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Mi estrategia contra los conspiranoicos es ser mucho más conspiranoico que ellos. Pruébenlo. Te partes el culo de risa.

Intento de magnicidio contra Cristina Fernández, vicepresidenta de Argentina.YOUTUBE

Mi estrategia contra los conspiranoicos es ser mucho más conspiranoico que ellos. Pruébenlo. Te partes el culo de risa. Imagínense los días que llevo, contestando con una teoría mucho más descabellada a cada amigo que me comenta incrédulo el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner. “¿Pero tú te crees de verdad que esa mujer que aparece en el vídeo es Cristina? Hombre, por favor. Se ve claramente que es una doble. Tiene una pequeñísima peca en la oreja izquierda que no tiene la auténtica Cristina. Sabían lo que iba a pasar y usaron el doble que tienen todos los dirigentes en el mundo por si el arma se disparaba por error. Además, ¿no te has fijado en la ropa que lleva el grupo que aplaude? Es ropa europea, no americana. Yo creo que esas imágenes se rodaron en Holanda o Luxemburgo”.

Imagínense los días que llevo, contestando con una teoría mucho más descabellada a cada amigo que me comenta incrédulo el atentado contra Cristina Fernández de Kirchner

Mis amigos conspiranoicos quedan desconcertados, profundamente incómodos al darse cuenta de que, en comparación con mi paranoia, la de ellos casi representa la versión oficial. Y yo sigo atacando: “Además, qué casualidad que el atentado haya ocurrido justo tres días después de que fracasara el nuevo proyecto espacial de la NASA. Tres días exactos. ¡Con el simbolismo que tiene el 3 en la masonería! No, pero de eso verás que no va a hablar ningún medio de comunicación”. Como la inverosimilitud es lo que más provoca la credulidad de estos amigos, juro que he sumido en profundas dudas a varios de ellos. Tampoco falta el que me dice “tú estás loco”. “Sí, sí, también decían que Galileo estaba loco…”. Y ahí ya callan, incapaces de rebatir que Galileo Galilei y un servidor estemos al mismo nivel.

Pero la triste realidad es que no es sorprendente que ocurran intentos de magnicidio como el que seguramente sufrió la vicepresidenta argentina esta semana, y no hace falta recurrir a climas especialmente crispados para explicarlos. Teniendo en cuenta el volumen de la población y el inevitable pequeño porcentaje de conductas radicalmente agresivas en los humanos, lo que reta cualquier explicación racional es la bajísima frecuencia con la que ocurren estos ataques. Sumemos, en ocasiones, graves problemas sociales, corrupción generalizada, fácil acceso a las armas… ¿puede explicarme alguien cómo es posible que en cada comparecencia de cualquier mandatario que gobierna a cientos de millones de personas no haya cuatro o cinco que se levanten a la vez para pegarles un tiro?

La explicación más sencilla de un magnicidio sigue siendo la más probable. Y la de un minicidio —como ha terminado siendo este esperpento— también

Nunca sabremos con absoluta certeza lo que sucedió el pasado jueves por la noche ante la casa de Fernández de Kirchner, y no seré yo el que niegue toda posibilidad de que estemos ante una trama urdida por alguien que ha visto demasiadas veces House of cards. Vivimos tiempos confusos, y es cierto que en ocasiones las versiones oficiales terminan siendo tan inverosímiles como las versiones conspiranoicas. Resulta tan difícil creer una cosa como su contraria. Pero la navaja de Ockham es aún un principio valioso para abrirse paso en un mundo oscuro sin recurrir a la masonería, a la NASA o las pecas en la oreja izquierda de una vicepresidenta. La explicación más sencilla de un magnicidio sigue siendo la más probable. Y la de un minicidio —como ha terminado siendo este esperpento— también.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.