Cuatro tópicos de las personas trans en el cine y la televisión que hay que olvidar (y que se siguen viendo)

Cuatro tópicos de las personas trans en el cine y la televisión que hay que olvidar (y que se siguen viendo)

El documental 'Disclosure' muestra cómo se ha plasmado al colectivo LGTBI en la industria audiovisual.

Jared Leto en 'Dallas Buyers Club', Eddie Redmayne en 'La chica danesa' y Paco León en 'La casa de las flores'.Netflix/Focus Features

En 2020 el debate de la representación del colectivo trans sigue sobre la mesa y dentro de la pantalla. Actrices como Halle Berry o Scarlett Johansson se han visto envueltas en la polémica al no ser conscientes de la invisibilización que supone que una mujer cis interprete a una trans y los hombres cis encarnando a mujeres trans son una constante en la gran pantalla. Además, los chistes transfóbicos y los debates sobre si las mujeres trans son sujetos de la lucha feminista —hola, JK Rowling— siguen a la orden del día.

En los últimos años se han dado pasos adelante con series como Pose (2020), Transparent (2014) o Euphoria (2018), pero todavía queda mucho por hacer.

Para intentar cambiar este punto de vista ha intervenido Netflix con su documental Disclosure: ser trans en Hollywood, estrenado durante el mes del Orgullo LGTBI. La producción trata de reflejar cómo ha mostrado la industria audiovisual estadounidense al colectivo trans en sus series y películas a lo largo de la historia de la mano de actrices como Laverne Cox (Orange is the new black), Indya Moore (Pose) o la directora de Matrix, Lilly Wachowski.

Por este motivo, hemos recopilado los principales tópicos a los que se ha enfrentado este colectivo y que, por desgracia, siguen plasmándose en la industria.

1. No, las mujeres trans no son hombres disfrazados

El concepto de personas trans no ha existido tal y como se conoce hoy en día hasta hace relativamente poco. Y mucho menos en la industria audiovisual, donde las primeras representaciones de mujeres trans eran, en realidad, hombres disfrazados que tenían un rol cómico. Véase, por ejemplo, filmes como la Señora Doubtfire (1993).

Tal y como se muestra en Disclosure, las primeras apariciones de las mujeres trans eran para ridiculizarlas o minimizarlas. Esto se acentuaba más aún en los años 50 y 60 en el caso de las mujeres trans negras. El racismo mostraba a los  hombres como violentos y salvajes, así que ‘disfrazarlos’ para aparecer como mujeres les hacía parecer inofensivos.

Por ejemplo, Jamie Foxx mostró un rito de iniciación a la comedia que pasaba por ponerse un vestido y maquillarse como objeto de burla. Lejos de rectificar, en 2015 fue duramente criticado por sus posteriores chistes tránsfobos sobre el proceso de transición de la madre de las Kardashian, Caitlyn Jenner.

Ya bien entrada la década de los 2010, se han ido superando algunos obstáculos dentro del colectivo. Pero siguen manteniéndose otros muchos. Por ejemplo, los roles de mujeres trans siguen interpretándose por hombres, perpetuando el cliché de “hombres disfrazados de mujer”. Véase Eddie Redmayne en La chica danesa (2015), Jared Leto en Dallas Buyers Club (2013), o Paco León en La casa de las flores (2019). Mientras tanto, las actrices trans —presentes en este documental y otras muchas— forman parte del colectivo más afectado por el desempleo.

Sólo en España, las personas trans tienen una tasa de paro en torno al 85%. Esto sin contar con que las actrices sufren un 6% más de paro que los actores. Una mezcla explosiva.

2. Dejar de reflejar la ‘sorpresa’ y la repulsión

Otro tópico de la representación trans en la pequeña y la gran pantalla es lo que el colectivo llama la “sorpresa”. Es decir, cuando alguien se ve obligado a contar que es trans o que directamente alguien lo “descubre”. Esto provoca la vergüenza e incluso la decepción de los hombres que tratan de flirtear o intimar con las mujeres trans.

En otros muchos casos, se ha mostrado esta transfobia mediante la repulsión. Hay producciones que lo han plasmado de la forma más explícita, como es el caso Ace Ventura: Pet Detective (1994). En esta cinta, el personaje de Jim Carrey besa a una mujer policía interpretada por Sean Young, que resulta ser la misma persona que Ray Finkel, el traficante de animales que perseguía el protagonista. El “hallazgo” le hace vomitar dos veces sobre sí mismo de una forma exagerada (al puro estilo Jim Carrey) como señal de repulsa hacia su identidad de género.

Lo mismo sucede en el filme Agárralo como puedas 33 ⅓: El insulto final (1994), donde el personaje de Leslie Nielsen trata de mantener una relación con la novia del villano, Tanya Peters. Esta se desnuda frente a él y, de repente, aparece la silueta de un pene en la sombra lo que provoca que empiece a vomitar.

Aquí entraría en juego lo que se conoce como el passing, cuando a una persona “no se le nota” que es trans, es decir, que nadie sospecha que ha iniciado una transición.

Este término, en estas narraciones audiovisuales, es la que hace que los hombres cis heterosexuales sientan repulsión o vergüenza, ya que si no tuvieran esa aceptación aparente, las habrían discriminado desde un primer momento sin “rebajarse” o “perder hombría”.

3. Psicópatas, asesinas o víctimas de un gran drama

Basta con echar un ojo a la filmografía de Alfred Hitchcock para saber que los hombres vestidos de mujeres eran el villano de la película. Pero más allá de Norman Bates, en Psicosis (1960), otros como Bobbi en Vestida para matar (1980) o Buffalo Bill en El silencio de los corderos (1991) son ejemplos de que las mujeres trans se han asociado en el imaginario audiovisual como psicópatas o desequilibradas.

Esta relación se suma a la patologización que han vivido las personas del colectivo a lo largo de su vida. Hasta 2018, la OMS consideraba la transexualidad como un transtorno mental y todavía en 2020, en España, las personas trans tienen que ser vistas por psiquiatras para ser diagnosticadas con disforia de género y poder comenzar la transición.

En el caso de que no se las plasme como enfermos mentales, las personas trans se han plasmado —al igual que sucede en gran parte con los homosexuales— como protagonistas de grandes dramas e incluso como víctimas de asesinatos.

Muestra de ello es la actriz Alexandra Grey cuyos primeros papeles relevantes en la televisión fueron en Chicago Med (2016) y Code Black (2016), ambas series de medicina en las que sufría una enfermedad terminal relacionada con su tratamiento para la transición. De nuevo, estigma y patalogización, en lugar de desde la locura, desde la lástima y el supuesto peligro de las hormonas para la transición.

4. Los hombres trans también existen

Otro aspecto plasmado en Disclosure es la invisibilización de los hombres trans. Mientras que las mujeres han estado duramente estigmatizadas y expuestas como objeto de broma o como desequilibradas, los hombres ni siquiera se han mostrado excepto en contadas ocasiones. Y tampoco han sido demasiado buenas.

La representación más llamativa es el personaje de Max Sweeney en la serie lésbica por excelencia, The L World (2009), un hombre trans que cuando empieza la transición se muestra continuamente atormentado y violento debido a la testosterona. De nuevo, el tratamiento asociado a la patalogización y la disforia.

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Soy redactora de LIFE en El HuffPost España y mi misión es acercarte la última hora del mundo de la cultura, la música y el entretenimiento.

 

Sobre qué temas escribo

Escribo principalmente de música, cultura, cine, series y entretenimiento porque, aunque sirva para desconectar, bailar o echar un rato entre palomitas, la cultura esconde mucho más. Evitando el elitismo, trato de tender la mano a las nuevas tendencias de la industria musical o del audiovisual a través de entrevistas con artistas emergentes —que pronto dejarán de serlo— y compaginarlo con el análisis de lo más mainstream como Taylor Swift o Bad Bunny.


En estos ocho años he cubierto los Goya, los Oscar, el Benidorm Fest o Eurovisión. Sí, soy la responsable de los memes que han inundado la cuenta de X de El HuffPost en Eurovisión. Siempre buscando un contenido cercano, sin perder el rigor, contando más allá de lo que se pueda ver en la pantalla.
Aunque no siempre haya relación con la industria cultural, también he cubierto temas relacionados con el Feminismo y el colectivo LGTBIQ+.

 

He podido contar en primera persona con supervivientes del “Stonewall español” que es el Pasaje Begoña, denunciar la situación que viven los menores trans o hablar sobre qué significa la manosfera antes de que llegara a Netflix ‘Adolescencia’.

 

Mi trayectoria

Nací en Málaga, donde estudié Periodismo por vocación en la Universidad de Málaga, entre playlists de Spotify, discos y conciertos. Antes de incorporarme a El HuffPost en 2017, colaboré diversas revistas culturales y de entretenimiento. En 2016 trabajé en el departamento de comunicación de UPHO Festival, un festival de fotografía contemporánea urbana parte del proyecto europeo Urban Layers. Y, aunque sigo echando de menos Andalucía, me trasladé a Madrid para estudiar el Máster en Periodismo Cultural en la Universidad CEU San Pablo. En 2018, compaginé mi trabajo en El HuffPost con la coordinación de proyecto de la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE celebrada en CentroCentro. Desde 2017 trabajo en El HuffPost España, donde he logrado una nominación a los premios GLAAD y ser finalista de los Premios Papageno en 2022.

 


 

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