Arresto de Trump: un procesamiento histórico que abre incógnitas sobre su carrera a la reelección

Arresto de Trump: un procesamiento histórico que abre incógnitas sobre su carrera a la reelección

El expresidente de EEUU y su empeño en silenciar una aventura con una actriz porno hacen temblar a los republicanos y amenaza con tensión en las calles.

El expresidente de EEUU, Donald Trump, el pasado octubre en un mitin en Warren, (Michigan) de cara a las elecciones de mitad de mandato.Chery Dieu-Nalio / REUTERS

Esta es la historia de un arresto anunciado y que aún no ha sido, pero que quizá será en breve. El del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, acusado de hacer pagos a una actriz porno para silenciarla, para que no contase que habían tenido una aventura, justo cuando peleaba por estar en la Casa Blanca. El sábado pasado, el magnate aprovechó un torneo de lucha libre para anunciar que sería detenido el martes y para animar a sus "74 millones de votantes" a echarse a la calle para impedirlo. Nada ha pasado, ni arresto ni manifestaciones multitudinarias de apoyo.

EEUU, aún, contiene el aliento, porque la situación es realmente peliaguda. Si Trump es detenido, sería el primer exmandatario en asumir un cargo penal. La coyuntura es inédita, basta pensar en su estampa de señor detenido, con los grilletes, improbable pero posible. Y el oleaje que semejante imagen puede causar asusta en un país que ya sabe lo que es que le asalten en Capitolio a sangre y fuego. El papel de Trump, entonces, fue protagonista.

Ahora todo depende de un gran jurado del Tribunal Penal de Manhattan, en Nueva York, que tiene que estudiar los cargos contra Trump. El fiscal tiene que ratificar la decisión que se tome. Y, después, si la causa procesa, vendrá lo que le viene a cualquier procesado: que se entregue o lo detengan. ¿Qué más vendrá? ¿Razias en las calles? ¿Cambios en la candidatura presidencial para las elecciones del año que viene? De aquellos polvos, estos lodos.

Stormy Daniels, la clave

Stephanie Clifford, una productora y estrella del cine para adultos conocida como Stormy Daniels, es la figura central en el proceso contra el exmandatario. Trump está siendo investigado por su papel en unos pagos ordenados para mantener a la mujer callada, para que su pasado no le salpicara. A finales de octubre de 2016, días antes de las elecciones presidenciales en las que el republicano ganó, el entonces abogado personal de Trump, Michael Cohen, hizo un pago de 130.000 euros a la intérprete para evitar que hiciera pública una supuesta aventura con el exmandatario, que habría tenido lugar una década antes. Trump siempre ha negado el sexo y el pago.

Fue en 2018 cuando Daniels publicó un libro en el que describía explícitamente la supuesta aventura con Trump. El entonces abogado de la estrella del cine para adultos dijo que el libro tenía la intención de demostrar que su historia sobre haber tenido relaciones sexuales con Trump es cierta. Hombre y mujer coincidieron en julio de 2006 durante la celebración de un torneo de golf para celebridades, el American Century, y según la versión de la denunciante tuvieron relaciones allí y en varias ocasiones más, en un bungalow privado del magnate situado en el Hotel Beverly Hills de Los Angeles. SU encuentro sexual habría tenido lugar menos de cuatro meses después de que la mujer del presidente, Melania Trump, diera a luz a su hijo Barron.

Daniels aseguró que Trump le prometió incluirla en su exitoso programa televisivo de entonces, El Aprendiz, y que por eso accedió a tener relaciones con él, hasta que el entonces empresario le confirmó en 2018 que no podría participar en el show. En una entrevista con la cadena CBS, la actriz reveló que en 2011 negoció para contar su relación con Trump a la revista In Touch a cambio de 15.000 dólares, pero que el acuerdo no se cerró porque Michael Cohen amenazó con demandar a la publicación.

Cohen la siguió presionando hasta que en el año electoral el letrado negoció un acuerdo que incluía el pago de 130.000 dólares para garantizar el silencio de Daniels. El abogado hizo el pago de sus propios fondos y luego recibió un reembolso que, según Trump, fue de su dinero y no de la campaña presidencial. Es lo que hay que dilucidar ahora. Stormy Daniels rompió el acuerdo de silencio en 2018 con una entrevista para 60 Minutes, un programa míticamente serio de la CBS, en el que aseguró haber recibido presiones para no pronunciarse sobre la relación, desde hombres de seguridad de Trump siguiendo sus pasos y hasta amenazas veladas a su hija pequeña. Llegó a denunciar al ya entonces presidente, intentando anular el acuerdo, pero la querella no prosperó y el juez ordenó a Daniels pagar casi 300.000 dólares por las costas legales.

En qué punto está ahora

¿Dónde queda Trump? En mala posición, porque podría ser acusado, posiblemente de falsificar registros comerciales relacionados con pagos de dinero secreto durante su campaña de 2016 a mujeres como Daniels que lo acusaron de encuentros sexuales. Porque se cree que hubo más casos. Él insiste en que la investigación está plagada de irregularidades y acusa a los fiscales de participar en una “cacería de brujas” políticamente motivada para dañar su campaña a la reelección, en 2024.

Una acusación formal en Nueva York marcaría un giro extraordinario en la historia del país, convirtiendo a Trump en el primer expresidente empapelado. Y tendría un peso tremendo para el propio Trump, amenazando su capacidad establecida desde hace mucho tiempo para evitar consecuencias, a pesar de enredarse en una cantidad vertiginosa de casos. Décadas de escrutinio legal lleva a sus espaldas, sin consecuencias.

Aunque la oficina del fiscal estatal de Nueva York para el distrito de Manhattan, Alvin Bragg, no ha confirmado que prevé acusar formalmente a Trump, el anuncio que hizo el expresidente el sábado mantiene en vilo a Estados Unidos. En este país, los fiscales pueden presentar testigos y pruebas a un panel de ciudadanos conocido como gran jurado, que decide si se justifica la presentación de cargos. "Los fiscales casi nunca invitan al sujeto investigado a testificar ante el gran jurado a menos que planeen acusar a ese individuo", explicó Bennett Gershman, profesor de derecho en la Universidad Pace y exfiscal, citado por la CNN.

A Trump se le ve, pese a todo, tranquilo. Busca el abrigo de los suyos, pero sabe que lo normal es que salga en libertad bajo fianza o incluso sin ella, si se ordena su detención, que es muy complicado que se le aplique una prisión preventiva precisamente por ser quien es y porque tampoco hay riesgo de fuga, teniendo como tiene planes en la Casa Blanca y diciendo como dice que es inocente y que no tiene nada de lo que escapar. La naturaleza no violenta de sus supuestas acciones también ayuda.

El proceso ordinario obliga a que, si no se entrega a requerimiento de la justicia (que es lo que sus abogados ya negocian si se da el caso, para hacerlo disimuladamente, informan medios como The Washington Post), deba ser arrestado. Trump es dueño de la torre que lleva su nombre en Nueva York, donde se le investiga y donde nació en 1946, pero vive habitualmente en Mar-a-Lago, Florida. Habría que pedir su extradición desde allí. Un territorio donde gobierna Ron DeSantis, el republicano que se supone que le plantará cara en la candidatura a la Casa Blanca. Lo lógico es que se presente voluntariamente en el tribunal, le tomen las huellas dactilares y lo registren, y que sea puesto en libertad con cargos.

Lo cierto es que esto no tiene precedentes y no hay un procedimiento definido, todo es posible, pero nadie sabe si habrá o no foto de Trump con las esposas puestas. Hay quien dice que mejoraría su imagen, como mártir. Hay quien dice que nadie votaría nunca a un señor esposado y escoltado por la policía. Una cosa es pasar por muchas y ser escurridizo y otra, caer.

En cualquier caso, con él en la calle o entre rejas, si es procesado se abriría una horquilla de uno a dos años en los que investigar y armar el caso para juicio. Un tiempo que puede colisionar, entonces, con la carrera hacia el Despacho Oval que Trump ya ha dicho que va a emprender de nuevo. Si queda exonerado, también estará cuando menos obligado a dividir su tiempo entre la campaña y su defensa en los tribunales. “Hay una historia y un patrón de Trump diciendo y haciendo cosas sin que haya ninguna consecuencia”, dice a AP Michael Weinstein, abogado y exfiscal del Departamento de Justicia. “Ha estado luchando durante mucho tiempo y podría ser que en los próximos 12 meses enfrente dos o tres casos penales que le acarreen una responsabilidad penal grave”, advierte.

Un portavoz de campaña de Trump, Steven Cheung, ha asegurado que en su equipo hay "una operación de respuesta de espectro completo que puede hacer frente a cualquier cosa que se nos presente". O sea, que está preparado. Y que no piensa irse. 

¿Ayuda o entorpece?

Políticamente, los aliados de Trump creen que el caso, por muy escandaloso que sea, en realidad beneficiará al expresidente a corto plazo, al imprimir energía a su base en unas primarias republicanas competitivas. De nuevo el perseguido, el líder a quien le buscan la ruina y no hay manera. Le daría otro impulso más adelante si finalmente no logra una condena, porque sería el enésimo renacer, volver a salir limpio de un proceso realmente muy sucio.

“El fiscal de Nueva York ha hecho más para ayudar a Donald Trump a ser elegido”, afirmó regodeándose el senador republicano Lindsey Graham, haciéndose eco de otros miembros de su formación, que también han argumentado que la investigación probablemente ayudará a Trump en caliente, incluso aunque en las elecciones las cosas fueran distintas. Ahora mismo, salvando las distancias, entienden en su formación que el ambiente es similar a cuando en la casa de Trump se encontraron documentos confidenciales. En vez de ver la mala acción, sus seguidores vieron empecinamiento del FBI en ir a por él.

Formalmente, una acusación no impediría que Trump continuara con su campaña. No hay prohibición para concurrir mientras se enfrentan cargos penales o incluso después de una condena. De hecho, ha habido políticos delincuentes, condenados, que han mantenido sus carreras. “Es alucinante pensar que tenemos un expresidente en vísperas de ser acusado y que sigue siendo el favorito del Partido Republicano en 2024”, dice a la CNN el historiador presidencial Douglas Brinkley. “Habría pensado que su potencial arresto habría sido un factor descalificador en la política presidencial, pero Trump constantemente sorprende a la gente con su comportamiento tortuoso e inapropiado que trasciende convirtiéndolo en víctima de una cacería de brujas”. No hay más que ver que, desde que avanzó su posible arresto, ha cosechado más de dos millones de dólares en apoyos de sus correligionarios. El victimismo renta.

Las encuestas, por ahora, lo mantienen en todo lo alto. Las últimas conocidas -una universitaria, independiente, y otra de cercanos a su campaña- dicen que hoy ganaría las primarias republicanas con entre un 41 y un 56% de los votos, mientras que su principal competidor, DeSantis (que formalmente no ha planteado su candidatura aún), se quedaría con entre el 25 y el 27% de los apoyos. Residual sería el papel de Nikki Halley, exgobernadora y exembajadora, que sí ha puesto su candidatura sobre la mesa.

"Un partido político normal ya habría arrojado a un perdedor como Donald Trump debajo del autobús. En su lugar, los republicanos eligen desechar el Estado de Derecho", señalaba esta semana un artículo en Los Angeles Times. El desgaste por ahora es más a ojos de los republicanos templados, los que nunca creyeron en Trump y han visto cómo una formación histórica se transformaba en hilarante por su culpa, aunque también hay choques públicos. DeSantis, sin ir más lejos, ha concedido una entrevista a Fox en la que dice que con él la Casa Blanca no sería "un drama diario", que habría gestionado de otra manera la pandemia y que el liderazgo se ejerce de otra manera. Del caso Daniels no habla porque, desprecia, él no se las ha visto con actrices porno.

Así van, lanzándose puñales en los medios y en las redes, porque Trump -obvio- no se calla y le replica. "No estás trabajando por la gente de Florida", "así no se lucha contra los lunáticos de izquierda", "es un desanctimonious", o sea, un mojigato. Y todo así. 

Un largo idilio con los tribunales

Trump sabe bien lo que es pelearse con los tribunales. Ya enfrentó su primer escrutinio legal en la década de 1970, cuando el Departamento de Justicia presentó un caso de discriminación racial contra el negocio inmobiliario de su familia, informa la agencia AP. Trump y su padre lucharon ferozmente contra la demanda, que los acusaba de negarse a alquilar apartamentos a inquilinos negros en edificios predominantemente blancos. El testimonio mostró que las solicitudes presentadas por posibles inquilinos negros estaban marcadas con una "C" para "de color". Trump contrademandó por 100 millones de dólares, acusando al Gobierno de difamación.

El caso terminó con un acuerdo que abrió el camino para algunos inquilinos negros, pero no obligó a los Trump a reconocer explícitamente que habían “fracasado y descuidado” el cumplimiento de la Ley de Vivienda Justa.

Desde entonces, Trump y sus negocios han sido objeto de miles de demandas civiles y numerosas investigaciones. Ha habido investigaciones sobre sus negocios con casinos y bienes raíces, acusaciones de soborno y cabildeo inapropiado, acusaciones de fraude contra la ahora desaparecida Universidad Trump y la Fundación caritativa Trump y una investigación del fiscal de distrito de Manhattan sobre las ventas en el hotel-condominio Trump SoHo en Bajo Manhattan.

De hecho, según Citizens for Responsibility and Ethics, una ONG con sede en Washington , un grupo de vigilancia del gobierno abreviado CREW, en noviembre de 2022, Trump había sido acusado de cometer al menos 56 delitos penales desde que lanzó su campaña en 2015, sin incluir acusaciones de tratos comerciales fraudulentos. Pero nunca ha sido acusado formalmente. Trump es un maestro de las tácticas dilatorias, “encontrando formas de demorar infinitamente con la esperanza de que la investigación y el litigio desaparezcan. Y ha tenido un éxito notable”, sostiene a la citada agencia el presidente de CREW, Noah Bookbinder, exfiscal federal anticorrupción.

“Hace que la rendición de cuentas sea absolutamente esencial porque no podemos tener personas en una democracia que funcione operando en posiciones de poder con total impunidad donde pueden cometer delitos y nunca tener que enfrentar ninguna consecuencia”, dijo. La réplica de Trump a un discurso tan fuerte fue: no comete ningún delito, por lo que las consecuencias serían injustas.

Como presidente, Trump continuó enfrentándose a la sospecha de la justicia. Durante dos años, el Departamento de Justicia investigó los vínculos de su campaña de 2016 con Rusia. Si bien el fiscal especial Robert Mueller nunca encontró evidencia directa de colusión, su informe final presentó evidencia de obstrucción. Señaló que, debido a una opinión del departamento que prohíbe acusar a un presidente en ejercicio, no podía recomendar que Trump fuera acusado penalmente, ni siquiera en secreto.

Desde que Trump dejó el cargo, las investigaciones se han acercado cada vez más. En enero, su empresa homónima fue multada con 1,6 millones de dólares por delitos fiscales, incluida la conspiración y la falsificación de registros comerciales. El ejecutivo de toda la vida de la compañía, Allen Weisselberg, actualmente cumple condena en la cárcel como castigo por evadir impuestos sobre beneficios laborales.

Todavía se están investigando casos adicionales. En Georgia, la fiscal de distrito del condado de Fulton, Fani Willis, ha estado investigando si Trump y sus aliados se entrometieron ilegalmente en las elecciones de 2020 . El presidente de un gran jurado especial, que escuchó a decenas de testigos. dijo el mes pasado que el panel había recomendado que se acusara a numerosas personas e insinuó que Trump podría estar entre ellos. En última instancia, depende de Willis decidir si seguir adelante.

En Washington, Trump está bajo el escrutinio del fiscal especial Jack Smith por su manejo -las acusaciones dicen mal manejo- de documentos clasificados después de dejar el cargo, así como por sus muy publicitados esfuerzos para mantenerse en el poder, a pesar de su derrota en las elecciones de 2020. Los abogados del Departamento de Justicia en la investigación de documentos han dicho que han acumulado evidencia de posibles delitos relacionados con la retención de información de defensa nacional por parte de Trump, así como posibles esfuerzos para obstruir su trabajo.

Si sale vivo del tema Daniels, aún tiene mucho que pisar los juzgados el aspirante a la Casa Blanca.