Si el confinamiento de barrios en Madrid no es efectivo, ¿por qué se sigue aplicando?

Si el confinamiento de barrios en Madrid no es efectivo, ¿por qué se sigue aplicando?

Un estudio cuestiona la utilidad de los confinamientos por zonas básicas, pero en la región renuevan la lista cada semana con criterios distintos según el momento.

Varias personas, en una terraza del centro de Madrid durante la Semana Santa.Marcos del Mazo/LightRocket via Getty Images

Este viernes, la Comunidad de Madrid ha anunciado que 17 zonas básicas de salud y cinco localidades estarán confinadas perimetralmente durante al menos dos semanas por su alta incidencia de contagios. Este viernes, Madrid también ha levantado su perimetraje autonómico porque no le ve utilidad. 

A priori sorprende que las autoridades sanitarias madrileñas defiendan unos confinamientos mientras deploran aquellos por los que se guía el resto de comunidades autónomas. Pero sorprende más aún si se tiene en cuenta que este mismo viernes, cuando se actualizaba la lista de zonas confinadas, se publicaba un artículo en el European Journal of Public Health que argumenta precisamente que este tipo de confinamientos no funciona. 

Los epidemiólogos Mario Fontán, Pedro Gullón y Javier Padilla, autores de esta investigación, la elaboraron y presentaron en octubre de 2020, analizando la primera “hornada” de confinamientos selectivos, y aunque ha pasado medio año, la dinámica no ha variado mucho desde entonces. 

El cambio de tendencia a la baja se produjo en toda la ciudad, sin diferencia entre zonas

Los investigadores compararon las 26 zonas básicas de salud dentro de la ciudad de Madrid que fueron confinadas por primera vez en septiembre, y compararon su evolución con otras 29 zonas básicas de Madrid con una incidencia similar para comprobar qué había ocurrido en ambos casos. Su conclusión fue clara: “El cambio de tendencia a la baja se produjo en toda la ciudad de Madrid, sin diferencia entre zonas”, explica Gullón.

Los epidemiólogos descubrieron que “independientemente que las zonas fueran o no confinadas”, el 22 de septiembre, día en que comenzaron los confinamientos, ya había empezado a producirse un cambio en la tendencia; es decir, la curva ya había llegado a su pico y comenzaba a bajar.

El descenso no fue más pronunciado en esas zonas

Aun así, los autores del estudio quisieron comprobar si en las zonas confinadas ese descenso había sido más rápido y marcado —lo cual demostraría que los perimetrajes de barrios funcionaban—, pero no fue así. “El descenso no fue más pronunciado en esas zonas”, apunta Gullón.

Distintos criterios según la época

Han pasado siete meses desde entonces, y la Comunidad de Madrid ha seguido actualizando religiosamente cada semana su lista de zonas básicas confinadas. Aunque sí ha introducido cambios: si antes los confinamientos se establecían cuando la incidencia de una zona superaba los 1.000 casos por 100.000 habitantes, después pasaron a fijarse con una incidencia de 800, luego de 600, luego de 500, y ahora el límite se establece en los 400 casos de covid por 100.000 habitantes.   

Ha sido extremadamente difícil de entender

“Eso ha sido extremadamente difícil de entender”, reconoce Pedro Gullón, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública. “Ha sido un cachondeo”, dice ya en tono más informal. Gullón no acaba de entender por qué “cada semana se ha utilizado un criterio diferente y sin argumentos muy claros, porque luego te encontrabas zonas con incidencias superiores que no se cerraban, no se sabe muy bien por qué”, señala.

Por qué no funcionan

Al margen de los criterios tenidos en cuenta, la efectividad de esta medida sigue estando en duda. Gullón cita varios motivos por los que los confinamientos de barrios no funcionan, entre ellos la interdependencia entre zonas y la falta de controles.

“Dentro de una ciudad, las zonas son muy dependientes unas de otras”, sostiene el epidemiólogo, que menciona estudios que cifran en un 70% los desplazamientos que se hacen por motivos de trabajo, algo que sí está permitido con los confinamientos aplicados por el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Es decir, “la mayor parte de la movilidad se mantiene [con estos confinamientos]”, explica Gullón.

Las zonas son muy dependientes unas de otras, la gente no conoce bien los límites de su zona, apenas se aplican restricciones dentro de ellas, y ha habido falta de controles

Pero, además, “la gente no conoce bien los límites de sus zonas básicas de salud, provocan muchos líos, son difíciles de aplicar y de comprender, apenas se aplican restricciones dentro de esas zonas, y ha habido una falta de controles para hacer cumplir estas medidas”, enumera. 

Como anécdota, Gullón recuerda una vez que tuvo que desplazarse por la ciudad para ir a hacer una entrevista y, al terminar, se dio cuenta de que esa zona estaba confinada. Ni se había enterado ni nadie le había parado los pies. No es el único. 

No es lo mismo autonómico que por barrios

Dentro de la ciudad, los confinamientos perimetrales se pueden violar simplemente con cruzar una calle, lo cual resulta bastante desconcertante (e inútil). Estos perimetrajes tampoco son, sostiene Gullón, comparables a los que se aplicaron en las comunidades autónomas por Semana Santa, y que se han mantenido ahora en su mayoría (sólo Madrid y Canarias lo han levantado). 

“Un confinamiento perimetral tiene utilidad para reducir la movilidad de la gente, cuando se prevé que va a haber mucha movilidad no esencial, como por ejemplo en Semana Santa”, ilustra Gullón, que aclara que esta medida no sirve para reducir la incidencia del virus, sino para evitar que la gente se mueva y contagie. “Para bajar la incidencia hay que aplicar restricciones dentro de una zona. Y aquí [en la Comunidad de Madrid] no se hacía ni una cosa ni la otra”, dice. Dentro de una zona ‘confinada’ de Madrid, las únicas restricciones adicionales aparte de las que se aplican en el resto de la comunidad son un 30% de aforo (y no un 50%) en los lugares de culto y un 50% (en vez de un 75%) en academias y autoescuelas.

Para bajar la incidencia hay que aplicar restricciones dentro de una zona. Y aquí no se ha hecho

A la pregunta de por qué se siguen aplicando estos confinamientos si está visto que no funcionan, Gullón sólo tiene una respuesta: “Política”. “Les viene muy bien porque estas medidas no distorsionan mucho el ritmo de vida de la gente. Pero si hay una restricción que permite seguir con la vida como si nada, será que mucha restricción no es”, comenta Gullón.

El propio viceconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Antonio Zapatero, firmó en The Lancet un artículo en el que defendía la gestión de la región en la segunda ola, y citaba la aplicación de los confinamientos por zonas básicas.

Les viene muy bien porque estas medidas no distorsionan mucho el ritmo de vida de la gente. Quizás es porque mucha restricción no es

Dicho artículo ya acumula cinco réplicas, publicadas también en The Lancet y firmadas por epidemiólogos que rebaten los argumentos de los gestores madrileños. Una de las respuestas la elaboraron Gullón, Fontán y Padilla, citando sus hallazgos de que los confinamientos por zonas no habían tenido que ver en la doblegación de la curva.

“En un momento, en Madrid se aplicaron estas medidas y se tuvo la percepción de que así la pandemia iba a mejor. Pero no fue por eso, sino porque el cambio de tendencia ya se había producido”, insiste el epidemiólogo. “Aunque a veces quede en el imaginario que fue por eso, científicamente no funciona así”.

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es