El mapa ideológico se reajusta: por qué Vox se ha dejado tantos votos en el 23-J

El mapa ideológico se reajusta: por qué Vox se ha dejado tantos votos en el 23-J

La formación ultra ha perdido en las elecciones cerca de 700.000 y 19 escaños, además de la dolorosa llave de Gobierno con el PP. ¿Dónde queda la oleada?

Santiago Abascal, líder de Vox, el pasado 16 de julio, durante un mitin en Leganés (Madrid).Europa Press via Getty Images

"Igual era eso la excepción ibérica". El viral tuit del periodista Jordi Évole en la noche del 23 de julio resumía una constatación inesperada: Vox se desinflaba, a contracorriente de lo que está haciendo la ultraderecha en el resto de Europa. Los de Santiago Abascal se dejaron en las elecciones del domingo cerca de 700.000 votos y 19 escaños, además de la opción de ser llave de Gobierno con el PP. Sus 33 escaños le cierran la puerta también a presentar mociones de censura y recursos en el Tribunal Constitucional

No es en absoluto irrelevante que haya logrado tres millones de votos, que sea tercera fuerza en el Congreso con el 12,3% de los sufragios, pero son datos que están muy lejos de lo esperado por la formación ultra y, también, por los populares, que anhelaban su alianza como agua de mayo. No hubo mayoría absoluta entre los dos. 

¿Pero qué es lo que ha pasado? ¿Hay menos españoles de derecha extrema de lo que se pensaba? ¿Se han desmovilizado? ¿Ha pesado el  voto útil? ¿Se ha reforzado el bipartidismo? Para Abascal, las explicaciones hay que encontrarlas en otro lado, en un PSOE "blanqueado" por los medios y en las encuestas infladas que "han llevado a algunos a vender la piel del oso antes de cazarlo", en alusión al PP. Entiende que eso ha enfriado a sus posibles electores y de ahí el frenazo. 

Sin embargo, no es en eso en lo que se centran las expertas consultadas por El HuffPost, que hablan de una suma de factores: de bajada porque la coyuntura con la que creció Vox ha pasado, del fin del efecto "botella de champán" tras su irrupción en la vida pública española, de su entrada en las instituciones y los primeros hechos concretos en su manera de gestionar, de su persecución de ciertas realidades y valores muy asentados en la ciudadanía, de reajuste ideológico tras un tiempo de estar sobredimensionado. 

Sobredimensionados

Los españoles dicen en encuestas como la del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que se posicionan mayoritariamente en el centro ideológico, con una cuarta parte que se coloca exactamente en un cinco sobre diez. Templados. Por encima hay más de un 40% de ciudadanos que se inclinan gradualmente a la izquierda (hasta un 12% que de define como de extrema izquierda), y poco más de un 30% que hace lo propio hacia la derecha (un 5,6% apenas se dice de extrema derecha). Las cifras, de partida, ya no se corresponden con la representación que tenía Vox hasta ahora en las Cámaras ni con la que se esperaba para el 23-J. 

Chocaba también si reparamos en los problemas que de veras preocupan a los electores. Desde hace años, entre los cinco primeros que registra el CIS siempre se sitúan las "desigualdades, incluyendo las de género", que Vox repudia por infundadas. En este país, hay un 92% de ciudadanos que cree que la violencia machista (que no intrafamiliar) es un problema "preocupante" y otro 89,7% que entiende que hay que hacer leyes que protejan aún más. Justo lo contrario que propugnan los del partido verdoso. También rozan el 80% los ciudadanos a los que le preocupa mucho el cambio climático, frente a posiciones negacionistas como la de la ultraderecha patria.

Anteriormente, Vox había había tenido un éxito muy relativo En las generales de 2015 obtuvo 57.753 votos, un 0,23% del total, ni un escaño. En 2016 empeoró, con 46.781 sufragios. Obviamente tampoco entró en el Congreso. Su irrupción en el Parlamento andaluz, en 2018, con 12 escaños de golpe, lo aupó en las generales de 2019. En las de abril de ese año mejoró en un 5597,3% su resultado, los 2.688.092 electores y los 24 diputados. En la repetición de noviembre del 19, creció hasta los 3.656.979 votos (un 36% más que siete meses antes) y pasó a los 52 que tenía hasta el domingo, y convirtiéndose en la tercera fuerza política más apoyada del país. Así se convirtió en la tercera fuerza, posición que ha conservado ahora frente a Sumar por pocos votos. 

"Hay que recurrir a estas dos realidades, la tendencia ideológica y los datos de los últimos años, para entender que Vox estaba sobredimensionado. Lo que ha ocurrido en 2023 es que han vuelto a una posición más realista y acorde con sus apoyos estables. Más que de bajada, podemos hablar de estabilización", indica la socióloga sevillana Marisa Ramírez. Repite varias veces la palabra "normalización" frente a lo que entiende como una "burbuja coyuntural". No quiere vincularlo "necesariamente" al descenso en apoyos de partidos como Podemos o Ciudadanos, que también han alterado el clásico modelo bipartidista en los últimos años, pero sí aprecia cierto "desgaste" general en las nuevas formaciones. Es prudente ante lo por venir para Vox. "Todo depende de la situación del país, pero base sólida no tiene para más de 50 escaños. Un 10 o 12% de votos me parece más ajustado", dice. 

Para explicar su ascenso echa la vista atrás. La formación, nacida en 2013, "hizo ruido" dos años más tarde durante la crisis de los refugiados y luego comenzó a verse y a subir con otras dos crisis como escalones, "la económica, porque no llegaba la anunciada recuperación", y la política "sobre todo con la irrupción del procés independentista en Cataluña", que generó a su entender "un rechazo de corte nacionalista que Vox supo capitalizar". Fue su gran puesta en escena. La debilidad del PP en los meses siguientes y la irrupción del PSOE le hicieron "cosechar voto descontento" hasta ponerse en niveles "no esperados para un partido de su inexperiencia y naturaleza". 

El cansancio y las acciones

"España, sociológicamente, es abierta y plural, solidaria con drama como el de la violencia contra las mujeres, comprometida con proyectos como la transición verde, respetuosa y hasta empática con la comunidad LGTBI. Son principios que mueven votos y en los que no hay sintonía con Vox. Pero las circunstancias hicieron que se antepusieran otras necesidades para inclinar el voto", ahonda María José Campo, también socióloga y psicóloga social. 

Esta profesional se escandaliza cuando se le pregunta si en España hay mucho partidario del fascismo. "Los ciudadanos no son ultras, lo que están es decepcionados con la política tradicional y, durante estos años de sprint, el voto de Vox ha tenido un sentido de rebeldía y de cansancio. Si los partidos del bipartidismo no le daban respuestas y no les gustaban nuevos como Unidas Podemos... si te prometen limpieza, cambio, una sacudida al sistema, pues a lo mejor les das tu apoyo", indica. A los que estaban "hartos de la política tradicional" les llevó a votarles. 

A Vox le reconoce que es "muy coherente con su programa, muy básico y populista", pero justo esa claridad, cuando se ha llevado de las palabras a los hechos, le ha jugado una mala pasada. "Estar en la oposición supone pelear. Estar en un Gobierno, hacer y proponer. La llegada del partido a las instituciones ha permitido ver cómo funciona cuando manda y, en mi opinión, los acuerdos locales y regionales tras las elecciones de mayo le han hecho daño, porque los ciudadanos han visto que de verdad van contra cosas que se entienden como normales, como no problemáticas. Cita la polémica del latido fetal o la tuberculosos bovina en Castilla y León, la censura de obras de teatro en diversos pueblos, las negociaciones en Gobiernos como los de Murcia o Extremadura en las que "no se ha hablado de problemas ciudadanos sino de guerra cultural". "En este país una bandera gay no molesta". 

"Ese ataque al progre, al woke, puede hacer mella en un sector muy movilizado y cercano pero no deja se ser un nicho. Cuando se necesitan medidas económicas o sociales no se puede hablar sólo de eso otro ni, tampoco, ir frente a tendencias sociales claras como la defensa de la mujer. Entiendo que eso ha calado en cierta gente y, quien era conservador y quería el fin de lo que llaman sanchismo, ha ido a votar al PP", constata. El PSOE confiaba justo en que los ultraderechistas se retrataran en sus pactos con los populares y eso les acabara pasando factura. 

"Vox, el domingo, volvió a representar a quien de veras representa y aún a un grupo algo mayor de personas que siguen movilizadas por ello y se han resistido", apunta. La famosa lectura de la vuelta al original (no hay que olvidar que Vox nació de escindidos del PP). La malagueña Campo no habla tanto de "demérito" como de "conocimiento" y "necesidad electoral". 

Coincide en esta lectura Ramírez, que pone como ejemplo el debate en RTVE en el que Abascal se enfrentó con Pedro Sánchez, el candidato del PSOE, y Yolanda Díaz, la de Sumar. "Quedaron claros sus pilares ideológicos, pero no sus planes para España ni lo que le diferenciaba del PP. Si no eres indispensable para salvar una situación, si no pones sobre la mesa cosas concretas y si lo que pones hace arrugar la nariz a personas que, siendo de derechas, son tolerantes, se pierde fuelle", añade. 

Apunta también que a la hora de entender la sensación general de que Vox iba a triunfar ayuda el hecho de que hoy el partido tiene más dinero, gracias a su acceso a las instituciones (el 66% de los fondos de Vox proceden de las arcas públicas), y eso le ha permitido tener más y mejores campañas, más espacio en los medios y más presencia en las calles, en resumen. "Al final, el voto útil al PP, el menor desencanto social y la movilización de la izquierda" han acabado por poner las cosas en su sitio. 

Europa, por otro lado

Ramírez y Campo coinciden en insistir en que la derecha extrema ha sido una opción política de poca "base" en la historia reciente de nuestro país. "No ha habido caldo de cultivo por la cercanía en el tiempo de la dictadura franquista, con la que se asocian todos los movimientos ultraderechistas y fascistas que puedan surgir, así como los símbolos que emplean. Aún asusta en la mayoría de la población, donde la democracia está muy asentada", dice la primera. 

El ascenso de los populismos en el continente europeo, de partidos antiBruselas, xenófobos y antiglobalización, más allá de condicionantes particulares y domésticos, lo explican en factores como los económicos (el paro, la disminución del Estado de bienestar o del poder adquisitivo), los políticos (como el desprestigio de la clase política y la censura de la corrupción) y la inmigración (siempre el rechazo al diferente). En España, estos tres elementos han estado presentes pero hasta Vox no habían tenido éxito, en una cultura política especialmente favorable a la Unión Europea, a la globalización y a la convivencia con individuos de otras culturas. Al fin, se encumbró sobre todo desde el nacionalismo, Cataluña, los símbolos, nada de lo cual es hoy prioritario en la lista de problemas de los ciudadanos. 

En el caso de Europa, el fenómeno es el contrario. La destrucción de los partidos tradicionales, su falta de respuestas y de liderazgo, el aumento del proteccionismo en línea con posturas como el trumpismo o tiempos de zozobra como los generados por la guerra de Ucrania están consolidando Ejecutivos ultras y permitiendo algunos nuevos. La lista es larga, de Hungría a Italia, pasando por Polonia, República Checa, Finlandia o Suecia. Su agenda se ha contagiado a la de partidos de la derecha tradicional, con lo que incluso donde no gobiernan o suman en el Gobierno influyen en leyes y medidas. 

Campo recuerda que comparar con otros casos es complejo, "porque la situación de Francia explica que (Marine) Le Pen le pelee la presidencia a (Emmanuel) Macron y la de Italia, que (Giorgia) Meloni lidere una alianza a tres en Italia", cada cual tiene sus razones de casa, sea la tensión social en las calles o la inacción de los políticos de siempre. En Alemania, afina, son las medidas contra el cambio climático las que están robusteciendo a la AfD. Y enfatiza que hay que tener en cuenta también en factor oposición. "En países como Hungría o Polonia hay medios controlados, oposición asfixiada... así también se ganan elecciones. Lo ha denunciado hasta la UE".

Por ahora, en España, el mapa electoral deja a Vox en una posición recalculada. El tiempo dirá si ha venido para quedarse en el hemiciclo, si termina fuera de la Carrera de San Jerónimo o en La Moncloa. Los españoles deciden.