Nueve respuestas a nueve dudas sobre Nutriscore

Nueve respuestas a nueve dudas sobre Nutriscore

El semáforo nutricional que puntúa los ingredientes de los alimentos ha suscitado numerosas críticas por su criterio de clasificación.

Una etiqueta de Nutriscore en un paquete de jamón cocido.Patrick Pleul/picture alliance via Getty Images

El semáforo de Nutriscore ha encendido la luz roja entre los nutricionistas. Este sistema califica los alimentos en función de sus componentes nutricionales como las grasas, la sal o los azúcares—incluidos tradicionalmente en la etiqueta trasera de los productos— y del tipo de alimento que se trate.

Este sistema se aprobó en 2018 en España bajo el marco de la Comisión Europea y anteriormente ya lo habían implantado países como Francia o Alemania.

A raíz de la retirada del aceite de oliva de esta clasificación, desarrollada por la Universidad de Oxford, numerosos nutricionistas criticaron duramente el sistema señalando que no detectaba los alimentos poco saludables.

En este sentido se plantean distintas dudas sobre el funcionamiento de Nutriscore y si de verdad es fiable para saber si un producto es o no sano. Estas son algunas de las más repetidas.

“No te dice si un producto es bueno o malo, sencillamente te simplifica una información útil sobre la dieta y el consumo saludable de una persona”, señalan desde el ministerio de Consumo. Además, dejan claro que no es comparable dos productos de distinta categoría. Esto quiere decir que a la hora de elegir dos tipos de cereales serviría para ver cuál tiene más azúcares, por ejemplo.

El ministerio encabezado por Alberto Garzón deja claro que este semáforo “no tiene como objetivo recordarte las dimensiones sanitarias sino a comprender el valor nutricional de los distintos productos”.

Sin embargo, el semáforo otorga una letra y un color en función de lo recomendable que sea su consumo.

Para el ministerio de Consumo no tiene la finalidad de comparar dos productos con “usos distintos” y, por mucho que se puedan utilizar ambos alimentos para un desayuno o una merienda, no se incluyen los mismos criterios en su clasificación.

Además, señalan que Nutriscore no está diseñado para los productos frescos, por lo que la mayoría de ellos no se incluyen en este sistema, si no que se hace para aquellos con distintos componentes y cuya fórmula se pueda variar. Según los nutricionistas, este sistema tiene cierta “trampa”. En algunos casos, los productores añaden frutas o verduras en su composición con altos niveles de azúcares o grasas y suben automáticamente de categoría.

El aceite de oliva tiene una serie de propiedades que no fueron del todo reconocidas por Nutriscore, según Consumo, y por este motivo se defiende que se tiene que “quedar fuera de toda confusión”. Del mismo modo, recuerdan que no se ha retirado en sí si no que “se reclamó al comité científico que se volvieran a evaluar los criterios en base a distintos estudios que avalan sus beneficios nutricionales”.

Desde el ministerio dejan claro que “no existe la exclusión”, cualquier sector puede autoexcluirse si le parece oportuno. Por el momento, no es obligatorio para ninguna empresa ni sector, por lo que ni se excluye ni se incluye a ningún sector.

Sin embargo, cuando sea obligatorio no habrá ningún tipo de excepción —pese a las críticas de sectores como el del jamón serrano— más allá del aceite de oliva que se ha quedado fuera de este sistema por los mencionados criterios científicos.

Otro punto criticado es que Nutriscore no tiene en cuenta otros factores que afectan a si un producto es o no saludable como si se trata de un ultraprocesado o el impacto ecológico que tiene.

Según fuentes del ministerio, esto “se irá desarrollando en tiempos posteriores” ya que se basa en la evidencia científica reciente sobre cómo afectan estos productos a la salud.

“Es voluntario ya que las competencias para hacerlo obligatorio son de la Comisión Europea”, señalan desde Consumo, aunque abogan porque sea obligatorio a nivel europeo y “esperan” que lo sea próximamente.

Además, este indicador se puede usar como herramienta de marketing —tal y como denunciaron nutricionistas— aunque desde Consumo señalan que esto pretende que las “empresas tengan un incentivo para mejorar los componentes nutricionales de sus productos y los consumidores tengan una información más clara y sintetizada de la información nutricional de un producto”.

A diferencia de otros sistemas como los “sellos negros” de Chile que alertan del alto contenido en azúcares o en grasa de los productos, en España se ha optado por Nutriscore. El motivo, según argumentan desde el ministerio de Consumo es porque es el que “mayor respaldo científico” tiene, pese a las numerosas deficiencias.

Más allá de su cuestionada intención como semáforo nutricional, Nutriscore serviría como herramienta comercial. Según datos del ministerio de Consumo, el 36% del valor de las exportaciones de la categoría de alimentación, bebidas y tabaco se da en países con este sistema por lo que facilitaría su venta.

Según Consumo, la sociedad “está preparada” para este sistema porque hay una creciente conciencia de lo que se está consumiendo, pero dejan claro que es necesaria una campaña pedagógica, que realizarán en los últimos meses para educar a la gente sobre el sistema.

Sin embargo, algunos nutricionistas señalan que ver una A o una B puede confundir a los usuarios y pensar que es por sí saludable ya que en ningún momento se especifica que este producto se clasifica en relación con otros de su misma categoría ni los criterios que tiene en cuenta.

Según el ministerio de Consumo, Nutriscore va a crear perfiles nutricionales a raíz de los cuales se pretende regular la publicidad infantil a partir de finales de año. “Podemos prohibir la publicidad de productos con componentes nutricionales que se ha demostrado que tienen un prejuicio para la salud a medio y largo plazo, sobre todo, en menores de edad”.

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Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es