Lo clásico lo peta (3): 'Peribáñez y el comendador de Ocaña', popular, que no populista

Lo clásico lo peta (3): 'Peribáñez y el comendador de Ocaña', popular, que no populista

Ni tan lejana, ni tan primitiva.

'Peribáñez y el comendador de Ocaña'.Francis Pardal

Eduardo Vasco, antiguo director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, tiene en cartel una obra del Siglo de Oro en la actualidad: Peribáñez y el comendador de Ocaña, uno de los grandes textos trágicos de Lope de Vega. Tras las entradas dedicadas a la Noche de reyes, de Pimenta, y Lo fingido verdadero, de Homar, le dedico una tercera a esta obra, uno de los grandes textos de nuestros clásicos.

Se desconocen con exactitud las fuentes que originaron esta obra, aunque se cree que el origen está en los versos de una canción tradicional de la que en la actualidad no queda rastro alguno y, a partir de la cual, el autor construyó una historia de amor, pasión y honor:

Más quiero yo a Peribáñez   

con su capa la pardilla,

que no a vos, Comendador,

con la vuesa guarnecida.

(vv. 1594-1597) 

Con estos mimbres Noviembre construye una obra popularizante, que no demagógica.

Casilda (Elena Rayos, magnífica como siempre) se casa con Peribáñez (Rafael Ortiz), villano con posibles, y en la fiesta celebrada en el pueblo el comendador (Alberto Gómez Taboada) sufre una cogida por uno de los toros de la fiesta. Casilda se encarga de cuidarlo y el Comendador se enamora de ella, prendado por su belleza. El vocabulario es del todo neoplatónico.

El comendador empieza a visitarla en su casa en ausencia de Peribáñez, a la par que trata de ganarse a Peribáñez con regalos mientras halaga a Casilda. Luego el Comendador le pide ayuda en una guerra para quitárselo de en medio. Error fatal, pues en ese momento el Comendador lo nombra caballero, algo que, como veremos, tiene consecuencias.

Peribañez se va y se encuentra con el divertido Padre Antón (un gran Jesús Calvo), Bartolo (Manuel Pico) y con el Pintor (Daniel Santos), clave para que Peribáñez se entere de los planes del comendador. Peribáñez se encuentra con que el Pintor está realizando un cuadro de su amada para el Comendador por encargo de este y, claro, se mosquea.

La conversación con el Pintor, muy bella, donde se explican los cánones de belleza del momento, recuerdan por momentos a aquel magnífico El pintor de su deshonra que hiciera Vasco en la CNTC. Vuelve a casa y se esconde. El Comendador aprovecha la ausencia de Peribáñez y, con la ayuda de Luján (Julio Hidalgo) e Inés (Mar Calvo), intenta conquistar a Casilda colándose en medio de la siega (por cierto, otra obra maravillosa de Lope que no se ha puesto en escena hace mucho es su auto sacramental así llamado). Luego, lo previsible, Casilda se niega.

Aparece Peribáñez y mata al comendador y de paso a Luján, por mamporrero, y a Inés, por traidora. Como vemos, la obra tiene todos los mimbres para hacer de ella un tragedión de honor rural sobre el honor y lo bestia que es. Vasco y su equipo van por otro lado, la historia de Peribáñez no es populista, es popular.

Para populista la política actual, no el Siglo de Oro

La versión es de Yolanda Pallín, quien corta algunas tramas secundarias que evitan alargar la obra cerca de 40 minutos, y se centra en el conflicto legal y amoroso. La dramaturgia recalca el aspecto legal de la obra. Mencionaba que el Comendador realmente la caga en el momento en que se quiere librar de Peribáñez y lo manda a la guerra. Es un error de manual político, no le des armas al enemigo aunque lo quieras alejar. Cunado el Comendador sube de categoría social, le permite tomar venganza de sangre en defensa del honor de su mujer, pues pasa Peribáñez a hablar con él de igual a igual y es ahí cuando el villano se puede vengar.

En realidad, muchas de las obras que tratan de la honra del villano —en el sentido de plebeyo—, entre las que se cuenta Peribáñez, obras como Fuenteovejuna, del propio Lope, La dama del olivar, de Tirso de Molina o El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca, muestran los vericuetos legales a los que se acogen los villanos para hacer justicia.

El personaje popular se busca las habichuelas para conseguir su objetivo: nadie puede ser ajusticiado individualmente si lo hace un pueblo completo, el de Zalamea tira de antiguos fueros para castigar la violación de su hija. Frente a esta noción de que son textos que se articulan sobre unos vetustos códigos de honor, estas obras resultan dinámicas películas judiciales a lo Perry Mason. No sé si la vendetta y la omertá y todas esas cosas no van más con la demagógica y populista política actual que con el sofisticado Siglo de Oro.

Un equipo sólido

El equipo técnico es el habitual de Vasco, que realiza su propia música y selección de canciones. El verso se comprende y trabaja bien, con un buen uso de deícticos que aclaran el sentido, con un ritmo acompasado y natural. Recordemos que en el Festival de Alcalá Vasco se marcó una “sesión de DJ” sobre el verso áureo, tema al que le ha llegado a dedicar una tesis doctoral.

La iluminación es la del experto Miguel Ángel Camacho (quien se encuentra en capilla para la defensa de su originalísima tesis sobre la historia de la iluminación en España). El vestuario del siempre interesante Lorenzo Caprile y la escenografía y atrezo de Carolina González recalcan ese regusto por lo popularizante, las muchachas visten de lagarteranas, lo que añade gusto y color local. Vasco es un director que procura destacar la raíz popular de lo que toma. De nuevo aparece lo popular como motivo escénico.

En breve, se trata de una versión muy recomendable e interesante, bien construida y con oficio de un drama que habla desde el pasado de una temática ni tan lejana, ni tan primitiva.