Carlos III, el rey verdaderamente 'preparado'

Carlos III, el rey verdaderamente 'preparado'

El monarca de Reino Unido ha estado siete décadas formándose para relevar a su madre. Ahora es el momento de demostrar lo que vale y lo que sabe. 

El entonces príncipe Carlos, retratado el 20 de junio de 1969, leyendo en la Universidad de Cambridge.Hulton Archive / Central Press / Getty Images

"La reina ha dado a luz a un príncipe". La BBC lo tuvo claro desde el principio, Isabel II no paría sólo un bebé, sino un heredero, según su titular de 1948. Su hijo Carlos, príncipe de Gales durante más de 70 años y ahora a las puertas de la coronación como monarca de Reino Unido -el próximo 6 de mayo es la cita-, nació para llevar la corona. Su vida no ha tenido los imprevistos, carambolas y saltos sucesorios de la de su madre y siempre ha sabido que este momento, tarde o temprano, llegaría. Siete décadas ha tenido para formarse, así que posiblemente no ha habido nunca un relevo más pulido en las monarquías del planeta. Él sí es, verdaderamente, el preparado

Carlos ha sido calificado de muchas cosas en su vida, de serio y hasta de arisco, de dubitativo, torpe, tímido, reservado, pero siempre se coincide en un adjetivo: es un intelectual. Ha estado volcado en los libros, ha tenido ansia de saber más allá de lo que marcaban los cauces oficiales, hasta permitirse abrir debates como el de diversidad religiosa -cuando es cabeza de la Iglesia Anglicana- o anticiparse a crisis como la del cambio climático. Si antes se llegó a ver casi ridículo por todo eso, un poco outsider, el tiempo le ha dado la razón sobre sus inquietudes y enfoques. Ahora ese punto bizarro es respetado. "Es una eminencia canosa y segura de sí misma", como resume Mark Landler, el corresponsal jefe del New York Times en Londres

Desde la cuna

Charles Philip Arthur George nació el 14 de noviembre de 1948 en el Palacio de Buckingham durante el reinado de su abuelo materno, el rey Jorge VI, y tenía tres años cuando su madre ascendió al trono en 1952. Nada que ver con sus 74 años, ella tenía 25. El heredero fue nombrado príncipe de Gales en 1958 y su investidura se llevó a cabo en 1969, ya más crecido. 

Como era lo habitual para los niños de clase alta en ese momento, se le nombró a una institutriz, Catherine Peebles, para emprender su educación entre los cinco y los ocho años. El Palacio de Buckingham anunció en 1955 que asistiría a la escuela en lugar de tener un tutor privado, lo que lo convirtió en el primer príncipe heredero en ser educado de esa manera. Fue educado en las escuelas más elitistas de Escocia e Inglaterra, Cheam y Gordonstoun, al igual que su padre, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo. Sitios duros. Su madre quería que fuera al famoso Eton, pero no pudo imponerse. Más tarde, Carlos pasó seis meses en el campus Timbertop de Geelong Grammar School en Victoria, Australia, uno de los países que forman la Commonwealth, la Mancomunidad de Naciones en la que el rey de Londres sigue siendo el Jefe de Estado.

Biógrafos del ahora rey como Jonathan Dimbleby destacan que Isabel II se convirtió en reina demasiado pronto sobre lo previsto, por la muerte joven de su padre, y Carlos tenía apenas cuatro años cuando se vio muy solo, con sus padres muy ocupados. Más allá de su personalidad, ahí sitúan el origen de su personalidad taciturna y melancólica, que llegaba a la inseguridad. Una característica que se puso a prueba en la universidad y que superó a bandazos: seguía soportando las mofas de parte de sus compañeros, como aquellos que de adolescente le hacía la vida complicada en el internado, pero a la vez descubrió el poder del conocimiento para crecer y diferenciarse, para encontrar su propia voz. 

Se inscribió en el Trinity College de la Universidad de Cambridge, donde empezó a cursar estudios de Antropología y Arqueología, pero después se cambió a Historia. Además, tuvo que cursar un semestre en la universidad de Aberystwyth para aprender galés con el profesor Edward Millward como tutor, ampliamente conocido por sus tendencias nacionalistas, un episodio tratado a fondo en la serie The Crown y que evidencia las tensiones que las exigencias del cargo creaban ya en el joven Charles. 

Terminados sus estudios, consigue el título de Master of Arts, esto es, una especie de doctorado, con lo que se convierte en el primer miembro de la familia real y en el primer príncipe heredero británico en tener un título universitario. Siempre ha destacado que, más allá de los títulos, en la universidad aprendió a apostar por pasiones que movían, como la literatura, el arte o el teatro. Ahí están para evidenciarlo las fotos de sus numerosas obras interpretadas junto a sus compañeros. "Podía ser yo". Más que aficiones, son apuestas vitales que ya nunca lo han abandonado. 

Carlos sirvió en la Fuerza Aérea y la Marina de 1971 a 1976, como parte de la formación militar necesaria para ser rey y por empeño, también de su padre, que añoraba la vida en la milicia a la que renunció para ser el compañero de Isabel; llegó a ser mariscal de campo del Ejército británico, almirante de la flota de la Royal Navy y mariscal de la Royal Air Force. Ser piloto de avión es lo que más le gustaba.

Una voz propia

Sus años de formación acabaron y llegó el momento de asumir responsabilidades. Fue nombrado príncipe de Gales y conde de Chester el 26 de julio de 1958, pero su investidura no se llevó a cabo hasta el 1 de julio de 1969, cuando fue coronado por su madre en una ceremonia televisada celebrada en el castillo de Caernarfon. Su madre eligió un entorno de enorme simbolismo, en Gales, un hecho sin precedentes desde Eduardo VIII, con el que se reforzaban lazos con los territorios que forman el país, que debían estar realmente unidos. Hoy Escocia sigue siendo un problema nacionalista de primer orden en el país, uno de los problemas a los que deberá enfrentarse ahora como rey coronado. 

En el 70 tomó asiento en la Cámara de los Lores y pronunció su discurso inaugural en junio de 1974. Era el inicio de su carrera de servicio, que ha definido en ocasiones como una "formación y aprendizaje constantes". Comenzó poco a poco a asumir más funciones públicas, fundando The Prince’s Trust en 1976, una organización filantrópica en la que se ha volcado en estas décadas, y viajando a Estados Unidos en 1981. A mediados de la década de 1970, expresó también su interés en servir como gobernador general de Australia, a sugerencia del primer ministro australiano, Malcolm Fraser, pero debido a la falta de entusiasmo público, la propuesta terminó en nada. "¿Qué se supone que debes pensar cuando estás preparado para hacer algo que ayude y simplemente te dicen que no te quieren?", se quejó en público. 

Fue la primera expresión de algo visto repetidamente después: su libertad para opinar y señalar lo que no le gusta o no le parece justo, y su intento de tener ideas propias cuando la tradición -en la que él cree y que defiende, pero siempre que no sea paralizante- lo arrastraba a la inacción. "Nací en esta posición particular. Estoy decidido a aprovecharla al máximo y a hacer todo lo que pueda para ayudar", ha confesado repetidamente en entrevistas y comparecencias. "Podría haber pasado su tiempo en clubes nocturnos o sin hacer nada, pero encontró su papel", defiende un amigo en la NBC.

Su cargo, el de Príncipe de Gales, no venía con unas responsabilidades claras asignadas, así que su vida pública, hasta sus 73 años actuales, ha estado marcada por su espíritu libre, casi un verso suelto dispuesto a opinar sobre las grandes cuestiones de su país -eludiendo la neutralidad que su progenitora llevaba casi grabada en el ADN y a la que ahora deberá plegarse más-, y por su vida personal, compleja y desgastante, hasta la redención final. 

Las libras, cuando cambia el rey de Reino Unido, viran los perfiles. Parece una metáfora de cómo Carlos tendrá que mirar ahora a otro lado. Esa neutralidad de su madre no era un aderezo personal, sino parte del traje obligado de monarca. Los analistas de la prensa del país coinciden en que deberá dejar a un lado su natural posicionamiento publico ante los problemas del país y del mundo. No es una anulación de su criterio, ese que tanto le costó afinar, pero hay un "reemplazo", como lo define el Independent. No tendrá ni pasaporte ni carnet de conducir. Son cosas que se pierden con el reinado. 

Carlos ha llegado a ser tildado de activista por sus críticos (como si fuera un insulto), por abordar problemas con criterio. Ha apostado por la diversidad, la multiculturalidad, la multireligiosidad, el medio ambiente y la lucha contra el cambio climático, el empleo joven y la reducción de las desigualdades, problemas reales del Reino Unido de hoy a los que su progenitora no tuvo que asomarse de forma tan intensa. Lo ha hecho a través de 400 organizaciones en las que ha sido patrono, presidente o fundador. Por eso se entiende que, opiniones aparte, y pese a su fama de distante en el pasado, debería poder conectar con sus ciudadanos mejor, con la empatía propia de quien ha ayudado con su fundación a más de 900.000 jóvenes de entornos precarios.

La imagen del ahora rey, que parecía la de un erudito en su torre de marfil en años en los que nadie hablaba, por ejemplo, de deshielo, ha mejorado y se ha fortalecido porque la realidad se ha impuesto. En la Cumbre del Clima de Glasgow en 2021 hablaba con el presidente de EEUU, Joe Biden, o el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, como iguales. No caía en lugares comunes, sino que sabía de qué hablaba. 

"Tiene conocimiento, es muy eficaz, es difícil pensar que va a renunciar a todo eso", ha afirmado a medios como la BBC Lloyd Dorfman, quien trabajó con el rey Carlos durante muchos años en su Prince's Trust. Su mujer, la reina Camilla, en una entrevista por su 70 cumpleaños, lo definió también como "bastante impaciente", por lo que podría tratar de azuzar algunas materias que le son especialmente queridas. Si emprende ese camino, habrá de cuidarse, después de escándalos como cuando en 2004 mandó cartas a políticos quejándose de las políticas en agricultura, pesca o educación y que fueron interpretadas como presiones por Downing Street. Una cosa es ser un rey activo y, otra, pasarse del límite que dispone la ley. 

La amenaza del tiempo

Con su formación exquisita y su bagaje intelectual, Carlos está llamado a ser un rey que concilie tradición y modernidad, que aporte aire fresco, sin olvidar el legado de su madre, la monarca más querida del planeta. Preocupa el tiempo que tendrá para hacerlo. A nadie se le escapa que llega al cargo con 74 años, toda la vida aguardando su oportunidad, hasta el punto de que por sus polémicas personales y su edad había mayoría de ciudadanos deseando que su hijo Guillermo tomase el cetro de Isabel II. 

Puede ser longevo como es tradición en su familia o tener unos pocos años, pero la prensa de Reino Unido remarca en que, precisamente por su preparación, el suyo puede ser un reinado corto pero intenso. El rey Eduardo VII, hijo de la reina Victoria, casi tan longeva como Isabel, fue el precedente de Carlos, a principios de siglo. Su larga espera no fue perjudicial para su reinado. Al contrario, sus nueve años en el trono fueron un gran éxito.

Ante el debate del edadismo, se niega la mayor: está en la setentena pero no tiene problemas serios de salud y lo suyo es más veteranía, dice su círculo, la de quien ha pasado 70 años en primera línea y ha ido superando a todos los gobernantes del país, a la sombra de su madre. Está en línea con el presidente de EEUU, Biden, aún mayor, que a sus 80 quiere ser reelegido el año que viene, por detrás de Harald de Noruega (86) o Margarita de Dinamarca (83), y casi a la par de Gustavo de Suecia (73). La diferencia, claro, es que él acaba de llegar. 

Carlos III aprendido porque ha vivido, en lo personal y en lo institucional, y ahora tiene que demostrar para qué ha valido esa puesta a punto, con el "convencimiento de que hay que trabajar para la generación de nuestros nietos", dice su equipo. Esa es quizá una de las debilidades que más señalan sus adversarios, después de tanta experiencia acumulada: que a veces no se rodea de los mejores, sino de los más cercanos. Hay polémicas pasadas de ascensos, de cierta ceguera. Tendrá que afinar el olfato en el tiempo por venir. Saber, sabe. Los impuestos de todos los británicos se lo han puesto en bandeja.