Y después de la tregua, ¿qué? Lo que espera en Gaza al reactivarse la guerra

Y después de la tregua, ¿qué? Lo que espera en Gaza al reactivarse la guerra

EEUU presiona para un alto el fuego más largo y, sobre todo, para que se mantenga la entrada de ayuda humanitaria. Israel insiste: quiere ir a por todas contra Hamás, por lo que se teme una ofensiva dura en el sur. Los civiles son los que sufren.

Un grupo de gazatíes rescatan a víctimas de un bombardeo de Israel en la mañana del viernes pasado, cerca de Rafah.Hatem Ali / AP

En una zona en guerra, no hay momento más hermoso que la entrada en vigor de una tregua. El silencio, la seguridad, el reencuentro, aún con los daños o las pérdidas. El sol calienta el cuerpo tras la tormenta. Pero en una zona en guerra, también, no hay momento más duro que el retorno a los combates y a los ataques tras esa paz. Pesa la certeza del nuevo dolor por venir y la desilusión por los acercamientos frustrados. En esa dinámica están ahora Israel y Hamás y, con ellos, los civiles de Gaza, los rehenes y sus familias. 

Muertos, angustia, destrucción, amenazas, mediaciones, esperanzas... Todo mezclado en un escenario herido desde hace más de 50 días, en el que se acumulan las preguntas. El balance, hasta ahora, había sido positivo, con la liberación de 105 secuestrados a cambio de la libertad de 240 presos palestinos en cárceles israelíes y la entrada de ayuda humanitaria a Gaza, aún a niveles muy inferiores a los previos al 7 de octubre, día del ataque de Hamás a Israel, pero esencial para salvar a los gazatíes. Los palestinos de la franja han podido tener comida, agua y medicinas, recibir atención o ver el estado de sus viviendas y de sus allegados. Raros momentos tras semanas de asedio, que dejan más de 15.000 muertos, cerca de 7.000 cuerpos bajo los escombros y dos millones de desplazados.

Hubo roces desde el segundo día, como retrasos en la salida de rehenes o menor entrada de camiones con ayuda, pero las cosas se envenenaron entre el jueves y el viernes, con los nervios del final, exigencias de liberación (Hamás no quiere soltar ni a varones ni a militares), un atentado en Jerusalén, revelaciones de que Tel Aviv sabía de los planes de ataque de la milicia... 

Con nuevos altos el fuego parciales o sin ellos, Israel ha insistido en que sus objetivos en la franja son tres: eliminar a Hamás, devolver a todos los rehenes (más de 240) a casa y garantizar que Gaza nunca más sea un problema de seguridad para su país. Ninguna de esas metas se han cumplido hasta ahora, por lo que se espera una nueva fase en la contienda, muy violenta. Sí, todo puede empeorar. "Nada nos detendrá", indica el Ejecutivo de ultraderecha pese a que, como dice el jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Josep Borrell, "Hamás no es sólo un grupo de individuos, sino una idea". "No puedes matar una idea. La única forma de hacerlo es ofrecer una [idea] mejor. Frente a una mala idea, hay que presentar otra que sea buena, y viable, y que garantice que la gente pueda vivir en paz y acabar con este ciclo de violencia", dijo el 27 de noviembre en Barcelona.

Los ataques de Israel no han sido suficientes, como no lo fueron en la ofensiva de 2014, también de una cincuentena de días. Ni bombardeos ni ofensiva terrestre han acabado con la infraestructura clave o el liderazgo del Movimiento de Resistencia Islámico. Sus mandos se esconden en el sur (se cree que están allí Yayha Sinwar, Marwan Issa y Mohammed Deif), donde Israel ha forzado a que se concentren los civiles, completamente hacinados contra la frontera egipcia, mientras que siguen activos sus túneles, con el armamento que contienen. También estarían allí "miles" de combatientes, dice Israel, y muy posiblemente, rehenes. "No están ni cerca de rendirse", sostiene un militar destinado en la frontera. 

El Gobierno de Benjamin Netanyahu siempre se ha opuesto a un alto el fuego prolongado porque entiende que Hamás, así, puede rehacerse. No hay dudas de que, igual que el Ejército israelí ha aprovechado estos siete días para reorganizarse, lo mismo ha hecho la milicia. Se espera que se haya movido al sur para defenderlo, como la próxima diana de su adversario que parece ser, y se haya recompuesto en el norte para atacar a las tropas que ya están desplegadas en la zona. 

El grupo islamista se ha vanagloriado en prensa de la región como la agencia turca Anadolu de haber destrozado 200 tanques de Israel en este tiempo, que se supone que son dos tercios de las divisiones blindadas que su enemigo había introducido en la franja con su ofensiva terrestre, desde principios de noviembre. Tel Aviv dice que ha atacado una media de cien objetivos diarios pertenecientes a la milicia. 

Israel prevé una guerra larga, de más de un año, en la que uno de sus principales objetivos será matar a los máximos dirigentes de Hamás en Gaza, según reveló este viernes el diario Financial Times. La incursión terrestre en la franja se prolongará hasta comienzos del año que viene, añade. "Esta será una guerra muy larga. Ahora no estamos ni cerca de haber conseguido la mitad de nuestros objetivos", dijo una fuente no identificada al periódico británico. 

Hay expertos que se muestran escépticos ante la promesa del Gobierno de Netanyahu de continuar su compromiso militar en Gaza después del alto el fuego. "Cuando se detiene una guerra, es difícil revivir el impulso", dijo al New York Times Yaakov Peri, exjefe del Shin Bet, la agencia de inteligencia interna de Israel. Sin embargo, lo que dicen las Fuerzas de Defensa de Israel en los encuentros con prensa y las intervenciones de sus portavoces apuntan a que van a por todas. 

En una primera fase, la idea es dominar los escombros -que no otra cosa queda- en el norte de Gaza, buscando más entradas a túneles y posibles silos de Hamás. Más al este, aún tienen por dominar el barrio de Shujaiya, en la ciudad de Gaza. Y se puede crear una zona de amortiguación, de unos dos kilómetros, en la frontera con Israel, para vigilar mejor la zona desde el exterior. 

No obstante, el verdadero reto está en el sur, tras haber partido la franja en dos y haber limitado notablemente las amenazas en el norte. La zona está repleta de desplazados, después de que Israel enviase mensajes y lanzase octavillas reclamando a los gazaríes más del norte y el centro que se fueran hacia Rafa. Pese a que se vendía ese trozo como un lugar seguro, los bombardeos también han sido sistemáticos en el sur. 

Es un territorio delicadísimo. La presencia masiva de civiles, hacinados, entre ruinas y en campos de refugiados improvisados, incapaces de moverse, debilitados por la crisis humanitaria, hace imposible entrar con tanques como en el norte, a menos que se los quiera sacar de la franja, que crucen a Egipto y convertirlos en refugiados de una segunda Nakba, algo a lo que se niegan El Cairo, los países árabes que podrían darle cobijo -no quieren ser cómplices o colaboradores del vacío de Palestina- y también EEUU. Sería un posible crimen de guerra. Tel Aviv ha dicho varias veces que esa no es su intención.

Por ahora, se han redoblado los ataques aéreos en la zona de Khan Younis, donde además está el único gran hospital operativo, y quizá se podría ir dominando así el territorio, a tramos cortos, antes de meter los tanques, porque el combate calle a calle puede ser feroz. Tanto esta ciudad como Rafah son de las más señaladas ahora, por cuestiones de necesidad militar. En paralelo, su idea es obligar la creación de una zona "humanitaria", en palabras de las IDF, cerca de la costa. Es un punto muy polémico, que se lleva filtrando desde hace semanas y que no gusta a nadie en la comunidad internacional. 

El apoyo mundial a Netanyahu puede flaquear si, como apunta, concentra a los gazaríes en una zona que ya tiene pensada y se llama Al Mawasi, como adelantó la BBC. Está a unos diez kilómetros al norte de Rafah, tiene 2.5 kilómetros de ancho por su zona más amplia y cuatro de largo, y es un espacio de dunas y palmeras sin infraestructuras ni servicios -menos, hospitales-, donde la lluvia y el frío de esta época complicaría también notablemente sus vidas. Este terreno, que sólo tiene ahora un uso agrícola menor, serviría para proporcionar "condiciones apropiadas", reivindica aún así Israel. Al "desafío humanitario" que supondría meter allí a dos millones de civiles se suma, como dice el medio público británico, el "desafío moral" de encerrar a unas personas inocentes, muchas de ellas precisamente de origen refugiado

Hasta 18 agencias de Naciones Unidas, sin citar nombres de lugares, dijeron ya el 16 de noviembre que no van a consentir ese agrupamiento forzoso. "No participaremos en el establecimiento de ninguna zona segura en Gaza que se establezca sin el acuerdo de todas las partes". Y todas las partes son Israel, Hamás y la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Puede haber muchas vidas en juego y nadie sabe qué hacer con los civiles ni lo que ellos aceptarán, si irse a ese reducto o mantenerse donde están. Cualquier movimiento suena espantoso. 

No obstante, Israel defiende que en esa zona no atacaría, sería la única, e incluso un portavoz de las IDF, el teniente coronel Richard Hecht, afirma: "Va a ser horrible, pero sobrevivirán". Según el FT, las próximas operaciones militares de tropas sobre el terreno durarán probablemente "meses y no semanas" y a continuación habrá una fase de "transición y estabilización" que podría prolongarse hasta finales de 2024. Nadie sabe con precisión los plazos que se manejan.

Las presiones que pueden cambiar las cosas

En estas semanas, incluso con ofensiva terrestre, Israel sólo ha conseguido liberar a una rehén, una soldado. Todos los demás que han vuelto a casa han sido fruto del trato con Hamás, por lo que las familias presionan muchísimo para que la tregua prosiga y se libere a los que quedan, más de la mitad. Ese anhelo se puede traducir, como semanas atrás, en manifestaciones y marchas para convencer a Netanyahu de que ceda al acuerdo porque quieren a su gente de vuelta y sin daños. El problema añadido, también, es que el grupo armado cada vez será más duro en las negociaciones, porque cuando se le acaben los rehenes, pierde su mejor baza para negociar y exigir. 

Está el resto de la sociedad israelí, que quiere acabar con Hamás pero cada vez tiene menos claro el cómo. Una vuelta a la guerra más dura puede llevar a más bajas en el ejército, que justo al inicio de la tregua se contaban por 395

Presiones también han llegado durante todo el alto el fuego por parte de aliados occidentales de Israel, poco sospechosos, como Estados Unidos que, conscientes de la catástrofe humanitaria que se vive en Gaza y viendo crecer en sus propias calles el movimiento propalestino, no quieren más muertos inocentes. "El presidente Biden tratará de contener a Bibi", es una frase repetida estos días en medios de EEUU por funcionarios demócratas, pero nadie sabe en qué grado. 

La visita de Antony Blinken, el secretario de Estado norteamericano, en plenas negociaciones de la prórroga, dejó un mensaje muy claro: hay que alargar la pausa humanitaria e Israel tiene que contenerse en sus ataques, porque tiene derecho a la legítima defensa pero, también, uno de los mejores ejércitos del mundo, "capaz de neutralizar la amenaza que supone Hamás, al tiempo que minimiza el daños a mujeres y niños". 

Su plan es que siga entrando, además, tanta o más ayuda humanitaria como hasta ahora (si de rutina entraban 500 camiones por Rafah, con la tregua han estado entre 170 y 200), esencial cuando la ONU alerta además de infecciones varias. Sobre todo, alimento y combustuble. Es posible que su postura haga que Israel modifique en algo y / o suavice el método de lucha, quizá con operaciones encubiertas para ir a por los rehenes. 

El pasado 28 de noviembre, un alto funcionario de EEUU dijo a Al Hurra (un medio digital en árabe con financiación norteamericana) que Tel Aviv debía concentrar sus fuerzas en lugares limitados de Gaza para "garantizar la protección de los civiles" y añadía que Netanyahu "aceptaba" la propuesta, pero ni se han anunciado medidas en ese sentido ni hay pasos sobre el terreno que lo den a entender. 

La intranquilidad de Washington supera las fronteras de Israel y Palestina, porque piensa que un agravamiento del conflicto puede desencadenar consecuencias regionales (en Líbano o Irán, las más serias, pero también en Yemen o Siria). Saben además que es mucha la incertidumbre, porque incluso aunque Israel golpease rápido y acabase con Hamás en pocos días -que no parece el caso-, no hay un plan para la Gaza del día después. Se habla de ocupación, de mando de la ANP, de una fuerza de paz árabe o internacional... Jordania reivindica que se escuche a los palestinos, que son los que van a sufrir todo. 

El después y el ahora, hoy por hoy, se ven negrísimos.