familia. Y colocar las bolas que vestirán la parte alta del árbol es cosa suya. Él es el que tiene los brazos más largos y es imprescindible en este juego de equipo. Pero en cuanto ha hecho eso, algo le dice que ha cumplido con su cometido y empieza a escaquearse. Lo peor es que arrastra al resto con él para sentirse un poco menos culpable y tener el apoyo de otro, y le propone al niño jugar a cualquier cosa. Ya vais quedando menos para competir con los neoyorkinos.

La madre

Lo tiene todo bajo control. Sabe dónde está guardada cada cosa y donde encontrarla para completar cada rincón. "Mamá, no sé dónde está San José"... "¿A qué voy yo y lo encuentro?". Una leyenda de las ciertas. Tiene una mente tan estructura como la de cualquier ingeniero y sin ella, que ocupa el rol de la jefa del equipo, lo de entrar en la Navidad con la casa más bonita de toda la ciudad sería imposible.

La hermana (muy fan de la Navidad)

Es algo así como el hijo pequeño, aunque ya ha crecido (en teoría). Pero eso no le impide estar deseando que llegue el momento de desembalar. Ella decide encargarse del balcón, que es lo primero que van a ver las visitas y quienes ni siquiera entren en casa. Está entrenada para ello en cuerpo y mente, y no le importa pasar frío ni pelarse los dedos de las manos ideando nudos más ingeniosos que los de cualquier escalador para colocar las mejores luces del barrio en la barandilla. Es perfeccionista: cuando entró en la adolescencia, pasó de incluir ese Papá Noel en el belén a encargarse de las luces. Ahora, de explicar la historia del chiquirriquitín al pequeño de la familia para que desista de su intención de incluir a este nuevo miembro en el portal de Belén que se encarguen otros.

La mascota

Es un miembro más de la familia. No tiene la capacidad de adornar la casa, pero sí de disfrutar viendo cómo otros lo hacen y de liarla a lo grande, apropiándose del atrezzo. Como vea el papel con textura de piedra en el suelo, aquí sí que se arma el belén. No está dispuesto a quedarse fuera de juego, y cualquier bola del árbol también le vale. Cuando lo ves aparecer con el hocico lleno de purpurina, sabes que trama algo gordo, y es mejor estar prevenido. Aunque para entonces es tarde: ya la ha liado.

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Bonus track: la tía que aparece en casa con los dulces

Los acaba de hacer. Ya sabes qué te ofrecerán todos tus familiares más cercanos en cuanto los visites, porque ella ha pasado antes por cada una de las casas con su bandeja de regalo, el más esperado de diciembre porque marca el comienzo de las fiestas. Y por su culpa, en parte, todos tenemos ahora el mismo propósito para el próximo año: mantenernos en nuestro peso ideal. Mientras tanto, toca saborear la Navidad, que una vez al año no hace daño.