Trump, temporada 2: el nacionalpopulismo entra de nuevo en escena en la Casa Blanca
El republicano toma posesión este lunes como presidente de EEUU con un plan para transformar la Administración que puede acabar con los contrapesos, con más unilateralismo, aranceles y deportaciones y la garantía de caos e imprevisibilidad.

6 de enero de 2021. Capitolio, Washington, Estados Unidos. Hordas de seguidores de Donald Trump, perdedor de las elecciones a la presidencia del país frente a Joe Biden, se encaramaban por las escaleras y las cornisas del edificio, sede del poder legislativo, hasta que lograron acceder al complejo, donde se debía certificar la victoria del demócrata sobre el republicano.
Hubo tiros, vandalismo, amenazas y secuestros. Hubo hasta muertos, cuatro, y detenidos, 52. La mayor agresión a la democracia en EEUU. Y hubo un señor, Trump, que justo antes del estallido de ruido y furia le había dicho a sus correligionarios: "Hay que luchar". Lo repitió 14 veces. "Como demonios", precisó, con "audacia". "Caminemos hasta el Capitolio". Luego dijo que él no había incitado a nada y que aquella concentración había sido un "festival del amor".
Este lunes, 20 de enero, ese edificio en el que, en su nombre, se gritó "muerte" al adversario político será el escenario de la toma de posesión de Trump, de nuevo, como mandatario de la potencia más grande del mundo. El 47º. El 5 de noviembre se impuso a Kamala Harris, sucesora de Biden, por una sensible mayoría, 49,87 % frente a 48,40 % de los votos. Parece el mundo al revés, pero no, es obra y gracia de los electores, los aciertos del trumpismo mantenido y los errores de sus contrincantes.
Vuelve el socialpopulismo, la derecha extrema en el Despacho Oval, pero ahora, resabiada: si en 2017 Trump era un magnate sin experiencia política, que llegaba a lo más alto sin camarilla propia en el Partido Republicano, con pocos nombres propios en cartera para conformar equipo, en 2025 se las sabe todas. Ya no habrá choques con los que trataban de aconsejarle caminos distintos, sino aclamación y fidelidad de los elegidos por su dedo y ya no habrá dudas, porque se conoce la Administración de punta a cabo, para saber dónde hay que apretar, cortar o presionar para tener lo que desea. Cuenta a su lado con hombres tan poderosos como Elon Musk, que le abrirán aún más puertas.
Las condiciones de su nuevo mandato son otras, aún más favorables para sus planes. Ya que querrá actuar de puertas para dentro, con el proteccionismo como marca de la casa, lo esencial es su pretensión de acabar con lo que llama "Estado profundo" y que, a su entender, es un problema para el progreso. Quiere destrozarlo y ese es el marco de actuación que marcará sobre todas las cosas el porvenir. Su meta es transformar el poder presidencial para acaparar poder, pero hasta en el seno de su partido, los pocos críticos que parecen quedar, avisan de que puede acabar con el contrapeso de las ramas legislativa y judicial.
Básicamente, el nuevo Trump se apoya en dos hojas de ruta para sus planes: el llamado Proyecto 2025 -redactado por el tanque de pensamiento ultraderechista Heritage Foundation, 900 páginas en las que se plantea cómo reformar el Gobierno federal- y la iniciativa del America First Policy Institute (AFPI), similar pero algo más apegada al equipo de campaña del republicano. Trump ha tratado de distanciarse verbalmente de planteamientos que suenan (porque lo son) extremos, pero sus nombramientos niegan su palabra: apuesta por gente que viene de ambas instituciones y que defienden darle la vuelta como un calcetín al sistema federal actual.
"El problema es que sus deseos personales tienen el potencial de alterar fundamentalmente las operaciones de las agencias federales que supervisan lo esencial: salud, seguridad, agua, clima o trabajo. Puede desdibujar los límites de lo que las agencias pueden hacer y eso es grave para la democracia", como expone Bernie Sanders, lo más a la izquierda en el Partido Demócrata.

Pongamos ejemplos de lo que puede pasar: si habitualmente, con cada rotación del Gobierno, cambian unos 4.000 funcionarios de libre designación en EEUU, Trump quiere cambiar a 50.000 para hacer las cosas a su gusto. Problema: hay leyes que lo impiden. Solución: se espera que uno de sus primeros casos sea aprobar la "Schedule F", una orden que aprobó antes de irse en 2020, que Biden anuló y por la que puede abrirse la interpretación de qué puestos públicos están protegidos y son intocables y cuáles no.
Más: quiere un estado unificado al máximo, una meta a la que se refiere usando incluso términos nazis como "reich" y también que haya "tribunales militares televisados" para encarcelar a sus críticos, empezando por Biden y siguiendo por Harris -ya ha dicho repetidamente que buscará la "venganza" porque lo sacaron de la Casa Blanca-. Quiere poder llamar a los militares a atacar a los ciudadanos que se manifiesten contra el Gobierno, incluso en protestas legales, a través de su Ley de Insurrección. ¿Genocidio en Gaza, feminismo, comunidad LGTBI, empleo digno? Todo es una amenaza, a sus ojos. Y se propone, como decía Sanders, politizar las agencias independientes con funcionarios de su cuerda.
Ya en su primer mandato amplió los poderes presidenciales, pero en realidad eso lo han hecho todos los mandatarios. Lo que ahora se plantea es una reforma integral, presidencialista y personalista. Límites legales hay pero tiene intención de irlos eliminando y el viento sopla a su favor porque ahora cuenta con mayoría republicana en la Cámara de Representantes y en el Senado y también hay mayoría conservadora en la Corte Suprema de EEUU. Ya ha ampliado el número de los llamados "zares", personal de extrema confianza que no tiene que pasar la confirmación del Congreso para formar parte del Estado y los ha puesto al frente se materias como la seguridad fronteriza o la inteligencia artificial.
Su derribo del orden vigente no sólo es interno, sino también externo: es un hombre que odia el multilateralismo (lo enlaza hasta con el multiculturalismo), que no respeta a instituciones como las Naciones Unidas (abandonó varias de sus agencias en el primer mandato) y amenaza con irse de otras (léase la OTAN), que es capar de enemistarse antes de estar en el cargo con Canadá, Panamá y Dinamarca con sus aspiraciones expansionistas, reclamando suelo o infraestructuras que escapan a la soberanía de EEUU.
Su plan exterior es similar, buscando contactos con un enfoque transaccional, conforme le convenga, debilitando a bloques que entienda más como competencia que como aliados, castigando a quienes no le sigan y alentando a grupos de su ideología que están causando un terremoto político en países, por ejemplo, de la vieja Europa. Si vemos la lista de los invitados a su investidura quedan claras las apuestas, de Santiago Abascal, líder de Vox, a Jair Bolsonaro, exmandatario de Brasil, pasando por la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, o el de Israel, Benjamin Netanyahu.

Las primeras apuestas
El Center for American Progress, de tendencia progresista, ha analizado el programa de Trump y su cercanía a los citados proyectos de ultraderecha y concluye que el millonario busca una presidencia "imperial", directamente. "Tiene como objetivo derribar el sistema de pesos y contrapesos y reimaginar un poder ejecutivo con esteroides y libre de cualquier atadura", dicen sus analistas. Así, auguran que su legislatura podría ser de "un poder ilimitado para tomar el control del país y controlar la vida de los estadounidenses". La suya es, como marco, "una filosofía de Gobierno radical, que contraviene la separación tradicional de poderes y otorga a los presidentes un control casi completo sobre la burocracia federal", añade el informe. Lo único claro es que tiene fecha de caducidad, en cuatro años, porque no se puede presentar a la reelección en 2028: el límite de mandatos en EEUU es de dos, sean consecutivos o no.
Trump se sentirá fuerte con esa armadura, más aún cuando llega a la toma de posesión esquivando cualquier repercusión seria de las cuatro acusaciones penales que pesaban en su contra. Dos se han desestimado con su reelección, la justicia tira la toalla ante el nuevo presidente, un tercero está estancado y el cuarto ha acabado con una condena que lo convierte en el primer mandatario convicto de la historia de EEUU, pero que no deja de ser simbólica.
El republicano se regodea y es capaz de decir, como expuso en una entrevista con la Fox, que no será un dictador en general, sólo "el primer día" en el Despacho Oval. Bromas de ese grosos. Pese a todo, sus apuestas son tan grandilocuentes que asustan un poco a la sociedad, como demuestran las últimas encuestas. Un sondeo de NPR, PBS y Marist, conocido el 16 de enero pasado, sostiene que los ciudadanos se oponen a que indulte a los condenados por el asalto al Capitolio, haga deportaciones en masa -"las mayores de la historia", ha anunciado- o imponga aranceles excesivos que dañen la economía patria. "No están convencidos de los pilares de su agenda", dice el sondeo. Debe ser cuidadoso, añaden los expertos, "respecto de hasta dónde decide llegar con lo que quiere hacer", por más que vaya diciendo que tendrá "un mandato poderoso y sin precedentes" desde el lunes.
En concreto, en su retorno a Washington, cuenta con la opinión desfavorable del 49% de la población, frente a un 44% que lo apoya. Biden y Harris se marchan con un 42% de aprobación. Lo apoyan más los hombres que las mujeres (53-35%), los cristianos evangélicos blancos (69%), los hombres blancos sin estudios universitarios (65%) y los residentes de zonas rurales (57%). Es su base.
Será la que siga a pies juntillas esos primeros decretos que va a firmar, posiblemente el mismo lunes 20, cuando tome posesión de su recuperado despacho. El presidente electo está preparando más de 100 órdenes ejecutivas para ese el primer día y los iniciales, "en lo que equivale a una campaña de conmoción y pavor sobre seguridad fronteriza, deportaciones y una avalancha de otras prioridades políticas", como lo define la agencia AP.
El 20-E habrá pasos simbólicos y de calado. Tomará medidas en seguridad fronteriza y control de la inmigración, en el desarrollo energético, las políticas de género en las escuelas y las vacunaciones obligatorias, más el ya citado anexo F de reforma federal. "Si bien las acciones ejecutivas son comunes el primer día de una nueva Casa Blanca, cuando un nuevo presidente pone su sello en ciertas prioridades, lo que Trump y su equipo están planeando es un golpe ejecutivo nunca visto en los tiempos modernos, mientras se prepara para ejercer el poder en formas no probadas, eludiendo la maquinaria legislativa del Congreso", dice la agencia.
Las líneas maestras y el efecto mundial
Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano, ha analizado lo que se puede esperar de una segunda temporada de esta película enloquecida que protagoniza Trump y en la que arrastra al mundo. Entiende que, en líneas generales, se abre un panorama "de enorme incertidumbre internacional" con su vuelta. "Su estilo caótico e impredecible, su desinterés por el orden liberal multilateral, su ninguneo de las alianzas tradicionales estadounidenses y su pulsión por establecer aranceles serán especialmente peligrosos para los europeos", expone.
Destaca el sensible efecto en la defensa, porque "a Trump prácticamente no le importa lo que [Vladimir] Putin haga en Europa". No cree que vaya a sacar a EEUU de la OTAN, como ha amenazado en varias ocasiones, pero sí puede optar por una "OTAN durmiente", esto es, "una situación en la que EEUU saca a sus tropas de Europa, se resiste a nombrar embajador en la Alianza Atlántica, ningunea la organización y demanda que los europeos aumenten sustancialmente su gasto en defensa".
No hay previsión de que, con él, el Congreso estadounidense vaya a mandar más fondos a Ucrania, como sí ha hecho Biden, y el plan del republicano para esa guerra pasa por negociar con Moscú. Si no llega de EEUU, el armamento o la munición tendrá que venir de Europa. Y si los países europeos no tienen suficiente en su arsenal, tendrán que comprar, preferentemente en EEUU, donde están las principales empresas de Defensa del mundo. Sobre el posible acuerdo con Putin, Steinberg cree que "seguramente ofrecerá un acuerdo a Putin por el que Rusia se quede con la parte de Ucrania que ahora controla, pero es posible que Putin prefiera seguir adelante con la invasión, sabiendo que Zelensky, tiene cada vez menos apoyos". "En todo caso, si Putin aceptara un acuerdo, la gran pregunta sería en qué medida ofrecerá garantías de seguridad creíbles para los europeos", añade.
En Oriente Medio, augura que Trump "mantendrá su apoyo incondicional a Israel, pero su objetivo a medio plazo será reactivar los Acuerdos de Abraham impulsados al final de su primera presidencia e interrumpidos por la guerra en Gaza, que aspiraban a normalizar las relaciones entre Israel y muchos de sus vecinos". Acuerdos que Biden compró y trató de ampliar, pero que el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023 y la ofensiva israelí posterior frenaron en seco. "También se centrará en debilitar a Irán con más sanciones, lo que podría cambiar los equilibrios de poder en la región en favor de Arabia Saudí", explica.
Habrá "carta blanca a [Benjamin] Netanyahu" per "no parece estar interesado en una escalada militar en la región", por lo que "seguramente evitará, al igual que Joe Biden ha hecho hasta ahora, que Israel bombardee objetivos militares y nucleares iraníes". Que nadie espere, dice, avance en la solución de dos estados, uno israelí y uno palestino, y "habrá que ver si la destrucción de Hamás y Hizbulah, y un Irán con menor profundidad estratégica en la región y debilitado por la eliminación de sus proxis, permiten abrir un periodo de mayor estabilidad en Oriente Medio".

"Recordemos que Trump repitió hasta la saciedad durante la campaña electoral que bajo su primer mandato no hubo guerras y que si era reelegido terminaría las que Ucrania y Oriente Medio. Otra cuestión es que pueda conseguirlo y a qué precio para la legitimidad del derecho internacional y los derechos humanos, que siguen siendo los valores que defiende la UE", indica en su análisis.
Trump, con el aislacionismo que defiende, podría incluso evitar comprometerse más con socios actuales del Indo-Pacífico, de Taiwán a Japón, de Corea del Sur a Australia incluso, convencido "de que, con una retórica de fortaleza agresiva, el uso estratégico de la guerra económica y el aumento del gasto militar, sus enemigos los respetarán y evitarán provocarlos, lo que impedirá nuevos conflictos".
En el caso de China, "seguramente habrá cada vez más presión para que dedique más recursos a contener a China y doblegarla en la carrera tecnológica, habida cuenta de que en Washington se considera que, en algún momento, el ejército chino será una amenaza real para la hegemonía militar norteamericana". Hay guerra comercial a la vista, como en su primera legislatura. Lo primero que ha prometido hacer es subir un 60% los aranceles al gigante comunista, cuando en su primera etapa "subieron de media del 4% al 25% y China respondió con medidas equivalentes", recuerda el experto.
Y cuando haya aprobado sus medidas sobre China, Federico Steinberg entiende que habrá más aranceles para Europa. Un paso que ajusta para marzo o abril. "Para él, la Unión es un rival comercial y no un aliado geopolítico, lo que seguramente llevará a la eliminación del Trade and Technology Council, que ha servido como foro de diálogo económico transatlántico durante los últimos cuatro años, así como a relaciones mucho más tensas tanto con Bruselas como con Berlín", indica. "En este contexto, sería importante que la Comisión Europea adoptara un tono transaccional con Trump, poniendo sobre la mesa lo antes posible una oferta comercial que evite que Washington imponga los aranceles".
Trump ya se caracterizó en la temporada 1 en el 1.600 de la Avenida de Pensilvania por sacar los pies del tiesto en materia climática, energética y tecnológica. Es de esperar, se expone en el informe, que EEUU abandone de nuevo los compromisos del Acuerdo de París o incluso la convención marco de Naciones Unidas contra el cambio climático, apostando por los combustibles fósiles y derogando también las nuevas leyes sobre IA. Está por ver qué hace con dos leyes clave de Biden, la de infraestructuras y la de chips, con inversiones multimillonarias pero a varios años vista. El proyecto del dólar digital lo ve en el cajón.
El republicano hizo de la economía su fuerza -junto a la inmigración- y llega con una situación positiva: pleno empleo (la tasa de paro es del 4,1%), economía que crece (seguramente seguirá haciéndolo a ritmos superiores al 2% a lo largo de 2025) y a eso sumará el su bajada de impuestos, los aranceles y las deportaciones masivas de migrantes, que pueden alterar las cosas, subir la inflación o impedir la bajada de tipos. "Lo que sí es seguro es que el déficit y la deuda pública estadounidenses aumentarán y seguirán en su actual trayectoria insostenible a largo plazo", dice el análisis.