Récords de entradas vendidas y de gente que no presta atención: por qué cada vez se habla más en los conciertos

Récords de entradas vendidas y de gente que no presta atención: por qué cada vez se habla más en los conciertos

Artistas como Quique González, Ginebras o Guille Galván, de Vetusta Morla, se han quejado de los barullos y charlas continuas en sus directos.

Damon Albarn, durante el concierto del Coachella el 13 de abril.Getty Images for Coachella

Un viernes cualquiera en la madrileña sala La Riviera. Largas colas de personas se colocan en la explanada del Paseo de la Virgen del Puerto avituallados con sus latas de cerveza, charlando animadamente o fumando mientras esperan a entrar al concierto que el artista en cuestión ha enmarcado dentro de su gira.

Se espera que, una vez dentro, la situación cambie y, dentro de la situación distendida que dan los géneros populares, los asistentes se centren en la experiencia que les brinda la música del artista. Pero no es así, varios grupos de personas que se arremolinan alrededor de la mítica palmera del centro de la sala madrileña continúan animadamente charlando, compartiendo cerveza e incluso dando la espalda al artista. Ni siquiera en los momentos en los que el autor se dirige al público ni si tiene un tema en acústico ni a capella. Solamente centran su atención en dos o tres hits que inmortalizar con su móvil.

Esta situación se repite no solo en esta sala madrileña, también en otras en toda la capital como El Sol, e incluso en otras provincias como la Razzmatazz en Barcelona, la Malandar en Sevilla o La Trinchera en Málaga. Lo que ha provocado que el público aficionado a la música esté cada vez más crispado y, por supuesto, los artistas hayan hecho patente su descontento con la situación.

La última, en los premios MIN esta misma semana, La La Love You cambió la letra de su hit El fin del mundo para mandar una pulla a los que hablan en los conciertos: "Y yo cantando, cantando, cantando / Y tú hablando, haciéndote oír / Me voy rayando mientras cascas / Al menos vete hacia la barra".

No ocurre solo en España, se trata de un fenómeno global, como se pudo comprobar el pasado fin de semana en el Coachella, en California, durante la actuación de Blur. Durante la interpretación del hit Girls and Boys al ver que el público no respondía, el líder de la banda, Damon Albarn, le soltó a los asistentes: "No nos vais a volver a ver más por lo que deberíais estar cantando la canción. ¿Sabéis lo que os digo?".

Artistas y público, hartos del "murmullo"

Lo hizo Magüi de Ginebras, quien tuvo que parar un discurso en el que hablaba de una de sus canciones —Muchas gracias por venir, precisamente dedicada a sus fans y al público— en un concierto el pasado 24 de febrero en el Teatro Albéniz de Gijón en un vídeo que se viralizó en redes sociales. "¿Está todo bien?", dijo la vocalista ante el murmullo incesante del público.

Otro que se ha quejado recientemente en redes sociales de la situación ha sido Quique González, que calificó sus conciertos del pasado mes de marzo en Málaga y Almería como "más ruidosos de lo habitual" en Twitter. 

No es el único incidente del grupo ha tenido con un público irrespetuoso. También les sucedió en O Son Do Camiño el pasado mes de junio, donde la gente se encontraba sentada en primera fila, de espaldas al escenario y sin prestar interés al conjunto mientras esperaban a otro. 

Sandra Sabater, guitarrista de la banda respondió en Twitter: "En varios conciertos (incluido el nuestro), las primeras filas estaban copadas de grupos sentados en el suelo reservando hueco para ver a un artista que actuaba después. Algunos estaban de pie, con cara de culo, bostezando e incluso vacilando. Esas personas no dejaban disfrutar del concierto a los que sí estaban ahí para escucharnos. Es molesto, es irrespetuoso y es de tener bastante mala educación".

"Han sido muy buenos shows aunque un poco más ruidosos de lo habitual, cosa que afecta un poco a la concentración y al ambiente, ya que 10 personas hablando muy alto pueden fastidiarle el concierto a la gran mayoría que acude a escuchar música. Me sigue costando entenderlo pero no me quiero hacer mala sangre. Predomina el respeto y la buena escucha en general", sentenció.

A estas quejas se han sumado también artistas como Paula Cendejas, que afirmó en Instagram: “No hay mayor falta de respeto a un artista que estar hablando en un concierto. Si te apetece tomar algo con tus colegas y hablar vete al bar, pero si vas a escuchar música respeta lo que te están ofreciendo”.

Esto también crispa al público especialmente asiduo a conciertos. Pablo Ruiz, colaborador en varios blogs musicales, se declara "harto" de este ambiente. "Es como un murmullo constante desde hace varios años", declara y asegura que cada vez es más frecuente que tenga que pedir "un poco de respeto" a algunas personas del público. 

"No es necesario que se esté callado y quieto como en un funeral, se puede hablar, comentar, beber, bailar, cantar, todo. Pero no que estés la hora y media entera hablando y no respetar cuando el artista habla ni siquiera escucharle", explica.

Para Nacho Criado, periodista y responsable del podcast Escenario Principal, como fan de la música le resulta "absolutamente incomprensible salir un día de casa y irte desde a un WiZink a una sala pequeña o mediana para estar charlando durante un tiempo". 

La situación no tiene visos de mejorar para el colaborador de la revista musical Crazyminds, Javier Decimavilla, "por lo menos en salas de Madrid". "Leo a gente de otras provincias y demás que el ambiente es un poco diferente", explica. "Hay determinadas salas en Madrid en las que si te pones de mitad público hacia atrás, pues probablemente no te enteres de nada del concierto. Gente a la vuelta, gente en las barras más preocupadas de eso que de los artistas, etc."., explica.

"Es una falta de respeto, como han dicho algunos artistas, hacia ellos mismos porque no se escuchan, porque no tienen la atención que merecen y para el propio público que vamos a verlos", añade.

"Es una falta de respeto, como han dicho algunos artistas, hacia ellos mismos porque no se escuchan, porque no tienen la atención que merecen y para el propio público que vamos a verlos"
Javier Decimavilla, colaborador de la revista musical 'Crazyminds'

Carteles de 'no hay entradas', pero con menos interés

Esta situación contrasta con la situación general de la música en directo en España o, al menos, la que copa grandes titulares. Artistas como Dani Martín llenando ocho Wizinks con casi dos años de antelación o grandes eventos como los conciertos de Taylor Swift, Aitana o Karol G con entradas agotadas en cuestión de horas hacen presagiar que la situación y el interés por la música es inaudito. Sin embargo, muchos se cuestionan que esto sea proporcional, más aún cuando grupos emergentes o artistas pequeños cada vez enfatizan más lo que cuesta llenar salas. 

El último en hacerlo fue Guille Galván, compositor y guitarrista de Vetusta Morla, que enunció en Twitter: "Nunca ha habido tanta gente comprando entradas para conciertos. Nunca ha habido tanta gente a la que le importe menos la música de los conciertos".

Criado cree que este fenómeno es multifactorial, pero que gran parte de él se debe a la importancia del "yo" en redes sociales. "Lo más importante soy yo, no el artista: soy yo que quiero contarle a mi amigo o amiga lo que sea, soy yo que quiero subir el story este y que me den X like o reacciones", explica y recuerda que esto no es inherente a los conciertos: "Vivimos en un mundo en el que a lo mejor vas a una conferencia y también la gente está con el móvil".

"Esa importancia propia establece que mi conversación es más importante aún que el artista que he ido a ver", señala. Pero el periodista también apunta a causas propias de la industria, que dice que lleva tiempo vendiendo la música "como turismo o como ocio".  "Por eso también los grandes acontecimientos de la música se agotan rápido y los conciertos más normales, pues cuesta venderlo", señala.

"Lo más importante soy yo, no el artista: soy yo que quiero contarle a mi amigo o amiga lo que sea, soy yo que quiero subir el story este y que me den X like o reacciones"
Nacho Criado, responsable del podcast 'Escenario Principal'

Criado apunta a que se ha vendido la "experiencia", pero también se debe a un cambio social, "somos más egoístas y hemos perdido capacidad, seguramente, de concentración y atención" y esto se da en todo tipo de público no solo el que se apunta que "no sabe de música" o que es extranjero. "También hay un montón de músicos o gente de la industria que se supone que saben mucho y están charlando también los conciertos", explica.

"Es algo general de la capacidad de atención y concentración en una sola cosa que tenemos y que va desde que las canciones de cinco minutos ahora mismo nos parezcan prácticamente una sinfonía de Mozart, que parece que nadie la escucha de principio a fin, a que no puedes estar hora y veinte u hora y media viendo un concierto, haciendo solamente eso", detalla.

Para Ruiz, las redes y la importancia de mantener muchos vínculos sociales pasan a estar por encima de la música para este público. "Se venden determinados conciertos como el lugar en el que vas a ver a fulanito, menganito, de determinada industria, sector o grupo. Una especie de networking, no necesariamente musical, pero sí de otros trabajos creativos en el que tienes que hablar y relacionarte, la música está de fondo", defiende.

Decimavilla valora positivamente que se vendan "más entradas" porque "al fin y al cabo la gente consume cultura". 

"Ahora, ¿cómo la consuma? Pues ahí es donde está el debate. ¿Se vende más entradas que nunca? Sí. ¿Todas esas entradas son porque hay gente que va a disfrutar del concierto con atención? Pues probablemente no", señala y apunta a que probablemente mucha gente vaya a "pasárselo bien o como un acto social en lugar de ir a tomarse algún bar, pues va a tomárselo mientras hay un concierto".

Esto provoca que, para él, aunque la industria sea más fuerte, "a los melómanos o más aficionados a la música les duela un poco".  

Tanto para él como para Ruiz, esto es especialmente sangrante en las salas que en los grandes recintos, donde se espera que un público sea más específico y menos de evento masivo. "Si te colocas cerca en una sala como El Sol, por ejemplo, que es pequeña, pues lo disfrutas muy bien. Pero si te colocas de mitad para atrás, al ser una sala tan pequeña, se oye demasiado el barullo", explica el colaborador de Crazyminds.

El entorno, de hecho, juega un papel fundamental en el ambiente que se genere en un concierto. Josep Martí, doctor en Antropología Cultural e investigador de la Institución Milà y Fontanals del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Barcelona) los clasificaba en TimeOut en tres tipos de atención: "centralidad absoluta", como un concierto de música clásica en el Auditorio Nacional, los de "centralidad intermitente", como las salas de música o festivales en los que el público puede moverse y hay barra, y la "centralidad inexistente", como puede ser un pianista amenizando un restaurante.  

¿Festivalización del público?

El controvertido auge de los festivales en los últimos años se ha argumentado también como una supuesta causa de esta falta de atención y de respeto a los artistas por parte del público.

El periodista Fernando Navarro, que ya en 2017 escribió el artículo titulado Contra los insoportables charlatanes de los conciertos en El País, aunque admite que esta actitud no es nueva cree que es cada vez "más invasivo porque el público está acostumbrado a ir a festivales, que socializas, que hay gente en corro, hablando entre ellos, haciendo botellón mientras tocan en el escenario".

"Antes, los pesados eran muy pocos y ahora se han hecho mayores y más fuertes porque se han acostumbrado a que haya muchos festivales y la gente ha entendido que la música es para socializar", indica el periodista de El País. Sin embargo, aunque el público de festivales es mucho más distendido, para algunos de los periodistas consultados no hay una relación directa.

"Antes, los pesados eran muy pocos y ahora se han hecho mayores y más fuertes porque se han acostumbrado a que haya muchos festivales y la gente ha entendido que la música es para socializar"
Fernando Navarro, periodista de 'El País'

De hecho, Criado ve el punto paradigmático en el caso de Quique González, que no tiene un público de festivales ni "fácil". "Es un artista de gran recorrido, con un público muy fiel. Tampoco es un artista masivo, que no es que sea el fenómeno del momento, que puede trascender la dicotomía sala-festival", explica.

"El festivalero no va a ver a Quique González a una sala hora y media o dos horas ni de coña. No vas, por así decirlo, a 'pasarlo bien', no es un Varry Brava, Delaporte, que incluso vas a bailar o pasártelo bien. Quique González o te gusta o no te gusta, es que no hay término medio", detalla. 

Público del Arenal Sound en agosto de 2024.Europa Press via Getty Images

Para Ruiz la "demonización de los festivales" no es la solución a esto. "Pasa como con la edad, se piensa que es más respetuosa la gente de 50 que de 20 y no es así. No siempre es así", detalla. "Hay mucha gente en los festivales que va a ver a grupos emergentes a las 16h porque les mola la música, no todo el mundo va a emborracharse o a irse de fiesta con los amigos", explica.

"Me parece muy simplista y purista argumentar que los festivales tienen la culpa de que la gente no sepa respetar al artista. La música es música, en un festival y en una sala", enfatiza y recuerda que la faceta de "descubrimiento" de nuevos grupos de los festivales se la "están cargando los programadores, no el público". 

Criado asegura que "ha defendido mucho ir a los festivales con esa actitud de descubrimiento" y pone de ejemplo su experiencia con grupos como los hoy reconocidos Rufus T. Firefly, a los que vio en el Sonorama cuando aún eran emergentes.

El FOMO tras la pandemia y la anticipación del 'estar ahí'

El FOMO, fear of missing out o la sensación de miedo por perderse algo que los demás estén disfrutando se convirtió en una tendencia colectiva tras la pandemia. Viajar, ir a festivales, conciertos o vivir la última experiencia gastronómica que veías en redes sociales se estableció como la dinámica de muchos jóvenes, y no tan jóvenes, cada fin de semana.

Por supuesto, los conciertos se han visto afectados por ella. De hecho, tanto Decimavilla como Ruiz y Criado coinciden en que es un fenómeno especialmente acrecentado tras 2020, cuando, tal y como recuerda Decimavilla "los precios son más altos".

"Los precios no paran de subir, los conciertos se agotan cada vez con más antelación y cada vez parece más difícil acceder a determinados conciertos", señala. Ha aumentado el coste y la demanda, lo que ha provocado que la antelación y la previsión lleguen a unos límites hasta ahora pocas veces visto.

"Antes no lo veías, que un artista que anunciara con dos años de antelación un concierto y lo agotara en horas. Ahora Dani Martín lo ha hecho seis o siete veces en el Wizink Center. Que es un público muy masivo, pero es que eso antes no pasaba. Ni con Dani Martín ni con nadie", señala.

Criado asegura que de la pandemia de la covid-19 "no hemos salido mejores": "Somos más caprichosos y más insolidarios, incluso con el artista".

"Ese querer estar, ¿quieres estar porque de verdad es tu artista y quieres estar? ¿O quieres estar porque es el evento del que se está hablando? ¿O porque es más importante el yo? O porque bueno, porque te han dicho no sé qué y que vayas. Bueno, pues sácame la entrada y les conozco", relata. 

Para él, esto ha desembocado en otro problema, que también se agudiza en la industria: la dificultad para llenar los aforos de grupos pequeños. "Por eso cuesta tanto ir a conciertos pequeños de bandas que no conoces porque estamos perdiendo la cultura también de enfocar la música como cultura. De voy a ir a un grupo que no estoy seguro si me va a ir a gustar o no, igual que voy a ir a una obra de teatro que no sé lo que va a ser, si me va a encantar 100%", recuerda.

Navarro coincide con él y añade que "se entiende la música como una forma de socializar". "Entienden que es un ocio que está ahí, pero no es como ir al cine o al teatro, que a nadie se le ocurre ponerse a hablar en mitad de una película o una obra. Pero como está al aire libre y tal, se entiende que no", detalla el periodista, quien remarca que lo importante está en "el respeto y la educación".

"Si alguna vez he necesitado hablar en un concierto, me aparto y me quito un poco de molestar a la gente. Es una cuestión de educación como ir con música o viendo vídeos con el sonido a tope en el metro", añade.

Público del Lollapalooza Brasil grabando con el móvil.Mauricio Santana

Ruiz coincide en que se ha establecido una cultura de ir "a escuchar las que salen el top de Spotify". "Se va a lo seguro y a veces, te sabes dos canciones, que está bien no hay que ser el más fan, el problema está en que te pases el resto del tiempo molestando", asegura. 

Para Criado, el factor social es fundamental: "Que sea un evento del que yo el lunes pueda llegar y decir en la oficina que yo estaba ahí".

Aunque se haya iniciado con la pandemia, Decimavilla cree que se ha entrado en una "inercia" de comprar las entradas con una previsión cada vez mayor: "Si ves que los conciertos se agotan con seis meses, los programo con un año. Si ves que se agotan con un año, los programo con dos años. Y si tú ves que se agotan en un día, pues estás en las primeras horas. Y si ves que se agotan en horas, estás ya antes de que empiece la preventa para actualizar. Al final nadie quiere perderse a su artista favorito y caes porque si no no lo ves".

"Es un poco agobiante y genera un poco de ansiedad, que de aquí a un año tengas planificados diez fines de semana", recuerda.

"Quien pueda pagar una entrada carísima no es el que probablemente vaya a disfrutar del evento musical. En muchos casos eso se transforma en un live en Instagram para sus 100.000 seguidores durante hora y media molestando a los demás o en una reunión de influencers hablando"
Pablo Ruiz, colaborador en varios blogs musicales

Tanto él como Ruiz no criminalizan ese empleo del móvil en las salas y conciertos. "Creo que quien esté libre de pecado que tiene la primera piedran porque todos sacamos el móvil en algún momento, cuando grabamos algo. Yo soy activo en Twitter y siempre cuelgo alguna cosilla. ¿Que me grabe todo el concierto? Pues no. ¿Que disfruto menos del concierto por grabar una canción para colgarla en Twitter o un story en Instagram? Tampoco lo creo", justifica Decimavilla. 

Para él, otro punto lo tienen los que acuden, por ejemplo, a las zonas VIP o Golden Rings, donde "se ve mucho selfie". "Creo que todos conocemos gente que no sabíamos que era aficionada a la música y que le vemos en determinados conciertos de Coldplay o de otros grupos similares. De repente ves un story en Instagram que dices ‘anda, no sabía que a este le gustaba la música", señala.

Ruiz concluye que estos packs han desvirtualizado lo que es el evento musical. "Eso sí que ha desdemocratizado la música, quien pueda pagar una entrada carísima no es el que probablemente vaya a disfrutar del evento musical. En muchos casos eso se transforma en un live en Instagram para sus 100.000 seguidores durante hora y media molestando a los demás o en una reunión de influencers hablando".

MOSTRAR BIOGRAFíA

Marina Prats es periodista de Life en El HuffPost, en Madrid. Escribe sobre cultura, música, cine, series, televisión y estilo de vida. También aborda temas sociales relacionados con el colectivo LGTBI y el feminismo. Antes de El HuffPost formó parte de UPHO Festival, un festival urbano de fotografía en el marco del proyecto europeo Urban Layers. Graduada en Periodismo en la Universidad de Málaga, en 2017 estudió el Máster en Periodismo Cultural de la Universidad CEU San Pablo y en 2018 fue Coordinadora de Proyecto en la Bienal de Arte Contemporáneo de Fundación ONCE. También ha colaborado en diversas webs musicales y culturales. Puedes contactarla en marina.prats@huffpost.es