Allá, donde el oxígeno escasea, es donde suelen nacer los campeones. En las circunstancias más adversas, cuando el aire se hace menos respirable y la consciencia se entumece, es donde los elegidos dejan una huella que permanece en el tiempo. El Giro de Italia, a diferencia de la mayoría de las carreras, es un vehículo para llegar al Olimpo a través de unas pocas puertas en forma de cumbres heladas que comunican dos mundos, el terreno y el divino.