Terrorismo con un alfiler

Terrorismo con un alfiler

Les divierte aterrar a las chicas, pero deberían ser ellos los que sintieran miedo al plantearse hacer sus jueguecitos de niñatos.

6301dbf12600005e003ff2b6Peter Dazeley via Getty Images

Se puede practicar terrorismo con un alfiler. Sólo con un alfiler. No hacen falta mecanismos explosivos sofisticados, una organización de apoyo o armas difíciles de conseguir. Es necesario, eso sí, que el terrorista sea un majadero integral, un descerebrado, un imbécil tan imbécil que un imbécil mayor sea imposible de ser pensado. Me refiero a la psicosis que se ha desatado durante este verano alrededor de la supuesta sumisión química que cabe inducir a una chica mediante una inyección tóxica, y que ha provocado la aparición de una nueva forma de agresión machista que toma la forma de un pinchazo con un alfiler en medio de las multitudes que frecuentan los locales de ocio nocturno. Un pinchazo inocuo. Sólo por reírse. Sólo por reírse al ver el terror que siente la joven que lo recibe. Terrorismo.

Probablemente, los cuatro idiotas que entre risotadas se reparten alfileres en una discoteca no se ajusten a la imagen que nos viene a la cabeza si pensamos en una célula terrorista

La primera acepción de la voz “terrorismo” que encontramos en el diccionario de la RAE señala “dominación por el terror”. La segunda, “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”. Existen infinidad de motivaciones para la comisión de un delito —codicia, ira, odio, imprudencia…—, y entre todos ellos quizá el más siniestro sea la inducción de terror en la víctima para conseguir que acepte la dominación del delincuente. El uso más habitual del término “terrorismo” se refiere a grupos organizados movidos por agendas políticas colectivas, y lamentablemente nuestro país sabe bastante sobre estas cuestiones. Pero no es menos dominación por el terror la sucesión de actos de violencia que se practican en ámbitos privados con intenciones semejantes.

En efecto, en tanto que buena parte de la violencia machista tiene como fin primero la creación de un clima de miedo en el que perpetuar relaciones de poder injustas, parece adecuado entender que nos enfrentamos a una forma de terrorismo. Probablemente, los cuatro idiotas que entre risotadas se reparten alfileres en una discoteca no se ajusten a la imagen que nos viene a la cabeza si pensamos en una célula terrorista, pero la solemnidad y el fanatismo no son condiciones necesarias para este delito, y en ningún sitio está escrito que el terrorista deba tener un cociente intelectual de dos dígitos. Su gañanismo no resta gravedad al ataque a la convivencia que supone su conducta. La falta de premeditación no impide que sus consecuencias seas las mismas que si el ataque estuviera planeado con antelación.

La falta de premeditación no impide que sus consecuencias seas las mismas que si el ataque estuviera planeado con antelación

La macabra moda de los pinchazos terminará con agosto y será muy difícil que puedan practicarse detenciones. El fenómeno es nuevo, y su carácter menor respecto de otras formas de violencia machista lo rodea de un halo de impunidad. Pero lo que sí sería posible —y muy beneficioso— es que los agresores noten la condena social ante sus mezquindades y no encuentren ni una cara cómplice que les ría sus idioteces. Les divierte aterrar a las chicas, pero deberían ser ellos los que sintieran miedo al plantearse hacer sus jueguecitos de niñatos. El Estado tiene el monopolio de la violencia y la sociedad tiene el monopolio del desprecio hacia la creación de terror, aunque se practique únicamente con un alfiler o aunque sólo consista en no respetar un minuto de silencio por las víctimas mortales de unos atentados.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.