Son refugiados, no invasores (y no es Lampedusa, es Europa)

Son refugiados, no invasores (y no es Lampedusa, es Europa)

Expresar nuestro duelo unánime no limpia para nada la culpa en la omisión de socorro ni la responsabilidad europea ante la globalización de la desigualdad. Tenemos que dejarnos la piel para que la protección internacional sea una realidad.

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Resulta desolador el paisaje de muerte y de fracaso. Las costas meridionales de Europa parecen ser ya, por sí mismas, metáfora de esta Europa ensimismada por la virulencia y contumacia de la crisis económica y financiera, que se ha convertido hace tiempo en una profundísima crisis social, política, e incluso moral que está desdibujando el alma europea.

Quiero dedicar de nuevo una reflexión a los seres humanos desesperados que han perdido su vida en las aguas del Mediterráneo. Centenares de personas que huían de Eritrea y Somalia mientras trataban de llegar a Lampedusa, entre ellos muchas mujeres y niños han perecido en el intento de refugiarse en Europa. ¡No en Lampedusa, ni en Malta, ni en El Hierro, ni en La Gomera, ni en Italia, ni en España: en Europa, sí, en Europa! Esta es una vergüenza y es una tragedia europea, que pone bien a las claras la urgencia impostergable de dar una respuesta común al desafío de ejecutar e una puñetera vez el mandato de solidaridad que el Tratado de Lisboa (art. 80 TFUE) impone a los Estados miembros bajo una legislación común en la "gestión integrada de las fronteras europeas".

El número de refugiados sirios en los países vecinos y en el Norte de África ha alcanzado los dos millones; el 76% son mujeres y niños. Algunas voces acreditadas hablan de tres millones a finales de año. Se trata, sin duda, de una de las mayores crisis humanitarias a las que hayamos asistido desde el fin de la Guerra Fría.

Los países circundantes que reciben más refugiados son Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto: su esfuerzo de recepción y acogida, con sus fronteras abiertas, merece un reconocimiento europeo que vaya más allá de la palmadita en la espalda y la recomendación cínica y arrogante de que, con cargo a sus limitados recursos, continúen dando cobijo a cientos de miles de desplazados y refugiados que continúan huyendo de las zonas de guerra.

La demanda de asilo en la UE ha seguido al alza en 2013, con más de 50.000 solicitudes depositadas desde que comenzó el conflicto en 2011. ¡En la UE dos países: Alemania y Suecia han recibido el 59% de las solicitudes! La hipócritamente llamada (en lexicología conservadora) "distribución de la carga" no grava, no grava pues como se piensa, solo a los países del sur.

Además de todo ello, la sangrante crisis siria representa un auténtico examen al funcionamiento del recién estrenado Sistema Común de Asilo Europeo, que nos está haciendo ver cómo, a pesar del esfuerzo legislativo completado por el Parlamento Europeo en la resolución de todo el paquete de Asilo, todavía a estas alturas nada de nada está funcionando en la práctica.

Es cierto, la crisis humanitaria de Siria supone una enorme tensión que pone en peligro la paz de la región. Los países limítrofes llevan ya un tiempo haciendo un esfuerzo extraordinario para asistir y proteger a los refugiados. Pero su capacidad de resistencia ha rebasado sus límites, estos países no pueden ser abandonados, por su proximidad o su vecindad con el conflicto, ante la pasividad del resto de la comunidad internacional.

El compromiso con una política de puertas abiertas por parte de estos países debe ser objeto de reconocimiento y alabanza. Resulta fundamental que se mantenga. ¡Pero el derecho a solicitar asilo debe ser preservado en todo momento en la UE! Las personas que huyan de la guerra en Siria deben poder al menos tener una oportunidad de entrar en el territorio europeo para solicitar asilo.

En la legislación comunitaria existen ya los instrumentos que permiten la admisión temporal de ciudadanos sirios que abandonen su país, así por ejemplo, el Código de visados; (Art. 25): Un Estado miembro puede emitir excepcionalmente un visado con alcance territorial limitado cuando lo considere necesario atendiendo criterios humanitarios) o el Código de Fronteras de Schengen (Artículo 5(4))C) es la posibilidad de que un Estado miembro autorice a nacionales de Estados terceros a que entren en su territorio en virtud de criterios humanitarios.

Estos instrumentos deben ser utilizados con mucho mayor rendimiento, ya que las posibilidades de demandar asilo fuera de la UE son virtuales o inexistentes. ¡Alguna forma segura y legal de acceder a la UE debe ser fomentada en contraposición a los riegos de la entrada ilegal y su terrible conexión con el tráfico de seres humanos. La legislación europea de inmigración debe ser revisada, con una estrategia común y una mirada que supera la obsesión seguritaria!

En la UE hay ya ejemplos de algunos estados miembros que conceden status de residencia permanente a ciudadanos sirios (por ejemplo, Suecia); o que conceden una admisión temporal para los mismos (Alemania). Y hay que afirmar que ese ejemplo debe seguirse por parte de otros estados, en ejecución pura y simple de la legislación europea.

Un enfoque más coherente y una mayor solidaridad con los estados miembros que afronten presiones de flujos particularmente fuertes es necesario también para afrontar la situación de los demandantes sirios de asilo en la UE. Debe invitarse a los estados miembros a que hagan uso de los fondos del Programa Piloto de Reasentamiento de refugiados en situaciones de emergencia, así como de los fondos que estarán disponibles bajo el Fondo Europeo de Asilo y Migración.

Además de todo ello, los estados miembros deben poner fin, con carácter inmediato, al supuesto uso de detenciones prolongadas y a la intolerable e ilegal práctica del Refoulement, que supone un quebranto del Derecho europeo y del Derecho Internacional.

Los ministros de Interior reunidos la semana pasada en Luxemburgo "lamentaron" unánimemente lo sucedido. ¡Pero cuando se trata de poner dinero sobre la mesa para responder a la llamada de la Comisión Europea para reforzar FRONTEX, y crear una operación permanente de control de la frontera sur del Mediterráneo, no sólo no están a la altura del desafío humano planteado, sino que se limitan a proponer la puesta en marcha de una política Task force sobre ayuda humanitaria en el Mediterráneo!

El Reglamento EUROSUR, adoptado en el último Pleno de Estrasburgo (¡con el voto en contra de los eurodiputados del PP español!), no puede ser un instrumento meramente represivo o de control de fronteras. Sus capacidades tienen que ponerse al servicio de la asistencia humanitaria a las personas y las embarcaciones que estén en riesgo en el Mediterráneo.

Expresar nuestro duelo unánime no limpia para nada la culpa en la omisión de socorro ni la responsabilidad europea ante la globalización de la desigualdad. Tenemos que dejarnos la piel para que la protección internacional sea una realidad y no sólo una proclamación de derechos de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE. ¡Y también una política migratoria sólida en la UE! Porque los que huyen del hambre necesitan también de una respuesta europea, una estrategia abierta a la inmigración irregular, una respuesta global, una respuesta solidaria y una respuesta impostergable.

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