San Donald Mártir: Trump moldea el Partido Republicano y se crece aupado en sus 91 imputaciones

San Donald Mártir: Trump moldea el Partido Republicano y se crece aupado en sus 91 imputaciones

La victoria de esta semana en los caucus de Iowa, doblando la suma de votos de sus oponentes, constata el giro personalista de la formación más antigua de EEUU.

Donald Trump habla a sus simpatizantes en Des Moines, el pasado lunes, tras conocer su victoria en los caucus.Andrew Harnik / AP

El resultado nunca estuvo en duda. El pasado lunes, Donald Trump se impuso arrasando en los caucus de Iowa, la primera fase en la criba del Partido Republicano para limar su lista de candidatos y elegir a quien peleará en su nombre por la Presidencia de Estados Unidos en las elecciones de noviembre. El exmandatario ganó sumando más votos que sus rivales juntos y con un margen histórico sobre el segundo. La victoria menos sorprendente y más abrumadora que se recuerda.

La duda era quién ocuparía esa segunda posición. Fue para el gobernador de Florida, Ron DeSantis, con un 21% de los sufragios frente al contundente 51% del magnate neoyorkino. Tercera fue la exembajadora Nikky Haley, con un 19% de los apoyos, y el cuarto, el empresario Vivek Ramaswamy, se quedó con un 8% y tiró la toalla en la carrera, anunciando su aval a Trump. Ganó entre los jóvenes y los mayores, entre los hombres y las mujeres, entre los protestantes históricos, los evangélicos y los católicos, el líder de 98 de los 99 condados -y el que perdió fue por un voto-.

Las proyecciones para los comicios de final de año le dan también ventaja sobre el actual mandatario, Joe Biden, de entre uno y siete puntos según la encuesta y el territorio, con una media de 44,6% de los votos para el republicano y 43,5% para el demócrata, según el promedio de FiveThirtyEight. Parecía imposible cuando hace tres años se dirigía a la masa ante el Capitolio de Washington, derrotado por los demócratas e incapaz de reconocer su fallo, enarbolando la bandera del fraude electoral que aún no ha soltado y que aquel día puso en jaque la democracia patria, con el asalto a la sede de la representación nacional. 

Hasta llegar a la victoria inevitable de esta semana, Trump ha navegado por unas aguas que se veían negras y profundas para sus intereses de poder. Hasta tres elecciones ha acumulado en las que su figura, como el máximo líder republicano que es hoy, fue castigada sin ganar. La peor, en noviembre de 2022, en las midterms o elecciones de mitad de mandato, cuando la ola roja que se esperaba se frenó en gran parte por su culpa. Se hicieron con la Cámara de Representantes por los pelos pero el Senado se mantuvo azul. Los electores no sólo repudiaron sus listas por su posición, por ejemplo, en el derecho al aborto, sino por los cabezas de lista elegidos por Trump, inexpertos y excéntricos, pero de su cuerda. Gente que le cayó en gracia, seleccionados con mimo, que seguían su discurso de las elecciones robadas, que se estamparon con estrépito.

Muchos republicanos tomaron aquel varapalo como una señal de que el electorado estadounidense había terminado con Trump. Sus propias intervenciones de aquellas horas, escondido en su mansión de Mar-a-Lago y con las fuerzas perdidas, daban fe de su desgaste. ¿Todo estaba perdido? ¡No! El irreductible Trump estaba dispuesto a resistir, todavía y como siempre, al desánimo. Lo que hizo fue anunciar, con mucho anticipo, su pelea por la Casa Blanca en 2024. Ahora se encuentra en la posición contraria, sólo al alcance de alguien de su empecinamiento y ansia de poder: al filo de conseguir su tercera nominación republicana en ocho años. No queda mancha de sus derrotas. 

Nada lo ha frenado, ni los 91 cargos por delitos graves repartidos en cuatro casos penales separados que se verán este 2024 y que incluyen acusaciones tan graves como haber intentado alterar el resultado electoral, obstrucción a la administración y retención intencionada de información de defensa nacional confidencial. Tampoco que ya haya sido considerado responsable de abuso sexual y difamación en el caso de E.Jean Carroll por lo civil o que tenga abierto otro proceso por fraude de su organización empresarial.

¿Cómo lo ha conseguido? La claves está en una mezcla de inteligencia y ambición, de personalidad, dinero, coyuntura, suerte y debilidad de sus oponentes. "Ha logrado convertir su avalancha de problemas legales en una ventaja política", afirma el americanista Sebastián Moreno. A su entender "ha cogido cargos de gran gravedad, como acaparar secretos de seguridad nacional o complicar la transferencia pacífica del poder, y los ha compactado hasta crear no una culpa, sino un problema compartido, presentado como un ataque contra sí mismo, contra sus seguidores y su modelo de Estados Unidos". "Ha convertido unos procesos personales, de base puramente judicial, en una persecución política, orquestada desde la Casa Blanca. Así sus seguidores creen que es su aspiración de vida y el hombre que las representa lo que peligra", indica. 

Por eso, conforme se iban acumulando las causas, más fuerte se hacía Trump y mejores datos le daban las encuestas, que han llegado a reflejar más de 15 puntos de diferencia con Biden, datos que luego se han reducido notablemente pero que aún benefician al derrotado en 2020. Y eso que no hace propuestas, sólo prometer venganza. Sólo un 6% de los republicanos dice que se pensaría cambiar su voto si es condenado.

También ha tenido un poco de suerte con los tiempos, porque le han ido estallando primero los procesos civiles, no los penales, primero los que tenían más que ver con su comportamiento privado y no como presidente de EEUU, "de forma que ha ido amasando con causas supuestamente menores su imagen de mártir sin descanso". 

Su primera comparecencia ante los tribunales, de hecho, fue por el caso Stormy Daniels, por el que se investigaba su papel en unos pagos ordenados para mantener a dicha mujer callada, para que una aventura que tuvieron en el pasado no le salpicara y afectara a su carrera política. La demandante era una productora y antigua actriz porno. Dinero, sexo y un caso que venía de viejo. Nada que espantara a los votantes norteamericanos. "Pero Trump calificó los cargos de motivados políticamente, por primera vez y como muletilla ya para siempre". Y caló. 

En ese momento, sus oponentes no estaban aún en la línea de salida de la carrera presidencial. Cada cual estudiaba sus posibilidades -apoyos, financiación, posibilidades- y lo que hicieron fue apoyarle ante la "caza de brujas" de los "jueces amigos de los demócratas". ¿Cómo iban a romper esa unidad cuando se acercaron los casos más graves, los procesamientos penales? "Se generó una inercia de apoyos que aún dura. Él mismo se afanó en que cada proceso tuviera impacto en los medios y puso a hablar a todos los republicanos que pudo, a una, prácticamente sin matices", acaso alguna censura de Chris Christie, el exgobernador de Nueva Jersey, que al final ha abandonado la pelea por la boleta por falta de apoyos, añade el experto. Y así fue como su causa se transformó en la de los suyos, los trumpistas, y también la de su partido, el republicano, una máquina de amasar donaciones y apoyos, en forma de camisetas con su foto fichado o de suculentos cheques. 

Al principio hubo hasta risas por lo pronto que anunció que quería ser de nuevo candidato, pero con eso consiguió dos cosas: forzar el debate sobre si Biden iba a hacer lo mismo a su edad, y avisar a sus posibles rivales de que ahí estaba, con las cosas claras y bien preparado. Un mensaje para los que aún echaban cuentas y no les salían, para quienes se veían forzados a apoyarle en público. Buena jugada. 

Donald Trump sonríe a la multitud durante un torneo de golf en el Trump National Golf Club de Sterling (Virginia), el pasado mayo.Alex Brandon / AP

Modelando a su antojo

El populismo o magnetismo o tirón que sigue teniendo Trump en el electorado, en un país que no ha superado aún la división profunda que lo puso en el precipicio hace más de tres años, sigue fuerte por esta estrategia de victimismo, pero también, como se ve en esas filas prietas, porque su formación ha estado a su lado. El Partido Republicano ha sido fagocitado por el exmandatario, ese magnate que coqueteó con diversas tendencias políticas hasta que entendió que el de la derecha era su mejor camino hacia la Casa Blanca. Teniendo en cuenta su papel troncal en la historia de EEUU, desde su fundación en 1854, se esperaría que aún quedase dentro de la formación alguien moderado, sereno, con capacidad para entender que su desnaturalización se agiganta y hay que pararla. Pero si ese alguien existe, no tiene por el momento poder para alzar la voz.

"Trump ha rehecho el partido a su gusto", dice Moreno. Los que más desconfiaban de él, que no eran pocos, lo dejaron hacer por temor a ponerse a malas con la base, tan apegada a su líder, y a eso se ha sumado el avance de posiciones radicales, de derecha radical, que se han adherido a Trump y escalado en los diferentes estados. "Por su impulso y por su influencia entre los movimientos conservadores, ha transformado las líneas de un partido histórico", afirma. El 63% de los republicanos de todo el país lo apoyan.

El seguidismo general ha ido acallando voces críticas de primera hora, como los senadores Mitt Romney o Marco Rubio, que tenían también aspiraciones presidenciales. Ahora, en cambio, hombres que sacaban los pies del tiesto comulgan con Trump. Sin ir más lejos, más de 200 republicanos han pedido a la Corte Suprema que permita que el millonario sea elegible, pese a que los jueces de Colorado creen que no debe serlo debido a su papel en el asalto al Capitolio -otro asunto que no ha reducido sus apoyos electorales-. Entre los firmantes, Mitch McConnell, líder de la minoría del Senado, quien llegó a decir que Trump era "práctica y moralmente responsable" del asalto al Capitolio.

El poder de Trump en el partido, pese a la fortaleza de sus estructuras, tan antiguas, también se explica con sus jugadas internas. Antes de que la temporada electoral comenzara, aprovechó su manejo sobre el Comité Nacional Republicano (su presidenta elegida, Ronna McDaniel, es una fiel que lleva en el mando desde 2017) y los partidos republicanos estatales para elaborar un calendario de primarias favorable a sus intereses. Sobre todo, ha intentado dañar a DeSantis, quien hasta ahora ha sido su principal adversario, pese al sprint de Haley en las últimas semanas. "DeSanctimonious", o sea, el "mojigato" o el "meapilas", como lo llama Trump, ha ido con el viento en contra.

Ron DeSantis y Nikki Haley, el pasado 10 de enero, en un debate organizado por la CNN.Kevin Dietsch / Getty

Lo que viene

Una de las mejores cosas que saca Trump de los caucus de esta semana es que no ha habido ninguna sorpresa ni un rival que se haya convertido en merecedor de sus preocupaciones. DeSantis ha sido segundo a 30 puntos de distancia y su sombra no le toca ni uno de sus pelos. Además, la diferencia con la tercera, Haley, es de un punto, o sea, nada. Trump mantiene a dos fieras detrás de él, peleando entre ellas, con mucho más desgaste a sus espaldas, porque él ni siquiera a acudido estos meses a los debates sectoriales del partido. Sabía que no lo necesitaba. Con llegar in extremis a Iowa y comprar pizza a -27 grados le bastó. 

Eso hace que su victoria en Iowa sea aún más potente, porque constata que su estratega de "divide y vencerás" ha funcionado. Antes de las primarias y durante las primarias. La falta de voces fuertes contra él ha llevado a sus contrincantes a ser apenas detectados, por lo que el campo lo tiene despejado, más aún ahora que puede sumar el 8% del candidato que abandona, Ramaswamy. Al no tener competencia, también podrá centrarse en pelear contra Biden directamente, que es lo que le da más simpatizantes, porque hay que recordar que el presidente no ganó arrollando, sino gracias a los votantes que lo eligieron sólo porque no era Trump. 

Tiene trabajo por delante para convertirse en el candidato republicano, pero muy allanado. Más victorias en estados pueden impulsarle aún más, estabilizar el aura de ganador que se le veía en su intervención posterior al recuento. "Nuestro país debe unirse. Queremos unirnos. Ya sea republicano o demócrata, liberal o conservador, sería tan bueno si pudiéramos unirnos y solucionar el mundo, resolver los problemas y poner fin a toda la muerte y destrucción que estamos presenciando", manifestó en su discurso de la victoria.

Ahora la siguiente cita es el 23 de enero en el estado de Nuevo Hampshire, la segunda parada en el proceso de primarias. Los sondeos dan de nuevo a Trump como ganador, con entre el 48 y el 51% de los votos, seguido de Haley, que con un 34% está notablemente más fuerte que en la cita de Iowa. Tercero sería DeSantis, con un 5% apenas. Es un territorio donde se podrán hacer lecturas nuevas, ya que hay un 40% de votantes no adscritos, el mayor bloque. Podrán participar en el proceso republicano y se pulsará, así, cuán enfadados o cuán conformes están con Biden, de paso. 

Quedaría así consolidado un trío de candidatos, a un ritmo desconocido en este tipo de procesos. Por comparar, en 2016 hubo hasta nueve candidatos vivos a estas alturas del combate. Este puede ser el proceso de selección más rápido y contundente de la historia y el equipo de Trump espera de hecho tener resultados concluyentes a primeros de marzo, de cara al llamado supermartes, el día 4, jornada clave en las elecciones primarias para las presidenciales del ese año porque hay votaciones en Alabama, Arkansas, Alaska, California, Colorado, Carolina del Norte, Maine, Massachusetts, Minnesota, Oklahoma, Tennessee, Texas, Utah, Vermont y Virginia. Los resultados de ese día suelen consolidar al favorito para la nominación presidencial de cada partido, también del demócrata. 

Este año, coincide con el día fijado para el primer juicio a Trump en Washington por intentar subvertir las elecciones presidenciales de 2020, que ganó Biden. Los abogados del expresidente reclamaban posponer el caso hasta 2026, pero ha ganado la prisa de la fiscalía. Así que todo, tan crucial, en el mismo día. ¿Alguien da más?