El populismo xenófobo lleva años acechándonos. Ya se ha adueñado de Estados Unidos y de Hungría, apretó a Austria, y ahora amenaza en Francia, Holanda y Alemania. España, por ahora, parece vacunada contra este mal, y muchos se preguntan por qué.
No nos equivoquemos: morirán personas a consecuencia de la orden ejecutiva de Trump que bloquea la llegada de musulmanes a EEUU. Los países que acogen a un gran número de población refugiada se van a sentir agraviados y abandonados por la comunidad internacional y empezarán o aumentarán la expulsión de personas refugiadas.
No digo que no exista amenaza, al contrario, vivimos en un mundo desestabilizado y con el temor de ataques terroristas, pero Trump la esparce para intensificar el apoyo a su causa y captar nuevos patriotas con el orgullo malherido, allí donde existan. Le interesa que el miedo de la amenaza se convierta en un estado anímico vivo y perenne.
La extrema derecha europea incorpora rostros jóvenes, mujeres, y no le importa la condición sexual, pero mantiene tres elementos indiscutibles, presentes en todos sus relatos: euroescepticismo y profundo neoliberalismo, nacionalismo a ultranza y, por extensión, xenofobia hacia el diferente, especialmente, si guarda relación con el islam.
Sólo aprendiendo a resolver el temor, el miedo, podremos llegar a la colaboración global necesaria para que haya seguridad, estabilidad y prosperidad para todos, sin guerras ni luchas. No es una utopía, ya ocurre cuando hay una catástrofe humanitaria, falta extenderlo a la vida cotidiana, incluida la económica.