Salvador Illa: “Siento que mi propuesta para Cataluña va ganando adeptos día a día”

Salvador Illa: “Siento que mi propuesta para Cataluña va ganando adeptos día a día”

Entrevista con el exministro de Sanidad y líder del PSC: "El desencuentro con la Comunidad de Madrid fue uno de los momentos más desagradables que he vivido".

Cumpliéndose una especie de ley de Murphy del periodismo, al colgar la llamada con Salvador Illa, llegan las alertas informativas sobre el estallido de la crisis del Govern en Cataluña. La entrevista con el exministro de Sanidad ha transcurrido con normalidad, centrada principalmente en El año de la pandemia (Península), el libro que Illa acaba de publicar, y ajena –al menos por parte de la periodista– a que mientras tanto el gobierno de la Generalitat está haciendo agua. 

Illa probablemente ya esté al tanto y, aunque hace gala de su discreción, tanto en el libro como en la entrevista deja ver que ha notado un cambio en la sociedad catalana –no tanto en la política– desde que volvió a su tierra natal. Fue a principios de 2021, habiendo sobrevivido como ministro de Sanidad al peor año de la pandemia, y dispuesto a ser el candidato del PSC en las elecciones catalanas de aquel febrero, tal y como le había pedido –según cuenta– el ahora ministro Miquel Iceta, quien inicialmente estaba llamado a disputar esos comicios

Salvador Illa reconoce que no añora Madrid ni el Consejo de Ministros –aunque fue “un honor”, recalca– porque está “muy convencido” e ilusionado con el trabajo que hace ahora como líder de la oposición en Cataluña. Incluso cree que el ‘efecto Illa’ sigue vigente hoy. En cuanto a la gestión de la pandemia, considera que “lo mínimo que se puede decir” es que el Gobierno “actuó con decencia”.

Tras un año que describe como “frenético” al frente del Ministerio de Sanidad en la mayor crisis sanitaria del último siglo, ¿ha podido descansar más desde que se presentó a las elecciones en Cataluña?

Ha sido una situación y un ritmo de trabajo intenso, pero que no tienen nada que ver con lo que vivimos en ese año en el Ministerio de Sanidad, que fue muy intenso, sobre todo al principio. Fue muy trepidante porque la situación era muy excepcional. El ritmo de trabajo aquí también es intenso, la agenda está repleta de actos, pero, insisto, no tiene nada que ver con los meses en el Ministerio de Sanidad. 

El libro no es una reivindicación de la tarea hecha, ni mucho menos un ajuste de cuentas con nadie

De su libro he oído decir que era necesario para cubrir un hueco de información aún vacío, que era una vendetta contra Madrid, o incluso que era una forma de presumir de una “gestión infame”, citando las palabras textuales de Díaz Ayuso. ¿Cómo surgió en realidad la idea de escribir este libro? ¿Por qué lo hizo?

Respetando las valoraciones que cualquier lector pueda hacer al respecto, lo escribí porque estuve dándole vueltas, tuve ofrecimientos de varias editoriales, entre ellas de Península, que fue finalmente la que editó el libro. Lo hice porque creo que debía explicar mi versión en este año tan crítico para la historia de España. El libro pretende ser un homenaje a los españoles, al sistema sanitario, a los trabajadores esenciales por el comportamiento ejemplar que tuvieron; pero pretende ser también una reivindicación de la política, de las instituciones que tenemos, y de cómo al final la Política en mayúscula ayudó a salir de esta situación tan complicada. No sé si lo conseguí, pero esta es la razón por la que he hecho el libro. No es ninguna autojustificación, ni una reivindicación de la tarea hecha, ni mucho menos un ajuste de cuentas con nadie. Al contrario, creo que también pongo muy en valor, o al menos lo intento, el papel de las comunidades autónomas. 

En el proceso inicial de compra de material Europa no supo trabajar conjuntamente

En su relato, es abiertamente crítico, por ejemplo, con la postura de Alemania al principio de la pandemia, con la falta de información desde China, con el salvaje Oeste en que se convirtió el proceso de compra de material. Aun así, ¿hay algo que no haya podido contar, o en lo que se haya autocensurado, en este sentido? 

Cuento prácticamente todo lo que viví y lo que pasé, todo lo relevante por descontado. Todos cometimos errores, al principio había mucha incertidumbre, y efectivamente en todo el proceso inicial de compra de material Europa no supo trabajar conjuntamente, y hubo reacciones por parte de todos los países para intentar tener los equipos, el material, lo que necesitaba la sanidad en aquel momento. Pero luego esto mejoró. Así que no lo hago con inquina, sino con un afán de exponer en qué situación estábamos y por qué tomábamos ciertas decisiones. 

Entiendo que en ese momento todo era tan intenso y todo iba tan rápido que casi no podía pararse. Ahora, ¿qué siente cuando piensa en los peores momentos de la pandemia? ¿Qué ha sentido al recordarlo todo y ponerse a escribir? 

En el proceso de escritura hay dos partes: una primera que consiste en ordenar el material para que la explicación sea más ordenada de cara al lector. Para ello he contado con mi equipo del Ministerio; yo tenía mis notas, pero las he contrastado con algunos de los miembros de mi equipo. Luego está la segunda parte, que es la que me ha costado más. Al escribirlo, lo rememoras, lo revives, y ahí me he dado cuenta de que no había procesado emocionalmente muchas de las situaciones que había tenido que vivir. Creo que esto les ha pasado a muchos compatriotas: fue un año tan intenso que muchas veces no tuvimos el tiempo de vivir, de procesar emocionalmente las situaciones a las que nos enfrentamos. En este aspecto, el libro sí ha sido un ejercicio de reprocesar emocionalmente, y esto me ha costado más de lo que pensaba que me costaría.

Escribir ha sido un ejercicio de reprocesar emocionalmente, y esto me ha costado más de lo que pensaba

Ahora que se habla tanto de visibilizar, ¿se vio resentida su salud mental durante o después de la pandemia? Me sorprendió saber, por ejemplo, que los meses de confinamiento duro estuvo solo, alejado de su mujer y su hija. 

No. Esto es duro, estar separado de tus seres más queridos no es nada agradable, pero me concentré mucho en esa etapa, en hacer lo que creía que tenía que hacer. Utilizas todos los recursos físicos y psíquicos para centrarte en tu tarea, consciente de la tarea que teníamos, y no se resintió mi salud mental. 

Su transición de ministro a candidato fue rápida, casi exprés. ¿No añora, en cierta medida, el núcleo de Moncloa, las llamadas nocturnas del presidente, los Consejos de Ministros, a sus compañeros… en lugar de situarse en la oposición, como ahora? 

Añorarlo no. Para mí fue un honor formar parte del gobierno de España, tuve que servir a mi país en un momento muy difícil, no pude tener un desempeño en el Gobierno de España en condiciones de normalidad. De alguna forma, también hay partes muy bonitas de lo que comporta estar en el gobierno de España que no pude vivir, pero fue un honor estar ahí. Echarlo de menos tampoco es la palabra. Fui muy consciente de la decisión que tomaba, estoy muy convencido de lo que estoy haciendo aquí en Cataluña y hago mi trabajo con mucha ilusión. No voy a Consejos de Ministros, hablo mucho menos con el presidente, pero estoy trabajando aquí con un equipo también magnífico al frente del PSC. Tengo la agenda llena y, además, lo digo con toda la humildad, creo que el trabajo está dando sus frutos.  

Lo digo con toda la humildad: creo que mi trabajo con el PSC está dando sus frutos

De hecho usted habla en el libro del “efecto Illa” en las elecciones catalanas (el PSC ganó con un 23% aunque luego no pudo gobernar). ¿Diría que todavía sigue surtiendo efecto?

Creo que sí. Creo que estamos conectando con un anhelo cada vez más mayoritario entre la sociedad catalana de pasar página de unos años que no fueron buenos y, sobre todo, de abrir un tiempo nuevo en Cataluña. Que nos respetemos todos y que cada cual pueda defender su proyecto político, pero que pongamos más esfuerzo en buscar consenso y no en generar divisiones. En eso estamos trabajando. 

  Salvador Illa posa con su libro 'El año de la pandemia', en Barcelona, el 20 de septiembre de 2022. David Zorrakino/Europa Press via Getty Images

En su momento entendieron los resultados del PSC con su candidatura como un “aval a la gestión del Gobierno” central. Sin embargo, las encuestas ahora no son tan favorables para el PSOE. ¿A qué lo achaca? ¿Cómo darle la vuelta a eso, con otra crisis mundial?

A mi modo de ver, hay paralelismos entre la situación que estamos confrontando ahora y la que tuvimos que confrontar al principio de esta legislatura. Creo que hay que hacer dos cosas, que considero que ya está haciendo el Gobierno de España, y en concreto el presidente. La primera es contar a la ciudadanía, sin dramatismos ni lamentaciones pero con realismo, lo que está ocurriendo: en aquel momento, una pandemia grave, con muchas incertidumbres; hoy, un ataque a los valores europeos del que hay que protegerse. La segunda cosa que hay que hacer es fijar, porque no podemos escoger a lo que nos enfrentamos; la realidad es la que es, la cuestión es cómo respondemos a la situación. La pandemia estaba ahí, el ataque a los valores está ahí, así que la pregunta es cómo respondemos. En aquel momento, escogimos como objetivo prioritario salvar vidas, y ahí enfocamos todos los recursos. Ahora, el objetivo que se ha fijado el Gobierno, que me parece acertado, es estar con las clases trabajadoras y combatir la inflación. Ese es el rumbo, y a partir de ahí se desgranan todas las actuaciones.

Creo que el Gobierno está haciendo esto bien. Es verdad que la situación es compleja, la ciudadanía tiene que asumir el momento que estamos viviendo, pero tengo mucha confianza en que al final se sabrá apreciar el buen trabajo que, a mi juicio, está haciendo el Gobierno de España y el presidente Sánchez.

Tengo mucha confianza en que al final se sabrá apreciar el buen trabajo que está haciendo el Gobierno de España y el presidente Sánchez

Comenta ahora la importancia de la comunicación, un aspecto en el que también hace mucho hincapié en el libro. ¿Durante la pandemia fueron conscientes del peso de sus comparecencias y de las de Fernando Simón?

En la actividad política, la comunicación es fundamental, y en regímenes democráticos, más todavía, si cabe. Lo que es específico en una situación de pandemia, en una crisis de salud pública, es que la comunicación es parte esencial de la gestión de la crisis. Es un aspecto muy relevante. Cuando hay que adoptar medidas de distanciamiento social, hay que explicar muy bien a la ciudadanía qué medidas se toman y, sobre todo, por qué se toman, qué se pretende con ello para que se apliquen y se lleven a cabo. Todo es mejorable en la vida, pero creo que esta parte se hizo bien. El mérito es de los españoles, que cumplieron las medidas que adoptamos, pero creo que también tuvo alguna influencia la parte comunicativa diaria, de explicar con transparencia lo que sabíamos, lo que no sabíamos, por qué optábamos por una determinada situación, qué pretendíamos y qué le pedíamos a la ciudadanía. 

La publicación de su libro coincide casi en el tiempo con la publicación de Morirán de forma indigna, del exconsejero de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid, Alberto Reyero, sobre la gestión de las residencias. ¿Ha podido leerlo o piensa hacerlo? 

No lo he leído, voy a ver si encuentro tiempo para echarle un vistazo, sí.  

Pero entiendo que siguió muy de cerca, por su papel, la situación de las residencias durante la pandemia. 

Fue un punto clave. Ahí teníamos a una parte de la ciudadanía, a unos compatriotas, en situaciones más vulnerables, y desde el primer momento se dictaron protocolos por parte del Ministerio de Sanidad, acordados por las comunidades autónomas, que especificaban muy bien qué había que hacer. Y las comunidades autónomas los fueron implementando. Hubo las situaciones que hubo, en este caso en la Comunidad de Madrid, pero tampoco quiero ahondar más en ello. Es conocido lo que ocurrió.  

El desencuentro con la Comunidad de Madrid fue uno de los momentos más desagradables que he vivido

Un capítulo de su libro está dedicado a los roces, por decirlo suavemente, que tuvo con el Gobierno de la Comunidad de Madrid, y que estallaron con la declaración del segundo estado de alarma en esta región. Ahí reconoce que llegó a enfadarse con el consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, aunque entendía que las órdenes le venían de más arriba. ¿Cómo acabó su relación con él, con el que siempre había tenido buena comunicación? 

Fue una relación muy cordial. Tuvimos algunos episodios de desencuentro, yo cuento dos. Uno fue en el inicio de la desescalada, que después recondujimos en lo referente a la relación personal, y luego este episodio hacia finales de septiembre [de 2020] del segundo estado de alarma en Madrid. Fue un episodio muy desagradable, en el libro intento explicar por qué tuvimos que tomar esta decisión, tal y como yo lo viví. Estábamos en una situación muy crítica y había que tomar medidas. Era una comunidad autónoma y afectaba al conjunto del país. La relación que tengo ahora mismo con el consejero es inexistente, no la hay. No guardo ningún rencor, ni he hecho esto con ningún otro propósito que el de explicar por qué tomamos esa decisión. Efectivamente, fue uno de los momentos para mí más desagradables de los que he vivido. 

¿Le pasó algo parecido con algún otro consejero? 

No. La relación con los consejeros en todas las comunidades autónomas, fuesen del color político que fuesen, fue muy cordial, muy positiva. La relación del Gobierno de España con las comunidades, al menos en el ámbito sanitario, fue de mucha complicidad. Todos sabíamos la que nos venía encima, todos sabíamos que teníamos que trabajar juntos, naturalmente que hubo momentos de discrepancia, de tensión, pero siempre en el marco de una complicidad y de un trabajo conjunto. El episodio más desagradable, y el desencuentro más claro, fue este que cuento en el libro, sin ningún ánimo de ajustar cuentas, sino con el ánimo de explicar mi versión.      

Me dolieron más las críticas a Fernando Simón. Él es un técnico, en cuyas tareas no entraba necesariamente una exposición pública como la que le pedimos que asumiera

Aunque se apartó deliberadamente de lo que publicaba la prensa sobre usted aquellos días, ¿es tan fuerte su coraza, con todas las críticas que se vertieron y probablemente aún se vierten sobre usted y sobre Fernando Simón, especialmente? 

A mí me dolieron más las críticas a Fernando Simón. Él es un técnico, un servidor público, en cuyas tareas no entraba necesariamente una exposición pública como la que le pedimos que asumiera y asumió. Lo hizo, y creo que nos fue de mucha ayuda. Parece que esto no se tuvo suficientemente en cuenta en algunos comentarios que leí sobre él. 

Respecto a las críticas que pude recibir yo, las acepto, como no puede ser de otra manera. Forman parte de lo que uno tiene que asumir cuando se dedica al ámbito de la política y forma parte del Gobierno de España. Algunas me parecieron más sensatas, otras menos, pero las asumo todas. Sobre todo al inicio de la pandemia, decidí no leer mucho la prensa. Me pasaban los resúmenes que decían lo fundamental, y estaba muy enfocado a lo que creía que tenía que estar enfocado, que era salvar vidas. 

No conocía a los ministros de Podemos, pero la cosa funcionó mucho mejor de lo que esperaba

En el libro cita varias veces a Irene Montero y a Pablo Iglesias, en general en términos afectuosos. ¿Le une una especial cercanía a estos ministros de Unidas Podemos? 

No fueron los ministros con los que más relación tuve. Tuve una relación muy estrecha con el ministro Escrivá, con el ministro Luis Planas, con la ministra de Defensa Margarita Robles, con Ábalos, con Marlaska, con Carolina Darias, con Teresa Ribera, incluso con Nadia Calviño. Pero Irene Montero se sentaba a mi lado en el Consejo de Ministros, y eso genera complicidad. Y con Pablo hablé poco, pero las veces que hablé en la pandemia sentí siempre que respetaba el trabajo que hacía. Y sí, tuve una relación muy correcta con ellos, no muy intensa pero sí muy correcta. Yo al menos sentí un respeto mutuo. 

Pese a que al principio también tuvo sus reticencias con respecto a la coalición de Gobierno…

Es que yo no les conocía, y dije: ‘Bueno, vamos a ver cómo va esto’. En España nunca había habido un gobierno de coalición. Esto merece la pena recordarlo. Y de verdad pensé ‘a ver cómo va esto’, pero acepté la responsabilidad que me ofreció el presidente del Gobierno porque tenía y tengo confianza plena en él y pensé que él había tomado la decisión que creía más acertada. Luego vi que, enfrentándonos a una situación tan compleja como esta, y aunque fuéramos un gobierno de coalición con sensibilidades distintas, la cosa funcionó mucho mejor de lo que yo esperaba que funcionara.

¿Repetiría entonces la coalición de Gobierno?

Bueno, lo ideal es que no hiciera falta desde el punto de vista de mi partido, pero me temo que tal como está la realidad política en España muy probablemente tendremos que optar por fórmulas de este tipo. Vamos a dejar que los ciudadanos en su momento se pronuncien y, a partir de ahí, se tomarán las decisiones que se tengan que tomar. 

  Illa, durante la presentación del libro en Barcelona, junto con Fernando Simón. David Zorrakino/Europa Press via Getty Images

El proceso de vacunación, y especialmente la compra conjunta de vacunas, se vio como un éxito de la Unión Europea, un motivo por el que la institución quedó reforzada. Ahora que tenemos muy recientes las elecciones en Italia, ¿qué piensa sobre el hecho de que la ciudadanía haya votado mayoritariamente por opciones de ultraderecha con un punto euroescéptico?  

Preocupación. Y un incentivo para seguir trabajando en el ámbito político. Preocupación porque, a mi juicio, no son las ideas acertadas. Estamos viendo un momento complejo, de ataque a los valores europeos, y hay una línea de reacción a esta situación que consiste en replegarse. Replegarse, refugiarse en discursos muy identitarios y cerrarse en uno mismo. Hay otra vía de respuesta, que es justamente la contraria: abrirse y reforzar los lazos que tenemos a nivel de la Unión Europea para trabajar juntos. Creo que el segundo es el camino acertado y que el primero es un camino equivocado.

Cuando veo que un país tan importante como Italia opta por un discurso regresivo, que se encierra en sí mismo, que recorta derechos, esto me incentiva para trabajar con más ahínco si cabe en la defensa de mis posiciones políticas. 

La sociedad catalana está en un proceso de intentar superar el fracaso colectivo de la década pasada

Hace referencia a la idea de “refugiarse en discursos muy identitarios”. ¿Esto sería también aplicable a lo que ocurre en Cataluña? ¿Cómo nota el pulso de la sociedad catalana? 

La sociedad catalana está en un proceso de superación de una década, la segunda del siglo XXI, que ha sido muy complicada. Intento enmarcar lo que ocurrió en Cataluña con la expansión de algunos discursos populistas en Occidente; utilizo el término en un sentido descriptivo, no pretendo que sea en ningún caso ni valorativo ni peyorativo, sino en el sentido de discursos que intentan dar soluciones fáciles y rápidas a situaciones complejas. Creo que esto también ocurrió en Cataluña: parecía que la secesión era la solución fácil a los problemas. Fueron años que no han sido buenos para Cataluña, desde un punto de vista institucional, económico, ni desde el punto de vista de la convivencia. Creo que la sociedad catalana está en un proceso de intentar superar este fracaso colectivo que tuvimos los catalanes en la década pasada y que tuvo su momento álgido en el otoño de 2017. 

Siento que cada vez son más los catalanes que apuestan por que nos entendamos, busquemos consensos, respetando el pensamiento que cada uno pueda tener, y aceptemos en un ejercicio de realismo político que lo más conveniente para que Cataluña pueda seguir generando prosperidad, teniendo un buen estado del bienestar, desarrollando su personalidad propia también, es trabajando en el conjunto de España. Esta es mi propuesta y, la verdad, siento que va ganando adeptos día a día. 

Si no somos capaces de centrar las energías políticas en lo que a la gente le preocupa, corremos el riesgo de que la ciudadanía se aparte de la política

Retomando el caso de las elecciones italianas, ahí también se ha visto el peso de la desafección de la ciudadanía, que no ha ido a votar en buena medida. ¿Teme que esto pueda verse el próximo año en España?

La desafección hacia la política, esas corrientes de antipolítica, hay que seguirlas con mucha atención, efectivamente. Creo que en España no estamos en este punto hoy, y creo que podemos evitarlo, pero es un tema que hay que seguir con mucha atención. Porque la ciudadanía puede apuntarse a esas soluciones mágicas que desgraciadamente no existen, ya me gustaría a mí. Hay que hacer mucha pedagogía, hay que estar muy cercano y escuchar mucho lo que dicen los ciudadanos. Lo peor que podemos hacer es no atender a las preocupaciones reales de los ciudadanos. 

Estos días estamos en el debate de política general en Cataluña y la discusión, el debate que ha habido entre los propios miembros del Govern de la Generalitat, ha sido autorreferencial, de cómo se reparten el poder entre ellos, por así decir, y me parece que esto no ayuda nada cuando la ciudadanía quiere, con razón, que demos respuesta a cómo hacer frente al mayor coste de la vida, qué pasa con la energía, cómo vamos a solucionar la cuestión de la soberanía energética que necesitamos, qué hacemos en materia educativa… en fin, los temas que ahora preocupan a la gente. Si no somos capaces de centrar las energías políticas desde el gobierno, y también desde posturas de oposición, corremos el riesgo de que la ciudadanía se aparte y se aleje del ámbito político.

No es momento de rebajas fiscales

¿Las bajadas de impuestos generalizadas serían una de esas soluciones mágicas que comenta? 

Me parece que son políticas equivocadas. Lo vemos en un país tan relevante como Reino Unido. La primera ministra Liz Truss ha presentado un paquete muy importante de rebajas fiscales emulando lo que hizo Ronald Reagan en los Estados Unidos, y se ha encontrado con un desplome literal de la libra esterlina, ni los propios mercados parece que dan confianza o crédito a esto. 

Durante la pandemia hemos hecho un esfuerzo muy importante para reforzar los servicios públicos, y lo estamos haciendo ahora para hacer frente al ataque que estamos sufriendo ahora en Europa. Esto tiene un coste, que hay que financiar, entonces no es momento de rebajas fiscales. Al contrario, es momento de que, aquellos que más recursos tienen, quizá porque la situación actual en Europa les proporciona beneficios extraordinarios, temporalmente puedan hacer un esfuerzo superior para ayudar a financiar las políticas que hemos de poner en marcha para garantizar que nadie quede atrás. 

La derecha y la extrema derecha siguen en un discurso de política confrontacional que yo no suscribo

Sostiene usted que la pandemia ha cambiado la forma de hacer política, que ahora se opta más por la política del respeto, del acuerdo... ¿La derecha y extrema derecha también han cambiado su forma de hacer política? 

No lo sé. Pero si hemos cambiado la forma de movernos, si hemos cambiado la forma de trabajar, pues también vamos a cambiar la forma de hacer política. Apuesto por una política útil, por una política constructiva, que no sólo denuncie lo que no va bien, sino que haga propuestas. Apuesto por una política del respeto, de la autoexigencia. A veces, en un sistema de cooperación entre varias administraciones, la tendencia es echar la culpa al otro. ‘Es culpa de España’, ‘es culpa de Europa’... bueno, algunas cosas sí, pero otras serán responsabilidad suya.   

En el caso de Cataluña, y es extensible a otros territorios, apuesto por una política de identidades inclusivas. Si dicen ‘¿usted es esto o esto?’. Pues las dos cosas. Catalán, andaluz y español. En el caso español, que es el que conozco bien, no tengo la sensación de que los partidos de derecha, y por descontado de extrema derecha, estén en esta onda de entender la política. Más bien, veo que siguen en un discurso de política confrontacional que yo no suscribo. 

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es