El año en el que la izquierda recuperó su tendencia histórica a partirse la cara

El año en el que la izquierda recuperó su tendencia histórica a partirse la cara

Planeta

Comienzan a reproducirse como setas toda suerte de ensayos, análisis y reflexiones del año en el que España se mantuvo con un Gobierno en funciones. Visto lo visto, empieza a ser urgente —porque en las próximas fechas llegarán más obras del mismo cariz— separar el trigo de la paja y fijarse en los textos que, además de recordar los frenéticos vaivenes de aquellas jornadas, aporten valor informativo de lo que sucedió durante esos 316 días en los que la izquierda recuperó su tendencia histórica a partirse la cara y Rajoy volvió a gobernar sin moverse del sofá.

De los libros que abordan esos meses de infarto, la crónica personal que publica el periodista Jesús Maraña es, por ahora, el más interesante, ambicioso, rico en anécdotas y coherente en estructura. Al fondo a la izquierda no pone el foco tanto en los motivos que propiciaron otro gobierno de Rajoy como en por qué la izquierda desaprovechó la oportunidad de impedir que un presidente emponzoñado por la corrupción y autor de los recortes que han dinamitado el Estado del Bienestar volviera a ocupar La Moncloa otros cuatro años.

'Al fondo a la izquierda' es una gran crónica periodística de un año loco y sin consuelo para los votantes de izquierdas

El relato de Maraña, que arranca con la inmolación de Zapatero en mayo de 2010 y concluye con la muerte de Carme Chacón, pone orden y coherencia en unos meses frenéticos que cambiaron España, dinamitaron al PSOE, dividieron a Podemos y propiciaron la fagocitación de IU por los morados. Repleto de referencias, no hay detalle o dato relevante que no esté respaldado. Resulta meritorio que el director de infoLibre haya evitado el abuso de las fuentes anónimas para poner nombre y apellidos a los autores de las frases —algunas de gran enjundia— que se incluyen en el texto.

Al fondo a la izquierda revela, por ejemplo, cómo Susana Díaz dijo de Pedro Sánchez: "Este chico no vale, pero nos vale". O cómo, en conversación privada con Pablo Iglesias, el líder de Podemos se quejó: "Necesito al lado a alguien que cuando yo digo '¡cal viva!' eche dos paladas más, no que me rectifique con los gestos'". Y una tercera: el momento en el que el rey reconoció la forma chapucera en la que la Casa Real gestionó la declinación de Mariano Rajoy. El rey ni olvidará lo ocurrido, "ni se repetirá", escribe Maraña. No son los únicos pasajes de una crónica que se lee con la misma intensidad con la que se vivieron esos meses: es impagable, por ejemplo, el relato de la comida del autor con César Alierta.

Siendo estos apuntes importantes, lo es mucho más la conclusión que se extrae del libro: la izquierda carece de un relato —más allá de la desconfianza y el rechazo— para explicar por qué optó por librar su enésima batalla cainita —ya fuera en solitario o todos contra todos— en vez de encontrar puntos de entendimiento. "La tendencia a caer en la melancolía es típica de la izquierda, pero su reconstrucción es urgente si se pretende evitar un larguísimo invierno en la oposición", concluye el periodista.

Maraña recuerda cómo Pablo Igesias le dijo: "Necesito al lado a alguien que cuando yo digo '¡cal viva!' eche dos paladas más"

El libro teje hechos, decisiones, decepciones, conspiraciones y expone el poder del establishment (encarnado en el Consejo Empresarial para la Competitividad) en España, un think-tank que actúa como un director de orquesta cuya batuta, movida con la connivencia de determinados medios de comunicación, marca el ritmo de la política española.

Al fondo a la izquierda es una excelente crónica periodística de un año loco y sin consuelo para los votantes de izquierdas. Sus páginas, en fin, deberían marcarse a fuego sobre todos aquellos que, embarrados aún en disputas internas, siguen perseverando en el tactismo partidista más que en la consecución de aquello que tanto prometen y a lo que aún se aferran con esperanza tantos votantes: favorecer que la izquierda vuelva a gobernar en España.

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