Naciones, mermeladas y coches

Naciones, mermeladas y coches

Habrá que preguntarse si una nación se parece más a una mermelada o a un coche.

Pedro Sánchez y Pere Aragonès. LLUIS GENE via Getty Images

Al hilo de la mesa catalana, esta semana volví a oír en una tertulia radiofónica la expresión “nación de naciones”. Tengo la costumbre de escuchar mi radio de radios todos los días de días mientras tomo mi desayuno de desayunos. Concretamente estaba terminando un plátano de plátanos y me disponía a extender mermelada de mermeladas sobre una tostada de tostadas con un cuchillo de cuchillos cuando el tertuliano de tertulianos en concreto habló de plurinacionalidad, de identidades nacionales y de no sé qué otras gaitas de gaitas tendentes a justificar que la región española más rica no tiene porqué promediar su nivel de vida con el resto de España. Quedé pensativo. De hecho, conduciendo mi coche de coches hacia mi trabajo de trabajos seguía dándole vueltas a la cuestión. De cuestiones.

Al hilo de la mesa catalana, esta semana volví a oír en una tertulia radiofónica la expresión “nación de naciones”

Es curioso. Puede existir un trabajo compuesto de varios trabajos, pero no un coche compuesto de varios coches. Una mermelada de mermeladas, sí; un tertuliano de tertulianos, no. No puede existir un plátano de plátanos, pero sí una tostada de tostadas. Con un ejemplo robado al filósofo Gustavo Bueno, puede existir una línea de líneas pero no un círculo de círculos. ¿Qué tienen los tertulianos, los plátanos y los círculos, que no tengan las mermeladas, las tostadas y las líneas? Estructura. Los segundos no poseen una estructura, son homogéneos, sin partes ni organización, se agregan simplemente yuxtaponiéndose. Por el contrario, los primeros sí tienen estructura interna, partes, cierres, organización diferenciada; sí son un todo morfológico y no meramente una masa lisa y amorfa.

Por tanto, habrá que preguntarse si una nación se parece más a una mermelada o a un coche. Y la respuesta va a depender de la idea que tengamos de nación. Si por “nación” entendemos una unidad de destino en lo universal, un sol poble, una etnia, perdón, una cultura aglutinada por una lengua, una masa lisa, entonces está claro que una nación es una mermelada, y podremos crear una nación de naciones con el único inconveniente del sabor emborronado que tienen las mermeladas de mermeladas. Pero si por “nación” entendemos una estructura política, administrativa y jurídica: ministerios, secretarías, funcionarios, impuestos… una jerarquía con partes que organizan la soberanía de todos respecto de todo, entonces una nación es un coche, y decir “nación de naciones” es simplemente hacer ruido con la boca.

Puede existir un trabajo compuesto de varios trabajos, pero no un coche compuesto de varios coches. Una mermelada de mermeladas, sí; un tertuliano de tertulianos, no

La mesa de diálogo catalán no ha sido el único hecho que esta semana nos obligó a recordar conceptos básicos de filosofía política como antídoto contra la retórica hueca. La vileza que estuvo a punto de ocurrir en Mondragón —escribo estas líneas el sábado a media mañana— habría convertido a la nación en una charca fangosa. Aterra por un lado y reconforta por otro que no haya sido el Estado sino las organizaciónes civiles las que lo impidieron. Y esta infamia no es ajena a la falacia de la nación de naciones, que, en último término, acaba defendiendo la existencia de naciones de verdad —las que jamás se descompondrían en otras naciones— y naciones contenedor —que de naciones sólo tienen un tufillo histórico—, en el marco ultracapitalista de Europa, esa naciente nación de naciones de naciones.

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Licenciado en Filosofía y doctor en Psicología. Es profesor titular de Psicología Clínica de la Universidad de Oviedo desde antes de que nacieran sus alumnos actuales, lo que le causa mucho desasosiego. Durante las últimas décadas ha publicado varias docenas de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales sobre psicología, siendo sus temas más trabajados la conformación del yo en la ciudad actual y la dinámica de las emociones desde una perspectiva contextualista. Bajo la firma de Antonio Rico, ha publicado varios miles de columnas de crítica sobre televisión, cine, música y cosas así en los periódicos del grupo Prensa Ibérica, en publicaciones de 'El Terrat' y en la revista 'Mongolia'.