Somos raros, también en los Goya

Somos raros, también en los Goya

Actores de 'Campeones' posan con su Goya.Marcelo del Pozo / Reuters

Esta gala de los Goya prometió ser diferente. Desde la alfombra roja donde se espera a los grandes artistas, se ve todo de otra forma. Se percibe la humanidad, lo que no se querría mostrar ante los focos. Todos ellos tienen más arrugas de las que aparecen en la gran pantalla, son más bajitos, sus cabezas son de otras dimensiones. Son como nosotros, por suerte o por desgracia. Por lo tanto, la farándula no es solo lo que ellos hacen, sino lo que nosotros hacemos de ellos.

La edición número 33 ha sido novedosa porque han cabido más. No en número, en forma. Han cabido más identidades. Hace unos años el éxito solo estaba disponible para unos pocos afortunados, pero estas nuevas generaciones están enamoradas de lo raro. Son personas que han sido apartadas y ahora quieren vengarse; se quieren construir sus propios espacios. Esa es la diferencia entre decir "vamos a hacer una gala feminista" a hacerla: la configuración de algo verdaderamente inclusivo. Con menos imagen y más realidad.

No obstante, aún habrá vestidos que causen conmoción, aún los vellos de las axilas de Amaia serán un tema conversación, pero Eduardo Casanova ha parado a una joven periodista y le ha dicho que su vestido es "la idea". Se trataba de un traje de tu celeste, que llamaba la atención por su originalidad. Es la idea, enfrentarse a lo que digan para ser finalmente uno mismo. Eduardo no es el único. También Brays Efe ha continuado en su línea excéntrica, utilizando un traje casi pintado por Mondrian; o Rosalía, que ha traído la humildad, reconociendo haber dudado durante su trayectoria, haber pasado de cantar en bares a ser un icono de la música (en un mundo de sobreexposición, la modestia ha de señalarse). Dulceida se ha quitado los tacones con total tranquilidad delante de las cámaras. Y por supuesto, la diversidad funcional ha empezado a existir. Incluso ha sido galardonada, por ser unos campeones.

Renovarse o morir

Es la segunda vez que los premios salen de la capital, se han mudado a Sevilla, "y el que no diga ole, que se le seque la hierbabuena". Silvia Abril y Andreu Buenafuente han devuelto el humor crítico que el cine merece, citando la actualidad política; Venezuela, Cataluña, las guerras, la inmigración, los gitanos, la homosexualidad, el empoderamiento de la mujer (también el de Leticia Dolera).

Se ha vuelto a repetir, de varias formas, que son muchas las que crean, se han mostrado cuerpos no normativos habiendo ganado Cerdita,un corto sobre los peores miedos de una chica gorda. James Rhodes ha tocado el piano, el conocido músico que tanto ha luchado por su duro testimonio recogido en sus memorias. El actor de campeones, Jesús Vidal ha resumido lo ocurrido con tres palabras: "Inclusión, diversidad y visibilidad". Los Goyas no han tenido miedo —ni a las pequeñas pantallas— y han tardado en abrir los sobres porque es complicado mostrar ciertas biografías. Pero cuando finalmente se muestran, calan.

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