Súper-Trump

Súper-Trump

El presidente estadounidense, como muchos hombres, confunde la imprudencia con el valor.

El presidente estadounidense, Donald Trump, durante su aparición tras contraer la covid-19. The Washington Post via Getty Images

No, no me refiero al grupo de los años 70-90 Supertramp, sino a la idea que refleja el presidente Donald Trump a través de sus gestos, palabras e imagen.

Trump se cree un súper-hombre, y para ser un súper-hombre lo primero que hay que ser es macho y demostrar que una de sus principales cualidades es la fuerza. Sería como una especie de graduación con tres grandes niveles, primero se es hombre, después macho, y al final se llega a ser súper-hombre. No basta con ser macho y fuerte para ser súper-hombre, esos elementos se pueden conseguir potenciando los elementos que definen la masculinidad androcéntrica y, quizás, apuntándose a un gimnasio para reforzar los argumentos anatómicos masculinos. La superioridad que sienten Trump y muchos otros súper-hombres exige unir la fuerza al poder para incidir sobre una realidad más allá de los elementos contrarios que se resisten sin que el resultado sea una fractura, y con un componente de sumisión mediante la aceptación del planteamiento impuesto, para que no se tenga que recurrir al uso de la fuerza y el poder a diario. Y cuanta más capacidad de influir se tenga, pues más súper-hombre se es; por eso Trump, como presidente de los EEUU, se siente “el súper-hombre”.

Pero cuando se une la fuerza al poder hay otro elemento esencial en esa idea de superioridad, y es la de no demostrar debilidad. 

La debilidad está asociada a las mujeres y a lo femenino, y eso es algo contrapuesto al poder, por eso cualquier atisbo de debilidad, bien sea física o mental, conlleva un cuestionamiento de la hombría y del poder. Supone un descrédito de su condición de súper-hombre y su devaluación en la escala de masculinidad, porque el nivel de hombría alcanzado tiene que demostrarse en todo momento para mantenerlo, subir o bajar; no basta con que se haya demostrado lo hombre que se es, la clave está en demostrar que se sigue siendo. Esa es la parte esencial de la competitividad masculina y de la ausencia de un entramado afectivo sólido entre muchos grupos de hombres.

Si nos damos cuenta, se ha comportado como un soldado heroico que se lanza contra las filas enemigas a pecho descubierto.

La forma sencilla de demostrar la ausencia de debilidad femenina en un hombre es criticar y atacar a las mujeres, pero es algo que cualquier hombre puede hacer. A otros niveles se exige algo más, de ahí la reacción de Donald Trump ante su enfermedad por Covid-19.

Fue Trump quien inauguró durante la campaña de las elecciones anteriores el “machismo exhibicionista”, tan de moda en la actualidad, basado en la representación de la condición masculina, a veces de manera obscena, a través de los elementos que la definen: fuerza, poder, misoginia, odio a las personas que consideran inferiores (xenofobia, racismo, LGTBI-fobia…) y violencia a través de la fuerza o el poder que cada hombre pueda tener en su contexto particular.

Por eso lo ocurrido estos días y el comportamiento de Trump es muy significativo de cara a demostrar su superioridad. Si nos damos cuenta, se ha comportado como un soldado heroico que se lanza contra las filas enemigas a pecho descubierto. Veámoslo:

  • No usa mascarilla ni elementos de protección porque se cree “especial” y más fuerte que los “débiles” que sí las utilizan.
  • Su contagio se presenta como un balazo en la batalla.
  • Desde el principio, con ese paseo en coche, manda el mensaje de que “no ha sido nada”.
  • Después demuestra su superior naturaleza y fortaleza con un alta en 3 días.
  • Y al final se presenta, a pesar de la gravedad de la situación social, como el héroe que pide volver al campo de batalla sin miedo alguno y dispuesto a continuar su lucha. 

Ni siquiera Rambo lo habría hecho mejor, al menos él decía lo de “no me siento las piernas, no me siento las piernas… Dios mío”.

Trump, como muchos hombres, confunde la imprudencia con el valor. Por eso nunca ven que gran parte de su poder viene dado por una sociedad que impide las alternativas por medio de la discriminación de las mujeres, y por la asociación de elementos negativos como la debilidad, la inseguridad, la duda, lo irracional… a lo femenino. Si los hombres no hubieran contado a lo largo de la historia con los privilegios que les da ser los protagonistas de los gobiernos e instituciones, de la economía y los mercados, de las finanzas y la educación; y si no hubieran tenido en sus manos una violencia contra las mujeres normalizada e invisibilizada, nunca habrían podido dominar a las mujeres ni construido una sociedad y una cultura sobre la desigualdad.

Trump, como muchos hombres, confunde la imprudencia con el valor.

Y si Trump no tuviera todos los elementos de poder amparados por sus circunstancias, y utilizados desde un machismo exhibicionista que entiende que la condición es la que legitima la posición, no habría sido nunca el presidente de los EEUU.

Pero lo es porque el sistema está preparado para funcionar de ese modo con la implicación de una sociedad machista, que entiende que todo lo que representan Trump y los hombres como él en cada uno de sus niveles, es motivo de reconocimiento y confianza.

Ahora sí, cuando nos preguntamos por las crisis que se presentan como quiebras en el curso de los días, deberíamos preguntarnos, tal y como hacía el grupo Supertramp en su álbum de 1975, “Crisis? What crisis?”, por la otra crisis, la crisis existencial de una cultura de la desigualdad que reconoce el poder en los hombres que le restan derechos a las mujeres. Una crisis esta que ya dura 10.000 años sin que haya levantado una respuesta proporcional a su gravedad.

MOSTRAR BIOGRAFíA

Aunque parezca extraño, soy Médico Forense, también Profesor de Medicina Legal de la Universidad de Granada, Especialista en Medicina Legal y Forense, y Máster en Bioética y Derecho Médico. He trabajado en el análisis del ADN en identificación humana, el análisis forense de la Sábana Santa, y en el estudio de la violencia, de manera muy especial de la violencia de género, circunstancia que llevó a que me nombraran Delegado del Gobierno para la Violencia de Género en el Ministerio de Igualdad. Los artículos que publica aquí también aparecen en su blog, pero tiene otro blog, donde escribe sobre la vida desde un ángulo mucho más literario.