De la catástrofe de Chernóbil a la guerra en Ucrania pasando por Vizcaya

De la catástrofe de Chernóbil a la guerra en Ucrania pasando por Vizcaya

La asociación vasca Chernobileko Umeak acoge desde hace años a niños de la zona de Chernóbil. Al estallar la guerra, buscan la forma de traerlos a su hogar de adopción.

Dos personas caminan por la ciudad de Hostomel (Ucrania), cerca del Aeropuerto Antonov, de donde sale humo tras los ataques rusos, el 24 de febrero de 2022.DANIEL LEAL via AFP via Getty Images

En 1996, Enrique Angulo escuchó en televisión un llamamiento a familias para acoger a niños de Chernóbil cuando habían pasado diez años del desastre nuclear en Ucrania. Hoy, es él quien hace ese llamamiento, apelando a personas dispuestas a ofrecer su hogar a menores ucranianos, aunque por otra catástrofe distinta: la guerra desatada por Rusia en Ucrania en las últimas horas.

La familia de Enrique Angulo lleva casi tres décadas acogiendo cada verano y cada navidad a menores de Chernóbil, y desde 2011 lo hacen como parte de la asociación Chernobileko Umeak [niños y niñas de Chernóbil, en euskera], que opera en todo el País Vasco y tiene su sede social en Portugalete (Vizcaya). Desde que este jueves de madrugada Rusia atacó Ucrania por diferentes frentes y las tropas de Vladimir Putin invadieron el país vecino, Angulo no se separa del teléfono.

Primero se puso en contacto con él Masa, una joven ucraniana de 22 años que ha pasado varios veranos en su casa en Portugalete y con quien la familia Angulo mantiene mucha relación. “De madrugada nos mandó un audio diciéndonos que habían salido de casa y se iban hacia los Cárpatos, donde tiene un hermanastro, para estar más cerca de la frontera polaca por si acaso. Al cabo de una hora nos volvió a escribir, que habían tenido que darse la vuelta porque las carreteras estaban colapsadas, y al final se han quedado en la aldea”, explica Angulo a El HuffPost por teléfono.

Masa está casada y la pareja tiene un bebé. Los tres viven, junto con el padre de Masa, en Mala Makarivka, una aldea de la región de Ivankiv –entre Kiev y Bielorrusia–, cerca de Chernóbil, cuya central nuclear ya ha sido tomada por los rusos

  El punto rojo marca el municipio de Ivankiv. Unos 50 kilómetros al norte está Chernóbil, y unos 80 kilómetros al sureste está Kiev, la capital de Ucrania.GOOGLE MAPS

“Cuando han hecho el intento de salir, ya era tarde”

La idea de irse a los Cárpatos para salir hacia Polonia rondaba la mente de Masa desde hace tiempo, pero finalmente decidieron mantenerlo como plan B hasta este jueves. “Cuando han hecho el intento, ya era tarde”, lamenta Angulo. 

Su ‘familia’ de Portugalete también intentó convencer a Masa de que viajaran a Bilbao cuando empezó la tensión en Ucrania, hace semanas. “Les dijimos que sacaran los pasaportes y que se vinieran para acá los cuatro: Masa, el padre, el marido y el niño”, cuenta Angulo. “Es que Papa no quiere”, les respondió Masa. Aun así, Angulo animó a la chica a que viajara con su marido y su hijo. “Pero nada, nos dijo que ella no iba a dejar a su padre, porque en su momento él se negó a dejarla en un orfanato cuando la madre los abandonó”, replica el hombre.

Les dijimos que sacaran los pasaportes y que se vinieran los cuatro para acá

Tania, de 13 años, es la otra niña ucraniana que le pone al día de lo que ocurre en el territorio. Ella vive en Irpen, cerca del Aeropuerto Antonov –ya tomado por las fuerzas rusas– y a 30 kilómetros de Kiev, donde también han penetrado las tropas enemigas. Tania pasó las últimas navidades con la familia Angulo, después de dos años sin verse por la pandemia; ahora esperan tenerla de vuelta cuanto antes, “Dios mediante”, precisa Enrique Angulo. 

  Niños procedentes de la zona de Chernóbil acogidos por la asociación Chernobileko Umeak, a su llegada al aeropuerto de Bilbao las pasadas navidades. Tania es la niña del centro, con la bufanda del Athletic Club de Bilbao.CORTESÍA DE ENRIQUE ANGULO

“La cría nos dijo: ‘Ya ha empezado, ya ha empezado’”

El mismo jueves en que comenzó el ataque, Tania hizo una videollamada con su familia española a las 6 de la mañana. “La cría nos dijo: ‘Ya ha empezado, ya ha empezado’. Nos avisó de que iban a coger la ropa y se iban al búnker”, relata Angulo, angustiado.

Ahora permanecen en casa, sin salir, tal y como les han recomendado las autoridades ucranianas. Las únicas salidas que hacen son para ir al refugio antiaéreo más cercano cuando suenan las alarmas que avisan de un nuevo ataque. La zona en la que vive Tania es especialmente sensible por situarse a menos de 10 kilómetros el aeródromo de Hostomel, que desde este viernes controlan los militares rusos con más de 200 helicópteros, y por donde bloquean la capital desde el oeste.

No pudimos traerlos porque nos dijeron que no había una situación de guerra declarada

Antes de que la vía diplomática saltara por los aires esta semana, Enrique Angulo, y la asociación Chernobileko Umeak en su conjunto, trataron de anticiparse a lo peor. “Intentamos contactar con asociaciones como CEAR [Comisión Española de Ayuda al Refugiado], pero nos decían que no había una situación de guerra declarada y, por lo tanto, habría que esperar. Ahora que la situación es de guerra declarada, lo que nos han dicho es que como está muy reciente aún lo tienen que valorar”, explica.

Gestionar por su cuenta algún tipo de viaje es ya inviable. “Las carreteras están bloqueadas, el tráfico aéreo cerrado… vamos a seguir intentándolo, pero la situación está muy complicada”, lamenta el hombre, ya jubilado tras haber trabajado en banca. 

  Una excursión de los niños acogidos en verano por la asociación Chernobileko Umeak.CORTESÍA DE CHERNOBILEKO UMEAK

Una nueva crisis humanitaria se instala ahora en Europa, y la comunidad internacional ya se prepara para acoger a refugiados y desplazados de la guerra, en una cifra que la ONU estima entre uno y cinco millones de personas. Sólo en las primeras horas, se calcula que 16.000 ucranianos han cruzado a la vecina Moldavia, y otros 29.000 han alcanzado la frontera polaca. En Ucrania viven 7,5 millones de niños

A la espera de un corredor humanitario

Desde este viernes, Chernobileko Umeak está tratando de coordinarse con otras asociaciones del País Vasco y Navarra que se dedican a la acogida de niños para organizar una acción conjunta que permita sacar a niños ucranianos como refugiados, aunque para ello antes tiene que crearse un corredor de ayuda humanitaria, señala Angulo. “Si no, sería imposible moverse por ahí, además de superpeligroso, tanto para llegar a Ucrania como para ir a buscar a los niños”, indica.  

Mientras tanto, van buscando a familias que estén dispuestas a acoger y van estudiando casos de niños a los que se podría evacuar para, una vez que se abra el corredor, “tener ese trabajo ya hecho”, apunta Angulo.

Actualmente, en su asociación colaboran unas 50 familias de acogida para los programas de verano y Navidad, pero Angulo calcula que, en todo el País Vasco, la cifra de personas que participan en proyectos similares puede ascender a medio millar. 

La sensación es muy angustiosa, oyen bombas y disparos, pero no pueden verlo, no saben bien qué está pasando

Los ‘hijos de Chernóbil’ a los que acogen no habían nacido cuando se produjo el desastre nuclear en 1986, pero aún arrastran las consecuencias. “Viven en una zona que todavía está contaminada, después de los años, por la catástrofe de Chernóbil. Muchos tienen el sistema inmunitario debilitado”, explica Angulo. Algunos niños sí que han desarrollado “enfermedades raras”, pero en general no, “la mayoría son niños y niñas sanos con sistemas inmunes débiles”, señala. “Y cuando vienen aquí se llevan las pilas cargadas”, dice.

Sólo por casa de Angulo han pasado al menos 11 niñas ucranianas desde que él y su mujer entraron a una primera asociación en 1996. Con casi todas ellas mantienen el contacto, y en las últimas horas les cuentan que “la sensación es muy angustiosa, que oyen bombas y disparos, pero no pueden verlo, no saben bien qué está pasando”. 

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es