Un buen padre

Un buen padre

La amenaza de los padres a las madres utilizando a los hijos e hijas ha sido una constante desde que las leyes de divorcio comenzaron a promulgarse.

Fotografía del padre y de las dos niñas desaparecidas en Tenerife.Europa Press

Los testimonios coinciden en considerar como un “buen padre” al hombre de Tenerife que ha desaparecido con sus hijas, un hombre capaz de, según recogen las informaciones periodísticas, maltratar a su exmujer, agredir a su nueva pareja y, sobre todo, amenazar a la madre de sus hijas con la advertencia de que no volvería a verlas, y luego hacerlas desaparecer. No se sabe aún si por medio de un secuestro o de alguna otra situación más grave.

La amenaza de los padres a las madres utilizando a los hijos e hijas ha sido una constante desde que las leyes de divorcio no culpable comenzaron a promulgarse a mediados de los 70 en Estados Unidos. En España la ley del divorcio de 1981 permitió a las mujeres salir de las relaciones construidas bajo la sentencia de “hasta que la muerte os separe”, aunque muchas de ellas eran como una muerte en vida.

A partir de esa liberación que reconocía la autonomía, independencia y libertad de las mujeres para decidir sobre sus vidas comenzaron las separaciones, algo que muchos hombres no aceptaron y siguen sin admitir, hasta el punto de que el factor de mayor riesgo para que se produzca el homicidio dentro de la violencia de género es la separación.

Y en todo ese proceso, la instrumentalización de los hijos e hijas se utiliza para producir una amenaza superior a la propia violencia directa contra la mujer, y, si fuese necesario, un daño mayor.

La instrumentalización de los hijos se utiliza para producir una amenaza superior a la propia violencia directa contra la mujer

Por eso, como decía, el argumento de los hijos siempre ha estado presente, y si ahora amenazan con “no vas a volver a verlos”, antes, cuando la mujer planteaba la separación, ya le decían “te voy a quitar a los niños”. En cualquier caso, las mujeres viven la separación con terror al saber que los hijos e hijas son un instrumento durante todo el proceso, y que esta amenaza no va a desaparecer una vez que haya terminado, más aún si ha habido violencia durante la relación.

Y no es algo menor, el 80% de las mujeres maltratadas salen de la violencia por la separación, no por la denuncia, por lo cual se enfrentan a un proceso civil en el que la violencia no se menciona, pero en el que están presentes todos los elementos de la misma, especialmente dos de ellos: el maltratador y las consecuencias del daño ocasionado.

A partir de ahí, como ocurre en las series y películas cuando detienen a alguien, cualquier cosa que diga la mujer podrá ser utilizada en su contra, y es lo que sucede. Cuando la mujer dice que ha sufrido violencia, dicen que está buscando un divorcio ventajoso, cuando los niños no quieren ver a su padre, dicen que la madre los ha manipulado y alienado, cuando se abordan las cuestiones materiales derivadas de la separación, dicen que la mujer quiere quitarle al marido la casa, el coche y la paga.

La situación es muy distinta para los hombres.

Un hombre que huye con sus hijas es un buen padre, tal y como vemos en las referencias de vecinos y conocidos sobre el padre de Canarias, a pesar de que en el momento de hacer esas declaraciones ya saben que ha desaparecido con sus hijas en unas circunstancias que hacen de la incertidumbre un drama. Es una situación parecida a la que ocurrió con el exmarido de Juana Rivas, que a pesar de llevarse a sus hijos en contra de lo que había decidido la justicia y de no presentarse a una cita que tenía en el Instituto de Medicina Legal de Granada para estudiar la violencia de género denunciada, es considerado como un buen padre.

En cambio, Juana Rivas, una madre que retrasa la entrega de sus hijos ante la experiencia de violencia vivida, y de confiar en la justicia para que se investigara dicha situación antes de entregar a sus hijos, es considerada como una mala madre. De hecho, fue condenada por el “secuestro” de sus dos hijos aplicando una pena excesiva, tal y como el propio Tribunal Supremo ha considerado al reducir a la mitad la pena impuesta en su día.

Ser un maltratador y una persona violenta con sus hijos e hijas no es incompatible ante los ojos de la sociedad con ser un buen padre

Lo que pone en evidencia el caso de Canarias son dos hechos fundamentales: uno, que ser un maltratador y una persona violenta con sus hijos e hijas no es incompatible ante los ojos de la sociedad con ser un buen padre. Y otro, que no hay perfil de maltratador, y que los estereotipos que sitúan la violencia de género y el mal ejercicio de la paternidad alrededor de elementos como el alcohol, las drogas, los trastornos mentales... son parte de las trampas para que la invisibilidad y la impunidad actúen como cómplices de los hombres que utilizan la violencia contra las mujeres en las relaciones de pareja. Los mismos hombres que luego amenazan con que les van a “quitar los hijos”, o con que “no los van a volver a ver nunca”.

¿Cómo creen que se sienten las madres ante esta realidad cuando su marido les lanza frases de este tipo durante la separación? La sociedad lo ha resuelto diciendo que ellas son las “malas y perversas”, y que los hombres son buenos padres, hasta el punto de defender que un “padre que maltrata a la madre y a sus hijos e hijas no tiene por qué ser un mal padre”.

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Aunque parezca extraño, soy Médico Forense, también Profesor de Medicina Legal de la Universidad de Granada, Especialista en Medicina Legal y Forense, y Máster en Bioética y Derecho Médico. He trabajado en el análisis del ADN en identificación humana, el análisis forense de la Sábana Santa, y en el estudio de la violencia, de manera muy especial de la violencia de género, circunstancia que llevó a que me nombraran Delegado del Gobierno para la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad. Los artículos que publica aquí también aparecen en su blog, pero tiene otro blog, donde escribe sobre la vida desde un ángulo mucho más literario.