Tres señales de que le das demasiadas vueltas a todo y cómo parar

Tres señales de que le das demasiadas vueltas a todo y cómo parar

Darles vueltas a las cosas de vez en cuando puede ser normal, pero si se convierte en un hábito constante, puede ser un lastre en tu vida.

Doucefleur via Getty Images/iStockphoto

Pensar las cosas es algo natural y, en ciertas ocasiones, totalmente justificado. Sin embargo, a veces, un pensamiento se convierte en obsesión.

Eso implica darle vueltas a ciertas situaciones y escenarios, revivirlos mentalmente y ser incapaz de concentrarte en nada más. También puede hacer que analices demasiado determinados comentarios o interacciones y que imagines lo peor.

Darles vueltas a las cosas de vez en cuando puede ser normal, pero si se convierte en un hábito constante, puede ser un lastre en tu vida.

La edición británica del HuffPost se ha puesto en contacto con la psicóloga Rebecca Ore para saber cómo se manifiestan estos pensamientos obsesivos y qué hacer al respecto.

Según ella, los tres principales síntomas son los siguientes:

Piensas en los mismos sucesos una y otra vez sin hacer nada al respecto.

Piensas que “aún” no has encontrado la solución y que si lo piensas un poco más, lo conseguirás.

No piensas en nada más. Ese pensamiento consume toda tu energía mental e impide que estés presente en tu día a día.

“Cuando el cerebro identifica algo como un problema, actúa como un perro que se persigue la cola, así que acabamos dando vueltas, reviviendo hechos y buscando soluciones mágicas”, explica Ore.

“Un pensamiento obsesivo se produce cuando nos decimos a nosotros mismos que algo es un problema que debemos resolver, que o bien no tiene una solución definitiva, o bien rechazamos las soluciones que encontramos. Y casi siempre se debe a que tenemos miedo de una futura emoción negativa que podamos experimentar”.

Ore añade que los pensamientos obsesivos también pueden surgir porque el cerebro no se queda satisfecho con las respuestas que encuentra a las situaciones que él mismo crea.

“El cerebro se queda en una rueda de hámster, repitiendo una y otra vez las mismas frases, creando los mismos sentimientos de ansiedad, incertidumbre, sufrimiento, buscando desesperadamente encontrar la respuesta que le asegure no tener que sentir nunca ninguna emoción no deseada”. 

A menudo, esos pensamientos obsesivos giran en torno a lo que los demás piensan de ti. La asesora personal Kanika Tandon expone que todo el mundo tiene una necesidad de pertenencia para sobrevivir, y es ahí de donde nacen las preocupaciones.

“Preocuparse por las opiniones de otras personas es bueno cuando se trata de trabajar en equipo, pero se convierte en un problema cuando empezamos a anteponer los demás a nosotros”, advierte. “Cruzamos una línea peligrosa cuando empezamos a tomar decisiones pensando en lo que dirán los demás en vez de en lo que de verdad queremos nosotros”.

Puede ser revelador reflexionar sobre si realmente seríamos juzgados por cometer un error o por decir lo que pensamos, o si este miedo a la crítica es autoimpuesto. Si al final te acaban criticando, piensa si de verdad te merece la pena tener a esas personas en tu vida. 

¿Qué puedo hacer si me obsesiono con un pensamiento?

Lo primero que debes hacer es convertirte en un observador imparcial de tu cerebro para aprender a procesar tus emociones, asegura Ore. 

1. Anota tus pensamientos

Para convertirte en un observador de tu cerebro, necesitas distanciarte de las frases que pululan por tu cabeza. “Date cuenta de lo que te está diciendo tu cerebro y ponlo por escrito”, recomienda Ore.

2. Observa lo que sucede

Piensa en lo que sucede como si fueras científico y estuvieras analizando tu cerebro de forma imparcial. ”¿De qué tiene miedo tu cerebro? ‘Mi cerebro está intentando protegerme de estos sentimientos, así que se obsesiona con esta situación para buscar una certidumbre que me proteja’”.

3. Deja de resistirte a tus emociones negativas

“Siempre nos han enseñado que las emociones negativas son ‘malas’ y que las debemos evitar a toda costa, lo que hace que nuestro cerebro piense que son problemas y que debe ‘solucionarlos’”, comenta. “Sin embargo, no hay forma de eludir la experiencia humana y no hay poción mágica que evite las emociones negativas”.

Identifica la emoción que intentas resistir o la que temes. ¿Es vergüenza? ¿Tristeza? ¿Ansiedad? ¿Rechazo? Tómate un momento para sentir esas emociones. ¿Cuándo aparecen? ¿Cómo te sientes cuando lo hacen? ¿Eres capaz de convivir con esas emociones sin resistirte a ellas? 

Ore añade: “Cuando nos permitimos sentir estas emociones negativas, tienden a intensificarse, llegar a su pico y disiparse mucho más rápido. Y es entonces cuando descubrimos que no son tan terroríficas como imaginábamos”.

Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.