"Autocensurismo": La inhibición del sujeto anónimo en redes

"Autocensurismo": La inhibición del sujeto anónimo en redes

PIXABAY

La nueva tendencia global a la no ofensa está provocando -aparte de un miedo atroz a publicar cualquier cosa en Twitter- una campaña de censura novedosa, de tipo reflexivo y lineal; dirigida desde la élite hacia el pueblo: Autocensúrate, lo piden tus ídolos.

Porque son los personajes públicos, paradójicamente, quienes a través de su queja por el acoso online han terminado promoviendo un movimiento sin precedentes en la era de la 'libre' comunicación; la autocensura. Categorizar de troll y hater a aquellos usuarios que usan un lenguaje más directo y agresivo, en muchos casos insultante, fue el primer paso hacia el escenario actual en que uno tenga que explicar tuits tan absurdos como el famoso 'Soy maricón' del triunfito Ricky Merino o que María Patiño dude en directo de si un elogio hacia Bertín Osborne la pueda señalar de por vida –eso y no sus constantes ataques hacia mujeres que visitan su plató y no viven en concordancia con una vida cristiana al uso, por ejemplo.

El famoso que ha conseguido favorecerse de la red social, usándola como plataforma y escaparate de sus ideas, es quien primero ha terminado atacando a la libre opinión cuando se ha sentido incomodado. Como humano resulta complicado no empatizar con alguien que sufre ciber acoso, sin duda, pero ¿por qué desde el sector con más poder social se exige al público anónimo usar formas educadas y cautelosas? ¿Qué ha sido del punk? ¿Se aniquila por pura molestia o por sentir el personaje popular sitiado su ego al invadir el sujeto anónimo su lugar preferente en redes? Si Warhol llevase razón y todos tendríamos nuestros minutos de fama es ahora o nunca. Ese momento de gloria, como es lógico en la contemporaneidad, pasa porque una publicación anónima sea muy esparcida por ingeniosa, por original e incluso por insultante -lamentablemente. Porque todos generamos contenido, constantemente, y es ese contenido una nueva forma de arte (o una forma laxa de llamar la evolución del concepto de arte) sobre la que ya se teoriza y que estará disponible para generaciones futuras. Una cuenta de Twitter recuperada dentro de dos siglos puede crear por sí misma un nuevo ismo. Filosofía o 'twilosophy', contenido que no ha de menospreciarse por ser, de momento, una aguja en el inmenso pajar del like.

Famosos, artistas, políticos o personajes populares han jugado con impunidad a tachar de acoso cualquier opinión desfavorable

¿Dónde establecer los márgenes? ¿Por qué no es criticable una personalidad que se expone al público si en la era Kim Kardashian hemos consensuado que la persona y su obra (contenido digital) no son entidades independientes? Primero se requiere romper con las clásicas acepciones de de popularidad y de artista, algo que está sucediendo de forma natural, y segundo se exige contemplar la actualidad como el nivel más alto de multiculturalismo conocido. Tan alto que funciona como nuevo; si los teóricos sociales de hace unas décadas hablaban sólo de multiculturalismo para explicar la convivencia de diversos grupos étnicos en determinados lugares geográficos, ahora es preciso acometer en dicho estudio la totalidad de plataformas virtuales en las que una comunidad determinada toma forma.

¿Quién determina qué crítica o contenido es permitido y cuál ha de ser erradicado?

Famosos, artistas, políticos o personajes populares han jugado con impunidad a tachar de acoso cualquier opinión desfavorable. El exceso de confianza en éste método, auspiciado por otras redes clientelares y movimientos populistas, ha generado la controversia previa y necesaria para que la dictadura de lo políticamente correcto haya terminado instaurándose. Eso y el interés de los grupos conservadores por hacer que las 'libertades' conseguidas se inhiban mediante un mal uso desmedido de las plataformas de expresión –consecuencia inmediata, como casi todo, de la pobre educación empática y tecnológica a la que se sigue sometiendo a las clases más populares. Si declararse antitaurino es positivo pero disfrutar de una corrida de toros es de incultos, tan preparado ha de estar Fran Rivera para el acoso como nosotros para entender a otros grupos que disfrutan de las tradiciones y las defienden. Pensar en la crítica como un camino unilateral es de ineptos. El intelectualismo, hasta ahora, ha jugado a favor de posturas progresistas que se han convertido en las únicas opciones permitidas. Ese juego ha quedado caduco, pues urge afrontar un futuro multiglobal inmediato en el que cualquier intento de adoctrinamiento progresista no será más que otra forma de nazismo; un imperialismo de la moral que sólo puede conducirnos a una batalla campal diaria contra los miembros de otras comunidades.

¿Sugiere todo esto una apología del acoso en redes? En absoluto

Las sociedades occidentales han atravesado la dictadura de la homogeneización en todas sus fases. Se han exigido perfiles de izquierdas determinados, se ha obligado a las personas a identificarse en grupos con los que se comparte orientación sexual, ideología, moda e infinidad de ismos postmodernos. En cambio nunca se ha promovido la libertad personal como un concepto heterogéneo y el momento de eclosión actual, que fragmenta la homogeneización, recibe connotaciones negativas desde las estructuras gubernamentales tan sólo porque implica novedad y ruptura con los mecanismos conocidos. El miedo a lo incontrolable es lógico, inherente al ser humano, pero falta preparación ante el descontrol y sobran mecanismos reguladores de la opinión. Se aprecia en nacionalismos, proyectos de estados diferenciales, pero también en las diferentes actitudes hacia cuestiones migratorias, bélicas, humanitarias o feministas. En la cultura, en las artes, en el cine y en la calle. La escisión es más relevante que nunca y las distancias ideológicas más acentuadas. Por ello, conducir al sujeto a la autocensura y exigirle un discurso en torno a una izquierda aceptada no es más que hacer apología de la ultraderecha.

Conclusión. Parece haber una nueva élite cultural que busca la supremacía de su mensaje acallando al sujeto anónimo que se muestra en discordancia con él. Una élite que se alía inconscientementen con los sistemas judiciales y gubernamentales a los que ataca -desde el izquierdismo, como hemos visto en el reciente apoyo al rapero Valtonyc- pero con los que rema a favor del mismo órgano opresor que persigue a los 'disidentes' mediante la tipificación de nuevos delitos.

¿Sugiere todo esto una apología del acoso en redes? En absoluto. Sirva como muestra de intenciones la reflexión de una de las artistas del futuro más inspiradoras, María Forqué, quien hace un llamamiento a la responsabilidad social de nuestras palabras; a la excelencia en el verbo como autocensura prudente sin necesidad de abandonar actitudes críticas o subversivas. La crítica está más cerca de lo humano que la censura; hagamos todos un buen uso de ella.

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