Hacia dónde camina Ucrania: ¿será 2024 el año del fin de la guerra con Rusia?

Hacia dónde camina Ucrania: ¿será 2024 el año del fin de la guerra con Rusia?

La invasión rápida no lo fue y el conflicto se acerca a los dos años sin visos de solución, sin victorias ni derrotas claras y sin negociaciones a la vista. La fatiga de los socios de Kiev y las divisiones ensombrecen el enorme paso en la adhesión a la UE. 

'Fedia', un miembro de una brigada de asalto ucraniana, camina hacia su posición en el frente de Andriivka, el pasado septiembre.Alex Babenko / AP

La guerra relámpago que Rusia quería en Ucrania nunca lo fue. En febrero se cumplirán dos años de la invasión y el fin del conflicto no está en el horizonte, al menos en el cercano. Por ninguna vía: ni por las armas ni por la rendición ni por la negociación. El frente de batalla está prácticamente enquistado, nadie gana ni pierde, no hay disposición a ceder, así que lo que se espera para 2024 es la perpetuación de la herida.

Ucrania corre el peligro de convertirse en un conflicto cronificado, con picos y valles de intensidad, de esos que duran décadas y no acaban de aclararse, no con el dolor, el desgaste y el bloqueo que eso conlleva. Rusia es especialista en aguantar estas situaciones, como evidencian la propia Ucrania de 2014, Georgia o Moldavia. La explosión de otros frentes de preocupación, como la guerra entre Israel y Hamás, amenaza además con sumirlo en un relativo olvido

El Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) ha elaborado un documento de claves mundiales para el año por venir en el que se destaca que Ucrania resiste "a pesar de todo", algo por lo que pocos apostaban al inicio de la contienda. Pese a ello, afronta en estos meses tres desafíos clave para su futuro inmediato. El primero es el frente puramente militar, donde buscará "atenuar el impacto de la reducción de la ayuda financiera y armamentística de Estados Unidos y evitar un debilitamiento de la línea de combate, convertida en una guerra de resistencia". El politólogo Pol Morillas, director del CIDOB, explica que estamos ante un escenario de "congelación" del conflicto y que en estos momentos harían falta medios de defensa y de ataque que Ucrania "no tiene posibilidad de conseguir a corto plazo", especialmente la fuerza aérea por la que tanto clama el presidente Volodimir Zelenski. 

El segundo de los retos, indica este tanque de pensamiento barcelonés, "en el frente político exterior, es intentar afianzar el proceso de adhesión a la UE y el apoyo de Bruselas". La apertura formal de negociaciones con Bruselas es prácticamente la única victoria de Kiev en este tiempo de agresión, pero el proceso "es muy largo, consta de 35 capítulos negociadores, y cada uno de ellos puede estar sujeto al veto húngaro", expuesto este mismo diciembre tanto en el proceso en sí como en el dinero que Europa quiere comprometer con Ucrania. Hará falta unanimidad y, por ahora, sólo cuenta con 26 estados de 27. 

El tercero "está en el liderazgo interno", ya que "por primera vez desde el inicio de la invasión, han empezado a emerger discrepancias entre Volodímir Zelenski y su comandante en jefe, Valerii Zaluzhnyi; o entre el presidente y el alcalde de Kiev, Vitali Klitschko." Está por ver, apuntan, "si la discordancia gana presencia, especialmente con el debate abierto sobre si se deben convocar o no las elecciones presidenciales". Morillas explica que hay una corriente que cree que la guerra se plantea "objetivos irreales como recuperar todo el territorio, incluyendo Crimea" y hay críticas sobre la "capacidad real de acometer la contraofensiva". 

Sobre esos tres puntales sobrevuelan las elecciones en Estados Unidos del mes de noviembre, en las que se puede volver "a la lógica aislacionista de los republicanos", si las encuestas aciertan y Joe Biden sale de la Casa Blanca. El compromiso de la derecha con Kiev no será igual, avisan desde Donald Trump al último de los aspirantes a la boleta. La ayuda de Washington no es "reemplazable" hoy por la de ninguna otra nación o bloque y sin ella Zelenski estará en apuros. 

El panorama es "complicado", dice Morillas, y ante la "realidad sombría" se abre la posibilidad de negociar con Rusia, a la que la congelación del escenario le va bastante bien: Ucrania no avanza y se desespera, mientras crece la división en el bloque de sus aliados y se reduce su compromiso, financiero y militar. El marco no es bueno para el país agredido. 

Cuerpos de soldados rusos, abandonados en el frente de Andriivka (Donetsk), el pasado septiembre.Mstyslav Chernov

La realidad en el campo de batalla

El pasado noviembre, el general Zaluzhnyi dio una entrevista a la revista The Economist en la que, a las claras, admitía que la guerra está estancada. "Al igual que en la Primera Guerra Mundial, hemos alcanzado un nivel de tecnología que nos sitúa en un punto muerto (...). Lo más probable es que no haya un avance profundo", decía. Puso en su boca lo que los analistas mundiales coinciden en señalar: la contraofensiva que se iba a lanzar en primavera y que se retrasó al verano por falta de medios no está cumpliendo con sus objetivos y se calcula que Rusia sigue dominando algo menos del 20% del territorio ucraniano. 

Ucrania, a quien daba por sometida todo el mundo en febrero de 2022, no sólo ha aguantado el envite sino que ha logrado importantes resultados, significativos, teniendo en cuenta a quién se enfrenta. "Eso no es desdeñable. aunque no haya sido el avance decisivo que se esperaba", sostiene el teniente coronel español en la reserva José García. Pone ejemplos concretos de lo que sí ha hecho el ejército ucraniano. El primero, los números. "Ahí están las pérdidas rusas, se cree que 325.000 rusos han perdido la vida, frente a los más de 30.000 ucranianos reconocidos, que serán muchos más, pero de momento hay ya una diferencia significativa". 

También destaca que "los ataques rusos a gran escala en el este de Ucrania han sido rechazados sistemáticamente" y que la poderosa flota rusa del Mar Negro "casi ha sido expulsada de Sebastopol, a pesar de la falta de poder aéreo y de su débil Armada". Califica de "dolorosos" los ataques con drones en suelo ruso, que "han penetrado tanto como para llegar a Moscú, la capital", que han hecho "que los ciudadanos rusos tomen conciencia de lo que se libra en el país vecino, que no es una operación militar especial como la llama Vladimir Putin". "En definitiva, Ucrania ha logrado mucho más de lo que la mayoría de los observadores esperaban al estallar el conflicto", constata.

Sobre el terreno, Moscú controla ahora aproximadamente una quinta parte de Ucrania, una porción que permanece prácticamente inalterable desde hace meses, y la línea del frente -de unos 1.000 kilómetros de longitud- apenas se ha modificado tampoco. Las fuerzas rusas siguen dictando gran parte de lo que sucede en el campo de batalla, donde sus líneas defensivas cuentan con campos minados de hasta 20 kilómetros de extensión, que han frenado en gran medida la contraofensiva ucraniana. Las trincheras, para empezar, están congeladas en esta época del año y nadie espera que se muevan sensiblemente hasta primavera. 

Los combates se siguen concentrando en el este y el sur del país. Según un reciente informe de Inteligencia de Estados Unidos, los ataques de las tropas de Rusia han causado graves daños o destruido casi todos los edificios de la ciudad de Avdivka (este). La ofensiva forma parte de un importante plan de asalto en el que se han arrasado, deliberadamente, infraestructuras civiles, que si siempre son cruciales, más aún lo son en pleno invierno, con la necesidad de electricidad y gas. EEUU señala, además, que Kremlin intenta organizar una ofensiva terrestre en el este de Ucrania, con un éxito limitado por el momento.

También se han acelerado los ataques en la retaguardia ucrania, con especial énfasis en la capital, Kiev, que llevaba meses de relativa tranquilidad y ahora es atacada con drones casi cada noche. UAV iraníes, de los que Moscú se está sirviendo en su andanada. 

El teniente coronel sostiene que, vista esta radiografía, y "a menos que la dinámica actual de la invasión cambie", lo esperable en 2024 un conflicto enquistado, "con la gravedad de que Rusia invade un 20% del país vecino". Cualquier pausa en la invasión permitiría al ejército ruso "reacondicionarse y reentrenarse", porque pese al desgaste aún resiste. Y, luego, volver con más fuerza. Le preocupa que eso ocurra no sólo porque la crisis no se cerraría, por el daño en los civiles, sino porque Putin, si entiende que puede dejar más o menos las cosas como están en Ucrania, puede acometer "intentonas" expansionistas en otros países del espacio postsovietico, dentro de esa mentalidad suya del "mundo ruso". "Cuanto menos se implique Occidente en esta guerra, más posibilidades de que Moscú intente lo mismo en otros territorios", que pueden incluso ser suelo OTAN. Entonces, la internacionalización del conflicto sería fatal.

La ayuda internacional, indispensable

García explica que la ayuda internacional, "más allá del tesón formidable que han demostrado el pueblo y el ejército de Ucrania", ha sido "importante" para el aguante y los logros de Ucrania. No obstante, hace precisiones. EEUU ha asignado más de 100.000 millones de dólares a Ucrania desde que comenzó la guerra pero, "a la vez, ha habido decisiones políticas conscientes que han negado a Ucrania algunas capacidades clave esenciales para el éxito en el campo de batalla". Se centra en los aviones F-16, que Zelenski ya no sabe cómo pedir para poder competir en el aire con Moscú, y que han sido "retenidos por Washington y por los aliados de EEUU". 

Eso ha llevado a Kiev a pelear contra Rusia con drones y sistemas de defensa aérea más antiguos, de la era soviética, "impidiendo también que sus fuerzas terrestres tengan un vital apoyo aéreo". Recuerda que la proporción es de uno a diez en aviones de combate a favor de Rusia, por lo que poco se puede hacer en ese extremo; los envíos de Polonia o Eslovaquia de aviones de combate de la URSS le ha permitido suplir algunas pérdidas en combate, pero no mucho más. Aún así, la falta de ayuda mundial "ha azuzado el ingenio" de los ucranianos y se está desarrollando una "efervescente industria de defensa propia" con la que intentar suplir esas ausencias, que se ha dejado ver en piezas como los drones de superficie

Joe Biden y Volodimir Zelenski, durante su rueda de prensa conjunta de mediados de diciembre en la Casa Blanca.Andrew Harnik / AP

Hasta ahora, se ha suministrado fuego de largo alcance en forma de sistemas de lanzamiento múltiple de cohetes (MLRS) con orugas y sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad (HIMARS) con ruedas, junto con municiones del sistema de misiles tácticos del ejército (ATACMS) de muy largo alcance y gran precisión. Problema: todo ha llegado en cantidades relativamente pequeñas. Estados Unidos ha entregado sólo 31 tanques a Ucrania, casi dos años después del inicio del conflicto, según datos del analista Richard D. Hooker publicados por el Atlantic Council.

La Unión Europea, por su parte, ha aportado alrededor de 80.000 millones de dólares en ayuda general, pero gran parte de ella ha sido en forma de asistencia financiera, más que de suministros militares. Polonia, Finlandia, los Estados bálticos y Noruega, todos ellos fronterizos con la Federación Rusa, son los que más se han comprometido proporcionalmente con la causa ucraniana. 

Polonia le ha trasferido más de 320 tanques de batalla modernizados, "reemplazando la mayoría de las pérdidas en el campo de batalla de Ucrania", a los que sumó la ayuda aérea de sus MiG-29, sus cazas de tiempos de la Guerra Fría compatibles con el armamento de Kiev. Estonia, por su parte, transfirió "todos sus obuses de 155 mm y más de un tercio de su presupuesto anual de defensa a Ucrania", añade Hooker, mientras que Letonia contribuyó "con todos sus misiles Stinger". Lituania, pese a ser un país pequeño, ha aportado casi mil millones de dólares en ayuda de todo tipo. 

Entre los pesos pesados, Reino Unido destaca por haber proporcionando sistemas antitanques NLAW, misiles de crucero Storm Shadow y tanques Challenger a Ucrania, cuando otros se han mostrado reacios, "preparando así el impulso" para que los principales aliados siguieran su ejemplo. Ha costado mucho que al final lleguen los ansiados tanques Leopard -de origen alemán- y los Abrams -estadounidenses-. 

"Es evidente que los Estados más amenazados por la agresión rusa han mostrado un compromiso mucho mayor para apoyar a Ucrania. En su mayor parte, el resto ha seguido el ejemplo de Estados Unidos al ayudar a Ucrania a resistir mayores ganancias territoriales rusas, pero le ha negado a Ucrania los medios para lograr un éxito decisivo en la recuperación del territorio ocupado. Sobre todo, esto se traduce en muy pocos o ningún tanque de batalla principal, aviones de combate o artillería de misiles de largo alcance", sostiene el análisis del think tank con sede en Washington.

Lo preocupante para Kiev es que la fatiga de guerra hace mella en sus socios, en sus gobiernos y en sus sociedades, desgastados por el alza de precios, por la sangría de inversiones y por la incertidumbre. Eso se traduce en complicaciones para lograr el dinero que hace falta para impulsar la contraofensiva. En el caso de EEUU, es el Partido Republicano el que tiene bloqueados los fondos para la guerra. Hablamos de 61.000 preciados millones. En el de Europa, son 50.000 los millones de un plan a cuatro años que Hungría ha vetado por el momento, y que se intentará aprobar en enero. 

Sin todo eso es difícil darle la vuelta al statu quo actual. Un análisis reciente del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por sus siglas en inglés) advierte de que poner fin o reducir significativamente el apoyo militar externo, y especialmente el estadounidense, "permitiría a Rusia ganar esta guerra en el campo de batalla". "El fracaso de las operaciones rusas en Ucrania para lograr los objetivos maximalistas del presidente ruso Vladimir Putin hasta ahora no es una condición permanente, y sólo el continuo apoyo occidental a Ucrania puede garantizar que los objetivos maximalistas de Putin sigan siendo inalcanzables", indica. Y más: "el colapso de la ayuda occidental probablemente conduciría al eventual colapso de la capacidad de Ucrania para contener al ejército ruso", en un momento en el que hay un "equilibrio inestable" que "podría inclinarse fácilmente en cualquier dirección".

Esa misma lectura es la que hace el jefe de gabinete del presidente Zelenski, Andriy Yermak, quien afirmñó hace semanas que si EEUU no aprobaba más ayuda podría ser "imposible" liberar más territorio y "crearía un gran riesgo de perder esta guerra".

En el informe de Hooker expone las razones por las que Occidente dice no a entregar más armas y más decisivas a Kiev: van desde la posibilidad de cruzar "líneas rojas" que lleven a Putin a entender que debe responder con armas nucleares, al temor a que una derrota rusa lleve al derrocamiento de Putin y al caos y a la visión de que Rusia debe ser "preservada" como un actor mundial importante, que se pondría en duda si cae estrepitosamente. Él mismo responde a si son o no explicaciones razonables: no. La Inteligencia Central de Estados Unidos, dice, ha descartado como realista la amenaza atómica, nadie sabe cómo sería un sucesor de Putin dadas las propias guerras internas en el Kremlin y Rusia no tiene un sistema estable y garantista como para reclamarlo en el tablero mundial. 

A su entender, un sprint de los aliados de Kiev aún es posible y "sin arruinar los presupuestos de defensa, la cohesión de las alianzas o la política interna de Occidente", tan en la picota en estos momentos. Se puede, pero debe ser ya, porque "El tiempo se acaba". "Ucrania sigue desafiante, pero sus fuerzas han sido mutiladas y sufren cada vez más escasez de municiones. Un cambio de política por parte de los líderes occidentales a principios de 2024 podría equipar a Ucrania con las capacidades que necesita para ganar la guerra antes de fin de año. Sobre todo, eso significa municiones de artillería, fuegos de largo alcance, poder aéreo y equipo de asalto", remarca. 

Los factores internos: adhesión y elecciones

En mitad de la guerra, avanzan otros procesos políticos de enorme calado, que retroalimentan y se retroalimentan con lo que pasa en el barro. El primero es la decisión de Bruselas de iniciar conversaciones para la adhesión de Ucrania a la UE. Un proceso que puede llevar más de una década, dado el proceso normal a seguir, pero que es la mayor victoria de Kiev en estos dos años de guerra. 

No es un ansia nueva, porque justo el europeísmo de los ucranianos estuvo tras la llamada Revolución de la Dignidad de 2014. Ahora, más amenazada que nunca, Ucrania apuesta por Europa con más seriedad, aunque alinearse en lo administrativo y lo político será costoso. Ya se han ejecutado reformas en lo judicial, sobre derechos de minorías o en materia de anticorrupción, que se deben profundizar y ampliar en el año nuevo. Queda mucho trabajo por delante hasta completar lo que se conoce como acervo comunitario, o sea, el paquete político, económico, de derechos o servicios esencial en todo país de la UE. Kiev deberá ser seria y comprometida y Europa, firme en sus exigencias pero también en los apoyos a la nación. "Kiev es el corazón de los valores europeos hoy", dice la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen.

Son 35 capítulos los que tienen que superarse y en cada uno amenaza el veto de Hungría, más allá de lo complicado que es cumplir con todas las exigencias. Habrá revisiones intermedias, recomendaciones finales, votos a favor... y todo es una incógnita porque nunca se ha intentado la admisión de un estado en guerra. Lo complica todo. Tampoco ayuda que Europa no haya reformado aún sus tratados y se mantenga la obligación de la unanimidad en el voto. Con las elecciones europeas en junio próximo ya no queda tiempo para abordar el tema antes, así que Ucrania se irá encontrando esa china en el camino, que la hace vulnerable. 

El segundo proceso político son las elecciones de Rusia, en marzo. En realidad, 2024 era también el año de las presidenciales ucranianas, pero la invasión hace poco recomendable la convocatoria, dice Zelenski. En el caso del Kremlin no se esperan sorpresas y Putin va a ganar. Es un autócrata que ha eliminado a sus críticos, con los opositores en el exilio o en la cárcel principalmente, que lleva 24 años en el poder y que tiene a la opinión pública a su favor con la guerra. Tiene el tiempo y los recursos para seguir haciendo lo que hace, aunque las sanciones internacionales ya empiezan a surtir efecto (que no es un colapso, tampoco). Se muestra como el héroe nacional que no le debe nada a nadie y que es capaz de descabezar a los que le chistam cuando se le ponen por delante (léase Wagner). 

Putin ha recuperado este diciembre su tradicional rueda de prensa navideña y se ha mostrado robustecido, porque la guerra no ha podido con él. Tanto, que hasta ha abierto la posibilidad a negociar con Zelenski, a su manera: "No renunciaremos a lo que es nuestro", dijo. Eso, para él, incluye al menos el este de Ucrania y la península de Crimea. Usó esta carta supuestamente pacífica "para subrayar la confianza en su ventaja sobre el enemigo: superioridad militar sobre Ucrania y superioridad moral, histórica y geopolítica sobre Occidente. Putin aparentemente cree que Occidente ha llegado a un callejón sin salida y está buscando una nueva estrategia, abriendo una ventana de oportunidad para hablar sobre salidas a la situación", escribe Tatiana Stanovaya para Carnegie Endowment for International Peace.

Su tono ha cambiado para volverse simultáneamente más conciliador y más confiado, derivado de una percepción de posición de fuerza tras el virtual colapso de la contraofensiva de Ucrania y los ataques de Rusia en un frente amplio, sostiene la autora, aunque aún no ha conseguido someter a las Fuerzas Armadas de Ucrania, poner en Kiev a un Gobierno títere ("desnazificar", en sus palabras) o quedarse con el sureste para su Federación. 

Nadie ha tendido la mano a Putin tras esta comparecencia. No hay nada de lo que hablar con él aún, en su posición de fuerza. Zelenski ha dicho repetidamente que quiere la plena soberanía de su país, lo que incluye la devolución del territorio que Rusia invadió ya en 2014, más el de ahora. Y, aún así, habrá que ver en 2024 qué presiones llegan a Kiev para que rebaje sus reclamaciones legítimas y se avenga a pactar una salida, para impedir que el  conflicto se haga eterno y siga dañando las economías del mundo. 

Tiempo de cansancio, tiempo de horror, eso es lo único que parece que quedará en el nuevo año.