El Orgullo que otros medios prefieren ocultar

El Orgullo que otros medios prefieren ocultar

Hay muchas más historias en la manifestación estatal del Orgullo LGTB que las que protagonizan las epidermis depiladas al aire encima de las carrozas.

Poco antes de la seis de la tarde en el centro de la Plaza de la Independencia, con la Puerta de Alcalá de fondo, un pequeño del brazo de sus dos mamás disfruta de su primer helado en el Orgullo, los fotógrafos de prensa y las cámaras de televisión se pelean por coger un buen sitio, pero no frente a ellos, sino justo detrás, donde un joven subido en unos tacones luce minitanga solo protegido por una minibandera arcoiris encima. Tampoco interesó a ningún otro medio las lágrimas de María, que venía con su esposa, Elena, y su hija Naia, con apenas un año. Se emocionó cuando le preguntamos qué hacía en la manifestación, fue su mujer quien tuvo que contestar: "Venimos por ella, por la niña, para celebrar que la hemos podido inscribir en el libro de familia con los apellidos de las dos".

Hay muchas más historias como esta en la manifestación estatal del Orgullo LGTB que las que protagonizan las epidermis depiladas al aire encima de las carrozas, aunque sean tan dignos representantes del colectivo unos como otros, pero el relato informativo siempre encalla en las mismas estampas. La propia Policía Nacional estimó ayer que había 700.000 personas en el recorrido hasta Plaza de España. Daremos por buena esta cifra, aunque todos sepamos que las fuerzas de seguridad suelen rebajar el número de asistentes, mientras que los convocantes lo hinchan. Pues bien, teniendo en cuenta que circulan 19 carrozas y que cada una pueda transportar una media de trescientas personas, no serían más de 6.000 las que se exponen a las cámaras desde lo alto sin camiseta. Y es mucho decir, pues hay vehículos enteros, como los del PSOE o las familias LGTB, en las que nadie enseña el torso. Aún suponiendo que otras 6.000 abajo lucieran cuerpo, no llegan ni siquiera al 2% de los manifestantes. Aunque, insistimos, son tan respetables, unos como otros ¿por qué la mayor parte de los medios de este país ilustra la información con plumas, pelucas y pezones al aire?

Tampoco ha salido nunca en ninguna foto del Orgullo Ángela, con sus ochenta años, aunque asegura que ha venido desde la primera vez que se convocó. Es heterosexual militante y arrastra a su marido cada junio a la calle de Alcalá: "Vengo porque me gusta mucho este ambiente", aclara. Mari Carmen y Toñi, del Barrio de Salamanca, y la cincuentena, prefirirían no salir en cámara, pero tampoco se lo pierden, a pesar de que no suelen acudir a otras manifestaciones.

Esther Rubio nos saluda desde el otro lado de la pancarta de Colibrí, una asociación de cristianos LGTB: "Los homosexuales también tienen inquietudes espirituales" y reconoce que ella como protestante lo tiene más fácil que sus compañeros católicos a los que la Iglesia no acoge en su seno más que a escondidas. Dos pancartas más adelante está Ian, transexual de la asociación Respetus, que ha venido en silla de ruedas porque se torció el tobillo: "Los chicos lo tenemos más fácil porque se nos nota menos, pero a las chicas todavía les cuesta mucho más la integración en la sociedad".

Vivian, de unos 60 años, está plantada en un lateral de la calle de Alcalá, es cubana, aunque vive fuera de la isla desde hace tiempo. Y aguanta el sol cerca de Cibeles por ella (porque se divierte mucho), por su hijo y por buena parte de sus amigos, que son homosexuales. La misma situación que Mar de Alicante cuya hija lesbiana prefiere no darnos su testimonio, ella reconoce que fue muy duro cuando se enteró, pero que ahora "mi familia se ha enriquecido mucho con este hecho" y anima a todos los padres que sufren por la orientación sexual de sus hijos que toquen a la puerta de ampgyl.

 

Al entrar a la Gran Vía la calle se estrecha y la música de las carrozas se escucha más cerca: ¿quién dijo que no se puede reivindicar bailando? Hay quien acude año tras año y aún se asombra: la visibilidad ha sido y es (fuera de Madrid especialmente) un asunto pendiente y, por unos días, hasta el bar Manolo cuelga la bandera arcoiris y acoge a tanas parejas heteros como homosexuales. Se salta y se baila aún con más ganas cuando al llegar a Plaza de España la pantalla refleja la portada de la edición digital de El País adelanta que el Tribunal Constitucional respaldará el matrimonio igualitario. Nadie del Gobierno pudo sonrojarse pues fue la primera vez desde 2003 que no había representación del Ejecutivo.