Un año sin Isabel II: las debilidades y fortalezas de su sucesor, Carlos III

Un año sin Isabel II: las debilidades y fortalezas de su sucesor, Carlos III

El nuevo rey casi aterriza ahora, entre funerales y coronaciones, pero ya se le ha visto aplicado y cercano. La gran modernización de la monarquía está por abordar. 

El rey Carlos III y el príncipe Guillermo, durante el funeral de estado de Isabel II, el 19 de septiembre de 2022 en Londres.Hannah Mckay / Pool Photo via AP

Cuesta creer que haya pasado un año. El 8 de septiembre de 2022 moría Isabel II, la monarca más longeva y con más años de reinado en la historia del Reino Unido -70 años y 214 días-, el rostro más famoso del país y casi del mundo. Ella era la Corona, la Windsor que nació sin previsiones de mandar y que acabó siendo casi eterna. Sólo casi. Su legado y también su lastre cayeron entonces sobre los hombros de su perpetuo heredero, el entonces príncipe de Gales, hoy Carlos III, y comenzaba un tiempo nuevo. Llegaba un rey más viejo y menos popular, con una agenda compleja: hacerse respetar, ganarse la confianza de la calle, dar estabilidad y unidad a la nación y modernizar la Casa Real.

¿Qué ha pasado en estos 12 meses? ¿Ha abordado Carlos los planes que tenía en mente? ¿Cómo se desenvuelve en un cargo para el que se formó durante 74 años? Por ahora, con suavidad y sin contratiempos, dando pasos lentos y sin giros radicales, lo propio de quien tiene detrás una maquinaria milenaria como la de la monarquía por más que, como príncipe, se destacara por sus ideas propias y su capacidad de airearlas en público. Un año con sus debilidades y sus fortalezas. 

Empecemos con las primeras. Carlos, a quien muchos veían como un rey de transición hasta el punto de augurar una abdicación rápida en su hijo Guillermo, ha dejado claro que ha llegado para quedarse hasta que la naturaleza lo frene. Ha esperado mucho tiempo su momento y tiene ideas y proyectos que acometer. Lo ha demostrado, según los medios de Reino Unido, con un "trabajo aplicado desde el primer día" (afirma el Times) y con "una agenda comprometida con la tradición" (añade el Independent), en un tiempo en el que tampoco ha tenido mucho margen: este jefe de Estado de 15 naciones -Reino Unido más parte de la Commonwealth- se ha centrado en una función esencialmente protocolaria entre el duelo nacional, el funeral de su madre, la toma de posesión de sus nuevas rutinas y, ya en mayo pasado, su coronación en Westminster.

A los británicos les parece bien lo que ha hecho en estos meses, dolorosos por la pérdida de su madre y estimulantes por el reto de reinar. Su popularidad ha crecido 11 puntos en este año, del 44% al 55% actual, según los sondeos recopilados por Yougov. Es el quinto personaje más popular de su país y en tercero de su saga: el príncipe Guillermo, de 41 años, se mantiene como el miembro favorito de la familia real entre la ciudadanía, con un respaldo que asciende al 74%, ligeramente por encima del de la princesa Ana, hermana de Carlos.

La mayoría de los británicos cree que el rey está haciendo un buen trabajo (59%), frente a sólo el 17% que dice que está haciendo un mal trabajo. Desde que murió su madre, nunca ha estado por debajo del 58% y ha tenido picos del 63, algo insólito en él. 

Los datos son buenos para sí mismo y para la monarquía. Actualmente, el 62% de los británicos dice que el Reino Unido debería seguir teniendo un rey mientras que el 26% sostiene que el país debería tener un jefe de Estado electo. Hay un 11% de indecisos. La llegada de Carlos no ha empeorado esta estadística, que no deja de crecer desde hace dos décadas, varios puntos al año. Hubo un breve repunte de apoyos que llegó al 67%, inmediatamente después de la muerte de Isabel II, ahonda Yougov. Un 48% afirma estar orgulloso de la Corona, dato empatado entre madre e hijo. 

  Carlos III saluda desde su carroza a la multitud tras ser coronado en Londres, el pasado 6 de mayo.Rob Pinney / AP

Esa es la cara. La cruz de esos datos es que, sí, pese al buen apoyo, se concentra en los adultos y ancianos. Los jóvenes, de forma acelerada, dan la espalda al sistema: sólo el 37% de los súbditos de 18 a 24 años quieren la monarquía, frente al 40% que la rechaza. 

Volvamos a la lectura buena. La mayoría de la gente (un 58% de los sondeados) piensa que la institución de la monarquía es buena aún para Gran Bretaña y sólo el 21% la considera mala. El 53% añade que la Casa Real vale lo que cuesta, esto es, que se merece el presupuesto que se le destina. Y que lo que hace lo hace bien, personalizado en este caso en el reciente monarca. Carlos III acumula una de las grandes fortunas privadas del país, de unos 1.800 millones de libras (cerca de 2.100 millones de euros), según un informe de The Guardian publicado en abril.

Para explicarlo suman dos factores esenciales: las expectativas y los hechos. Los ciudadanos confían en que lleve una buena dirección porque lo necesitan, la Corona no salva un país pero ayuda a que no se desintegre (dicen sus defensores) y eso es lo que le piden. Su percepción es buena porque toda nueva etapa genera ciertas ilusiones y la principal es que sepa seguir el camino de su predecesora. 

Hay ganas de saber cómo se comporta y qué dice, como demuestra su primer mensaje de Navidad, que fue seguido por 10,6 millones de telespectadores. Una cifra récord. En aquella ocasión, como en su primer discurso como soberano y, luego, en la coronación, prometió una "inquebrantable devoción" hacia su país, la misma que tuvo su madre y garantizó que va a "servirle con lealtad, respeto y amor".

Y luego está el capítulo de los hechos, su elección y su tono. En sus numerosos viajes, Carlos III, a menudo acompañado de su esposa y reina Camila, se ha mostrado en general accesible y cálido, lejos del carácter reservado de Isabel II. Carlos ha sido calificado habitualmente de serio y hasta de arisco, de dubitativo, torpe, tímido, reservado, un intelectual, como algunos le decían de forma sarcástica. Lo era y lo sigue siendo, interesado en las artes y la literatura, por ejemplo, pero también ha bajado a la calle, ha acudido a convocatorias populares (deportes, mercados, actos escolares). Su visita inesperada a los ciudadanos que aguardaban su coronación, el día antes del histórico 6 de mayo, da buena cuenta de ello. 

Su imagen se ha dulcificado, se le han limado algunas aristas, y eso que empezó con un pie terrible, con aquel incidente de la pluma -"Odio esto"- y la bronca a sus empleados. Aquel trueno sigue sin ser un abuelete, pero cae mejor, parece más humilde y abordable, más humano. 

No tener problemas de comunicación ayuda mucho y, también, le ha beneficiado la coyuntura: no se ha movido apenas el debate republicano en la Commonwealth porque los países implicados han centrado la atención en problemas domésticos (aunque esa tormenta amenaza con estallar pronto), y lo mismo ha pasado con el independentismo de Escocia, un problema político de primer orden. La marcha de Nicola Sturgeon, su exprimera ministra principal, asediada por la corrupción, ha concentrado la actualidad en su relevo y en la crisis interna de su partido, a lo que se ha sumado que el Supremo británico ha rechazado un nuevo referéndum de independencia

Cuando aún era príncipe de Gales, Carlos era conocido por sus posturas firmes en temas como el medioambiente, la agricultura ecológica o la educación, ante los que no dudaba en criticar a los Gobiernos de turno si no le gustaban sus políticas. Era, con diferencia, el royal más señalado. Decir lo que se piensa está penado cuando eres rey -que en pleno siglo XXI una persona tenga que callarse clama al cielo, pero es la penitencia del sistema- y él ha sabido recular y guardar una discreción total. 

No ha sacado los pies del tiesto y su adaptación ha sido "buena", dice a la agencia AFP Pauline Maclaran, profesora de la Universidad Royal Holloway. Como su antecesora, por ahora camina sin influencia política directa. Más de lo mismo. 

Sí ha dejado impronta personal en la elección de sus primeros viajes oficiales, por más que sean pactados con el Gobierno: a Francia (que tuvo que anular en marzo por las protestas en el país galo ante la reforma de las pensiones y que se espera para el 20 de este mes, al fin) y a Alemania (que formalmente fue su primera salida como rey y en la que lanzó un mensaje ambientalista). Dos destinos europeos para un monarca a que nunca le gustó el Brexit que evidencian su empeño en mantener los lazos fuertes con aliados históricos al otro lado del Canal de la Mancha. 

A lo largo de su reinado, ha recibido ya a tres mandatarios internacionales (aparte de todos aquellos con los que tuvo trato en su propia coronación): el norteamericano Joe Biden, el ucraniano Volodimir Zelenski y el sudafricano Cyril Ramaphosa.

¿Ha ayudado todo eso a su país? Nada, dirán los críticos. Mucho, los defensores del sistema. En tiempos de inflación por las nubes, problemas de empleo o desajustes tras el divorcio con Bruselas, toca dar esa estabilidad, sin ruidos, aportando sentido (si no justificación) a la institución, a la monarquía que personifica. Los ciudadanos parece que lo sienten así, de momento. 

Lo que queda por hacer

Hasta aquí, los logros. Hay acercamiento, hay popularidad, hay cierta transición, pero no el vendaval de cambios que se supone que el rey anhela acometer. Es pronto, dicen analistas como Christopher Andersen, su biógrafo. Sostiene que está "decidido a ejecutar" los planes de recorte o, en sus palabras, de "adelgazamiento" de la monarquía, con el fin de modernizarla y hacerla (más) útil. "Lo hará antes de lo que la gente piensa", insiste. 

Pese a ello, lo cierto es que aún no se ven muchos movimientos al respecto. Carlos quería simplificar el armazón, empezando por reducir su tamaño; más pequeño, más barato, menos riesgo y menos posibilidad de problemas. En la Familia Real han sido relegados Harry y Andrés, por ejemplo, pero el proceso ya había empezado con Isabel II. 

Adelgazar tiene poco que ver con el anuncio, en marzo, de nuevos títulos para su hermano Eduardo, ahora duque de Edimburgo, por más que fuera una promesa de bodas y que no se vaya a trasladar a sus hereceros. Tampoco lo es elevar a príncipe y princesa a Archie y Lilibet, hijos de los duques de Sussex.

De la noche a la mañana no se puede acometer un vuelco, eso es lógico, y se espera además un proceso tan hondo que necesitará de una puesta en común con Guillermo, el heredero, para que sea duradero el cambio. Pero el balance de este año evidencia que tampoco se han dado pasos audaces en la familia. Un poco más en el personal que les asiste. Medios como el Daily Mail y el Express han publicado que se esperan despidos "masivos" en todos los palacios y oficinas de los Windsor. Se calcula que afectarán a una quinta parte de los puestos de grado medio. El reto inicial es "evitar duplicidades" en tareas que ahora mismo hace demasiada gente. El ejemplo que ponen es el de los cocineros: hay unos para los royals y otros para los trabajadores de los palacios; mejor uno para todos. 

Las fuentes citadas por estos medios sostienen que Carlos es "muy consciente de la carga financiera que una gran familia impone al contribuyente", cuando estamos hablando de la familia real más cara de Europa. La dotación actual es "demasiado pesada" y la idea es apostar por tener menos gente, aunque garantizando buenos salarios a quienes se queden. La reina Camila es la principal defensora de estos cambios que incluirán también la eliminación de alquileres subsidiados a los miembros de la realeza, que tendrán que pagar sus propios contratos. Carlos, dice el Times, sólo quiere que desde su despacho se revise la seguridad de los suyos, pero que cada uno se pague lo suyo. También quiere iniciar un proceso de revisión de otras ventajas fiscales, pero sin afinar. Nada de eso se ha abordado aún y sirve para que los más críticos lo ataquen. 

Lo troncal, pues, sigue en suspenso. Eso incluye también una disculpa por la herencia colonial del Reino Unido en el mundo, en Asia y África especialmente, aunque es cierto que, a raíz de una publicación del Guardian, que desveló un documento inédito de 1689 sobre la relación de la monarquía británica con el comercio de esclavos, el nuevo rey dijo que estaba dispuesto a examinar ese pasado de menos armiño y coronas. 

Hay consenso en señalar que Carlos debe ser cuidadoso con las misiones comerciales que encarga a los miembros de la Casa Real, tras escándalos pasados como los de su hermano Andrés; que debe tener un estricto control de las relaciones públicas reales para evitar polémicas -de ahí el borrón que han supuesto en estos meses el libro y el documental sobre Harry y su esposa, Megham-, y que ha de mejorar en la rendición de cuentas y en la transparencia de su institución. Andersen insiste: son cambios en marcha o en proceso se estarlo. 

Carlos III pronunciará su primer discurso real en la inauguración del parlamento de Reino Unido el 7 de noviembre próximo. Tras guardar el aniversario de la muerte de su madre "en silencio y en privado" será el momento de hablar. El mundo escucha.