Más allá del 'Muro' de 2024

Más allá del 'Muro' de 2024

El multilateralismo que representan la ONU o la OMS y el espíritu surgido tras la Segunda Guerra Mundial han quedado desfasados.

Soldados ucranianos disparan un obús autopropulsado hacia posiciones rusasLIBKOS / AP

Parece que la pax americana está llegando a su fin. Una hegemonía, sea cultural o política, breve desde una perspectiva histórica, y que conlleva, a su vez, el ocaso de Europa y la consolidación de nuevos actores en el escenario internacional. Sin embargo, como señala el politólogo Graham T. Allison, ninguna superpotencia cae por sí misma, y no acostumbra a dejar su posición dominante de manera pacífica —la trampa de Tucídides—. El caso de la Unión Soviética al final de la Guerra Fría fue una anomalía.

En 2024 la utopía liberal de Wilson parece haber fracasado, así como el sueño socialista de Lenin. El nacionalismo vuelve a resurgir como ideología dominante en los estados y sus sociedades, sin excepción continental, y la desigualdad de clase no frena, siguiendo ciertos paralelismos con la sociedad y dinámica económica previa a la Primera Guerra Mundial. 

El multilateralismo que representan la ONU o la OMS y el espíritu surgido tras la Segunda Guerra Mundial han quedado desfasados, y los retos globales que deberían hacerlos más relevantes para mejorar la vida de las personas parece que les ha quitado su razón de ser. La Unión Europea es un ejemplo de ello, particularmente en cuestiones de política internacional y defensa.

Se nos ha educado, en la medida de lo posible, en la promoción de la paz y la cooperación, apostando por un modelo de comprensión y empatía. Ahora en Cataluña se impulsan, curricularmente en algunos centros, proyectos y asignaturas sobre conflictos bélicos, para comprenderlos mejor. Un síntoma a pequeña escala de que cambia el paradigma y la forma de entender la realidad de la política internacional. Si las escuelas preparan a los jóvenes para el futuro, ¿esto es lo que les espera? Se empieza a aceptar, socialmente, que entramos en una nueva fase donde la democracia como sistema puede tambalearse, la paz es más frágil que nunca y las guerras acaparan la atención constante de los medios y gobiernos, influyendo con mayor intensidad en nuestra cotidianidad.

2023 ha sido de los años más conflictivos desde 1945, y una de cada seis personas en el planeta ha sufrido, de un modo u otro, la exposición a una guerra

La invasión rusa de Ucrania despertó parte de la opinión pública europea sobre cómo de frágil es mantener el equilibrio territorial, y cómo aquello que parecía impensable, propio de otras regiones del mundo menos desarrolladas, nunca llegaría al viejo continente. Un grave error, como lo fue la guerra de los Balcanes décadas antes, o la falsa sensación de superioridad moral y política respeto al resto del mundo. Pero de todo se aprende, ¿no?

2023 ha sido de los años más conflictivos desde 1945, y una de cada seis personas en el planeta ha sufrido, de un modo u otro, la exposición a una guerra, como ha destacado el Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) en su último informe. La legislación internacional parece haber perdido validez y ninguna institución supranacional puede intervenir para evitar el incremento de la violencia contra civiles. La destrucción de Gaza por parte de Israel o la expulsión de los armenios del Nagorno Karabaj por los azeríes son ejemplos, pero no los únicos.

En África, la proliferación de golpes de estado ha ido en aumento, y las guerras civiles, que no dejan de ser proxy wars, han provocado, junto con los efectos del cambio climático, la huida de millones de personas de regiones ya precarias a otras aún peores. La influencia europea, como demuestra la retirada francesa de sus antiguas colonias y la llegada de nuevos actores influyentes en la zona como Rusia, es una señal de que políticamente las cosas empiezan a cambiar de verdad. 

En todo el globo, más de 100 millones de personas han sido desplazadas. Etiopia, Somalia, o las tensiones entre los estados del Sahel marcarán el desarrollo político de África y los flujos de desplazados forzados, cuya mejor opción de supervivencia será una Europa en pleno debate migratorio. El concepto limpieza étnica se convertirá, en los próximos meses, en un concepto especialmente recurrente en los debates. El caso del Sudán ya ilustra esta dinámica, pero se intensificará todavía más en el cuerno y en el centro del continente.

Desde hace años, el punto más caliente del mundo que puede desencadenar un conflicto a gran escala está relacionado con las aspiraciones expansionistas (o de reunificación?) de China

Asia tampoco queda al margen. En Myanmar desde hace años los rohinyás siguen siendo eliminados y expulsados de sus hogares, siendo Bangladesh, uno de los países más pobres del mundo, su lugar de destino. En Bharat, nuevo nombre oficial de India, las minorías musulmanas son perseguidas por el ultranacionalismo hindú y, paulatinamente, marginadas sistemáticamente, como demuestra el caso del Kashmir. La tensión con Pakistán sigue latente, como la que sigue existiendo entre las dos Coreas.

En China más de lo mismo con sus minorías, con el aliciente de la eliminación descarada de cualquier oposición política, como sucedió en Hong Kong. Si se siente empoderada para actuar militarmente, Taiwán será el siguiente. En este sentido, desde hace años, el punto más caliente del mundo que puede desencadenar un conflicto a gran escala está relacionado con las aspiraciones expansionistas (o de reunificación?) de China en su flanco occidental.

A pesar de sus claras derrotas en conflictos como Afganistán, EEUU aún tiene la llave y la capacidad de influir decisivamente en estos asuntos, por esto es tan importante quién ganará la carrera electoral que se avecina. El 2025 nos dará una nueva realidad internacional que, en función de los resultados, cambiarán el paradigma actual. No habrá sorpresa alguna en Rusia, pero sí en las elecciones al Parlamento Europeo y en los más de 10 estados de la Unión (e.g., Austria o Bélgica) y los posibles candidatos a entrar, como Georgia o Bosnia y Herzegovina. En África, más de 15 estados votarán, y en Bharat, el país más poblado del mundo que intenta marcar perfil como actor de primer orden, la oposición se unirá contra el poder casi dictatorial del actual presidente Modi. Pero tampoco hay señales de cambio real en política interna e internacional en este caso.

Ahora bien, mientras nos centramos en estas cuestiones y en las terribles guerras que nos muestran la crudeza de un mundo que parece no aprender de la experiencia salida de 1945, el cambio climático sigue su inexorable paso y, como los caminantes blancos de Juego de Tronos, una vez llegue a cruzar el Muro, ya no habrá vuelta atrás. Los dragones de la Casa Targaryen no nos salvarán, sino que dependemos de la voluntad política y una mayor presión social a las instituciones. Lo urgente no permite actuar ni tampoco ver el principal desafío de nuestra era.

Gerard Pamplona es investigador de la Universitat Pompeu Fabra y experto en represión política

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