Acaba de terminar la manifestación, son las 2.30 de la mañana. Después de un largo día de viaje en coche de Asturias a Madrid, con los tres peques y con mis padres, me paro a reflexionar... Y estos mineros que hicieron este camino andando, ya se hace largo en el coche así que caminando y con calor... puf...
Ha merecido la pena venir a Madrid. El recibimiento en Aravaca, fenomenal: les tenían preparada paella para comer y a disposición el colegio para dormir. A las 7 de la tarde los mineros del norte (Asturias y León) fueron a la Complutense a Madrid para juntarse con los mineros de Aragón. Sobre las 10.30 todos juntos en cuatro filas correspondientes al lugar de origen del que salieron, comenzaron a caminar por diversas calles de la ciudad. Una multitud de gente iba delante de ellos. Después los bomberos de Madrid y personal de seguridad llevaban unas cuerdas para intentar protegerles del resto de la gente.
Para que nos hagamos a la idea de como es este país, me gustaría comentar una cosa: yo estaba en medio de la calle Gran Vía; al lado había un quiosco y se subieron tres chicos periodistas con su cámara de fotos y la policía les mandó bajarse de allí. Todos lo hicieron pero el último en bajar preguntó que por qué: "¡Si hace unos días para celebrar la victoria del fútbol estuve aquí y no pasó nada!". Si eso ya es fuerte, lo grave viene detrás: se lo llevaron en el furgón, sí, sí, ya veis!!!
Me quedo con el recibimiento de la ciudad de Madrid, en verano, un martes, mañana se trabaja... y no se cabía en la Puerta del Sol dos horas antes de que llegaran los mineros.
Y mañana miércoles MÁS y MEJOR. A estas horas están saliendo autobuses de todas las partes de España. ¡¡¡Se comentaba que 500 autobuses y hoy ya calculaban 150.000 personas!!!
Ánimo mineros, la mayoría de la gente ya veis que está con vosotros.
La marcha minera avanza por la Gran Vía. Foto: MONDELO/EFE.
Nota del editor: Este post ha sido redactado y enviado por Jara Fernández Rodríguez, mujer de Diego González Pérez, que durante varios días ha transcrito lo que su marido le contaba a diario desde la marcha minera.