Morir de viejo

Morir de viejo

Isabel II de Inglaterra es la primera persona en mucho tiempo que ha vuelto a morir simplemente “de vieja”.

La reina Isabel, en junio de 2022.Samir Hussein via Getty Images

“Morir de viejo”. Es una expresión que ha dejado de usarse en estas últimas décadas, pero que era totalmente cotidiana tiempo atrás. “¿De qué murió tu abuela?”, “Nah, mi abuela murió de vieja”, dando a entender que la vejez es una enfermedad mortal más, capaz de acabar con alguien sin concretarse en ninguna enfermedad específica. Antes de cumplir ochenta años la gente moría de ictus, cánceres, infecciones, accidentes… A partir de los ochenta años la gente moría simplemente “de vieja”. Poco a poco, a medida que la sociedad fue medicalizándose, la expresión cayó en desuso y fue reemplazada por partes médicos detallados. Ha reaparecido este año. Isabel II de Inglaterra es la primera persona en mucho tiempo que ha vuelto a morir simplemente “de vieja”.

Sólo se pregunta al árbitro por qué ha pitado el fin del partido cuando aquél lo hace antes de que haya concluido el tiempo reglamentario

Nadie se ha atrevido a indagar la causa específica de la muerte de la reina británica. Sin duda alguna, su avanzada edad explica en buena medida que no haya trascendido tal extremo. Sólo se pregunta al árbitro por qué ha pitado el fin del partido cuando aquél lo hace antes de que haya concluido el tiempo reglamentario. Pero también hay que entender que las grandes figuras que representan una ideología arcaica, un sistema político arcaico, en definitiva, una forma arcaica de vivir, tienen tendencia a morir de forma igualmente arcaica. A los semidioses no les afectan las enfermedades que nos zurran al batallón de los mortales —bueno, la covid sí—. Cuando la vida no ha tenido un motivo, ¿por qué esperar que lo tenga la muerte? Los reyes viven porque sí y mueren igualmente porque sí.

Hasta para morir conviene seguir las tradiciones. Algún día la monarquía —no ya una monarca en particular, sino el régimen político completo que todavía sigue vigente en varios países europeos— morirá también. Y morirá, como Isabel II de Inglaterra, sin causa especificada. La monarquía francesa falleció por hipoxia cerebral aguda debido a que la guillotina le separó la cabeza del cuerpo. La monarquía rusa falleció por un problema cardiaco relacionado con la sección de vasos sanguíneos vitales a consecuencia de una herida de bala. Eran monarquías que sufrieron alteraciones médicas encontrándose en su madurez. Pero la monarquía británica, la española, la sueca, la belga, la noruega… nonagenarias a escala histórica, pura geriatría política, van a morir simplemente de viejas.

La monarquía británica, la española, la sueca, la belga, la noruega… nonagenarias a escala histórica, pura geriatría política, van a morir simplemente de viejas. Se acostarán y no se despertarán al día siguiente

Se acostarán y no se despertarán al día siguiente. El sucesor olvidará acudir a su coronación. Un sirviente sentirá que la Historia ya le permite negarse a retirar un tintero que molesta al príncipe en el momento de firmar el recibo de su herencia. No teman: al igual que ha ocurrido con Elizabeth Windsor, se formarán colas de decenas de kilómetros de longitud, y centenares de miles de personas que no mostraron ningún respeto a la monarquía en vida esperarán veinte horas bajo la lluvia para mostrar dicho respeto en muerte. La nostalgia es más adictiva que la nicotina. No habrá derrocamientos isquémicos ni transiciones neoplásicas: simplemente la monarquía se apagará en su Balmoral metafísico y los iconos de una nueva mitología —igual de chusca y hortera— la sustituirán en las tiendas de souvenirs.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.