Ahí lo llevas, Milei: el reto de gobernar Argentina con su programa libertario

Ahí lo llevas, Milei: el reto de gobernar Argentina con su programa libertario

El líder de La Libertad Avanza se impuso en las elecciones por una mayoría amplia y ahora tiene que conformar un ejecutivo estable toques opositores e implementar esas ideas con las que pretende acabar con la "decadencia". Mucha tarea. 

Javier Milei, en la noche electoral, dirigiéndose a sus seguidores en Buenos Aires.Natacha Pisarenko / AP

Las urnas han hablado: más del 55% de los electores argentinos votaron el pasado domingo por el economista Javier Milei, del partido La Libertad Avanza. Ya es presidente electo del país, tras apenas dos años de trayectoria política y ni un día de experiencia de gestión, y ya no vale hablar de sus estridencia, sus canciones, su perro, su pelo, su motosierra. Toca ponerse a preparar la investidura, el 10 de diciembre, el equipo y las propuestas. El desafío es mayúsculo. 

Después de que Sergio Massa, el candidato peronista, se impusiera en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de octubre, se dispararon las especulaciones sobre si los sondeos que ponían a Milei de líder se equivocarían de nuevo. Sí, lo hicieron, pero porque auguraban un práctico empate técnico y el libertario, al final, se impuso con una mayoría tan clara que no hizo falta ni repetir el recuento. El propio Milei definió como un "milagro" pero avisó desde la primera noche: "El modelo de la decadencia ha llegado a su fin. No hay vuelta atrás". 

Este outsider de 53 años se ha subido a lomos de la crisis económica para vencer. En Argentina, dos de cada cinco personas viven en la pobreza (un 8%, en la indigencia) y la tasa de inflación anual llegó a 143% en octubre, con Massa precisamente de ministro de Economía al mando. Ante la tercera gran crisis de este tipo que el país atraviesa desde que recuperó la democracia, hace 40 años, la gente quería revolución. Aunque sea tan drástica como la de Milei, que quiere dolarizar la economía, cerrar el Banco Central y recortar el gasto público en un 15% del PIB, incluyendo salud y educación. 

A este verso suelto de la política le ha valido mucho, también, esa imagen diferenciada de todo lo anterior. En un mundo en el que los partidos y soluciones clásicas no dan respuesta a los ciudadanos de determinados países, hay quien se erige en salvador o mesías, como decía el brasileño Jair Bolsonaro, al que admira Milei y al que ayudó a redactar su programa económico. Ya como diputado, se desmarcó de la que llama "casta política" y propuso tabla rasa. "No vine a guiar corderos, vine a despertar leones", le gusta decir. Cuando el Gobierno del oficialista Alberto Fernández estaba hundido por la crisis, enredado en sus propios problemas de supuesta corrupción, sus palabras sonaron bien. 

Además, en la segunda vuelta, Milei contó con el apoyo imprescindible de la derecha de siempre. La coalición Juntos por el Cambio, liderada por Patricia Bullrich (a la que pertenece el expresidente Mauricio Macri), dijo tras quedar tercera en la primera vuelta que iba con el economista y gran parte de sus avales han ido a parar a su bolsa. El trasvase ha sido importante y por eso ahora Milei mira cómo tener cuidado con quien le ha dado tanto, hasta llegar a la Casa Rosada. 

Alberto Fernández y Javier Milei, muy serios, posando el 21 de noviembre durante su encuentro en la Casa Rosada.Maria Eugenia Cerutti / Presidencia Argentina via Getty Images

El problema del Parlamento

Milei quiere a Bullrich y a su gente porque en el Parlamento hay menos fiesta. No llega a tener una mayoría solvente que le permita tener una actividad legislativa tranquila. Eso le dará importantes quebraderos de cabeza, diarios, para asegurarse la gobernabilidad de Argentina. 

Con sólo 38 de 257 escaños en la Cámara de Diputados y siete de 72 asientos en el Senado, La Libertad Avanza deberá comprometerse a generar espacios de diálogo y consensos con las demás fuerzas para poder aprobar proyectos de ley, que probablemente terminen debatiéndose artículo por artículo. El director de análisis político de la fundación Directorio Legislativo, que promueve el fortalecimiento democrático y los poderes legislativos de América Latina, Leandro Domínguez, indicó a la Agencia EFE que un Congreso en la Presidencia de Milei será “un espacio rígido, donde la oposición podría fijar su propia agenda, lo que terminará tensionando las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo”.

Aquí el comodín para evitar un gobierno a base de decretos de necesidad y urgencia (DNU) será la coalición Juntos por el Cambio (JxC, centroderecha), cuyos referentes Mauricio Macri (quien presidió Argentina entre 2015 y 2019) y Patricia Bullrich (candidata presidencial que quedó fuera del balotaje) apoyaron a Milei en la segunda vuelta y que podrían allanar el camino del libertario.

No obstante, a esos líderes les falta mantener su casa en orden, considerando que el pacto de Acassuso -sellado entre Milei, Macri y Bullrich- revolvió las bases de la coalición: especialmente generó el malestar de la Unión Cívica Radical (que cumple en 2023 los 40 años del Gobierno de Raúl Alfonsín) y Coalición Cívica. La mayor coalición opositora del país posee actualmente 94 bancas en la Cámara Baja y 21 en la Alta, pero pocos continúan bajo los lineamientos de Macri. "Al menos, 35 diputados se podrán sumar al acompañamiento casi automático de Milei, pero eso no alcanza y se tendrá que negociar con el ala opositora radical, aunque este tipo de mayorías van a ser recalculadas en cada discusión", agregó el experto. 

Frente a Milei, una oposición como la peronista que es peligrosa, no sólo por su enorme experiencia de gestión (y de cariño de los electores, para mantenerla), sino por peso en la cámara. Conserva 108 legisladores en Diputados y 33 en el Senado. Puede ponerle las cosas complicadas y, desde ya, promete una oposición dura, aunque habrá que ver también cómo la aborda, en pleno cuestionamiento de su liderazgo, tras el patinazo de Massa. 

Javier Milei besa a su novia, Fátima Flórez, tras conocer su victoria.Mario De Fina / AP

¿Son viables sus propuestas?

"Hoy comienza la reconstrucción de Argentina", ensalzó el ultraderechista en su discurso de la noche electoral, en el que jugó a mostrar un tono de estadista. Lo que él llama así es un desmantelamiento del sistema que esperanza a quien lo votó y hace sudar a quien lo rechaza. 

La debilidad estructural de su mayoría, endeble, es el suelo de barro sobre el que quiere construir su mandato, va a estar condicionado por las mayorías y atado por lealtades que antes eran rechazos. Ya se está viendo en el tiempo que se está tomando para nombrar un consejo de ministros (va a acabar con 10 de 18 actuales porque le parecen absurdos). De momento, ha dado un paso importante, confirmando que Bullrich, la líder de la derecha, se suma a su carro como ministra de Seguridad, una de sus apuestas clave, prometiendo pelear contra el crimen organizado y el narcotráfico. 

El "anarcocapitalista", como gusta de llamarse, es un enigma. ¿Tomará decisiones con la misma visceralidad que proponía en sus mítines? ¿Hay método en su aparente locura? ¿Sabrá cómo hacerlo, cuando siempre ha estado en la barrera de la política, como comentarista o, acaso, asesor externo? 

Para empezar, los medios: si suma con el centroderecha, logrará el apoyo de cerca de un tercio de los diputados y senadores del país. Con eso puede sacar algunas cosas adelante, pero también hay que tener en cuenta que la disciplina de voto no es estable, porque hay parte de esa derecha que no está de acuerdo con el apoyo brindado por Bullrich, que no quiere a Milei en la presidencia. En campaña, el presidente electo sugirió que, si tiene dificultades para que el Congreso apruebe sus reformas, podría acudir a un plebiscito popular. 

Cuidado, porque no es fácil, no se puede acudir a esta fórmula con alegría excesiva, y además pasa factura. La Constitución nacional prevé que las consultas populares vinculantes también deban pasar por el Congreso para ser convocadas, por lo que tampoco es la panacea en su caso. Por ejemplo, había planteado un refrendo para derogar la ley que permitió el aborto en 2020, que es uno de sus caballos de batalla y donde ha puesto el acento nada más empezar con sus reuniones de vencedor. Los expertos discrepan sobre si eso sería constitucional, ya que la norma es del ámbito penal, dice la BBC

También han surgido cuestionamientos a la idea de Milei de descentralizar el sistema de enseñanza, dando o cheques educativos a los padres para que elijan a qué colegio enviar a sus hijos, porque la educación depende por ley de los gobiernos provinciales. Incluso los decretos de necesidad y urgencia a los que Milei podría recurrir como presidente para impulsar algunas medidas deberían ser ratificados en el Congreso, añaden estos especialistas. 

Tampoco lo tendrá fácil en sus dos planteamientos económicos más radicales: la eliminación del Banco Central, al que culpa de la alta inflación, y la dolarización del peso argentino, como en el Salvador, Panamá o Ecuador. Nadie sabe realmente cuál es su plan, porque no lo ha explicado ni en el programa ni en campaña. Insiste en que estructuras como el banco han quitado valor al peso y que en dólares ya hacen muchas gestiones los ciudadanos, como la compa de viviendas, pero detrás hay mucho más, y no lo cuenta. 

Para hacer una dolarización ordenada hace falta tener una cantidad de dólares suficientes para reemplazar los pesos existentes y para dolarizar el sistema financiero y con la crisis actual, cuando el país tiene 44.000 millones de dólares de deuda, es muy complicado que nadie preste tanto dinero. Milei aseguró en sus mítines que ese paso podría costar unos 35.000 millones de dólares y que tenía gente que pondría ese dinero. Que entre las las reservas y bonos en dólares que posee el Banco Central y lo que le entregarían esas personas y entidades misteriosas que no citó llegaría a ese tope y podría hacerlo. 

Además, lo que dice oficialmente el Banco Central es que tiene reservas netas negativas (-10.000 millones de dólares, según cálculos privados) insuficientes para dolarizar pero, además, para sostener el actual tipo de cambio oficial, con una brecha del 180 % respecto a la cotización paralela del dólar. 

No son sólo los billetes: cualquier plan de dolarización requerirá primero corregir la política fiscal y monetaria del país, reducir la inflación, estabilizar el sistema financiero y asegurarse líneas de crédito para ganar confianza. Es todo un entramado, no basta con cambiar de papel timbrado. Esto llevaría meses, a juicio de la prensa local, y mientras puede generar un shock en la economía que obligue al nuevo mandatario a echar el freno. Las consecuencias son impredecibles. Sucede lo mismo con el Banco Central, que además de una función monetaria controla los bancos que operan en la plaza argentina. Suena a contradicción, porque no sólo es un ente que existe en la mayoría de los países desarrollados, sino que es básico en los dolarizados, lo que él pretende.

Está por ver también cómo acomete las privatizaciones anunciadas, empezando por la petrolera YPF, la empresa de energía Enarsa y el conglomerado de medios públicos. Por ahora los mercados no van mal pero sí han empezado las quejas internas en la estatal Aerolíneas Argentinas, si pasa a ser controlada por sus trabajadores.

Estas medidas son muy técnicas, pero lo que sí pueden entender sin dudas los ciudadanos son los recortes, no en organigramas públicos o equipos, sono en subsidios y gasto público. Tampoco ha dicho exactamente qué hará con la educación y la sanidad, que no ve cono derechos sino como servicios pagables. Si las recorta, habrá contestación popular, sin duda, auspiciada por los sindicatos (las grandes centrales y los estudiantiles), y en la que el peronismo intentará tener la voz cantante. En paralelo, un escenario de hiperinflación es muy posible si no aplica con eficacia un plan de estabilización, que no es rápido ni sencillo. 

Un desafío inmediato para negociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) su deuda multimillonaria. Y esto es para ya. Cuando releve a Fernández en a Casa Rosada, se acaba el tanteo. Es hora de gobernar y demostrarlo.