Gaza sin bombas, pero con dolor: "Mi casa ahora es una tumba. No hay nada en pie"
Los palestinos de la franja se apresuran, todo lo que los cascotes y las carreteras reventadas les dejan, a revisar sus pasados bienes y a buscar a sus familiares y amigos. Puede llegarse al doble de muertos cuando se remuevan los escombros.

Hoy el día es bueno en Gaza. Soleado, 20 grados, sin frío. Hay alguna racha de viento molesta, sobre todo con tanto polvo en suspensión, pero es llevadera. Arriba, al cielo, se puede mirar sin miedo, porque no caen bombas. También la línea del horizonte es más tranquilizadora, porque los tanques israelíes y sus buques de la Armada tienen orden de callar durante 60 días.
Ya se han cumplido las primeras 24 horas de la entrada en vigor del alto el fuego entre Israel y Hamás, ya se van produciendo las primeras liberaciones de rehenes y de presos, y los palestinos de la Franja se afanan en volver a casa o revisar los daños en sus propiedades o recoger ayuda humanitaria o buscar a familiares y amigos desaparecidos, todo con la urgencia que da la práctica certeza de que esta tregua es temporal, muy temporal.
Urgencia en moverse y en saber, en coger, recoger, atender, que se topa con un territorio destrozado y aún con imponente presencia militar de su invasor, lo que complica notablemente cada movimiento. Ganan las ganas, lo único.
Laila Al Mounter es de Jabalia, al norte de Gaza, una de las zonas más dañadas por esta guerra de 15 meses, donde ha sido especialmente duradero el cerco de Tel Aviv, con la excusa de que Hamás tenía milicianos e infraestructura en la zona, obviando que a los civiles no se les toca, según las leyes de la guerra. Tiene 24 años y ha colaborado con Agencia Noruega para Cooperación al Desarrollo en cuestiones administrativas. Ahora no trabaja con salario, pero todos estos meses ha colaborado con entidades benéficas locales que proporcionaban comida caliente a los ciudadanos.
Hasta ayer, no había regresado a su casa, una vivienda de tres plantas en la que vivían 27 familiares. Era "imposible". A base de mensajes rápidos por internet hace recuento: "tres meses en Gaza, cinco en Rafah, el resto en Al Mawasi", la zona supuestamente segura donde Israel pidió a los 2,3 millones de vecinos de Gaza que se hacinaran y que también ha sido repetidamente atacada. Iba junto a su familia: padres y dos hermanos pequeños. Su prometido, Abed, murió desangrado por una amputación en la pierna en el Hospital Indonesio. No quiere hablar de eso.
¿Qué ha encontrado de su casa? "Nada, piedras. Mi casa ahora es una tumba, no hay nada levantado. Sabemos que debajo de los escombros tienen que estar dos de mis primos, porque no los hemos encontrado en todo este tiempo", indica. Cuenta que identificar su propia calle cuesta, salvo porque hay referencias de un restaurante vecino, el Alqtnana. ¿Cómo van a levantar esos escombros? Aún no lo sabe, se están reuniendo familiares supervivientes y vecinos para hacer lo que puedan con carretillas, mulos y algún tuktuk (las motos con remolque típicas de Gaza) si es que entra combustible.
Laila se despide rápido con un ruego. "No dejen de hablar de Palestina, de Gaza. Esto no ha acabado. Esta tregua no va a durar y, si dura, nos queda mucho que remontar".
También vía Facebook cuenta Abdel Zaqeq el caso de su primo, Mohammed, de 17 años. Se cree que su cuerpo ha sido encontrado bajo los ripios de la tienda de telefonía en la que trabajaba, cerca del Hospital Al Shifa, de Gaza capital. No han tenido noticias de él desde el 22 de julio de 2024. "Cree" porque necesitarán muchas pruebas para saberlo. "Sólo hay huesos. La ropa no sabemos, porque había más cosas de otros trabajadores en el almacén, pero parecen las suyas. No se lo hemos dicho a su madre aún", explica.
Él, que es un poco más del norte, de Nazla, estaba con la familia del chico en Al Mawasi, desplazado desde enero de 2024. "Aguantamos en casa lo que se pudo. Así no se podía aguantar. Todavía no hemos ido a nuestra casa. Primero había que buscar a mi primo", explica. Está en contacto con algunos vecinos "que están a punto de llegar"."Es todo muy complicado", repite. Los Zaqeq han perdido a 18 miembros, todos primos, todos jóvenes menores de los 30 que tiene él, profesor de conservatorio. Su círculo cercano -mujer y tres hijos- están con vida, aunque arrastran problemas respiratorios.
Como explica la Agencia EFE, los gazatíes recibieron este domingo con alegría, pero también con recelo y sufrimiento, el primer día del alto el fuego. En imágenes compartidas en redes sociales puede verse a cientos de palestinos celebrando mientras vuelven a sus hogares, atravesando calles destrozadas a bordo de coches y carros tirados por burros.
En algunas fotografías puede verse a combatientes armados en lo alto de camiones. El Gobierno gazatí, controlado por el grupo islamista Hamás, dijo en las horas previas al inicio del alto el fuego que había desplegado a la policía en diferentes puntos del enclave para mantener el orden.

La gran mayoría de los que decidieron aventurarse a regresar a sus hogares se encontraron con una imagen de devastación. "Estoy sentada sobre (los escombros de) mi casa. La casa tenía cinco pisos. Vinimos desde Jan Yunis (...) para ver la casa y la encontramos como la ves, y tenía cinco pisos", dijo a EFE una mujer mayor, sentada junto a su nieta sobre los escombros de su casa en Rafah.
Atiya Jalil Mohamed, cuya casa también ha quedado reducida a escombros, aseguró que tiene esperanza de que el alto el fuego se mantenga "porque la gente ha sufrido mucho".
El hombre aseguró que la gente quiere volver a casa, aunque la encuentren destruida, para "descansar psicológicamente", y que incluso si el camino está lleno de minas, las cruzarán para llegar.
Ayer entraron 600 camiones con ayuda y, esta mañana, 200 más, cuando en tiempos de cerco -que no de paz-, antes del 7 de octubre de 2023, la media era de 500, con muchos menos destrozos y necesidades.
El párroco de la iglesia de la Sagrada Familia, la única iglesia católica de Gaza, confía en que estemos ante el "inicio de un camino de paz", que ha permitido que ahora "el silencio y las frutas y las verduras hayan regresado a la Franja", dice EFE.
"La gente está contenta aunque sabe que la tregua todavía no es la paz. Esperamos que sea el inicio de un camino de paz y de una nueva etapa en Tierra Santa y de reconciliación y justicia entre palestinos e israelíes", dijo el sacerdote argentino Gabriel Romanelli en declaraciones a medios vaticanos.
El misionero explicó que lo primero que notaron los habitantes con la tregua fue "un silencio ensordecedor que da que pensar. No se oían disparos, ni armas, y tampoco había drones", al tiempo que también han llegado a las casas por primera vez en mucho tiempo frutas y verduras gracias a las donaciones del Patriarcado Latino de Jerusalén. Gaza "totalmente destruida" y ahora "la gente empieza a pensar cómo reconstruir sus casas, cómo reanudar sus vidas, pero sigue habiendo incertidumbre".
Los gazatíes están "contentos, aunque saben que la tregua todavía no es la paz" pero "esperamos que sea el inicio de un camino de paz y de una nueva etapa en Tierra Santa y de reconciliación y justicia entre palestinos e israelíes”, añadió.