Así es ver una aurora boreal en Groenlandia

Así es ver una aurora boreal en Groenlandia

Poco antes de la medianoche, mientras los estruendos del hielo cayendo del glaciar de Qaleraliq ponían la banda sonora, un impresionante ir y venir de auroras boreales se 'colaron' entre las nubes que cubrían el cielo de Groenlandia. Así fue el estreno de la Expedición Shelios.

ROSA M. TRISTÁN Enviada especial (Groenlandia)

Fotos: JUAN CARLOS CASADO (tierrayestrellas.com)

Poco antes de la medianoche, mientras los estruendos del hielo cayendo del glaciar de Qaleraliq ponían la banda sonora, un impresionante ir y venir de auroras boreales se 'colaron' entre las nubes que cubrían el cielo de Groenlandia. Así fue el estreno de la Expedición Shelios, el viaje astronómico dirigido por el investigador Miquel Serra-Ricart que acaba de comenzar en la isla más cercana al Polo Norte.

Apenas recién llegados al campamento que tiene organizado la agencia Tierras Polares, del explorador Ramón Larramendi, en el fiordo Sermilik, al sur de la isla, los astrónomos y demás miembros del equipo Shelios comenzaron a preparar los equipos fotográficos para ganar la carrera a las nubes que llegaban en el horizonte.

Dos días antes, la NASA había anunciado que sus satélites detectaron una expulsión de masa coronal de nuestra estrella, el Sol, y que en 48 horas llegaría a la atmósfera terrestre en forma de electrones. Nada más oscurecerse el horizonte, el firmamento comenzó a teñirse de colores. Ráfagas de luces que fueron apareciendo en el cielo nocturno y duraban unos segundos. Verdes luminosas, azuladas, pinceladas rosáceas que captaban las cámaras pero imposibles para el ojo humano, incapaz de captar su longitud de onda.

La más espectacular, en el cenit, sobre nuestras cabezas, cayendo como una lluvia de luminosa luz casi amarilla de su intensidad y su brillo. Otras, que caían más cerca del Polo Norte magnético, como un arco que se iba pintando más y más intenso, más y más largo sobre el glaciar que tenemos enfrente.

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"Hemos tenido mucha suerte. Nada más llegar, el primer día, hemos visto la llegada de un viento solar moderado, con una magnitud de cinco sobre 10. Y encima, una aurora boreal cenital", señalaba el astrónomo Serra-Ricart, apenas minutos después de que acabara el fenómeno. "Veremos más, pero con esto ya ha merecido la pena".

Al hablar de la magnitud del evento, se refería al índice de excitación del campo magnético de la Tierra que provocan los electrones cuando interactúan con el oxígeno atómico o el nitrógeno molecular que encuentran en la atmósfera. Y lo hacen a 400 kilómetros de altura, pero sin embargo las auroras parecen que están ahí mismo, al alcance de la mano.

La Expedición Sheilos, compuesta por 17 personas, aterrizó en Narsarsuaq, al sur de Groenlandia, a primera hora de la tarde. Enseguida, embarcó en dos lanchas neumáticas rumbo al campamento de Qarelaliq, 120 kilómetros a lo largo de un fiordo plagado de icebergs, entre los que Ramón Larramendi conducía como otros lo hacen por la madrileña M-30.

El objetivo de los científicos es presenciar y trasmitir al mundo, a través de la web del proyecto europeo GLORIA el pico de actividad del Sol, que estos días alcanza su máximo energético y que no volverá a repetirse hasta dentro de otros 11 años. Esa actividad genera un viento cargado de electricidad que viaja por el espacio. Sólo una pequeña parte llega hasta la Tierra.

"La relación de las auroras boreales con el viento solar se ha investigado recientemente. Pero al margen de su interés científico, son un fenómeno tan espectacular que sirven de imán para divulgar la Astronomía y para atraer a los jóvenes hacia la ciencia", señalaba Federico Fernández, profesor ya jubilado que desde hace décadas ha hecho de su afición auténtica pedagogía astronómica.

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A su lado, unos jóvenes estudiantes 'becados' por diferentes fundaciones para participar en la expedición, realizaban diversas prácticas de medición relacionadas con el espectáculo que ofrecía la noche, a pesar de la intensa luz de una Luna casi llena.

Pero poco a poco, las nubes terrestres fueron adueñándose de la noche y los rescoldos de la tormenta solar fueron desapareciendo en el horizonte. El clima polar no hace excepciones con los científicos.

Finalmente, antes de la medianoche, cuando el frío helador comenzaba a hacer daño en los huesos, el cielo apagó sus luces luminosas. Dicen los expertos que la magnitud bajó a 3. Los astro-fotógrafos de Shelios recogieron los equipos, a la espera de otra jornada nocturna luminosa.