Trastornos de la conducta alimentaria: por qué siguen aumentando y cómo reconocerlos

Trastornos de la conducta alimentaria: por qué siguen aumentando y cómo reconocerlos

La pandemia, la exposición a redes sociales y los cambios en el canon de belleza amenazan con provocar una nueva oleada de TCA.

Ponomariova_Maria via Getty Images/iStockphoto

Las señales de alarma llevan sonando desde hace meses. Primero fue la pandemia, que trajo consigo una mayor exposición a redes sociales y un aislamiento de los adolescentes que aumentó las urgencias psiquiátricas. Ahora, la moda de los 2000 amenaza con imponer de nuevo la talla 0 como canon de belleza. Las personas que sufren Trastornos de la Conducta Alimentaria son cada vez más, y los profesionales sanitarios advierten de casos cada vez más graves y en edades más jóvenes. 

A menudo se asocia TCA con una persona por debajo de su peso que sufre de anorexia, pero, ¿qué es realmente un trastorno de la conducta alimentaria? “Un TCA es un trastorno de la ingesta que proviene de otro malestar del individuo. Las personas que tienen un TCA sufren por otros motivos, que pueden ser diversos: desde algún rasgo de personalidad, a conflictos en casa o haber sufrido abusos sexuales, entre otras cosas”, explica Marina Díaz, psiquiatra y directora de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Clínico de Madrid. 

“La sociedad devuelve que las personas delgadas son felices, entonces comienzan a reducir la ingesta pensando que van a conseguir un bienestar. Pero la delgadez no es el problema, es otra cosa que hay que identificar y que tratar”, añade la doctora. 

“A mí me gusta explicar un TCA señalando lo que no es, que es esa idea que tenemos a veces en la cabeza de una chica muy delgada, que quiere llamar la atención o ser supermodelo. Eso es una simplificación. Un TCA es un trastorno mental grave. Se estima que cada 52 minutos muere una persona en el mundo a causa de un TCA. Además, es independiente de clase social, sexo, origen, ninguna persona se libra de poder padecerlo y es muy complejo de tratar”, describe por su parte Laura Alberola, psicóloga especializa en trastornos de la conducta alimentaria. 

Me gusta explicar un TCA señalando lo que no es, que es esa idea que tenemos a veces en la cabeza de una chica muy delgada, que quiere llamar la atención o ser supermodelo. Eso es una simplificación. Un TCA es un trastorno mental grave.
Laura Alberola, psicóloga experta en trastornos de la conducta alimentaria.

Para Raquel L. Rubio, psicóloga y nutricionista, es importante tener en cuenta “que no necesitamos un diagnóstico de TCA para tener una mala relación con la comida y requerir de ayuda profesional”. “Es importante señalar también, que el número de la báscula no determina un diagnóstico u otro de TCA, y por supuesto, tampoco determina la salud de una persona”, añade la experta. 

La anorexia, por ejemplo, puede presentarse perfectamente en un normopeso o sobrepeso. No necesariamente debe haber un estado de desnutrición o bajo peso para identificar una anorexia (esto se llama anorexia atípica, un nombre que sería interesante valorar, ya que no es atípico y no son menos importantes)”, relata la psicóloga sobre las ideas preconcebidas sobre este tipo de trastorno. 

Alberola también destaca que los TCA en muchas ocasiones tienen que ver con el control. “Es verdad que se suele reducir a esto de la personalidad de una chica perfeccionista, que es verdad que puede ser uno de los factores el perfeccionismo, pero hay mucho más. El control de la comida, del cuerpo o del ejercicio se produce porque son variables tangibles”, explica la psicóloga. El mundo ahora mismo es impredecible, especialmente desde la pandemia, y hay personas que lo llevan mejor y otras peor, necesitan ese control. Además, puede haber sucesos personales que hagan nuestro mundo todavía más caótico, por lo que se busca más ese control, en este caso en la comida o en el ejercicio. Es como poner la lupa en una pequeña isla que puedes controlar mientras fuera todo es un caos”, señala Alberola sobre el origen de algunos trastornos. 

Los comportamientos a los que prestar atención

La doctora Díaz insiste: “Los cambios en la ingesta o en el peso pueden ser uno de los indicadores a tener en cuenta, pero no todos. Hay que estar atentos a la reducción de la ingesta, a los atracones. Si las rutinas se vuelven diferentes a las que tenían, si evitan sentarse a la mesa o a planes donde se come, si se dejan de comer ciertos alimentos”. Son unos comportamientos que también enumera Raquel L. Rubio, que además añade que se evite mostrar el cuerpo o demostrar insatisfacción corporal, aislamiento o “un interés obsesivo por la nutrición”. 

Para Laura Alberola, hay que tener en cuenta factores de protección frente al TCA para prevenirlo. “Es importante tener un espacio propicio con los adolescentes para tener conversaciones de todo tipo con ellos”, señala la psicóloga como uno de ellos. Por contra, un factor precipitante sería “realizar cualquier tipo de dieta”. “Hay que normalizar la comida, todo tipo de alimentación, especialmente en los menores y no demonizar ningún alimento, no son ni buenos ni malos”, sentencia. 

Es algo en lo que coincide Díaz Marsá, que señala que “ponerse a dieta sin control de un médico” es uno de los factores más importantes a la hora de identificar un TCA. “Esto puede hacer que la neurobiología de las personas más sensibles a desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria se ponga en marcha y terminen teniendo uno”, advierte. 

Además, Alberola también avisa sobre la carga psicológica de hacer una dieta. “Lo que sucede con las dietas es que la primera semana lo llevas bien. Cambias la actitud y todo parece magia, pero luego viene el mecanismo corporal para que el cuerpo aguante y al final hace todo lo posible para que rompa. Ahí empiezan los círculos de atracones, engordar, volver a la dieta, dejarla, retomarla…”, detalla. “El mensaje social es que si una dieta no funciona es por nuestra culpa, y esto es falso. Solo un 5% de las personas logran progreso a largo plazo en una dieta. Pero mientras, ahí fuera todo sigue ardiendo y yo controlo mi dieta, me centro en eso, y luego me engancho”, asegura Alberola. 

Hay chicos que sufren TCA, claro, pero la proporción sigue siendo de nueve chicas por cada chico
Marina Díaz, psiquiatra y responsable de la Unidad de TCA del Hospital Clínico de Madrid.

A pesar de que nadie se libra del riesgo de sufrir un TCA, son las chicas las que más los padecen, con mucha diferencia. “Hay chicos que lo sufren, claro, pero la proporción sigue siendo de nueve a uno”, destaca Díaz Marsá. “Ellos suelen desarrollar otro tipo de cosas como la vigorexia, se preocupan por el músculo, entonces tiene menos que ver con la reducción de la ingesta”, añade la psiquiatra. 

Las redes y la moda de los 2000

La pandemia provocó incertidumbre, que los adolescentes pasaran más tiempo expuestos a las redes sociales y más aislados. Ese cóctel ha hecho que las consultas por TCA se hayan multiplicado desde 2020. “El aumento ha sido del doble, estamos desbordados. Cada vez tenemos casos más graves, algunos asociados con autolesiones e intentos de suicidio, y en personas cada vez más jóvenes”, denuncia Marina Díaz.

“Las consultas se han multiplicado y los servicios se han visto desbordados. La incertidumbre era constante, entonces mucha gente pensó ‘me pongo a controlar algo y me pongo a hacer ejercicio’. A algunas personas se les ha ido de las manos y tengo muchos casos en consulta que empezaron por la pandemia”, revela Laura Alberola. 

Para ella, en los mensajes que se envían a través de redes sociales “hay un caldo de cultivo bastante potente” para que los casos de trastornos de la conducta alimentaria no dejen de aumentar. “Estamos viendo todo el día cuerpos perfectos, vidas perfectas, y eso choca con la vida de una persona normal”, coincide Díaz.

“TikTok está probado que afecta negativamente a la autoestima. Antes cuando eras joven consumías estos mensajes durante ciertas horas, ahora los jóvenes consumen redes de manera masiva y el mensaje de presión que están recibiendo es constante. Mira por ejemplo los servicios de belleza, el bótox preventivo desde jóvenes. Si tú ves los filtros de Instagram, antes eran chorradas de orejas de conejito, ahora son modificaciones para verte guapa”, reflexiona Alberola. Por su parte, Raquel L. Rubio también resalta que pasar más tiempo en redes supone una mayor exposición a “cánones de belleza imposibles, recetas fit o divulgación de nutrición “peligrosa”. 

Los filtros en redes sociales han sido noticia estos días por la propuesta de Mas País e Íñigo Errejón de obligar a las influencers o cualquier tipo de perfil a señalar si las imágenes están retocadas con filtros para que las usuarias sean conscientes de que no son reales. Es una medida que ya se ha tomado en Noruega y que para Alberola “es positiva, pero insuficiente”.

Toda propuesta que se acerque a una claridad en redes sociales es positiva. Pero las políticas de las propias redes deberían estar controlando esto hacia otro lugar. Pero sí sería un primer paso. A mí me parece poco porque veo la cara b de todo esto, y esa cara b es muerte, suicidio y mucho dolor”, reflexiona la psicóloga. 

A la exposición en redes y al aislamiento hay que sumar las nuevas tendencias que están trayendo de vuelta las faldas minúsculas, los tiros bajos y el el ombligo al aire. La talla 0 amenaza con volver acompañando a la moda de los 2000 y esto supone un peligro.

“La moda puede enfrentar a una persona a tener que encajar en un determinado canon de belleza. Es fácil que si la moda te exige tener mayor exposición corporal pueda generar mayor frustración e inseguridad en nuestros jóvenes —y no tan jóvenes—”, advierte Raquel L. Rubio. El mejor ejemplo del cambio en el canon de belleza es Kim Kardashian, que ha abandonado sus prominentes curvas por una figura mucho más delgada, algo que ha preocupado a algunas personas por el mensaje que puede mandar.

“Toda la comunicación e incluso el entorno laboral muestran una opresión hacia la mujer y hacia lo que tiene que ser. Si el canon de belleza, como en el caso de Kim, es volver a esto que hizo tanto daño, con el caldo de cultivo que tenemos ahora, pues no quiero pensar lo que puede llegar a suceder”, se lamenta Alberola. 

Para Raquel L. Rubio, el problema no es que ella adelgace, sino cómo lo hace: “Cualquier persona puede tener fluctuaciones de peso, el problema es que se lleve a cabo mediante el uso de dietas restrictivas, métodos extravagantes y deporte extremo como muchos famosos revelan”. ”Que tanto los famosos y los medios promocionen y refuercen de manera positiva la bajada de peso puede producir que los adolescentes aprendan que bajar tanto peso y de X manera es lo normal y correcto. Y que tengan al mismo tiempo la creencia limitante de que bajar peso o tener un cuerpo delgado puede ser una de las razones de su éxito, precipitando al adolescente a tener una mala relación con la alimentación y con su cuerpo”, añade la psicóloga. 

La moda puede enfrentar a una persona a tener que encajar en un determinado canon de belleza. Es fácil que si la moda te exige tener mayor exposición corporal pueda generar mayor frustración e inseguridad en nuestros jóvenes —y no tan jóvenes—
Raquel L. Rubio, psicóloga y nutricionista.

Alberola dice que aún le queda un resquicio de esperanza, apoyándose en que las redes “también tienen un lado positivo y si la buscas, hay diversidad”, aunque reconoce que rostros como Kardashian “tienen una representación social muy grande”. ”¿Qué intereses puede haber para que ella haya dado ese paso? Detrás de este cambio de imagen hay un plan, y ese plan busca enriquecerse. La insatisfacción corporal de las mujeres es un negocio para enriquecerse y no hay nada más rentable”, denuncia. 

Para prevenir e intentar que este bombardeo de mensajes afecte los menos posible a los más jóvenes, es fundamental la educación en el entorno más cercano. “No se enseña a tolerar la frustración”, asegura Marina Díaz. “Además, la falta de conciliación en las familias hace que los adolescentes pasen mucho tiempo solos en casa. Quizás los padres, que llegan cansados, no se dan cuenta de los signos y van a consulta más tarde. Hemos visto unas situaciones de índice de masa corporal que te sorprende que hayan llegado hasta ahí”, reflexiona la psiquiatra. 

Más recursos para la intervención precoz

En unidades como la del Hospital Clínico de Madrid se trabaja con “enfoque multidisciplinar” para que las personas que están sufriendo alguno de estos trastornos puedan recuperar su vida y no recaer. “Tenemos un equipo con psiquiatras, terapeutas ocupacionales, endocrinos… Trabajamos en sesiones grupales e individuales para intentar recuperar la regulación emocional, reaprender a comer, proponer otro proyecto de vida y, en ocasiones, se acompaña de tratamiento farmacológico que ayuda con los síntomas que han provocado ese TCA o que lo ha propiciado”, explica la Jefa de la Unidad, que advierte que están encontrando con una “avalancha” de casos. 

Tenemos en lista de espera a gente muy grave a la que no podemos dar respuesta. Le estamos dando seis o nueve meses de espera
Marina Díaz, psiquiatra y responsable de la Unidad de TCA del Hospital Clínico de Madrid.

“En España no tienen los mismos recursos todas las comunidades autónomas, algunas no tienen estas unidades, pero es que nosotros también necesitamos más recursos en nuestra unidad. Tenemos en lista de espera a gente muy grave a la que no podemos dar respuesta. Le estamos dando seis o nueve meses de espera”, denuncia la psiquiatra. “Así que pediría más unidades de este tipo en España y que las unidades que ya existen como la nuestra se doten de más recursos. Porque además, la no intervención precoz puede cronificar los casos y cuando se alcanza la cronificación son mucho más difíciles de tratar y las consecuencias físicas pueden ser peores”, advierte Díaz Marsá.