'Regalando' fondos científicos a Alemania: "Que investiguen otros"

'Regalando' fondos científicos a Alemania: "Que investiguen otros"

Hay quien consigue financiación europea para una investigación y tiene que regalarla porque las instituciones españolas no la quieren. Es la kafkiana situación que vive el físico catalán Javier Buceta, de 44 años, otro cerebro de los que se rifan en el extranjero y en España está al punto del despido.

"Hay que buscar el dinero fuera de España, presentarse a proyecto europeos, porque aquí no hay dónde rascar". Este mensaje y la denegación sistemática de plazas para trabajar en España son el pan de cada día para miles de investigadores. Pero ahora se ha dado una vuelta de tuerca: hay quien consigue financiación europea para una investigación, con la que crear empleo, y tiene que regalarla porque las instituciones españolas no la quieren. Es la kafkiana situación que vive el físico catalán Javier Buceta, de 44 años, otro cerebro de los que se rifan en el extranjero y en España está al punto del despido.

Buceta ha tenido que donar a un grupo científico alemán su proyecto y los 200.000 euros que ha conseguido en el selectivo y exigente Séptimo Programa Marco de la UE (principal instrumento de financiación de la ciencia en Europa) porque la institución catalana para la que trabaja "no quiere investigar". Se trata del Parque Científico de Barcelona (PCB), que tiene previsto despedirle a finales de este año, según le han comunicado.

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Especializado en biofísica, Buceta es uno de tantos científicos que tenía su futuro asegurado en el extranjero (en la Universidad de San Diego) cuando decidió aprovechar en 2004 un contrato Ramón y Cajal para volver a su tierra. "Todos queremos regresar y se comprometieron a darme una plaza, como a todos", asegura.

Lo hizo para trabajar en una unidad de investigación llamada CoSMo (Computer Simulation and Modeling), dentro del PCB, donde consiguió un contrato indefinido cinco años después.

Los problemas comenzaron en 2012, cuando una nueva dirección del Parque, a cuyo frente está el economista Salvador Maluquer, decidió que lo de "Científico" consistiría únicamente en alquilar edificios para que investiguen otros. "Hace un año se decidió no participar en proyectos de investigación, salvo los destinados a mejorar los servicios tecnológicos que ofrecemos. Se debe a los ajustes presupuestarios", responde una portavoz autorizada por Maluquer a responder a este medio.

La explicación de recorte en los presupuestos no cuadra con el hecho de que Buceta no pidiera dinero al PCB. Además, el científico argumenta que presentó el proyecto en la UE, aun sabiendo que iba a ser despedido, porque pensaba transferirlo a un futuro destino que no dudaba encontrar, y las convocatorias europeas no esperan. "Es una investigación centrada en cómo evitar el rechazo en prótesis de cadera; la financiación global es de cinco millones para todos los participantes. Fue un varapalo cuando me aprobaron los 200.000 euros de mi parte a primeros de mayo y el Parque Científico se negó a firmar el acuerdo, que es un requisito imprescindible, porque dice que no investiga", explica Buceta.

Como con esta negativa en España se ponía en riesgo el conjunto del proyecto europeo, el coordinador alemán encontró una solución que ha dejado fuera al español: "No tardaron en conseguir un grupo alemán que se ha hecho cargo del proyecto que yo diseñé, y del dinero. El Parque, con una tremenda falta de consideración por mi trabajo, no me ha dejado opción", denuncia el investigador.

Desde el Parque argumentan que Buceta "presentó el proyecto a la UE sin autorización de la dirección", aunque también reconocen que, aunque lo hubiera hecho, nunca se la habrían dado.

¿Y por qué no se cambia ya a otro lugar? "Pues porque no puedo hasta final de año. Coordino otro proyecto del Plan Nacional de Investigación español, de 180.000 euros, con la Universidad de Barcelona y acaba en diciembre. Si no me han echado aún del PCB es, precisamente, porque la Universidad perdería ese dinero. Además, si dejo un proyecto a medias, nunca podría conseguir otro. Si no es por eso, y por las tesis que dirijo, ya no estaría aquí".

Este es el camino que tuvo que coger su compañero Álvaro Mata, experto en nanotecnología, "que consiguió un proyecto europeo de entre 1,5 y dos millones de euros y, como el Parque tampoco lo firmó, ha acabado en Inglaterra", recuerda Bouza, que ya tiene tentadoras ofertas en instituciones científicas de todo el mundo. "Desde luego que mi decisión es irme. Aquí no hay opción", asegura con frustración.

Son sentimientos muy similares a los de la astrofísica Amaya Martín-Mora, que siempre soñó con que su bebé creciera en España. Como Bouza, también volvió a su país con un contrato Ramón y Cajal, tras 11 años y una vida ya hecha en universidades de EEUU, la última, Princeton, y contratada por la NASA.

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Amaya Martín-Mora

Incorporada al Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), continuó desde Madrid buscando exoplanetas, caracterizando sistemas planetarios y tratando de averiguar si la vida puede viajar de un sistema a otro en el polvo cósmico. Cinco años después, ya no hay sitio para ella. "¡Si no hay ni para guantes!", exclama indignada.

Visto el panorama, hace seis meses que Amaya comenzó a ofrecer su talento en el exterior y no ha tardado en ser captada como astrónoma del Telescopio Espacial James Webb (JWEST), en California. Será el instrumento más grande puesto nunca en el espacio y tratará de revelar si estamos solos en el Universo. "Desde luego que me llevaré allí mi investigación sobre polvo interplanetario", asegura la astrofísica, que hoy forma parte, acivamente, de la Plataforma por una Investigación Digna.

Javier Buceta y Amaya Martín-Mora se suman a otros casos que se han conocido recientemente: el del paleontólogo Diego García-Bellido (hoy en Australia), de Nuria Martí (que clona células humanas en Oregón), del premiado y joven físico Diego Martínez. Situaciones que ponen de manifiesto que ya no se trata de que los investigadores están emigrando, sino que se trata de un exilio, una expulsión forzosa ante la indiferencia de quienes tienen la batuta de una orquesta que acabará sin músicos.

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